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MEDIO SIGLO DE CAMBIOS EN EL TRABAJO

 Publicado: 01/05/2019

La evolución del trabajo y su relación con la economía y la sociedad – 1ª parte


Por Claudio Iturra


Esta charla[1] tiene cuatro partes básicas: i) una visión descriptiva, esto es, qué síntomas se aprecian del cambio del trabajo en estos 50 años; ii) “una transición metodológica”, para aterrizar en algunos conceptos que traten de encontrar una lógica en lo que se describe; iii) Los hitos históricos que aportan en la búsqueda de una explicación causal de por qué se produjeron estos cambios, y iv) Cómo pararse en Uruguay –desde mi perspectiva, por supuesto– ante estos cambios.

I – UNA VISIÓN DESCRIPTIVA

La primera aproximación que quiero compartir con ustedes es que en estos cincuenta años se han producido cambios como nunca antes en la historia reciente de la humanidad. En un lenguaje figurativo, apelando a las ciencias naturales, podríamos decir que ha habido una mutación, un salto geológico, y esto se expresa en una cantidad enorme de elementos. En cuanto a productos, tenemos todos los que hacen a las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC). Para muchos de ustedes, para la mayoría, el mundo es con celulares, computadoras, fuentes de energías alternativas.

Se produce también una gran transformación en los procesos de trabajo. Me referiré a dos procesos, en cuanto a su finalidad, no en cuanto a su constitución interna, que son la desterritorialización, mediante la cual las empresas empiezan a producir distintas unidades o partes en distintos lugares. O se produce una desarticulación del proceso productivo: lo que antes se producía en un proceso complejo, ahora ese proceso de divide en subprocesos producidos en forma separada, por una o más empresas o incluso en distintos países, según la elección de la empresa originaria.

Correlativamente se produce una gran modificación en la distribución y la comercialización. En 1963 aparece la idea e instalación de las grandes superficies que transforman la geografía urbana, tornando común el supermercado y el shopping. Y ahora se ha iniciado la proliferación de los pequeños supermercados de proximidad (como los Kinko).

Un salto en el transporte y la logística lo constituyó la aparición del contenedor, en 1956, cuando un propietario de camiones ideó esta forma de envase y transporte. El primer contenedor marítimo viajó de Newark (Nueva Jersey) al puerto de Houston (Texas). La primera travesía intercontinental de un contenedor se remonta al año 1966 (Nueva York – Rotterdam – Bremen – Grangemouth).

La implantación de los contenedores fue un catalizador esencial en el desarrollo de la logística y el transporte, al propiciar la aparición de nuevos métodos de trabajo y estrategias de distribución, modificando a la vez la forma de los buques, la estructura de los puertos, las redes de transporte y los procedimientos de trabajo. El contenedor permite realizar un sistema de transporte “puerta a puerta” a escala mundial, incrementa la eficacia en las tareas de carga y descarga de mercancías por unidad de tiempo, reduce los costos de estiba, protege la carga de las condiciones meteorológicas adversas y disminuye los hurtos de mercancías en el itinerario.

La flota comercial mundial llegó a tener una capacidad de carga de 1.860 millones de toneladas a principios de 2017. El persistente desequilibrio entre la oferta y la demanda se sigue traduciendo en bajas tarifas de los fletes y escasas ganancias en la mayor parte de los segmentos. 

La presión se ha sentido en particular en el mercado del transporte marítimo de contenedores, que en 2017 acusó un déficit de operación colectivo de 3.500 millones de dólares estadounidenses, según el Informe de la UNCTAD sobre Transporte Marítimo de octubre de 2017

Un aumento de la demanda más lento que el previsto, unido a una gran entrada de buques, ha dado lugar a un sostenido exceso de oferta de la capacidad de transporte marítimo” dijo el Secretario General de la UNCTAD, Mukhisa Kituy.

Los puertos de contenedores están sometidos a una presión creciente debido al permanente aumento del tamaño de los buques. Además, deben afrontar una reacción en cascada, en la medida en que los buques grandes pasan de las principales rutas comerciales a las rutas secundarias, a lo que se suman el incremento de la concentración y la consolidación del transporte marítimo de línea y los riesgos en el campo de la ciberseguridad.

