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VADENUEVO DE COLECCIÓN: De nuestro N° 74 (noviembre de 2014)

 Publicado: 06/02/2019

Pudo ser diferente, pero se cumplieron reglas y lógicas de los cambios políticos


Por Rodolfo Demarco


Muchos políticos y analistas habían invocado, previamente a las elecciones, la regla del “desgaste” como “prueba” de que el Frente Amplio (FA) sería derrotado. Un gobierno no podría durar más de dos períodos. No realizaron intentos de explicación seria de la supuesta regla y muchos “se comieron” el extendido reconocimiento de vastos sectores de la ciudadanía a los logros del gobierno frenteamplista. Hubo politólogos que se centraron en los aspectos formales de la campaña, se dedicaron a detectar aciertos y errores en el accionar de los candidatos o de su publicidad, y miraron más a las encuestas que a la sociedad. Hubo comentarios muy generales y obvios, como afirmar que el gobierno del Frente Amplio fue exitoso. Pero esa percepción no fue trasladada cabalmente a los análisis.

¿Cómo podía ser “muy probable” que el FA perdiera el gobierno y la mayoría parlamentaria después de ser “exitoso”? Pudo haberlo perdido, pudo también haber ganado por un margen más amplio, sin duda, pero un análisis no debería quedarse en cuestiones de “olfato”, pálpitos y asertos que casi eran adivinanzas porque no se sustentaron en estudios que abarcaran en profundidad ciertos factores estructurales, y no percibieron los cambios de la sociedad uruguaya en los últimos años. Se quedaron con el lugar común, nunca demostrado, de que en este país todo cambia con lentitud. O que casi no cambia. Sin embargo en el Uruguay hubo en las últimas décadas inmensos cambios políticos, Entre otros la desaparición del sistema bipartidista más viejo y consolidado del continente, como el que conformaros los partidos Colorado (PC) y Nacional (PN). Y durante las administraciones del Frente Amplio se operaron transformaciones culturales que la ciencia política debería estudiar en profundidad.

En un país en crecimiento, que atravesó con éxito las crisis internacionales de los últimos años, que se ubicó en el primer lugar de la región por su PIB per cápita, que redujo la pobreza y la desocupación en proporciones inéditas en la historia uruguaya, se analizaron más las cuestiones formales referidas a los candidatos, a su publicidad y la semiótica, que los contenidos programáticos y los impactos en la sociedad de las reformas y medidas llevadas adelante en la última década. Los análisis más difundidos sobre las repercusiones del Impuesto a la Renta de las Personas Físicas (IRPF) en la clase media o de las medidas del Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) en ciertos sectores fueron con frecuencia de una superficialidad que no se compadece con análisis de base científica.

UNA REGLA DE LOS CAMBIOS POLÍTICOS. En nuestro artículo del nº 73 de vadenuevo Campaña electoral; Empezó a moverse, pero sigue prevaleciendo la incertidumbre”, expresamos una idea de Gonzalo Pereira Casas que fundamentó en conversaciones entre quienes participamos en esta revista. Nos excusamos porque no dejamos constancia de la autoría, pero así tradujimos su opinión:

“Los grandes cambios en el Poder Ejecutivo nacional sucedieron en el marco de graves crisis: el agotamiento de la política dirigista que procuró la industrialización, liderada por el presidente Luis Batlle Berres y su lista 15, que dio base en 1958 al primer triunfo del Partido Nacional en el siglo XX; la continuidad de lo que se llamó la crisis estructural facilitó el golpe de Estado en 1973; la crisis de la ‘tablita’ en 1982 fue un ingrediente clave de la caída de la dictadura y de la apertura democrática; la crisis que se gestó con el ingreso de capitales a comienzos de los años ‘90 y eclosionó en 2002 facilitó el desplazamiento de los partidos tradicionales por el FA. Y el razonamiento vale aun para épocas anteriores: la crisis de 1929 que dio pie a la dictadura de Gabriel Terra. Si lo que está en la base de estos antecedentes se cumpliera, triunfará el Frente Amplio (FA) y el presidente será Tabaré Vázquez”.

No se trata de un principio, de algo que se cumple inexorablemente, porque en las ciencias sociales no hay lugar para certezas absolutas. Pero sí existen reglas generales, desenlaces que habitualmente se confirman y procesos que, de ser tenidos en cuenta, ayudan a interpretar y prever los acontecimientos. Como adelantó Gonzalo, al cumplirse “lo que está en la base de estos antecedentes”, triunfará el FA y “el presidente será Tabaré Vázquez”.

