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CAMPAÑA ELECTORAL A LA URUGUAYA

 Publicado: 07/08/2019

Entre la polarización y “la mañana siguiente”


Por Rodolfo Demarco


Todos los partidos, con mayor o menor énfasis, están sosteniendo en esta campaña electoral que hay que mejorar el empleo, los salarios y jubilaciones, la seguridad ciudadana, la educación, la vivienda, la salud, revertir la fractura social (que no se ha achicado en la medida que cabría presumir en un país donde cayó la pobreza, que tiene mínimas cifras de indigencia, que mejoró sustantivamente la distribución del ingreso y que ha destinado múltiples recursos para atender las situaciones sociales críticas).

Ante la necesidad de romper la aparente uniformidad en las propuestas electorales, merece atención la idea de buscar acuerdos lanzada por el candidato frenteamplista Daniel Martínez al proponer un intercambio con sus adversarios sobre algunos temas relevantes, acerca de los cuales la ciudadanía demanda no solo soluciones sino “que los políticos se pongan de acuerdo”. 

Es imposible no recordar el consejo del general Liber Seregni: más allá de los resultados inmediatos a buscar, es necesario pensar en “la mañana siguiente”.

La de Martínez no es una idea nueva; de hecho algunos dirigentes del propio Frente Amplio (FA) y de otros partidos la han venido planteando en los últimos años. Por ejemplo, en el 2012, durante la presidencia de José Mujica, se firmó un documento sobre educación que incluía la instalación de una Universidad Tecnológica en el interior y la creación del Instituto de Evaluación, iniciativas que, con variantes y en medio de algunas polémicas y reproches, se fueron concretando. 

El propio parlamento ha sido escenario de muchos acuerdos. En algunos casos sobre iniciativas que se aprobaron in totum; en otros, salieron con los votos del oficialismo, a los que a veces se sumaron otros legisladores, y hubo oportunidades en las que, aunque la oposición rechazó en general un proyecto, al tratarse desglosadamente los artículos, votó varios de ellos. En esta materia hubo de todo.

Se vienen tiempos en los que, previendo cambios en la conformación del parlamento y ante la necesidad de sacar adelante cuestiones que acucian, algunas de las cuales no podrán aprobarse sin mayorías especiales, no habrá más remedio que ponerle más voluntad a la búsqueda de acuerdos. Un ejemplo podría ser la siempre postergada reforma de la seguridad social. Pero no es la única iniciativa que exigirá sólidos respaldos del sistema político, aunque no se logren unanimidades ni se requieran mayorías especiales en el Poder Legislativo. 

Lo cierto es que en estos años se han aprobado políticas de Estado, y para ello se transitó por diferentes caminos. No siempre se hizo de una sola vez, y también se construyeron a lo largo de gobiernos de distintos partidos, como viene sucediendo con la forestación y la industria de la celulosa, proceso que incluso puede continuar transformándose mediante nuevas incorporaciones a la cadena de valor e imprevisibles derivaciones en futuros gobiernos.

Se transita una campaña electoral bastante ríspida (aunque no tanto como algunas anteriores). En gran medida por esta misma característica, concita rechazos o indiferencia en vastos sectores de la población. En este escenario un perfil de diálogo, de disposición a anteponer los intereses del país a los partidarios, podría proyectarse como una posibilidad de diferenciación y empatía con los ciudadanos. 

Es cierto que entre dirigentes y activistas y un público fuertemente adherido a las divisas (a las tres divisas, que de tres y de divisas se trata), hay resistencias al diálogo en campaña electoral. Y fuera de ella también. El candidato nacionalista Luis Lacalle Pou, que no pudo negarse de plano a la propuesta de Martínez porque sabe que mucha gente es receptiva a la misma, sostuvo que, aunque en principio no la rechaza, teme que los diálogos puedan terminar en frustraciones al no alcanzarse acuerdos. En los otros partidos opositores muchos piensan lo mismo. Y también en el FA, sin duda, donde históricamente se ha buscado la polarización, a veces porque era inevitable o conveniente, y otras por atavismo. 

A quienes alertan que los diálogos entre adversarios pueden terminar en frustraciones, habría que decirles: chocolate por la noticia. Pero también preguntarles: ¿la mayor frustración no será el bloqueo de un parlamento sin mayorías para aprobar iniciativas impostergables? ¿No será una gran frustración que al Poder Ejecutivo le reboten sus principales iniciativas en el Legislativo? ¿Qué mayor frustración, respecto a los ya señalados temas que se priorizan en la campaña, que la imposibilidad de acuerdos (en el parlamento, en ámbitos público-privados, entre el sistema político y la sociedad civil, entre partidos en instancias extraparlamentarias), por insuficientes que sean? ¿Todo o nada? 

Otro aspecto a considerar: Lacalle Pou y la mayoría de la oposición han apuntado sistemáticamente a unir a la oposición contra el FA, lo que, pese a la moderación de algunos discursos, muchos pueden interpretar como una apuesta a la “grieta”, para tomar el término usado en Argentina en referencia a la fuerte polarización política en ese país. 

El candidato colorado Ernesto Talvi da a entender con su discurso que en la puja por ganar al centro político, la estrategia que parte de la “grieta”, aunque sea “a la uruguaya”, podría ser riesgosa; acaso incompatible con la “amortiguación”[1] que según muchos creen caracterizó a nuestro país y que de alguna manera “contemporánea” perviviría. El uruguayo es un adicto al término medio, suele pensarse. Y meter una “grieta” en ese “medio” -donde casi todos quieren ganar votos- podría ser un problema (electoral).

La iniciativa de Martínez se presentaría como la intención de superar esa brecha y convocar a la “amortiguación” mediante el diálogo en torno a los intereses comunes, sin negar, en tanto izquierda, las contradicciones de la sociedad y la diferenciación programática y política entre el actual gobierno y la oposición. Sin desconocer que ésta es bastante más heterogénea de lo que podría pensarse y está ahora más atomizada que nunca, con varios partidos con chance de ingresar al parlamento. (Tal situación obligará a muchos parlamentarios a hacer cursos rápidos de negociación...)

Más allá de las dudas (¿dónde no hay dudas en estos tiempos políticos?), en principio y si hacen bien los restantes “deberes”, quienes se muestren con una postura más responsable, más afín a lograr políticas de Estado, más dialoguista, lograrán mayor receptividad del electorado, sin desconocer que son muchos los factores que gravitarán en los resultados electorales y que éstos también y antes que nada exigen confrontar. Las pujas electorales no son para vegetarianos.

Tal vez sea ilusorio pensar que los candidatos interrumpan sus campañas, que tienden a ser cada vez más polarizantes, para sentarse a una mesa e intercambiar asuntos que, seguramente, quedarán para después del próximo 1 de marzo. O tal vez se considere que esos eventuales intercambios, aunque no constituyan más que una señal hacia la ciudadanía, no serían un alto en la campaña sino un acto muy importantes de la misma, ya sea por acción u omisión; ya sea que se concreten o que se imponga el rechazo. Los escrutinios, como siempre, dirán la última palabra. 

¿La última?

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