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ESCRITURA DEL EXILIO RIOPLATENSE

 Publicado: 05/08/2020

Cruces de un puente a doble mano


Por Cristina Retta


Sobre el tema

El artículo pretende presentar el aporte de trabajos literarios escritos por autores exiliados de la región rioplatense en diferentes lugares de Europa, a modo de documentos básicos destinados al historiador a los efectos de investigar procesos, situaciones, conceptos, ideas y valores vinculados al período 1975-2000 y, de esa forma, superar las interpretaciones clásicas de la historia oficial. (El texto va acompañado de una entrevista que fue resumida en sus líneas esenciales y que contribuye a respaldar los fundamentos que se exponen).

Si bien la novela a la que refiere este trabajo, Fragmentos de una memoria, es de la argentina Ana Cristina Fernández,[1] las circunstancias histórico-políticas que vivió la región en su conjunto durante la década de los 70 fueron las mismas en ambas orillas del Plata y en todo el Cono Sur, que sufrió los efectos y las consecuencias de dictaduras militares coordinadas en el marco del Plan Cóndor, con repercusiones hasta hoy. En este contexto, las fronteras nacionales están desdibujadas.

Como lo caracteriza Silvia Dutrénit Bielous[2] en el prólogo de un libro que condensa la amplitud y diversidad del exilio uruguayo del último cuarto del siglo pasado, y refiriéndose en general a los varios exilios del siglo XX, “millones de hombres y mujeres en todo el mundo, debieron buscar una tierra de refugio, obligados a sufrir un trasplante desde lo propio a lo ajeno. Dichos “caminantes forzados” se vieron obligados de un momento a otro a lanzarse hacia lo desconocido en aras de la supervivencia. Y esas experiencias no quedaron limitadas a la generación protagonista del fenómeno, sino que repercutieron en la familia extensa y en los vínculos sociales dentro y fuera de fronteras.[3]

Al tema exilio lo cubre una nube de prejuicios y valoraciones a nivel del juicio popular, desprovistas de adecuado sostén informativo, lo que no deja de entorpecer el abordaje del mismo. “Si tuvieron que exiliarse, en algo malo se habrán metido, por algo será…”, “¿Fue preso político?” “¿Por qué se fue?, ¿en qué andaba?”. Sospechas, dudas, vergüenza de abordar el tema, son actitudes que acompañan todavía hoy esta temática. Tanto para el historiador como para quienes facilitan el acceso a las fuentes (aportando documentación o brindando entrevistas), estos preconceptos pesan de forma considerable.

Se considera exiliado a “toda persona perseguida con orden o no de captura, requerida, imposibilitada de trabajar, tanto por no firmar la «fe democrática» o por haber sido clasificado como peligroso… o por tener riesgo de perder la libertad debido a relaciones familiares o de amistad, en fin, aquellos que como consecuencia de la violencia política salieron al exterior[4]. En la misma categoría se incluyen a todos aquellos que, estando fuera del país, resolvieron después del golpe de Estado no regresar, integrándose al exilio organizado. Esta definición se hace extensiva a todo el exilio del Río de la Plata, no solamente al caso uruguayo.

El exilio del Cono Sur

La dimensión trascendente del exilio del Cono Sur rioplatense no ha sido calibrada adecuadamente ni recogida por las historias nacionales de los países respectivos involucrados. Como bien señala Dutrénit, “la expulsión masiva tras las dictaduras militares produjo una destrucción programada del tejido social, que en sus efectos implicó el surgimiento de rencores y sentimientos negativos residuales que dificultaron, hasta hoy, la reconciliación individual y social y que explica el hecho de que el exilio no se mencione, o se lo nombre de soslayo y disimuladamente en la historia que circula en los espacios públicos.

Hoy los tópicos que tienen que ver con los derechos ciudadanos y de la sociedad civil se ven seriamente afectados por los resentimientos generados en ese pasado, ya no tan reciente. Por ejemplo, para el caso uruguayo, el actual rechazo por parte de los uruguayos residentes en el país a reconocer la existencia y los derechos ciudadanos de una diáspora uruguaya que vive en diferentes países del mundo, y que supera el medio millón de personas. “El que se fue, que se las aguante”. “Si quieren tener derecho a voto y opinar, que vengan a vivir al país”, son algunos de los ejemplos de argumentos que se esgrimen en la prensa oral y escrita uruguaya y a través de las diferentes redes sociales. Estos son temas que afectan no solamente a los que fueron exiliados y sus descendencias, sino a todos los emigrados que, ya sea por razones políticas, económicas y de otras índoles, viven dispersos en diferentes puntos del planeta y sufren un cercenamiento inexplicable a sus derechos ciudadanos. Baste decir que Uruguay es hoy el único país de América del Sur que no tiene derecho al voto consular.[5]