HEGEMONÍA CULTURAL. Sin embargo la prosperidad y el éxito electoral no siempre se juntan. Un gobierno exitoso puede tener un fracaso en las urnas, porque hay factores de diversa índole, de carácter subjetivo, que también inciden, y a veces son determinantes. Un comentado editorial del diario opositor El País, publicado el 29 de octubre, definió con singular agudeza las causas profundas del resultado electoral. Señala que “hemos vivido un ciclo de crecimiento excepcional”, traducido en cambios favorables en las condiciones de vida de vastos sectores. Y agrega: “Cuando las mayorías populares sienten esas mejoras, difícilmente quieren cambiar de rumbo de gobierno”. Pero eso, agrega el editorialista, “no alcanza para explicar una hegemonía de mayorías absolutas que se repite tres veces. Porque a pesar de que los uruguayos se muestran muy críticos del estado de la educación pública y de la inseguridad, por ejemplo, y de que es sabido que el ejercicio del poder siempre desgasta, los partidos de oposición no recibieron, en conjunto, mayor apoyo que en 2009”.

Y continúa el editorial: “La explicación no está pues solamente en la economía o en el candidato. Hay algo más profundo y duradero que permite mantener en el tiempo semejantes mayorías. Se trata de la hegemonía cultural: la generación de un relato, de una identidad, de un deber ser, de un universo simbólico que, todos juntos, producen sentido común ciudadano y aseguran los cimientos para mayorías de izquierda sólidas y duraderas”.

Dice más adelante el artículo: "Aquí hay cultura política de larga duración. Y ella está afirmada en una socialización cultural y ciudadana que legitima las opciones de izquierda, y en particular al Frente Amplio”. Y agrega, ya en la perspectiva del balotaje: “Bien lo resumió el candidato Vázquez al final de su campaña: no pidió un apoyo de agradecimiento por el pasado, que hubiera permitido hacer hincapié en la explicación del voto por las mejoras económicas de estos años. Pidió otra cosa: un voto de confianza a futuro —que se afirma entonces en la valoración social y moral del representante a elegir”. 

VÁZQUEZ. El expresidente contará seguramente con ese “voto de confianza a futuro”. Ante la perspectiva del balotaje del 30 de noviembre, cuenta con varias ventajas. Tener la mayoría del parlamento es un elemento fuerte a su favor. En un país que exige que el sistema político no trabe la resolución de los asuntos que tiene entre manos, una situación de bloqueo no sería deseable para la gente. Ello no significa que el partido ganador no necesite realizar una activa política de búsqueda de acuerdos, aun cuando tenga asegurados los votos en ambas cámaras legislativas, cosa que no realizó siempre de la mejor manera en el periodo que finaliza. El Uruguay de los próximos años necesitará amplios consensos y políticas de Estado. Y eso será responsabilidad de mayorías y minorías, de gobierno y oposición. 

La candidatura de Vázquez representará al Frente Amplio en su conjunto, obviamente. Y eso estimulará el involucramiento de todo el FA. Seguramente Vázquez concitará una adhesión y un entusiasmo masivos y consistentes, cosa que difícilmente logre Luis Lacalle Pou, que no es el líder de lo que para algunos es el “otro medio país”, sino la principal figura de uno de los sectores de uno de los partidos derrotados en la primera vuelta.

Vázquez podrá aprovechar su ventaja en cuanto a densidad programática, a su capacidad de propuesta, en contraste con la levedad característica del mensaje de Lacalle Pou en toda su campaña. 

Y entre otras ventajas el candidato frenteamplista tiene una nada despreciable, de la que se hacen eco analistas y periodistas: la mayoría de la población cree que será el presidente. Finalmente, no debe olvidarse que el FA sacó el 49,5% de los votos a candidatos y partidos, o sea de los votos emitidos excluyendo anulados y en blanco. Y en el balotaje solo se contarán los votos a candidatos. Vázquez, prácticamente, llegó al objetivo en la primera vuelta. Lo que el Frente se plantea es darle contundencia a su victoria el 30 de noviembre.

LACALLE POU. La estrategia de campaña de la fórmula Luis Lacalle Pou-Jorge Larrañaga difícilmente muestre grandes variantes respecto a su campaña hacia octubre. Por lo pronto su consigna central es casi la misma de la primera vuelta. Una consigna que no fue ganadora. El mensaje “por la positiva” comenzó a revelar fatiga en las últimas semanas previas a las elecciones. Pero lo esencial es la levedad de un mensaje que nunca pudo proyectarse como propuesta global, que resultó reiterativo, que al llegar las elecciones ya resultaba cansador, carente de ideas-fuerza, y que proyectó ambiguamente algunas señales que, pese a los silencios y a los esfuerzos para no explicitarlas, apuntaron a un lugar en el que, desde José Batlle y Ordóñez en adelante, la sociedad uruguaya desconfía.

Si el candidato frenteamplista no se equivoca, su discurso estará marcando que su gobierno será diferente a los dos anteriores; que, sin cambiar de camino, irá más allá, traerá cosas nuevas. Que no será más de lo mismo. Y es inevitable la pregunta: ¿con qué cosas nuevas podrá convencer y entusiasmar Lacalle Pou cuando en varios meses de campaña no fue capaz de enunciarlas pese a su carácter de principal opositor? 

