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¿CUÁNTO TIENE DE PRIVATIZADOR?

 Publicado: 01/12/2021

El discurso sobre la privatización educativa: mucho más que debilitar lo público


Por Julio C. Oddone


La humanidad viene siendo herida desde hace siglos en cuatro pilares que sustentan determinadas creencias o perspectivas sobre nuestro lugar en el Universo, nuestra condición humana unida al reino animal y nuestra actividad psíquica inconsciente.

Copérnico, Darwin y Freud fueron los responsables de estas tres heridas narcisistas (Lahire, 2016) que han hecho visibles ciertas constantes luego pulverizadas por el conocimiento científico.

La Sociología y el conocimiento sociológico fueron responsables de la cuarta herida al hacernos conscientes de las condicionantes sociales que rigen nuestras conductas y moldean nuestras voluntades, alejándonos definitivamente de “la ilusión de que cada individuo es un átomo aislado, libre y dueño de su destino” (Lahire, 2016: 2) por fuera de las estructuras, fuerzas sociales y otros condicionamientos.

La herida narcisista de la Sociología nos hizo conscientes de la presencia, además, de la ideología como condicionante para el rumbo de nuestras vidas y dadora de forma a nuestro discurso. (Correa de Andrade, 2014). “Ideología” como término filosófico es el más utilizado y para él cada cual da su propio significado. 

Un buen concepto de ideología debe superar las insuficiencias de los enfoques parciales y, además, debe ser un concepto necesariamente “interdisciplinario [demostrando], a la vez y por vías diferentes que se trata de una creencia insuficientemente justificada y que cumple una función social determinada” (Villoro, 2015: 37).

La ideología, incluso cualquier creencia o idea conectada con ella, siempre está presente en la vida social. La conexión entre la sociedad y el mundo de las ideas tiene lugar a través del discurso ideológico y su versión de discurso verdad. (Corrêa de Andrade, 2014)

La ideología está presente no solamente en cuestiones políticas, sociales, económicas, religiosas y otras de diversa índole, sino que, además, las diversas instituciones y organizaciones disponen de un “instrumento argumentativo”, el discurso ideológico que circula a través de los grandes medios de comunicación y se propaga a través de sus seguidores. (Corrêa de Andrade, 2014)

El discurso ideológico es la forma principal que las diversas organizaciones e instituciones de una sociedad tienen para explicitar sus ideas, para que circulen socialmente y para el necesario convencimiento de las demás personas.

O discurso ideológico é proferido como “discurso-verdade” pelos porta-vozes da instituição e se multiplica entre os seguidores (como reforço de ideias e sentimentos) e, por repetição, busca adentrar na mente dos novos indivíduos (sujeito receptor). Esse “discurso-verdade” é repleto de intenções subliminares. É um discurso que oculta e cega para vincular o indivíduo à ideia e aos sentimentos cúmplices da instituição. (Corrêa de Andrade, 2014: 8)[1]

Uno de los ámbitos donde podemos visualizar la acción del discurso ideológico es en la Educación Pública. Desde diversos ámbitos se insiste en la necesidad de una reforma y esta ya está en curso. Su objetivo es la educación pública estatal.

Este discurso ideológico sustenta un empuje neoliberal basado en diversos aspectos que contribuyen a generar un contexto “de crisis en la educación por los malos resultados, los aprendizajes de baja calidad y resaltando, por otro lado, el éxito de los centros educativos de gestión privada”. (Oddone, 2020)

Para el discurso ideológico, la situación de la educación pública es un tema recurrente: la “crisis” educativa, la necesidad de una desregulación y flexibilización y las bondades de la gestión privada son las puntas de un avance privatizador neoliberal.

