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LOS INFORMES DE 2005

 Publicado: 01/05/2019

Paradojas en la reivindicación de la memoria


Por Nicolás Grab


(Este artículo contiene pasajes de textos anteriores publicados por el autor.)[1]

El 8 de abril pasado el Comandante en Jefe del Ejército, Gral. Feola, dijo esto refiriéndose a los crímenes de la dictadura: “No voy a repudiar hechos del pasado porque no sé si están confirmados o no”. Esa misma tarde lo rectificó en un comunicado oficial por orden del Ministro de Defensa José Bayardi.

Según trascendió[2], el diálogo que mantuvieron incluyó esta pregunta del ministro: "Que acá ha habido detenidos desaparecidos es algo que el Ejército ya ha planteado y aceptado desde el año 2005. ¿Qué piensa usted al respecto?" A lo que Feola habría contestado: "Sí, por supuesto yo no estoy en contra de lo que el Ejército ha aceptado".

Este artículo no se dedicará al episodio, que tuvo su natural resonancia, sino a algo que se mencionó en él. Algo que viene al caso y cuya trascendencia es muy particular.

El ministro Bayardi hizo referencia a lo que el Ejército “ya ha planteado y aceptado desde el año 2005”. Y el Comandante respondió admitiendo “lo que el Ejército ha aceptado”.

¿A qué se referían ambos? ¿Qué cosas “aceptó” el Ejército según reconoce el Comandante? ¿Qué ocurrió en ese año 2005?

Habrá lectores que lo sepan. Y habrá otros que no lo sepan o no lo recuerden. Muchos otros.

* * *

En 2005, su primer año de gobierno, el presidente Tabaré Vázquez ordenó que los Comandantes en Jefe recabaran información sobre los desaparecidos. Recibió entonces un informe del Comando General del Ejército, dos de la Armada y dos de la Fuerza Aérea.[3]

Esos informes confirmaron positiva y oficialmente todo lo que durante casi treinta años se había negado y se imputaba a conjuras calumniosas, y que todavía hoy se pretende volver a cuestionar o poner en duda.

Los informes confirmaron que 23 desaparecidos cuya detención siempre se había negado no sólo estuvieron presos, sino que murieron en la tortura.[4]  El informe del Ejército presentó una enumeración de casos de muerte de detenidos, con esta explicación: "Los casos marcados con un asterisco, de acuerdo con la información recabada, permitirían suponer que se desarrollaron dentro del marco de operaciones de inteligencia", o sea en interrogatorios. Son 21 los casos señalados con ese asterisco. Y si alguien tiene dudas sobre lo que significa una muerte "dentro del marco de operaciones de inteligencia", lo dejan muy aclarado algunas explicaciones individuales: por ejemplo, el informe sobre Oscar Baliñas precisa que “su deceso … se produjo por rotura de bazo”.

El informe del Ejército confirmó expresamente que era práctica habitual atribuir a "intentos de fuga" la muerte de presos. Lo explica así: "Cuando un detenido fallecía antes, durante o después de los interrogatorios, no se daba intervención a la justicia y en algunos casos se le comunicaba que se había producido una fuga, lo que determinaba un comunicado solicitando su detención, habiendo el ciudadano fallecido con anterioridad." Entre los casos individuales se precisan detalles. En el de Julio Correa: "Posteriormente a su fallecimiento se realizó un allanamiento en su domicilio y se solicitó su captura como medida de encubrimiento." Sobre Luis Eduardo González: "Se pretendió encubrir su muerte con un comunicado de prensa en la que se ponía en conocimiento de su fuga."

