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COMENTARIO SOBRE UN LIBRO DE GABRIEL BUCHELI
“Una historia de la Juventud Uruguaya de Pie”
Por Miguel Millán Sequeira
Acaba de ser editado un libro[1] basado en una investigación histórica como parte de tesis de maestría en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UdelaR, dedicado enteramente al surgimiento, fulgor y autodisolución de esta organización, paradigma y emblema del sentir y el pensar de una parte de la población uruguaya en esos años anteriores al golpe de Estado de 1973.
Tengo que celebrar: otro libro más dedicado a la denominada historia reciente. También debo recordar que son muchas más las tesis de grado dedicadas a la misma temática que no han sido convertidas en libros.
Bienvenidos sean, pues contribuyen a surtir las bibliotecas de los profesores de Historia de enseñanza media para que puedan abordar los programas de estudio que incluyen este temario en primero y tercero de bachillerato.
Cuando digo investigaciones es porque están hechas sobre la base de revisitar toda la documentación disponible: periódicos y publicaciones de la época, archivos desclasificados de inteligencia policial y testimonios de participantes directos.
En el caso concreto que comento, trece periódicos: en particular, “La Mañana”, edición interior (1969-1972), “Nuevo Amanecer” (1972-1974), “Tribuna Salteña” (1968-1970) y “El Pueblo”, de José Batlle y Ordóñez (1970-1971), donde se expresó el ideario de la J.U.P. y escribieron algunos de sus más connotados dirigentes o referentes. Archivos de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia y del Servicio de Información de Defensa. Archivos diplomáticos de la embajada de Francia y del Departamento de Estado de Estados Unidos. Recoge el testimonio de dieciocho militantes estudiantiles, en particular de algunos de los que encabezaron en su momento la JUP.
Entre la bibliografía y fuentes consultadas hallamos setenta y ocho autores, algunos de ellos con más de un libro, muchos de ellos referidos concretamente al contexto en que nació y se desarrolló la JUP entre los años 1970 y 1974, en particular un artículo de Chagas y Trullén: “Una historia olvidada. La aparición de la JUP”, en Revista Tres, de agosto de 2001.
Es interesante la constatación, por parte de la investigación del profesor Gabriel Bucheli, de que la historia de la JUP no ha sido reivindicada por nadie en el Uruguay, excepción hecha por el ex diputado colorado Daniel García Pintos, quien expresó esto en el Parlamento:
“La Juventud Uruguaya de Pie fue un movimiento que surgió por la libertad de la gente en los centros de enseñanza y en los lugares de trabajo, donde el avasallamiento de las libertades individuales de quienes pensábamos distinto que la izquierda nos obligaba a nuclearnos para defendernos … surgió como expresión de una rebeldía y de una necesidad de defenderse”.[2]
En nota al pie el autor del libro aclara: “Quise entrevistar a Daniel García Pintos pero no aceptó”, mientras que quienes fueron dirigentes de la JUP, y que sí brindaron sus testimonios, “niegan que García Pintos haya integrado la organización”.
En esta contradicción queda expresada la realidad que se vivió mientras existió la JUP, el terreno sociopolítico en el que se movía: el espacio de lucha que eligieron era compartido y disputado por otros jóvenes y ottras organizaciones, como BAC 73 (Brigada Anti-Comunista), COAC (Comando Oriental Anti-Comunista), FEDAN (Federación Estudiantil de Acción Nacional), MNG (Movimiento Nueva Generación), MNRUO (Movimiento Nacionalista Revolucionario de Unión Oriental), MOENSU (Movimiento Obrero Estudiantil Nacional Socialista del Uruguay), TFP (Tradición, Familia, Propiedad), MRN (Movimiento de Restauración Nacional), etcétera, todos representativos de una ideología y un estado del alma que abonaría el Golpe de Estado y la instalación de la dictadura comisarial.