  • La “financiarización”

Como en toda la historia del capitalismo, el telón de fondo de estos cambios lo constituye el crecimiento exponencial del mercado a escala global. Unos 400 millones de personas provienen del ex-mundo socialista, mientras, por otro lado, la población de las ciudades superó a la población rural. La población urbana mundial pasó de 2.300 millones de personas en 1994 a 3.900 millones en 2014. Para el 2050 se prevé que ascienda a 6.300 millones. La mitad de todos los países del mundo han alcanzado una zona urbana de más del 60 %.

En forma paralela, se buscan nuevas formas para acelerar las inversiones y la circulación monetaria, con lo que aparece el fenómeno de la “financiarización” o búsqueda de ganancia a partir del dinero y no de la de producción industrial o de servicios. Tiene lugar un cambio de circuito, en el que el dinero produce más dinero sin pasar por lo productivo.

El proceso “natural” (o más bien histórico) de búsqueda de la ganancia en la sociedad capitalista en la que vivimos ha consistido hasta ahora en invertir en equipos y fuerza de trabajo para transformar una materia prima en productos, que se venderán a un precio que deje ganancia, ciclo que se repetirá sin interrupción.

Con la financiarización el nuevo circuito, en el cual el dinero se utiliza para producir más dinero, sin pasar por la transformación productiva de materia alguna, tiene una finalidad especulativa (el término “especulativo” no tiene aquí ninguna connotación peyorativa).

La financiarización y la revolución científico-técnica, sobre todo en lo que respecta a las TIC, interactúan y se estimulan recíprocamente, anulando las fuerzas que atan a la producción real en un espacio y tiempo reales. La producción real se realiza en un tiempo y espacio definidos. Las unidades de tiempo son discretas. En cambio, el proceso de financiarización se ha liberado del tiempo y el espacio pues funciona en todo el mundo las 24 horas de todos los días.

En las compañías se invierten las jerarquías. El gerente financiero tiene más jerarquía que el gerente de producción. Se incrementa la velocidad de producción. La competitividad se ve alterada al predominar la lógica de lo financiero por encima de la lógica productiva.

La lógica del sistema mercantil se basa en una relación en dos niveles: verticalmente, digamos, el empresario se relaciona con la fuerza de trabajo respectiva, buscando al mismo tiempo abatir sus costos. Entretanto, en la relación horizontal entre empresas, dictada por la competencia con otros empresarios, procurará abatir los precios para desplazar a los competidores del mercado.

Con la aceleración que trae consigo la financiarización, no prima tanto la calidad del producto como la calidad de la comercialización: fidelización, puntos, sorteos. El producto en sí interesa menos que sus condiciones de venta.

En la búsqueda de todo lo que libere de obstáculos a la circulación del dinero, aparecen toda clase de instrumentos destinados a facilitar al máximo su movimiento. Esta búsqueda concierne a la relación salarial, donde surge el imperativo de formas de contratación diferentes, con mayor relevancia de la precarización del trabajo mediante la llamada liberalización de las relaciones laborales, haciendo precario lo que llaman algunos la “empleabilidad”.

Las grandes empresas se desacoplan de sus Estados de origen en busca de condiciones fiscales más favorables, mientras sus cadenas productivas se “desterritorializan”, ya que sus eslabones pueden estar en diferentes países para articularse con el “comando central” a través de redes electrónicas.

Los bancos empiezan a perder una de sus funciones tradicionales, la de ser instrumentos de crédito para la producción, y pasan a formar parte de la cadena de especulación del sistema financiero internacional. Conviven con los paraísos fiscales, donde no hay ningún control, no se paga impuestos y se acepta cualquier tipo de dinero. El narcotráfico, por esta vía, ha pasado a ser un protagonista de primer orden en la especulación financiera mundial.

Un especialista calculó que los Estados dejan de percibir 190.000 millones de dólares de EE.UU. en impuestos, escamoteados al país respectivo, que van a dar a un paraíso fiscal, con lo cual cambia el destino de ese dinero, originariamente asignado a los presupuestos de la educación, la seguridad social, las obras públicas y otros rubros similares.

Una vía de entrada de enormes cantidades de dinero ilícito al mercado “blanco” es la especulación inmobiliaria. En todas las grandes ciudades hay grandes y lujosos edificios desocupados, fruto de estas operaciones. En los Estados Unidos se ha producido una crisis en cadena de cientos de centros comerciales que han debido cerrar.