Y el colmo insuperable son dos asesinatos cuyo grado de infamia no encuentra adjetivos. El informe del Ejército confirmó que dos mujeres (Elena Quinteros y María Claudia García, que tenía 19 años) murieron en asesinatos premeditados, por decisiones acordadas, ordenadas, organizadas y ejecutadas en el Ejército. Dice así su informe respecto de María Claudia (una muchacha argentina que nunca había estado en Uruguay):

"Fue trasladada a Montevideo desde Buenos Aires presuntamente por personal del Servicio de Información de Defensa, en el mes de octubre de 1976. Estuvo detenida en la sede del SID ubicado en la Avenida Bulevar Artigas esquina Palmar, separada de los demás detenidos, en avanzado estado de gravidez. Después de dar a luz en el Hospital Militar fue trasladada nuevamente al mismo lugar de detención. En diciembre de 1976 se la separó de su hija y fue trasladada a los predios del Batallón I de Paracaidistas N° 14 donde se le dio muerte."

Respecto de Elena Quinteros dice así:

"Fue detenida por el Órgano Coordinador de Operaciones Antisubversivas en su domicilio de la calle Ramón Massini No. 3044, el 26 de junio de 1976 y se le condujo a las instalaciones del Servicio de Material y Armamento (‘300 Carlos’). Se le dio muerte en el mes de noviembre del mismo año y sus restos fueron enterrados en el predio del Batallón I Parac. No 14, posteriormente exhumados y cremados, sus cenizas y restos esparcidos en la zona."

Como se ve, en los dos casos se usaron los mismos términos para explicar de qué murió la víctima. Murió porque "se le dio muerte".

Cuatro palabras lanzadas con la indiferencia de quien menciona de pasada un dato banal. “Se le dio muerte en el mes de noviembre del mismo año…”. ¿Se puede concebir algo más estremecedor que esta declaración impávida? Piénsese en todo lo que sobreentienden esas trece letras. Hubo quienes discutieron y acordaron que se asesinara. Hubo quien decidió cuándo, dónde y cómo se asesinaría. Hubo quienes transmitieron la orden de asesinar. Y hubo quien asesinó. (Y hubo, ¡y sigue habiendo!, quienes ocultan y encubren.)

Cuando ha llegado a plantearse una discusión inverosímil sobre si los crímenes cometidos afectan o no afectan el honor institucional del Ejército, es oportuno recordar a la madre de 19 años a la que esa institución resolvió matar y mató. Se le dio muerte. Sería lunático responsabilizar del crimen sólo al que personalmente le tronchó la vida. Ese ser miserable actuaba en el seno de una institución. En el Ejército, con sus jerarquías y sus cadenas de mando, era inconcebible un hecho así que no estuviera explícitamente ordenado o autorizado; y bien lo confirma la actitud unánime de encubrimiento y negación que se implantó y se mantuvo por décadas. Es imposible ver estos crímenes como otra cosa que actos institucionales, sin lo cual no serían imaginables ni su concepción, ni su ejecución, ni esta concertación en la negación y la mentira.

(La actitud del Ejército de asumir institucional y orgánicamente sus actos criminales del tiempo de la dictadura, sin crítica ni objeción moral, tuvo una confirmación más en este mismísimo informe de 2005. El Comandante en Jefe que lo presentó (el Gral. Ángel Bertolotti), en la nota al Presidente que acompañó el informe, dijo esto de sus antecesores del tiempo de los crímenes: “Sabemos también que los camaradas que nos han precedido en esta responsabilidad cumplieron cabalmente con su deber en el tiempo histórico y político en el que les correspondió actuar”.)

* * *

Los informes de las Fuerzas Armadas de 2005 también contienen falsedades. Son muchas, y bastará citar un par de ejemplos. El informe del Ejército dice que los restos de Fernando Miranda y de Julio Castro fueron enterrados pero más tarde fueron exhumados y cremados y “sus cenizas y restos esparcidos en la zona". Mentira, puesto que los restos de ambos fueron encontrados después, enterrados en predios militares. (Y Julio Castro, que según el informe simplemente “falleció”, presentaba un orificio de bala en la frente.[5]) O esto: el Ejército dijo que Elena Quinteros fue detenida “en su domicilio de la calle Ramón Massini No. 3044”, cuando en realidad la sacaron del predio de la embajada de Venezuela en un episodio tan escandaloso que generó un incidente internacional por el que Venezuela rompió relaciones diplomáticas con la dictadura uruguaya.