Podemos afirmar que se está en presencia de un discurso hegemónico cuyo eje vertebrador es una “crisis del sistema de educación pública” [y que] las “soluciones” a la difundida crisis pasan principalmente por la flexibilización laboral de los docentes, el recorte de la autonomía técnica del sistema público, la competencia entre centros por recursos y el sometimiento a pruebas estandarizadas como “certificadoras” de la calidad. (Dufrechou et. al 2019: 60)

El discurso ideológico del neoliberalismo se sustenta en sus argumentos más contundentes en el diagnóstico de crisis, el gasto, la falta de “buenos” resultados y la necesidad de una reforma en la educación pública.

La privatización educativa y su discurso ideológico privatizador atacan, precisamente, a lo público. La calidad y la excelencia aparecen como incompatibles con lo público y según Losada, (2013) se apuesta a un deterioro de las condiciones educativas, se busca romper la confianza y se la desmantela.

Por supuesto que este ataque a la educación pública no es nuevo, de este último tiempo, sino que viene desde hace varios años y ha transitado gobiernos de todos los signos. Del mismo modo, no es un ataque frontal y directo en el sentido de que nadie dice “lo público funciona mal, hay que privatizar”. En general, el discurso ideológico es más sutil, buscando las ideas que son funcionales a los intereses contrarios a la educación pública.

La estrategia privatizadora comenzó con un cambio significativo en el orden discursivo. El mismo asoció la provisión privada con mayores niveles de eficiencia a la vez que disoció la educación pública de la educación de calidad […] Ese giro argumental cuestionó el vínculo entre educación pública y movilidad social e instaló la percepción de una crisis educativa. (Libro de la XXXVIII ATD Nacional de Docentes de Enseñanza Secundaria, 2018: 32)

En nuestro país, este discurso privatizador se cimentó paulatinamente en sus pilares típicos: la eficiencia, la calidad y la movilidad social asociada a lo privado. Mediante un discurso atractivo y legitimador, la ideología buscó sustentar ideas y modelos educativos exitosos donde la gestión privada se asocie a garantía de eficacia y eficiencia.

Los discursos sobre la austeridad, la escasez, los déficits, la reestructuración y la rendición de cuentas, tan populares entre los administradores de los colleges sirven, en gran medida, como “tapadera” de un ataque claramente ideológico a todas las formas de prestación pública. (Giroux, 2018: 225)

El discurso ideológico privatizador debilita lo público, debilita la educación pública y abre nuevos caminos para la intromisión de formas privadas de educación, de lenguaje gerencial en cuestiones pedagógicas, de la insistencia en la eficacia y la eficiencia de los recursos y, finalmente, de los resultados como indicadores de una gestión exitosa.

La educación pública es abordada por el mundo académico, ampliado por la gran prensa y personalidades políticas, periodísticas y sociales con cierta influencia, en términos propios de la economía. De esa manera, el discurso privatizador se instala en la opinión pública en forma de crisis, fracasos y malos resultados, para naturalizar, luego, las soluciones que pretenden demostrar que la educación privada es “mejor” que la educación pública.

El discurso ideológico sobre la privatización educativa se ha impuesto en todos los estratos sociales.

El gran eje conductor de la función educadora ha dejado de ser el derecho de todos y de cada uno a crecer, en la libertad y en la autenticidad, para reducirse al aprestamiento de hombres y mujeres en tanto que insumos contribuyentes al crecimiento de las economías, núcleo motor del insolidario modelo que se nos viene imponiendo. (Soler Roca, 2014: 385)

Es necesario generar alternativas que resulten un contrapeso para esta tendencia en la que la clase dominante se presenta “como la principal interesada en la reforma de la escuela” (Saviani, 1988: 65), sustentada en su discurso ideológico funcional a los intereses del sector privado y del mercado.

Un comentario sobre “El discurso sobre la privatización educativa: mucho más que debilitar lo público”

  1. Estrategia privatizadora , Don Done, que a partir del 28 de febrero de 2022 , seguiré combatiendo no ya desde la Cátedra de Pedagogía, sino desde con mis 72 años ,desde una militancia ciudadana cotidiana.
    Juan Carlos Iglesias

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