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AUSENTE SIN AVISO

 Publicado: 07/08/2019

La política de desarrollo y los tiempos electorales


Por Martín Buxedas


QUÉ ES EL DESARROLLO

El significado de desarrollo varía entre distintas comunidades y a lo largo del tiempo. Durante algunas décadas para muchos el desarrollo fue un proceso de crecimiento económico acompañado de una adecuada distribución de los frutos del progreso.

Atendiendo esos objetivos, muchos países capitalistas, en cuya vanguardia han estado los países del norte de Europa, implementaron políticas de apoyo a la producción y a la mejora del bienestar social mediante servicios sociales básicos de amplia cobertura (salud, educación, vivienda, seguridad social) y procurando un equilibrio con el reconocimiento del papel de los sindicatos. 

En Uruguay, la política batllista tradicional encaró tanto el aspecto productivo (en gran medida apoyando la industrialización) como las políticas sociales y la incorporación del voto femenino; y también incluyó el reconocimiento del papel de los sindicatos.

A partir de los años ochenta esa política se debilitó en la medida en que los impulsores de las políticas neoliberales fueron ganando espacio. El individualismo, el papel central del mercado y el objetivo de un Estado reducido al mínimo se transformaron en el saber común de buena parte de las personas y de las elites políticas y sociales.

MÁS OBJETIVOS DEL DESARROLLO

En décadas recientes, en una parte de las elites intelectuales y de las organizaciones políticas y sociales se agregaron a la producción con distribución de los frutos del progreso otros objetivos, incluyendo la sustentabilidad ambiental, la equidad de género y la atención a minorías como la atención a la población LTGB.[1]

LOS NUEVOS TEMAS DEL DESARROLLO Y LA REACCIÓN POLÍTICA

La jerarquía de esos temas, así como las políticas para abordarlos, varía ampliamente entre países, partidos y organizaciones sociales y comunidades religiosas. Los sectores progresistas en general se han mostrado partidarios de las políticas orientadas a esos nuevos objetivos, a veces con mayor énfasis que en los tradicionales.

¿Y SI SE ROMPE EL MODELO TRADICIONAL DEL TRABAJO?

El modelo centrado en el trabajo como fuente de riqueza, de ingresos y de consideración social comienza a ser jaqueado como consecuencia de innovaciones tecnológicas y en la gestión, que ahorran trabajo y generan mayores diferencias entre quienes son empleables y los demás.[2] El mundo del trabajo parece desplazarse a un quiebre de tendencia cuyo ritmo, profundidad e impacto en cada país genera gran incertidumbre.

Con el proceso de dislocamiento progresivo del mundo del trabajo, una política posible es el acortamiento de las horas de trabajo mensuales. Esto ya ha estado pasando; los trabajadores mexicanos tienen una jornada más extensa que los de sus pares de países desarrollados.[3] Pero esto atiende a una de las dimensiones del tema y no a otras como las señaladas; esto es, a la diferenciación entre poblaciones beneficiadas y afectadas por los cambios en el mercado de trabajo. 

Las respuestas de política posibles pueden esquematizarse así. En primer lugar, una basada en más mercado, menos Estado, desregulación de los mercados, incluyendo el del trabajo, y desmantelamiento de políticas sociales asociadas con él; sostienen esto, en general, los sectores de derecha, sin tomar en cuenta las consecuencias de los cambios en el mercado de trabajo. 

En segundo término, en el otro extremo del espectro de alternativas, están las propuestas de acoplar medidas que propician el “aumento de la torta” con un creciente papel de las políticas no asociadas al trabajo: asistencia a las familias con hijos, cuidados a los niños, los ancianos y las personas con dificultades (sistema de cuidados, o la novedosa idea del salario básico para todos los ciudadanos).

Otras opciones se sitúan entre ambos extremos. Una de ellas es la que reconoce el papel del Estado en relación con el desarrollo económico apoyando la investigación, la educación y capacitación y estimula las cadenas productivas con potencial de crecimiento. Y por otra en que el Estado adopte una política social que incluya medidas de apoyo no condicionadas al trabajo sino a la condición humana, algo que puede ser fundamental para reducir el sufrimiento y las tensiones sociales derivadas de un cambio radical en el mundo del trabajo.

Como en el pasado, ante los viejos y nuevos desafíos, tendrán más éxito los países que logren dar una base sólida a una política de desarrollo sostenida a largo plazo, orientada por los antiguos objetivos amalgamados con los nuevos en un contexto de dislocamiento de los mercados de trabajo.

¿CÓMO SE ALINEARÍAN LOS PARTIDOS CON OPCIÓN DE GOBERNAR EN URUGUAY?

Los programas partidarios y las declaraciones de los dirigentes durante la contienda electoral no dan indicios claros de la orientación sobre qué entienden por desarrollo y por política de desarrollo, porque su función principal es atraer votantes. No hay otra posibilidad, entonces, que apelar a los antecedentes, incluyendo posicionamientos asumidos frente a iniciativas.

Aunque a primera vista parece obvio que todos los partidos comparten una idea común sobre qué es desarrollo, en los hechos hay diferencias en cuestiones significativas cuya expresión clásica sintética es capitalismo o socialismo, este  último muy vapuleado.

En cuanto a la orientación de política, en el caso del Frente Amplio puede deducirse a partir de su experiencia de gobierno cierta continuidad con una política que lo aproxima a la última de las opciones mencionadas, en las que se apoyaron fuertemente la investigación y desarrollo, la educación, los derechos de los LGTB y las políticas de género al mismo tiempo que se desplegaron diversos instrumentos de políticas sociales, entre ellos, aún con poco alcance, los dirigidos a todos los ciudadanos sin esperar contraprestación. En varios aspectos, sin embargo, las políticas tuvieron alcance limitado; por ejemplo, en las orientadas a promover una estructura productiva más diversificada y con mayor participación de sectores dinámicos capaces de pagar salarios mayores.

La política de desarrollo de la oposición es menos predecible, más aún cuando se trataría de algún tipo de acuerdo entre tres o cuatro partidos que no tienen un programa común. Es cierto que el posicionamiento en los diversos temas de sus principales líderes muestra afinidad con la primera de las opciones mencionadas: más mercado, menos Estado, políticas sociales orientadas al desempeño, menor atención a los temas ambientales cuando éstos suponen altos costos. Y también un consenso compartido de que las políticas sociales deben estar lo más estrechamente asociadas con el trabajo y no con la condición de ciudadano, algo que es parte de las ideas compartidas.

Si dejamos de lado las cuestiones inmediatas más atractivas para ganar votos, la gran pregunta es ésta: ¿qué políticos, partidos y organizaciones pueden construir las bases para el desarrollo? 

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