Frente a todo esto la izquierda y las organizaciones de derechos humanos tendieron en general a adoptar una actitud que no fue acertada. Predominó siempre el criterio de poner en primer plano las falsedades de los informes y descalificarlos como una sarta de mentiras que añadió una fechoría más al encubrimiento de las atrocidades.

Es absurdo limitarse a denostar los informes por sus datos falsos y no proclamar a los cuatro vientos los horrores de esa confesión.

Los informes de 2005 fueron un logro enorme en la conquista de la verdad. Fueron un hito histórico; tardío y criticable, pero fundamental. Son la reivindicación de las denuncias vilipendiadas durante décadas en que los gobiernos prohijaron la conjura de encubrimiento de las instituciones militares.

Y son una lápida que debe sellar las pretensiones de cuestionar todavía la realidad de los crímenes. La patraña de poner en duda las atrocidades de la dictadura, aunque ha perdido el patrocinio oficial que tuvo hasta 2003[6], no ha dejado nunca de esgrimirse, sobre todo en medios militares.[7] ¿Qué refutación podría ser más eficaz que esta confesión ilevantable?

* * *

La reivindicación de la verdad y la afirmación de la memoria son partes de una lucha que no atañe sólo al pasado, sino también al futuro.

Pero hay algo que es indispensable para el éxito de esa lucha: que sus frutos se recojan. Que se los valore y se los utilice. Que los logros se consignen y las verdades reconquistadas se hagan valer como pruebas de la justicia del empeño.

Es un despropósito que todo eso se desprecie y se deje caer en el olvido.

¿Qué se hizo para difundir las confesiones de los informes de 2005? ¿Qué organizaciones las publicaron y se dedicaron a divulgarlas? ¿Se buscó incorporar esas verdades en la conciencia general de la población?

¿Quién habla de los informes de 2005? ¿Se los evoca alguna vez?

Hay un indicio que lo dice todo. Los informes no existen en Internet salvo en un único lugar, que es el citado en la nota 3: en el trabajo monumental coordinado por Álvaro Rico sobre los detenidos desaparecidos. Hay que ir a buscar los informes allí: en el cuarto de sus cinco tomos, en la sección 3. Fuera de ahí no se los encuentra. (VADENUEVO presenta ahora los cinco informes en su sección DOCUMENTOS.)

* * *

Hay cosas que nos falta mejorar.

 

20 comentarios sobre “Paradojas en la reivindicación de la memoria”

  1. Imprescindible aporte, que deja pensando y removiendo la tristeza, impotencia, respecto a la profundidad de la impunidad. Si, no se habla de las confesiones del 2005, no se difunden. No solo no fueron utilizadas como prueba en el escenario legal contra los crímenes sino que se invisibilizaron. Y más, nada se hizo de forma institucional para remover la conciencia social, para educar en la sensibilidad frente a la injusticia . Si la verdad hubiera llegado de forma masiva, sistemática, adecuada, sacudiría conciencias. Se evitó educar, conmover las raíces de nuestro pueblo, el que si aprendió a barrer bajo la alfombra, mirar para otro lado frente a injusticias, dolor «de otros». En este escenario fue que se pudo imponer la impunidad. Por eso importa tu aporte. Dónde mirar, dónde pararse entre esta maraña de barbaridades monstruosas, para denunciar, para con la verdad forzar la justicia que no llega. Gracias por tu aporte, siempre inteligente, clarísimo, concreto.

    1. Hola, con todo respeto, no soy del FA pero sí fui enemigo de la dictadura y la sigo repudiando, y repudio el pacto de silencio que mantienen los militares, pero lo que acabo de leer me duele aún más, sabiendo ahora que en el pacto también participa el FA y todo sigue como tal, a ustedes frentistas no les duele? Aquí debe haber familiares de desaparecidos, la dejan ahí, todos juntos al comité? Qué dolor!!

