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A PROPÓSITO DE MANINI, DD.HH. Y CARRERAS POLÍTICAS
Mujica y Orsi
Por Rodolfo Demarco
Yamandú Orsi, el intendente de Canelones recientemente reelecto, se destaca por su capacidad para comunicarse con amplios sectores de la ciudadanía. Llega más allá del radio de adhesiones del Frente Amplio (FA), lo cual le podría venir muy bien a esa organización política.
Sumado a su reconocida gestión anterior en el departamento canario, a su edad y a su perfil de izquierda “moderna” (que sintoniza con la renovación ideológica y orgánica que, según muchos frenteamplistas, se necesita), es una figura llamada a trascender el ámbito departamental. Ello no significa ubicarlo de antemano en alguna futura candidatura presidencial. Los tiempos políticos son extensos y tienen vueltas imprevisibles. Pero Orsi es, al parecer, una figura con importante proyección política. Surgido desde el entorno del expresidente José Pepe Mujica, la vida dirá cuánto logra proyectarse.
Pero así como el vínculo con Mujica lo ha favorecido en el “arranque”, también podría jugarle en contra.
Mujica ha desempeñado la Presidencia de la República sin que puedan reprochársele defecciones en el apego a la institucionalidad democrática. Sus “desprolijidades” no constituyeron desvíos en ese sentido; Uruguay mantuvo la muy buena nota que lo ha caracterizado al respecto. Por otro lado, tuvo notorias diferencias dentro del gobierno, como las controversias con relación a la línea económica, pero terminó aceptándola y, tiempo después, compartiendo la fórmula presidencial con el principal responsable de esa orientación, Danilo Astori. Para beneficio del FA, ha convencido a “mucho pueblo blanco y colorado” (Mujica dixit) para que vote a la izquierda aun sin ser de izquierda. Y hay quienes sostienen que también se las ingenió para disciplinar a una parte de una “barra” que le era afectivamente afín pero propensa a traspasar ciertas fronteras políticas y hasta institucionales.
Por otro lado, es evidente que el líder tupamaro no estuvo libre de críticas de sus compañeros frenteamplistas por diversos dichos y posturas. Pero por lo que Mujica ha generado más rechazos y prevenciones entre la izquierda ha sido por su postura respecto al tratamiento político de las violaciones a los derechos humanos en la última dictadura y los años previos a la misma.
Para algunos hubo un “pacto” entre jefes guerrilleros tupamaros de aquel entonces y sectores prominentes de la jerarquía militar. Algo así como taparse mutuamente las cagadas, para decirlo como lo podría expresar el propio Mujica, aunque con un término infinitamente más complaciente que el que merecen los actos aludidos. Pero los indicios y las sospechas no son pruebas.
Mujica tiene en su historial unas cuantas actitudes polémicas con relación a violadores de derechos humanos y encubridores. Algunas las recordó hace poco el periodista Samuel Blixen en Brecha: “el abrazo al procesado general Miguel Dalmao, las reiteradas apelaciones a la ‘biología’ para resolver la cuestión de la impunidad, la descalificación a las madres de desaparecidos a las que tildó de ‘viejas busca huesos’ que persiguen venganza, y aquella participación personal para convencer al diputado Víctor Semproni de sabotear la anulación de la ley de caducidad”. Faltaron algunas más, como sostener que él no pondría presos “a unos viejos”.
Mujica tuvo responsabilidad directa en la designación de Guido Manini Ríos como Comandante en Jefe del Ejército. Explicó que la elección se debió a que no era masón, y que si bien no tenía nada contra esa comunidad, estaba siendo utilizada por los militares para ayudarse en los ascensos. Asimismo, dijo que tampoco sabía que Manini integraba la logia Tenientes de Artigas, que ha venido impulsando ascensos militares de manera ostensible. Puede pensarse cualquier cosa del expresidente, menos que sea ingenuo o capaz de tomar decisiones importantes sin información.
Recientemente dijo -y fue desmentido hasta por influyentes legisladores del Movimiento de Participación Popular (MPP), del que es indiscutido líder- que el FA votaría contra el reingreso al Parlamento del senador Guido Manini Ríos, se lo procesara o no. Objetivamente, pese a los reiterados desmentidos del FA, el asunto quedó instalado como para darle al Partido Nacional (PN) el “argumento” que necesitaba para no votar el desafuero de su imprescindible aliado. Y, por consiguiente, para asegurarle a Manini la cobertura que necesitaba para no quedar sometido a la Justicia. El PN lo desmintió, pero de las entrañas de la vieja colectividad de Oribe salió olor a chamusquina. De todos modos, los blancos pudieron evitar un desenlace que les hubiese complicado aún más la relación con su socio. Y Manini, con menos honor que el que tenía antes, si es que algo conservaba después de obstaculizar el esclarecimiento de crímenes de lesa humanidad, también zafó: con la imagen averiada, pero logró mantener la protección de los fueros, su protagonismo político desde el Parlamento y sus aspiraciones presidencialistas.
Lo cierto es que la ocurrencia de Mujica fue de gran utilidad para que Manini salvara su pellejo político y la entente “multicolor” su frágil unidad en tiempos presupuestales (y tal vez en otros, futuros, aún más complicados que muchos ven venir).
Respondiendo a recurrentes comentarios críticos sobre el exministro Eleuterio Fernández Huidobro, el líder tupamaro dijo que “si se quiere conseguir un poco de información, hay que intimar con la oficialidad joven que no tiene nada que ver con lo que pasó”, en alusión a la generación actual, o sea la de Manini. Y complementaba afirmando que “si les vivo cobrando a los [militares] de hoy las cuestiones del pasado, siempre los vas a tener en contra, porque nunca vas a ganar a quien empiezas por despreciar”.