A tal punto ese espacio era compartido y disputado que a principios de 1972 la sede de la JUP, en 18 de Julio y Vázquez (en el mismo local de Radio Rural, a esa altura la radio de la viuda de Benito Nardone, Olga Clérici) fue asaltada por uno de esos grupos. Golpearon, rompieron, hicieron exhibición de armas y le quebraron un brazo a Gabriel Melogno, el segundo al mando detrás de Hugo Manini Ríos, hasta ese momento, quien a partir de ese suceso se retiró de toda actividad militante y se le perdió el rastro.
El antecedente inmediato de la fundación de la JUP, señala el profesor Bucheli en su investigación, estuvo en octubre de 1969 en la ciudad de Salto cuando se organizó un movimiento pro Universidad del Norte “contra el centralismo de la UdelaR”. Uno de los impulsores de la Juventud Salteña de Pie, y luego de la JUP, fue Enrique Etchevers, “hijo del comandante del cuartel de Salto. Según testimonios obtenidos, inició luego la carrera militar”.
Simultáneamente, ese mismo movimiento salteño impulsó un “desagravio al pabellón nacional” el 18 de julio de ese año. A dicha convocatoria se fueron sumando todas las instituciones y organizaciones de la vida social salteña: “la Intendencia, la Junta Departamental, la Jefatura de Policía, la Dirección del Liceo Piloto, la Inspección Departamental de Primaria”, según cita la investigación.
Según el testimonio de otro de aquellos militantes salteños de la JUP, Víctor Favianes, “el diario Tribuna Salteña nos daba mucho espacio”, gracias a su director, “el viejo Modesto Llantada”. Una característica reiterada en todas las coberturas periodísticas de los actos de la JUP, según consta en la investigación, era la exageración ampulosa: “En el acto del 18 de julio, la Plaza Artigas quedó chica para albergar tantos ciudadanos bien nacidos. Según Tribuna Salteña concurrieron 30.000 personas”.
Aunque la cifra podía ser exagerada, y lo era pues la ciudad tenía cincuenta mil habitantes en ese entonces, no fue menos cierto lo que les testimonió ahora, cuarenta y tantos años después, Dugal Cabrera, uno de los fundadores de la JUP en Paysandú: “fue muy popular aquello del desagravio a la bandera (…) nos llamó la atención, porque nunca pensamos que ese acto iba a tener la trascendencia que tuvo, fue inmenso, y nosotros pensábamos hacer un acto, pero algo así … nunca nos imaginamos… Hubo tremendo apoyos”.
Aquel acto de “desagravio” al pabellón nacional en contra de lo que habían sido distintas manifestaciones de solidaridad con Cuba y Vietnam, sobre todo por parte del estudiantado universitario montevideano, fue tomado como una reafirmación patriótica de rechazo a los “apátridas”. Simultáneamente aprovecharon a enfilar sus dardos contra la curia salteña encabezada por el obispo Marcelo Mendihart, cercano a los postulados del Concilio de Medellín y a la Teología de la Liberación, y contra el Instituto Crandon, de la Iglesia Metodista, por no haber convocado ni haberse sumado a dicha manifestación.
Aquí tengo que hacer una aclaración al texto. El profesor Bucheli fija el nacimiento y consolidación de la JUP entre octubre de 1970 y junio de 1971. Y se respalda, entre otras, en la investigación previa realizada por la historiadora Clara Aldrighi, “El caso Mitrione (2007)”. El caso del agente estadounidense secuestrado y ejecutado por parte del MLN el 10 de agosto de 1970 “constituyó el impulso para una densa movilización derechista, cuando la voz de condena a las fuerzas ‘subversivas’ se hizo eco a lo largo del país”.
Como parte de esas movilizaciones, el profesor Bucheli cita a Clara Aldrighi: “La autora destaca la aparición de numerosas declaraciones de condena de asociaciones civiles, señalando varios casos en el interior del país… Más de tres mil liceales marcharon en silencio en señal de duelo por las calles de Mercedes” (Aldrighi 2007:294). Vamos a la página 294 del libro de Aldrighi y no dice “tres mil” sino “mil” y, además de que el medio de prensa era afín a esas ideas y pudo exagerar, testimonios mercedarios que vivieron esos hechos no recuerdan algo tan multitudinario. Números constatables hoy mismo: el liceo departamental de Mercedes tiene mil doscientos alumnos.