  2. Tremendamente conmovedor.
    No tenemos memoria, pero esto nos obliga a no tener olvido.
    Aporte a la historia, que deberá permanecer en el futuro de nuestra sociedad.

  3. Con este artículo de Nicolás Grab: Se aclaran definitivamente las muertes; y se aclaran las mentiras de los culpables. Confieso que a mi me asustaban mucho más las torturas, y las prisiones-tortura, y que considero esa la base dictatorial, que produjo represión mental enorme. Me pareció importante que uno de cada cincuenta uruguayos hayan sido detenidos alguna vez en aquellos tiempos. Y la enorme fracción de nacionales que se exiliaron por largos años o para siempre. La intervención actual de largo plazo debiera ser intervenir algunos comienzos de mal futuro: la Educación Militar, Liceo y Academia, donde se agrupan y/o se forman esas mentes criminales.

  4. Gracias por el aporte, me permito un par de comentarios en la tangente:
    Como para la mayoría de la gente de mi generación (cuarenta y tantos), el tema de las atrocidades de la dictadura no forma parte de nuestras prioridades y esto por varias razones:
    1. Porque peleamos como si nos fuera la vida en ello por el voto verde y la gente nos dio la espalda, más de una vez.
    2. Porque tenemos la certeza de que entre las altas esferas del FA y de la 609 en particular, existe un pacto con las FFAA para «no alborotar el avispero» que ha impedido por un lado averiguar y castigar a los responsables y por el otro, cualquier modificación del ejército en funciones, tamaño, estructura, etc.
    3. Mientras esas condiciones no cambien, poco y nada podrá saberse y hacerse. La sensación que comparto con muchísima gente de mi edad, con hijos chicos, es que es una batalla que ya dimos y ya perdimos y nos preocupa más el futuro que el pasado, en ese sentido, nos preocupa más debatir sobre la necesidad o no de la propia existencia del ejército, de su tamaño, de sus funciones, de su presupuesto, que el castigo por el pasado que de todas formas no modificará las conductas de los antidemócratas futuros.
    Abrazos.

    1. Muchas gracias por el comentario. Y aclaro a los lectores que me liga con Gabriela una enorme estima que siento por ella, su trayectoria y sus brillantes trabajos.

      Respecto de los crímenes de la dictadura existe desde siempre el doble reclamo de verdad y justicia. Los que apoyamos ambos objetivos corremos el riesgo de perder de vista la relativa independencia que tienen. Mi artículo se refiere exclusivamente a la lucha por la conquista de la verdad. Hay buenas razones para tratar ese tema en sí mismo; por ejemplo, una diferencia que distingue las dos consignas. Respecto de la justicia -o sea, el castigo de los criminales- existen de hecho visiones variadas y argumentos que se esgrimen para no realizarla. Muchos rechazamos esos argumentos pero es un hecho que los hay, desde los de Sanguinetti hasta los de Mujica, y hay quienes los aceptan. No pasa lo mismo con la lucha por la verdad, porque el rechazo de la mentira y el engaño es una actitud mucho más universal.

      Gabriela expone ciertas convicciones y concluye que, mientras no cambien determinadas condiciones, “poco y nada podrá saberse”. Pero esto niega los hechos, porque de hecho pudo saberse, se supo, y de eso se trata. Se supo, porque el primer gobierno del Frente Amplio, en sus primeros meses, obtuvo y publicó los informes a que se refiere el artículo con todas las confesiones que ahí se comentan. Comunicó todo eso antes que a nadie a la Asociación de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos, y luego lo publicó. Sólo que después esa información fue tratada como despreciable e inútil por nosotros, por los que debimos haberla hecho notoria. Mi comentario de su contenido parece estar impresionando ahora a más de un lector: uno de ellos lo califica como “tremendamente conmovedor”. ¡Pero yo no he hecho más que glosar un texto obtenido y publicado hace 14 años!

      Creo que ninguna visión crítica sobre otros aspectos puede eximirnos de un deber de autocrítica en este tema.