Pero Mujica contradice la validez de esta explicación al agregar que Manini Ríos es “el único uruguayo que está en condiciones de conseguir información que otros no podemos conseguir y ponerla arriba de la mesa”.[1] En efecto, de acuerdo a los resultados, no ha servido de nada “intimar” con el excomandante.
Lo cierto es que esa manera de pensar explicaría la lejanía respecto al asunto “derechos humanos” que muchos frenteamplistas le reprochan a Mujica. No lo ha seguido por este camino la mayor parte de los militantes y simpatizantes del MPP, que no se diferencia del resto de los frenteamplistas en cuanto a su sensibilidad por el tema.
Bastante gente, en especial la que está menos informada o interesada en la historia reciente del país, podría no comprender o pasarle desapercibida la participación de Mujica en episodios donde desconcertó a más de un frenteamplista, como en el caso Manini. Pero pocos podrían haber deducido que era para “no cobrarle hoy las cuestiones del pasado” a los colegas del “único uruguayo que está en condiciones de conseguir información”. Cabe pensar que cuando realiza ese tipo de declaraciones confía en que cuenta con la impunidad necesaria como para no comprometer su capital político popular.
Por su parte Yamandú Orsi, que también habla para ese amplio público, seguramente tiene en cuenta que, además, hay otra parte de la población, más informada o más atenta al tema de los derechos humanos y la historia reciente (y presente), con la que necesita consolidar vínculos de confianza. Con relación a estos ciudadanos, a Orsi sí le conviene separar los tantos, diferenciarse explícitamente de las jugadas del “viejo”, desvincularse claramente de todo lo que sean concesiones a quienes ponen obstáculos a la causa de Verdad y Justicia.
El reelecto jefe comunal canario viene enviando sutiles señales al electorado de Manini, entre el cual hay sin duda exvotantes de Mujica. Esto podría exigirle medir con mucha precisión las críticas que (cabe suponer que con ganas) le haría a los desbordes antidemocráticos del líder de Cabildo Abierto. Como todo profesor de Historia que se precie, tiene a mano a Artigas para polemizar con Manini y su especial y distorsionada reivindicación del Prócer. En uno de los spots televisivos de su campaña electoral pareció apuntar hacia ahí a propósito del natalicio del héroe patrio.
La complicidad de Manini con delitos de Estado y su inocultable aunque no explícita identificación con la peligrosa extrema derecha internacional (Trump, Bolsonaro, Salvino, Le Pen, Orbán, Putin, Natanyahu, los caballeros del British National Party, entre otros) se da al tiempo de mantener cierto parentesco ideológico con algunas vertientes de la llamada “izquierda nacional”, que tuvo entre sus cultores a figuras tan diversas como el trotskista argentino Abelardo Ramos o el socialista uruguayo Vivian Trías; e incluso a Alberto Methol Ferré, que fue militante ruralista y hasta intentó compatibilizar al marxismo con Luis Alberto de Herrera, además de haber integrado el Frente Amplio en cierto momento.
Tal vez Orsi, también aquí ayudado por su formación historiográfica, tenga en cuenta ese tipo de “parentesco” para afinar sus referencias y críticas a Manini Ríos. No para soslayar el derechismo del senador, sino para desentrañar las sinuosidades de una concepción harto peligrosa para la democracia.
El electo intendente de Canelones sabe que su fuerza política necesita captar a una buena parte de los que no integran ese 30% (más o menos) de uruguayos que tienen sentido de pertenencia frenteamplista. Pero también sabe que debe cultivar el “frente interno”. A diferencia del líder “emepepista”, Orsi reivindica a Liber Seregni como una referencia fuerte y esencial. Y también incorpora con toda naturalidad al comunista Rodney Arismendi entre los líderes frenteamplistas históricos, cosa que Mujica jamás hizo ni hará. También es lo suficientemente coherente como para no entreverar su discurso incluyendo en el panteón frenteamplista al líder histórico del MLN-T Raúl Sendic Antonaccio. Asimismo cuida, cuando habla de los “viejos”, de que, además de Mujica, estén Tabaré Vázquez y Danilo Astori. Orsi rastrilla afuera del FA y a lo ancho del heterogéneo territorio de las sensibilidades frenteamplistas, izquierdistas, progresistas, batllistas, wilsonistas, social cristianas, nacionalistas (deslindándose del herrerismo). También lo ha hecho Mujica, y de este seguramente Orsi aprendió mucha cosa. Pero tienen evidentes diferencias en la forma de hacer política, que no parecen por ahora meras cuestiones de estilo, sino también ideológicas.
Pese a la cuidadosa e inteligente estrategia comunicacional de Orsi, es explicable que corra riesgos de “pisarse el palito”. No es fácil ser categórico en la defensa de verdad y justicia, mantener fidelidad al líder de su sector, generar fuertes sintonías frenteamplistas y extender su mensaje hasta los bordes de la derecha. Es muy difícil. Pocos lo están intentando. Quizá esta etapa de pandémica cuesta arriba para el FA puede ser propicia para demostrar habilidades en esa faena.
El tiempo y esta nueva oportunidad al frente del segundo departamento más poblado del país mostrarán si logra mantener y acrecentar su sintonía con los más amplios sectores de la población sin hacer concesiones que puedan ir en contra de principios centrales de la izquierda.