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AL PIE DE LAS LETRAS

 Publicado: 06/02/2019

Poemas


Por Carlos Almeida


XI

Deténgase un momento,

es verdad, yo vi cuando empezó todo,

el primer disparo,

la primer trompada de la guerra,

Víctor y Charlie merodeando en la selva,

cabezas enramadas para entrever un árbol donde hay un fusil

la armonía de las balas,

los cuerpos muertos untando la tierra,

la vida entregada en una firma,

un vendaval que raja las mejillas,

última razón de los reyes

la primera de las noches fuera de casa,

infieles, infieles de turbante,

hijos del desierto (al final, espera el desierto)

rumores semejantes a plegarias que no comprendo pero sé que pretenden degollarme.

¿Qué tipo de pregunta es “si recuerdo”?

¿Qué no ve mi cráneo partido en dos?

Estorba la luz en los ojos,

si los cierro me podré seguir desahogando.

No diré que me arrepiento,

el sol brilla más claro cuando no ciega

y veo mejor hacia dentro,

además no sé hacer otra cosa,

pasarán cientos de años y seguiré haciendo lo mismo.

Alcanzaré a defender la dinastía del horno de ladrillos,

que hace cada pan sea distinto al siguiente

aunque vengan a este mundo al mismo tiempo

y el mismo fuego los haya tostado.

 

XII

De la tierra partida germinó un hombre santo

un tajeador de aguas, un patriarca de la convicción:

trajo espejismos, pescado y abrigo,

ocho horas para todos, escuela pública y luz eléctrica

valses, zapatos y tabaco.

Liquidó el problema para una de las congregaciones,

pero yo y mis hijas estábamos del otro lado

y quisimos huir,

-pregunto, ¿quién tolera dar la cara a la muerte?-

Entonces vendimos cada trasto que tuviera un poco valor,

conservamos la riqueza de bolsillo,

echamos los libros al fuego para tener calor por las noches,

entregué el nombre de mi padre en la frontera,

lo nombré responsable de la estafa y la visa fue nuestra.

Incendiamos varios amaneceres hasta la costa próxima,

no fue un viaje amable, ni paciente:

el personal a cargo no hablaba nuestro idioma,

nos ubicaban a gritos y golpes de culata;

bebimos agua de lluvia, masticamos salitre de aire,

dormíamos apilados en el útero de hormigón de la nave

sentenciada al naufragio desde que soltó amarras.

Todavía mareados por el sueño revuelto por las olas,

el agua salada nos lavó completos,

pisando la arena no hubo más islas, ni culpa,

ni ropa de extranjeros ahogados, esas medusas gritando que la muerte se quedó con hambre,

y cursamos una carrera,

supimos que son distintos una tensión y un conflicto

y que la diferencia va de cien a dos mil muertos,

aprendimos el valor del jornal

compramos una casa y depositamos a plazo fijo,

alternamos el camino de vuelta con el de ida,

determinamos la distancia al sol

y en cuánto tiempo nos apropiamos de su luz cada día;

olvidamos el ultraje de los años,

de los cientos de fracciones de horas una tras otra

tanto que ni nuestros hijos

ni los hijos de nuestros hijos sabrán jamás de los cuerpos entre las rocas:

los poetas de mi generación escriben sin usar imágenes

o las imágenes son todas la misma.

 

Andar en el ritmo del mundo

Andar en el ritmo del mundo

golpeando la sarna en la piel,

raspo con piedra mi ritmo

raspo con piedra el papel.

 

Los callos con carne se raspan

la carne con callo también,

el golpe con tajo, con sangre

el tajo con sangre con miel.

 

Desgajo la carne del hueso

deshago con ritmo el cuartel,

migajas de piel voy dejando

jirones de pelo también.

 

Cargo en la carne el carbón la cadena

cargo en el callo al patrón y la reja.

¡Patrón! El carbón no quema la pena

quema la vena Nevada condena.

 

No vengas con cuentos Alejo

no vengas con peros después

me leo en los diarios del lunes

me meo en tu fin de mes.

 

No vino el pastor, ni el cristo ni el buda

desgasto el zapato, la punta del pie,

alborota la sangre sin viento

va yendo sin tiempo el infiel.

 

Vengo inventando ritmo en los días

solo tenía que dejar de comer,

vengan santos, vengan en mi ayuda

quiero aire y terminar de leer.

 

Hay ritmo en los pasos del mundo

Ernesto quedó sin comer,

en el ojo el tiro, en la mesa la bota

las botas de cada cuartel.

 

Al ritmo del paso del mundo

pateando una lluvia a la vez,

llegaron santos con visnús y orishas

desbordó el río sin vuelta a llover.

 

Yo sólo soy un pedazo de tierra,

no me confunda, señor, por favor;

yo sólo soy uno más en la tierra,

yo sólo soy uno más bajo el sol.

 

El bardo inglés cantaba cinco

yo canto diez mil al mes,

a otros cantaba el nolano

otros lo hicieron arder.

 

El ritmo con palabras del mundo

cáncer del hueso se come la piel,

los escribas se olvidan del ritmo

los quemo de uno a la vez.

 

Finjo la risa la fiesta los lentes

finjo el ritmo contando hasta cien

galopa caballo cuatralbo

embolsa tu parte, dejá de joder.

 

Victorioso mundo subterrado

Victorioso mundo subterrado

resplandece en la distancia.

Al no vincularme a la tierra o sus cónsules,

gozo de una perfecta salud

gracias a la falta de aire:

mi pecho no se hincha

mi respiración suspendida.

Cuando cae la estrella de la tarde veo

mi escondite revelado

veo el inmediato fracaso

de mi autoridad sobre mis palabras

y presenciaré ceremonias que no me corresponden.

No perezco y genero vida,

como el más inmortal de los hijos de la caída

soy ayer, hoy y mañana

soy dueño de nacer por segunda, tercera,

múltiples veces

soy dueño de un alma capaz de crear dioses

dispongo de dos rostros opuestos

reflejados en el abismo acuático,

resurgiré durante el día y reconquistaré mis dominios.

Admiren como me dirijo al cielo

mientras desciendo al abismo.

Se acabarán los días espléndidos en la tierra

cuando resurja contra mis enemigos

y los soberanos actuales,

avanzaré nuevamente frente a las multitudes

y las rondas de los vigías.

Abriré frente a mí el pavimento

que me separa de los templos

para finalmente ser

sin necesidad de demostración alguna.

Franquearé los muros

y surgiré en el sitio que me plazca

con pleno dominio de mis pies y manos

redimido de las ofrendas sepulcrales

y de las milagros que esperan acontecer en los sembradíos.

Una vez levantado

me colocaré en la senda donde se cruzan los cuatro vientos

como si mi rostro fuera mío por completo,

como si no estuviera emparentado

con las criaturas que reptan por la tierra en busca de alimento.

 

Piel

Pregunto al hombre

que sumó arrugas a la frente,

la piel sin diálogo

el baile crespo

de las estaciones en plena madrugada.

Tirita la sangre embotellada

cerrada en el grillete obsceno de la agenda.

Carcome antisepsis colectiva;

se llevó por delante todo tiempo

y desenredó los nudos que curten la piel de la cara.

Me sentaría a esperar su respuesta

si no fuera mi tren el próximo.

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