  5. Ya el hecho de estar leyendo este artículo significa que lo está leyendo, o lo hará, mucha gente. Tengo 70 años y viví la dictadura, pero aquí en Artigas fue poco significativa. Pero coincido con que la gente se preocupa más por el futuro. Pero fue horrible. Hay que publicar todo. Todo. Que se sepa. Gracias.

  6. Excelente recuerdo Nicolás. Ni olvido ni perdón con dos condiciones, la primera el acto de contricción que nunca formularon esas alimañas que renegaron de su condición humana y que ignorábamos que convivían entre nosotros, y la segunda, el condigno castigo por sus crímenes, atenuado por el arrepentimiento si éste fuera sincero y auténtico. Pero nunca olvidar, perdonar es otra cosa. Olvidarse es faltarle el respeto a nuestros héroes y crear las bases para que el latrocinio pueda volver a repetirse.
    Esto nada tiene que ver con las críticas que se lanzan desde la propia izquierda contra militantes del campo popular que quieren, quizás ingenuamente, horadar la coraza de las fuerzas armadas, sobre todo de sus sectores inferiores o mandos medios que no tienen sus manos ni sus conciencias manchadas con la sangre de nuestros mártires. Recordemos a la entrañable Rosa, Rosa Luxemburgo, «la revolución no se hace contra el ejército, ni sin el ejército, sino con el ejército». Estamos muy lejos de penetrar esa coraza, brazo armado de la dominación, pero si ni siquiera lo intentamos, nunca nos aproximaremos a la utopía.

  7. Edgardo Carvalho

    Felicitaciones por el artículo Nicolás. Has puesto el dedo en el ventilador. El reconocimiento de crímenes horrorosos cometidos por el Ejército, está muy claro. Nadie que conozca como funcionan las organizaciones militares puede ignorar que estos hechos ocurrían con conocimiento y por orden de los mandos. La conducta posterior de los sucesivos comandos lo demuestra. Pero lo llamativo es que creo que la gran mayoría de los uruguayos, entre los que me incluyo ignorábamos el contenido del informe . Que este documento escalofriante ni siquiera estuviera colgado en internet, hasta que Vadenuevo lo publica, resulta inexplicable. Se me ocurren varias hipótesis al respecto, en las que prefiero no entrar. Reitero mis felicitaciones y te mando un gran abrazo.

    1. Eso es lo que pasa, nadie quiere entrar, porqué, vale tapar a los que desde el gobierno fueron cómplices del pacto? No será la hora de despegarse de los que para mí son traidores?

  8. Muy buena idea, Nicolás. Desde la publicación del formidable trabajo coordinado por Álvaro Rico se sabía la «Verdad». Coincido contigo respecto a que fueron acciones institucionales y toda la escala de mandos tuvo responsabilidad.
    Agrego que en dos casos ante la Justicia Civil en que tuve que participar como testigo, las FF.AA. reconocieron las muertes.

  9. Muchas gracias por tu aporte Nicolás, no es que todo resulte «nuevo» pero así, todo junto resulta muy fuerte, bronca, rebeldía, indignación y una sensación muy triste de como fue posible que por dos veces se perdiera la consulta en las urnas? ¿Qué nos pasa que no logramos trasmitir lo que realmente ocurrió?

  10. Estoy de acuerdo. Tenemos que hacer una autocrítica. No sé por qué no se difundieron más estos documentos. Agradezco el llamado de atención de Nicolás Grab. Y creo que este no es un tema del pasado es un tema principalmente del futuro….

  11. NUESTRAS FF.AA. son una cadena de repugnante desconsideracion por la vida humana. No deberian existir y creo que hay que terminar con ellas. Me duele mucho que esos informes de 2005 no hayan sido material para amplio debate en toda la sociedad uruguaya e internacional. Grab, te agradeceremos siempre por la calidad de tu publicacion. Hagamos profesion de incorporar a la vida pública todo este material, solo así habrá nunca más.

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