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AL PIE DE LAS LETRAS

 Publicado: 06/11/2019

Dolor de muelas


Por Marcos Ibarra


La muela empezó a doler a las 8. Inmediatamente pensé en Gloria; ella me generaba esa sensación de alivio general, y acaso por eso mi mente la trajo. Simultáneamente a la imagen de Gloria (Gloria sentada, Gloria sonriendo, Gloria hablando), y mientras me afeitaba, iba diciendo mentalmente: “el dolor se va, visualizo cómo el dolor se retira con la espuma, los filos de la afeitadora cortan la raíz del dolor y el agua se lleva el dolor envuelto en espuma por las cañerías hacia el mar”.

A las 10 el dolor era insoportable. Desde hacía rato tocaba la muela con la punta de la lengua; a cada toque un pinchazo me sobresaltaba y, sin embargo, se me había instalado el procedimiento como un tic. El dolor se extendía hacia otras piezas dentales hasta hacerme dudar si era ella la que dolía u otra.

A las 12 me coloqué un clavo de olor sobre la muela y lo presionaba levemente con la pieza opuesta. En casa se decía que el clavo de olor era sedante; jamás lo había constatado, pero siempre que alguien tenía dolor de muelas le sugería clavo de olor.

A las 14 ensayé unos buches con salmuera; la lengua registraba el sabor del clavo de olor que no había funcionado, como tampoco habían funcionado los demás procedimientos anteriores; y la salmuera no parecía hacer efecto.

A las 16 mi cabeza era una molestia, el dolor de la muela había copado cada parte en remolinos complejos, desestimulando cualquier intento por calmar, excepto retirar los nervios, interrumpir la comunicación entre ellos para que la carne, los huesos, quedaran sedados. Claudiqué en aquello que había estado evitando: calmantes. Tomé varios, porque una vez que se rompe un pacto ya no importa el tamaño de la ruptura.

A las 17 el dolor había cedido y llamé al dentista. Toda mi lucha de años en contra de la medicina y la química se derrumbó con una muela en nueve horas. Fui por las calles arrastrando la carcasa de mi cuerpo culpable, avergonzado. 

A las 18, ya en casa, retiré la gasa que obturaba el hueco. No sentía dolor, me sentía feliz y miserable. Miré la mesada con recipientes, hojas, tachitos, mortero, y vi mi vida anterior. En otra parte de la mesada, el blíster era mi nueva moneda.

20 horas. Suena el celular, era el vocero del grupo que yo creé hace quince años: “Naturistas por una nueva manera de vivir la enfermedad”, que hoy haría una manifestación con pancartas y juntada de firmas para prohibir cualquier control de salud obligatorio.

-     ¿A las 20:30 nos encontramos, entonces, en la plaza?

-     No sé si pueda ir.

-     ¿Cómo que no? ¿Qué pasó?

-     Tengo terrible dolor de muelas…

-     ¿Hiciste buches con cáscara de tangerina y miel?

-     No, me faltó eso. Pero vayan ustedes… ya veré cómo salgo de esta.

Un comentario sobre “Dolor de muelas”

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