El candidato blanco tendrá otro serio problema. Particularmente en el interior, se ha registrado previamente a los anteriores balotajes una merma en el trabajo de muchos políticos referentes de los partidos tradicionales, ya sea porque en octubre lograron el objetivo al alcanzar el ansiado escaño en el parlamento (o, asimismo, por la razón contraria, lo que también contribuye a desestimular la actividad en la segunda vuelta), y además porque en la perspectiva de las elecciones departamentales reservan “energías” y, sobre todo, recursos financieros para impulsar al candidato a intendente de su preferencia. Recuérdese que en 2009 los blancos reprocharon a los colorados no haber trabajado suficientemente por la candidatura de Luis Alberto Lacalle en el balotaje. Estas situaciones podrían darse también a la interna del Partido Nacional, dentro del cual políticos de Alianza Nacional que lograron su banca en octubre (o que no la alcanzaron) estarán proclives a sacar el pie del acelerador y reservar militancia y recursos para la elección de mayo.

Estas situaciones se verán acrecentadas en el Partido Colorado, cuya crisis es otra de las contras importantes que tendrá la chance del candidato nacionalista.

El PN evidenció una vez más otro de sus problemas: las dificultades para generar adhesión y confianza en importantes sectores de la ciudadanía, ahora ya no solo de la capital sino de todos los departamentos. Esto se vincula, entre otras cosas, con factores como la extracción social de muchas de sus principales figuras, algo que sobrevuela los análisis partidarios internos pero que no termina de explicitarse y asumirse. El talante popular de Wilson Ferreira Aldunate no está presente entre los principales referentes nacionalistas de la actualidad. Muchos entienden que el histórico líder perdió la batalla ideológica dentro de su partido, y éste lo está pagando desde hace años. Será otra dificultad que tendrá el líder de “Todos”.

COLORADOS. Es seguro que un porcentaje todavía difícil de estimar de los colorados votará por Vázquez, en especial entre aquellos más identificados con el batllismo, sin excluir a algunos que acompañaron a Pedro Bordaberry pero que lo han criticado, como lo han hecho los seguidores de José Amorín Batlle, por su estilo de conducción y por el apresurado respaldo a Lacalle Pou la noche del 26 de octubre, después de decir ante sus correligionarios que el partido discutiría previamente qué conducta asumiría con relación al balotaje. Bordaberry corrió al NH Columbia, “dio el sí” sin hablar de propuestas, ni de estrategias de campaña, ni de prioridades para el país. Para colmo un micrófono involuntariamente abierto le jugó una mala pasada y salió al aire la gran motivación del excandidato colorado. No fue precisamente un aporte “por la positiva”. Tampoco una sorpresa.

Es que también el Partido Colorado, y en mayor medida que su aliado nacionalista, ha ido perdiendo su arraigo popular, su raigambre plebeya de otros tiempos, y sus bases ideológicas tradicionales. No pudo recuperarse de la “corrida” batllista hacia el Frente Amplio registrada en las últimas décadas. Su actual crisis es grave. Muy grave.

BALOTAJE. Cuando esto sea leído ya estarán en marcha las campañas y volverán a ocupar los espacios mediáticos las encuestas, pese a todo. Habrá mucho menos gente (dirigentes, ciudadanos interesados en la política, académicos, periodistas, observadores) que confiará en los sondeos. Cabe lamentar que un instrumento tan valioso haya perdido credibilidad. Parece imponerse una revisión de las metodologías. De todos modos el tiempo es escaso como para enmendar los errores cometidos en octubre (y antes, en las internas, o aun antes, en el plebiscito para derogar la ley de caducidad), y además existen solo dos experiencias previas de balotaje, lo que les complicará la tarea. 

Tal vez la publicidad tratará de aturdir menos y atraer más (sin desconocer el buen nivel de algunas piezas propagandísticas de octubre; otras fueron muy malas). Los equipos de campaña intentarán actuar con inteligencia, buena información y capacidad para comunicar. Seguramente evitarán la saturación, porque la gente no soportará una nueva andanada de spots y jingles. Pero los partidos, sus dirigentes, sus militantes, sus sectores y sus organismos intentarán concebir su accionar en los próximos días de acuerdo a la importancia (máxima) que tendrá el acto cívico del domingo 30: apelando a todas sus fuerzas para establecer un amplio diálogo con la población. Unos tendrán mejores condiciones que otros para hacerlo, porque, dicho está, los puntos de partida son disímiles y las perspectivas también.

PARA DESPUÉS, PERO NO MUCHO. El FA deberá analizar cosas que las victorias minimizan. Pese a ser un poderoso partido, con incomparable vitalidad y capacidad para revertir adversidades, se debe discusiones profundas. Si llega nuevamente al gobierno deberá confirmar muchas cosas, pero también corregir otras, que tienen su base en problemas ideológicos a los que se ha hecho referencia en diversos artículos de vadenuevo, y que siguen ahí como ineludibles desafíos. Con respecto a los partidos tradicionales, es hora de que sus dirigencias admitan con la suficiente sinceridad autocrítica que arrastran –los colorados más que los blancos, pero éstos también– una situación de crisis que con el paso de las décadas no logran superar. Pero todo esto, que es mucho e importante en la perspectiva del próximo gobierno, quedará para otro momento.

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