De todas maneras, tiene toda la razón en cuanto a cierto “estado del alma” que prevalecía en una parte muy importante de las poblaciones del interior del país contrarios a la rebeldía juvenil estudiantil que se vivía mayoritariamente en Montevideo, en particular a nivel universitario y secundario.
El Congreso fundacional de la JUP tuvo lugar en la ciudad de Salto los días 24 y 25 de octubre de 1970. Asistieron delegaciones de doce departamentos. El periódico “Tribuna salteña” así los recibía: “Primer y grandioso… congreso de estudiantes demócratas… La mayoría de la juventud no se ha dejado ni se dejará contaminar por el comunismo ni otras ideas foráneas”.
En ese Congreso participaron entre 300 y 500 delegados, según los medios de prensa afines. Se realizó en medio de toda una liturgia que se repetiría, según la constatación que hace el autor de la investigación, en los 94 actos organizados por la JUP en los que participó junto a otras organizaciones cercanas a lo largo de 1971 y 1972: desfile de jóvenes con camisas azules portando sus banderas mitad blanca y mitad roja con el símbolo (JUP) en el centro, hasta el monumento a Artigas.
Participó con su oratoria Hugo Ferrari, autor del himno-marcha de la JUP y de la canción “Disculpe”, tan ligada a la banda sonora de los diez años largos que vendrían después. También recibieron una adhesión de ORPADE (Organización de Padres Demócratas), de Montevideo.
Allí mismo quedaron de manifiesto las primeras divergencias. Jóvenes que habían adherido al movimiento pro Universidad del Norte sintieron que fueron “copados por ideas derechistas pro pachequistas”, como lo expresan dos testimonios.
La inmensa mayoría de esos 94 actos de la JUP tuvieron lugar en ciudades y pueblos del interior: los de Batlle y Ordóñez-Nico Pérez y Sauce fueron de los más sonados y recordados hasta hoy. El de Sauce, del 10 de octubre de 1971, es el único del que hay pruebas documentales: doce minutos de filmación muda realizada por el equipo de Cinemateca del Tercer Mundo.
La investigación distingue tres niveles de actividades de la JUP: en apoyo a la intervención de Enseñanza Secundaria por parte del gobierno de Pacheco Areco, a las ideas ruralistas heredades de Benito Nardone (Chico-Tazo); en un segundo nivel, las agrupaciones liceales autodenominadas demócratas en rechazo al gremialismo izquierdista, como el caso de la llamada “siempre Bauzá” en la que sí militó Daniel García Pintos; y en un tercer nivel los grupos de choque animados desde la policía y la Embajada de EE.UU., como sostiene uno de los testimonios de un ex-JUP, pero que el investigador no consiguió avalar con documentación escrita.
“Por último”, dice Gabriel Bucheli, “tenemos los escuadrones de la muerte. Consideramos que las fronteras entre estos comandos, las fuerzas represivas del Estado, las estructuras partidarias y las agrupaciones juveniles de derecha son difusas”. Más adelante y ya en plan de conclusiones del trabajo de investigación, sostiene: “…consideramos que todas estas esferas de acción (fuerzas de represión estatales, JUP, grupos ‘demócratas’, grupos de choque y escuadrones de la muerte) debieron converger, generando un traspaso de activistas entre ellas…”
Como en toda pequeña comunidad, en mi ciudad, Mercedes, donde milité a nivel estudiantil, particularmente en la Juventud Comunista, conocí bastante de cerca a los muchachos que militaron en la JUP. Eran varones en su inmensa mayoría y de extracción blanca más que colorada, como se suele creer. Algunos de ellos terminaron militando contra la dictadura cuando, ya estudiantes universitarios, participaron en la fundación de la ASCEEP en 1982 y somos amigos hasta el día de hoy. Otros se incorporaron a TFP (Tradición, Familia y Propiedad) y se perdieron por el mundo. Otros ingresaron al Ejército a cumplir distintas funciones. Y la mayoría, me atrevo a afirmar de acuerdo con los testimonios personales, ingresaron como funcionarios del Estado en distintos organismos: Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, fundamentalmente.