Historia y literatura

Tomar como referencia la novela Fragmentos de una memoria significa reconocer que el texto literario enriquece los aportes cognitivos de la historia del período, presentándolos de una forma más vívida y con otro dinamismo que el de la descripción del acontecimiento liso y llano. En ese sentido, el filósofo francés Paul Ricœur, en su obra La memoria, la historia, el olvido,[6] fundamenta los vínculos recíprocos entre narración y lo que él denomina “representación historiadora”. En este punto, este autor examina los alcances de la coherencia narrativa y conexión causal o final de la misma. Menciona el llamado juego de escalas entre la micro historia y la macro historia y advierte sobre lo poco apropiado de las opciones absolutas que pudieran hacerse entre una y otra visión. [7]

Al mismo tiempo, Ricœur habla en este punto de situaciones límite, y esto puede asociarse al tema exilio. En tal sentido, ejemplifica su teoría con la forma de abordar hechos históricos del siglo XX como el Holocausto, analizando y comparando las posturas de otros teóricos en relación a ese hecho. El filósofo llama la atención frente al tratamiento de ciertos acontecimientos históricos traumáticos (límite), sobre el hecho de estimular la exploración de modos de expresión alternativa tales como la dramatización teatral, el cine o las artes plásticas. O sea, apelar como fuente de verdad a la experiencia viva del hacer historia tal y como es, afrontada de distintas maneras por los protagonistas[8]. En suma, el aporte teórico de Paul Ricœur en cuanto al tratamiento de este tema pone énfasis en lo conveniente que sería para el historiador, llegada la etapa hermenéutica, el tomar en cuenta a la literatura junto a otros modos de expresión.

Por otro lado, la historiadora sevillana Enriqueta Vila Vilar, en su artículo “Historia y Literatura: un largo debate para un caso práctico, puntualiza las ventajas que para la investigación tiene el apoyarse en la literatura y en especial en la novela, al abordar determinadas temáticas. Esta investigadora menciona al tiempo histórico y al tiempo literario como parámetros fundamentales a tener en cuenta al realizar interpretaciones en uno o en otro sentido. Insiste en la interdisciplinaridad entre unos campos y otros, señalando que hoy,el interés por la historia de la cultura y de las mentalidades, obliga al historiador a buscar nuevas fuentes y nuevos métodos que puedan acercarlos a una dimensión que le permita captar situaciones y personajes más remisos a dejar huellas: las «gentes sin historia», esos que, como bien señala Vila Vilar, son al fin y al cabo, los promotores de los verdaderos cambios experimentados por la humanidad.[9]

La entrevista, fuente oral de primer orden

Son muy atendibles también los aportes de diversos estudios de académicos argentinos sobre el uso del documento oral, y en especial la entrevista. Así, Laura Pasquali[10] señala las ventajas de las fuentes orales para abordar los temas de la historia argentina de la segunda mitad del siglo XX. La historia oficial de tipo documental describe una realidad incompleta de los hechos, por estar casi exclusivamente construida por y en base a perspectivas ideológicas conservadoras, además de la dificultad que significa el acceso a los archivos y a las fuentes correspondientes. 

Por su lado, la fuente oral, el testimonio, la entrevista, brindan al historiador otros elementos a través del uso de palabras, gestos, expresiones corporales, silencios, tonos de voz, que transmiten una determinada cosmovisión, una ideología, sentimientos de clase y experiencias subjetivas, mediante las cuales la reflexión histórica se enriquece. Es lo que Paul Thompson llama “sociología de la historia de la vida”.[11]

También consideramos muy valedero el artículo del profesor colombiano Mauricio Archila Neira,[12]Voces subalternas e historia oral, donde analiza y debate la importancia que tiene en el contexto latinoamericano la “historia desde abajo[13]. En ese diálogo interdisciplinario que asocia literatura, sociología e historia, con fuentes tradicionales (documento escrito) y orales (entrevista), los aspectos epistemológicos del conocimiento histórico de la realidad latinoamericana se benefician.

De acuerdo a lo expuesto precedentemente, además del punto de vista clásico de estos temas, las perspectivas que ponen el acento en lo particular, en lo subjetivo, eso que los teóricos italianos llaman, micro historia”, o enfoque “del ojo de la aguja”, merece nuestra atención por ser enriquecedor.[14]

Líneas generales de la novela y de la entrevista

La novela Fragmentos de una memoria fue publicada en 2006 en español, luego traducida al francés y vuelta a publicar en agosto del 2009 bajo el título Intérdit de mémoire.[15] Claro ejemplo de escritura del exilio, cuenta con el agregado de haber sido escrita a uno y otro lado del Atlántico, lo que implica que la autora se vio influida en el proceso creador por ambos ambientes, el porteño y el europeo, en todas sus instancias según el devenir del tiempo que fue transcurriendo durante su realización.

La trama de la novela lo establece bien claro: el relato del personaje principal (Maty), tiene el cometido indirecto, inducido por el interés de su nieta (o sea representando a las generaciones jóvenes), de esclarecer echando luz sobre toda una serie de situaciones confusas y poco conocidas en detalle que acompañaron aquel destierro. O sea que esa finalidad testimonial que se percibe en la novela, ese deseo de dejar claro el pasado (o lo fundamental de ese pasado), tendría una segunda lectura que sería la proyección de esa experiencia hacia las generaciones más jóvenes para que el mismo no sea olvidado sino más bien adecuadamente recordado y tomado en cuenta.