La llamada crisis inmobiliaria de 2008 en Estados Unidos (que se tornó crisis financiera mundial) tuvo por detonante el estallido de la “burbuja inmobiliaria” producida por la concesión de hipotecas sobre hipotecas y más hipotecas, al punto que se alcanzaron magnitudes siderales de masa financiera sin la menor capacidad de pago de los deudores originales.

Mucha gente perdió su casa y se acentuó otro fenómeno que se ha dado en llamar “la crisis urbana”. En Estados Unidos incluso hay ciudades que se han declarado en bancarrota, como Detroit, donde la deslocalización de la poderosa industria del automóvil ha hecho que miles de personas hayan perdido su trabajo y su casa y no pueden pagar los impuestos. No es el único caso, que se agrega a los millares de shoppings vacíos.

Esto coexiste con la proliferación de ofertas financieras que dejan chico al cinco de oro: si se visita Google, uno puede encontrar cada vez más sociedades e instrumentos financieros que se multiplican día a día y que ofrecen el enriquecimiento instantáneo, despojando de sus ahorros a los que se dejan ganar por la publicidad engañosa del capitalismo financiero.

Las poblaciones y sectores perjudicados por el colapso financiero tienen su contrapartida en los sectores directamente beneficiados: pese a que los bancos perdieron enormes sumas, del orden de miles de millones de dólares y euros, recibieron luego ingentes sumas en el proceso llamado “salvataje”. Para quienes diseñan la estrategia del capitalismo global, era absolutamente impensable que los bancos colapsaran, pues son parte consustancial del funcionamiento del sistema. No sólo recibieron inyecciones directas de dinero, sino que se les facilitaron mecanismos para fortalecer sus carteras y gran parte de estas gigantescas sumas provenía del narcotráfico.

  • El trabajo

Al reducir el trabajo a indicadores cuantitativos y sistemas tecnológicos, la ciencia económica dominante lo despoja de su milenaria evolución, de su rica densidad social, de su fuerte influencia en la determinación de la subjetividad individual y social.

En los últimos cincuenta años se ha producido una dislocación temporal de lo que era tradicional en el trabajo: en el transcurso de milenios, los mayores enseñaban a los jóvenes todo, desde cómo hacer hasta pensar y valorar. Lo que se hacía se trasmitía en forma oral y activa (“learning by doing” o “robar oficio” como dicen en algunos ramos). El mayor trabajaba con el menor y le enseñaba. Y nadie se planteaba que las cosas fueran distintas.

Con las TIC esto se trastocó. Ya es parte del folklore familiar llamar a un chiquilín para que ayude a los mayores con el celular. Al romperse un proceso milenario, no sólo se hacen las cosas de otra manera, se produce una crisis de legitimación de los mayores. Es una fractura etaria tácita de la legitimidad socio-productiva y cultural de la gente adulta.

El hombre ha compartido trechos importantes de su evolución con los animales más desarrollados. Ambos se reproducen biológicamente mediante relaciones sexuales. El primer instinto es el de la protección de la vida y la preservación de la especie.

Al igual que los animales evolucionados, el hombre actúa y transforma la naturaleza. Pero, con el tiempo, se diferenció de ellos por saber diseñar esa transformación. En este proceso, produjo una ruptura biológica, productiva, cultural. El hombre aprendió a transformar la naturaleza y, de paso, se transformó él mismo en sus formas corporales, el uso de su cuerpo, el aprendizaje a hacer y a atesorar mentalmente tal hacer.

Una característica esencial del trabajo humano es que el hombre produce en sociedad: no se genera ni termina en sí mismo, requiere de hombres que se asocien entre sí. O sea, tanto la reproducción biológica, como la reproducción material, precisan las relaciones entre los seres humanos. Ni Robinson Crusoe ni el homo oeconomicus nos dan sustento real ni conceptual.