El investigador señala también cuáles fueron las fuentes ideológicas internacionales en que abrevó la JUP, además de respaldarse en el legado de Benito Nardone y el ruralismo, siempre de acuerdo a sus propias publicaciones (diario “La Mañana”, edición del Interior, y “Nuevo Amanecer”): la cercanía con las ideas falangistas de Primo de Rivera, del peronismo de derecha y de los civiles que le dieron letra en los planes económicos al general Augusto Pinochet luego del golpe de Estado en Chile.
En 1972 y 1973 ya reclamaban una “Revolución Nacional”. Cita en la página 214, de “Nuevo Amanecer” del 12 de abril de 1973, artículo firmado por Wilson Larzábal: “Ya no es posible engañar a nadie con la tan mentada ‘democracia’ por más ‘representativa’ que la denominaran… (los liberales) representan esa democracia de la liviandad y de la indolencia espiritual… por eso el pueblo reclama algo más tangible y real que las utopías liberales”.
Muy marcadamente en las páginas de “Nuevo Amanecer” aparecieron artículos de “los intelectuales católicos argentinos M. Roberto Gorostiaga y Andrés de Asboth fundadores de la influyente revista católica ‘Roma’ en Buenos Aires, que denunciaba ‘sin claudicaciones los errores modernistas… proclamando valientemente las desviaciones doctrinarias del llamado Concilio Vaticano II”.
Dos de los testimonios a los que recurrió el profesor Bucheli fueron los de Hugo Manini Ríos y Gustavo Teba. Ellos le contaron, por ejemplo, cómo se autodisolvió la JUP a fines de 1974. El general Esteban Cristi, jefe de la Región Militar Nº 1, los hizo ir a la sede de su comandancia. “Me acuerdo que a las siete de la mañana nos hizo estar ahí… Cuando abrió la puerta yo temblé, la sola presencia del tipo… y de repente el tipo encara la conversación como un padre: ‘muchachos, lo que había que hacer ya lo hicieron, les aconsejo abandonen todo, yo no puedo limpiar el ejército y ustedes no van a poder limpiar el movimiento. Ciérrenlo, porque ustedes se van a llevar culpas que no son de ustedes, pierden el tiempo’”.
Este hecho es el que los llevó, según relata Manini, a “una conclusión muy negativa: que los militares nos iban a meter a todos p’adentro, después que metieran a los tupas. Así que no teníamos la menor duda de que teníamos que disolver aquello”. Este episodio está registrado en las páginas 162-163.
Luego de leer toda la parte de la investigación académica publicada en este libro me queda la sensación de que, de acuerdo con las ideas sostenidas por la JUP, el desarrollo del modelo económico y las medidas implementadas por la dictadura les quedaron chicas: fueron como un corset demasiado estrecho. Quienes puedan acceder a leerlo tal vez puedan corroborar o contradecir estos comentarios y, seguramente, podrán ilustrarse mucho más certeramente sobre ese componente ineludible de nuestro pasado reciente.
Estimado Miguel, mucho gusto. He leído tu reseña de mi libro sobre la JUP y antes que nada quiero agradecerte la profundidad y atención con las que lo abordaste. Por otra parte, me hacés notar un error (cuando cito el texto de Aldrighi) y como te imaginarás fui corriendo a verificarlo y tenés toda la razón. Sin duda fue un error mío en la transcripción (inaceptable por cierto). Claro que jamás tomé las cifras de presuntos asistentes a los actos que relevó para mi texto como ciertos, y creo que al menos dos veces relativizo su valor. Justo en ese caso no lo hice y la verdad queda como un exabrupto. Lo tomaré en cuenta si hay alguna ocasión para una fe de erratas. Por lo demás, me parecen muy valiosos tus comentarios y solo espero que este trabajo sea útil para que otros investigadores sigan indagando en la trayectoria larga de las derechas. Creo que hay mucha tela para cortar en términos de historias locales (villas, pueblos y ciudades del interior) y ojalá esto sea un acicate para ello.