Es muy revelador en la obra la referencia al Buenos Aires de los años cuarenta y cincuenta con el surgimiento y el auge del peronismo, en una sociedad donde la burguesía media y alta tenía un muy buen pasar. Se narra con casos muy concretos cómo en ese contexto conviven las nuevas ideas del peronismo, con su propuesta reivindicativa para los grupos menos favorecidos, los “descamisados”, en ese medio burgués y alto burgués, donde algunos toman con simpatía tales ideas y otros las rechazan y critican frontalmente. La protagonista de la novela, Maty, es un personaje salido de esa clase media alta y que abraza el peronismo en sus lineamientos más altruistas.

Por otro lado, hay un tema siempre latente a lo largo de la trama de la obra que es la inserción en lo desconocido y la consecuente angustia que ello provoca. Porque ese exilio en el que el personaje principal (Maty) se ve inserto, es algo obligado por razones de supervivencia. Así, la protagonista surge desde un principio como alguien que padece esos efectos: ella, ya anciana y con amnesia parcial, es un síntoma de que hay algo muy doloroso de lo cual no quiere hablar, al punto de solo poder contar “fragmentos” de aquellas experiencias. 

Muchas de estas características tienen que ver con la mirada psicoanalítica del exilio en su globalidad, junto a otros aspectos poco analizados por la historiografía de este nuevo milenio. Una de las dificultades que las sociedades tienen luego de pasar por rupturas cruciales como la que se examina aquí, es aceptar e incorporar la pérdida y calibrar con ecuanimidad el papel de quienes se fueron. Un claro ejemplo de esto lo constituye el caso de España, donde en la primera mitad del siglo pasado se vivió uno de los exilios más representativos de esa experiencia, dada su magnitud y características, y que solo recientemente ha comenzado a ser incorporado al debate político y cultural con toda su trascendencia tanto para la sociedad expulsora como para las sociedades de acogida.[16]

Paralelamente a lo que la novela aporta en cuanto a información sobre “el trayecto” que debieron seguir los exiliados del Río de la Plata, ese gran reencuentro y reubicación en los centros de acogida en Río de Janeiro instalados por la Oficina del Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR) y luego la distribución de los grupos de esa diáspora hacia diferentes ciudades de acogida europeas, está el tema de que en esas estaciones obligadas cada individuo, de alguna forma, se fue reposicionando en relación a sus redes de amistades nuevas y antiguas. Muchos lazos se rompieron, surgieron nuevos vínculos, muchos efímeros y otros que se afianzaron. Aunque por mucho tiempo prevaleció la idea de “lo provisorio” del exilio, al cabo del tiempo se aceptó la idea de que el destierro se prolongaba. Poco se ha hablado de cómo fueron los años del exilio y el significado intrínseco de esa experiencia para los individuos y los grupos involucrados.

La entrevista a la autora ocupó casi una hora y media. Por razones de exposición fue resumida en 20 minutos, los que dura el video, y permite examinar una serie de detalles que no hacen más que enriquecer el campo que abarca esta temática. Las expresiones, los gestos, las pausas y acotaciones de Ana Fernández en relación a su obra y a la experiencia que la inspiró, llevan a recordar lo señalado por Laura Pasquali en sus consideraciones de Más allá de la entrevista, vinculado a determinados nuevos usos de la historia y de la nueva eclosión de las memorias o de los problemas que la acompañan. Se señala que para quienes han intentado sistematizar esos nuevos usos, los problemas de la memoria y la construcción de identidades representan un hilo conductor, una cuestión central. A su vez la experiencia como concepto íntimamente ligado a la identidad, introduce la dimensión temporal a la temática, matizado por el marco cultural interpretativo en el que se expresa, se piensa y se conceptualiza.[17]

Es así que para la historia oral las narraciones y memorias son en sí mismas hechos históricos. De ahí que la virtud última de la memoria no sea la preservación del pasado sino más bien los cambios elaborados que revelan el esfuerzo de quienes testimonian, por darle un sentido al pasado y una forma a sus vidas, colocando la entrevista, el relato, en su contexto histórico. Se aborda así la dimensión de acción, de práctica, en relación a un pasado “que se sigue cuestionando, planteando preguntas, interviniendo sobre el presente”.[18] Es en este sentido que la entrevista a Ana Fernández agrega sentido y aporta elementos para la interpretación del tema que estamos analizando.

Un comentario sobre “Cruces de un puente a doble mano”

  1. Descubrí la revista digital «Vadenuevo» y encontré interesante este artículo.
    La autora trata un tema que en Europa nos llega de cerca y aporta elementos poco conocidos aquí.
    La entrevista con la escritora es dinámica y complementa en modo atractivo la ponencia de Cristina Retta.

    Franco Perroni
    Ex funcionario de la Unión Europea, Luxemburgo.

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