A partir de la producción y reproducción de la vida material, se construyen instituciones, lenguajes, cultura y valores. Es lo que se conoce como “centralidad del trabajo”. O sea, la vida de los seres humanos en sociedad depende de lo que hacen en el trabajo. El trabajo sustenta a la sociedad y su trama socio-cultural, a la vez que el trabajo forma al hombre que trabaja y al que no trabaja. Conforma una totalidad orgánica, o como dicen otros, una estructura compleja que sitúa y define a sus elementos constituyentes

Esto tiene importancia metodológica porque no se lo puede reducir a miradas que no tomen en cuenta esta característica articuladora. Un filósofo francés, Louis Althusser, que estuvo en gran boga por la década de los 60, insistía en que el “continente historia” –en el que habita, actúa y trabaja el hombre en sociedad– era de descubrimiento reciente en la evolución de las ciencias. No puede ser asimilable al objeto científico de otro continente.

Cuando uno estudia las bacterias, por ejemplo, se mete con un objeto ajeno a los intereses sociales. Cuando estudia fenómenos de la sociedad, se mete en el mundo de los intereses de grupos.

En las sociedades donde la base de la empresa es la ganancia, está claro que no todos los miembros de la sociedad pueden compartir ese interés. Ese interés es compartible por todos aquellos que tienen empresas y buscan la ganancia, pero no lo es por aquellos que no tienen empresas.

Así por ejemplo, a nadie extraña que, en la circulación de la atmósfera, los vientos se desplacen de las altas presiones a las bajas. Sin embargo, se resisten a ver que en la sociedad esta diferencia de interés actúa en la dinámica social y tienden a no tomarla en cuenta.

Como si no hubiera pugna de intereses, en circunstancias que es de la naturaleza de una sociedad que está estructurada en elementos diferenciales de generación y distribución de la riqueza, que unos sean distintos a otros, según el lugar y función que tengan en esa “totalidad orgánica” o “estructura compleja” que es la sociedad.

Y acá quiero destacar un par de conceptos sobre el conocimiento y la vida social.

Que el hombre aprende haciendo es lo que llaman “learning by doing” y esto es lo más viejo de nuestra historia. La inaugura. “El que lo hace lo sabe”, es un adagio que lo resume. En paralelo a la no consideración de la diferencia de intereses en la sociedad, está la no consideración de niveles de conocimiento que surgen por el hacer. Y hay quienes se paran en la cabeza y dicen “no el que lo hace lo sabe, sino el que lo estudia lo sabe” y suele desconocerse esto que podríamos llamar “conocimiento social”. Por supuesto que los conocimientos se transmiten no sólo “by doing”, sino también hablando, o sea “by talking”. Pero no se puede trasmitir el conocimiento completo sólo por el relato. Hay que aprender a hacer: esa es la densidad del conocimiento productivo: poder transformar. Esto es lo que caracteriza a la UTU. Es como el templo del saber hacer. Que sea bueno, regular o malo es otra cosa. Asimismo pienso a veces que las Universidades tienden a tirar del otro extremo de la cadena.

Esto en el fondo tiene importancia para entender la unicidad del ser humano: el “homo sapiens” y el “homo faber” son uno solo. El hombre que sabe y el hombre que hace, son uno solo. El “homo” es “sapiens” porque es “faber”. Y es “faber”, porque es “sapiens”. Es dialéctico, uno se compenetra con el otro, en un proceso. No es estático, se desarrolla, se hace historia.

En la historia de las sociedades se evidencia que el saber está en la base del ejercicio de poder. El historiador inglés V. Gordon Childe [2](1892-1957) analiza un ejemplo para demostrar cómo el conocimiento, además de ser constitutivo de los procesos de trabajo, es a la vez instrumento de dominación: “La agricultura en el valle del Nilo depende enteramente de la crecida anual del río. Su llegada es la señal para iniciar todo el ciclo de operaciones agrícolas. La predicción exacta del día de su llegada y la advertencia a los campesinos para que se preparen era y sigue siendo una gran ventaja para la población del valle. Al mismo tiempo, debe haber parecido la prueba de alguna especie de conocimiento y poder sobrenaturales; la distinción entre la predicción y el control, es una cosa demasiado sutil para las personas simples. Además, la predicción se podía hacer, en realidad, con una precisión considerable. La venida se produce en función del movimiento anual de la tierra alrededor del sol; en rigor, depende del monzón suroeste que se diluye en las montañas de Abisinia. Normalmente, llega en un momento preciso, al pasar la Tierra por un punto determinado de su trayectoria alrededor del Sol, es decir, el mismo día de cada año solar. Por lo tanto, todo lo que se necesita para poder hacer la predicción es conocer la duración del año solar y calcular este año, tomando como punto de partida una venida ya observada... Este conocimiento permitió al faraón predecir la llegada de la crecida, afirmando, de esta manera, sus poderes mágicos sobre las estaciones y las cosechas”.

