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DE LULA DA SILVA A JAIR BOLSONARO

 Publicado: 03/04/2019

Brasil: Bolsonaro, hallazgo e invento


Por Omar Sueiro


Eso ocurrió cuando con un “¡Sí, estoy a favor de una dictadura! ¡Nunca resolveremos los graves problemas nacionales con esta democracia irresponsable!”, exigió la disolución de la legislatura y declaro su adhesión al no tan lejano régimen militar de 1964-1985.

MATAR LA IZQUIERDA COMO SEA. La oligarquía brasileña no podía admitir un nuevo período de gobierno progresista. Pacientemente fue disponiendo un entramado de obstáculos al gobierno de Dilma Roussef, desde antes del comienzo de las obras para el Mundial de fútbol, para culminar años después con el “impeachment[1] de Dilma, pese a que no pudo probársele ni un centavo de lucro en sus pasajes, primero por Petrobras y luego por la Presidencia de la Republica. A la vez se construyó una larga novela para probar la corrupción de Lula Da Silva -expresidente y futuro candidato favorito de la ciudadanía-, su posterior juzgamiento, su condena y su inhabilitación política.

Para todo esto no se escatimó en sacrificios de clase, admitiendo el procesamiento de numerosos empresarios y altos empleados de las grandes compañías de alcance internacional –incluido el más importante de ellos, el Sr. Odebrecht– además de “distinguidos” políticos de todo nivel y de todos los partidos, al observar –al parecer pasivamente– el avance del llamado “Lava Jato”. (Fue muy revelador el hecho que el juez Sérgio Moro, que llevó adelante el juicio a Lula, inmediatamente de celebradas las elecciones, dejó el Poder Judicial y se integró al nuevo gobierno como Ministro de Justicia.)

Además de las groserías del juicio a Lula hubo detalles cruciales en el mismo, como la condena verificada bien sobre la fecha de las elecciones, que dejó un tiempo ínfimo para la campaña del sustituto, al que el electorado prácticamente desconocía.

HASTA EL PELITO MÁS FINO HACE SU SOMBRA EN EL SUELO. Hasta ese momento, todavía se creía que pese a todo Fernando Haddad, el sucesor de Lula, podría ganar porque la derecha no tenía ningún candidato que pudiera enfrentarse al mero recuerdo de lo hecho por el expresidente en bien de su pueblo. Pero “milagrosamente” empezaron a aparecer en las encuestas de los medios más poderosos del Brasil unos puntitos de “un tal Bolsonaro”, un diputado de actuación desconocida en el Parlamento con una verborragia anticomunista, homofóbica, antifeminista y muchos antis más, al estilo Trump. La diferencia en ese momento era 35% a 18% a favor de Lula/Haddad.

FALTABA LA PUÑALADA… Y, como correspondía para culminar el tan trabajoso, prolijo y bien aceitado proceso, la prevista lógica cuchillada llegó puntualmente al vientre de Bolsonaro, pero la herida de muerte la recibió Haddad pues hizo dar una “vuelta de carnero” a la opinión pública, con guarismos de Bolsonaro 35% - Haddad 22%.

La estrategia fue clara y contundente. Se hizo resonar en todo Brasil el sencillo -y simplista- mensaje de que se estaba ante un caso perdido, que necesitaba de un gobernante con puño de hierro para restablecer el orden. Esto pegó muy fuerte en millones de brasileños desanimados por el creciente nivel de delincuencia y una corrupción política arraigada, enmarcados en una economía que en determinado momento llegó a ser reluciente, pero que -en muy poco tiempo- se volvió muy débil y sin señales de recuperación.

La radicalización política floreció en Brasil y Bolsonaro pudo capitalizar la polarización profundizada con la prisión de Lula.

Se impuso entonces su eslogan de campaña: “Brasil por encima de todo; Dios por encima de todos", y finalmente el diputado ultraderechista del Partido Social Liberal, e ignoto capitán en situación de reforma (suspendido) Jair Messias Bolsonaro fue elegido democráticamente Presidente, asegurando además del Ordem e Progresso, los bajos salarios que le corresponden en el actual mundo capitalista a la República Federativa del Brasil.

Y Colorin, Colorado…

Esperamos que este cuento, así, no haya terminado.

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