Apareció un grupo encargado de estudiar el caso, los monjes egipcios y estos convencieron a los campesinos de que ellos tenían el poder de producir la inundación, por lo tanto se les debía obedecer y recompensar. O sea, el conocimiento puede ser un instrumento de dominación, según cómo esté distribuido entre los grupos sociales. La tecnocracia es una muestra de esto.

Esta línea de “innovaciones” sin historia, sin sociedad, sin intereses en juego y compuesta de elementos puramente tecnológicos queda al descubierto en la llamada “sociedad del conocimiento” que diferenciaría a la sociedad actual de todas las anteriores.

En esta concepción se superponen varias visiones cuestionables. En primer lugar, no hay trabajo que no lleve, como el cuerpo a su sombra, el conocimiento de ese trabajo, sus fuentes, condiciones, consecuencias. Es la dialéctica homo sapiens-homo faber Por eso, todo el devenir histórico lo han protagonizado sociedades del conocimiento, en tanto están sustentadas en el trabajo de sus miembros.

Otra visión cuestionable es la que postula que la tal “sociedad del conocimiento” estaría formada por elementos puramente “tecnológicos”, entendiendo por tales los referidos a las TIC.

De este modo, dicha concepción de la “sociedad del conocimiento” reduce la historia al solo presente y las tecnologías, exclusivamente a las TIC. De paso, le amputa su esencia al capitalismo, que es la pugna de intereses entre los que detentan el capital y lo utilizan para incrementarlo y los que no lo tienen y tienen que vender su fuerza de trabajo.

Asimismo, desde los medios de comunicación, de muchos ámbitos políticos e incluso de algunos espacios científicos se utiliza en forma liviana el término, que no el concepto, de “tecnología”. Mucha publicidad elogia su producto, porque tiene “tecnología”, como si la tecnología tuviera una vida esencial en sí misma, con existencia intrínseca y no fuera el conocimiento encarnado en la producción, el saber hacer.

En un proceso productivo concurren tecnologías de distinto origen y función. La tecnología “envasada” la constituyen los equipos. Es sistematización material para hacer algo. El equipo ya tiene un saber hacer incorporado y que funciona como equipo. Asimismo, existen tecnologías de producto, de proceso, de organización productiva.

Algunos diferencian las “tecnologías blandas”, que se ocupan de la organización, de las “tecnologías duras”, referidas a lo puramente técnico.

La tecnología utilizada estará en función del interés del empresario en tal o cual aspecto del proceso productivo. Desde hace años, diferentes análisis del sistema productivo uruguayo, como los que hace el PIT-CNT, señalan que en Uruguay predominan las estrategias a la baja, que hacen hincapié en el abaratamiento de los costos laborales y no aquellas que incorporan equipos, fuerza de trabajo calificada, en fin, tecnologías sofisticadas que agreguen valor, de manera de competir en calidad y no puramente en el precio.

Asimismo quisiera abordar lo del conocimiento en la sociedad, porque al no asumir la especificidad del conocimiento social y de la sociedad como constructora de ese conocimiento social, tendemos a asimilar la sociedad a otros objetos de la ciencia.

Podemos concluir que todo lo que existe en la vida social es producto de la actividad de los hombres en la vida social, el producto del trabajo es lo que hace posible, es condición de posibilidad de todas las formas de la vida social. Las calles, las escuelas, etc. También existen las instituciones. Porque existe el trabajo en esa forma es que existen las instituciones que regulan el trabajo en esa forma. Existe el Código de Trabajo porque existe el trabajo en una determinada forma. Lo mismo pasa con las Comisiones respectivas en el Parlamento. Finalmente, existe la institucionalidad porque el trabajo genera los recursos para su existencia.

Otra cosa son los contenidos, ya que no todo el trabajo se expresa en cualquier manifestación de la vida social en forma directa e inmediata.

(Continuará en el próximo número)

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