Compartir
AUMENTA EL HAMBRE, INCLUSO EN ESTADOS UNIDOS
¿Cuál es la falla?
Por Martín Buxedas
Persiste una población con hambre
La población que padece hambre en el mundo, estimada en 690 millones en 2019, aumentó lentamente a partir de 2014, hasta alcanzar esa cifra el año pasado. En 2020, como consecuencia de la pandemia, se ha estimado que aumentará entre 83 y 132 millones de personas y llegará al 7,4% de la población mundial. Si persiste la tendencia, en 2030 más de la mitad de las personas aquejadas de hambre crónica en el mundo se encontrarán en África.[1]
Algo tan elemental como el acceso a alimentos saludables todavía no está universalizado. La seguridad alimentaria, un término comúnmente utilizado por los organismos internacionales, es la situación que “a nivel de individuo, hogar, nación y global, se consigue cuando todas las personas, en todo momento, tienen acceso físico y económico a suficiente alimento, seguro y nutritivo, para satisfacer sus necesidades alimentarias y sus preferencias, con el objeto de llevar una vida activa y sana”. Las buenas intenciones al respecto no han faltado.[2]
La paradoja estadounidense
El 9 de noviembre de 2020, el 12% de la población adulta de Estados Unidos declaró que en algún momento no tiene suficientes medios para comprar comida; 16% en el caso de quienes viven con niños. Es el registro más alto desde 1998, año en que comenzaron las encuestas. El aumento se originó en el impacto del coronavirus sobre una parte de la población y, a partir de setiembre, también por la reducción de los apoyos otorgados por el gobierno durante los primeros meses.
En un artículo reciente del Washington Post se puede leer: “Un número creciente de estadounidenses están acercándose al hambre. 26 millones están diciendo que no tienen suficiente para comer a partir de que la pandemia se agudizó y las fiestas se aproximan” (26.11.2020).
Es cierto y significativo que la información mencionada para Estados Unidos no es estrictamente comparable con las de poblaciones con hambre endémica y patologías relacionadas con la malnutrición (deficiencia en la ingesta de alimentos asociadas con los ingresos), o la desnutrición por dieta insuficiente en algún componente, o el sobrepeso. Pero sí pone en evidencia la permanente existencia de poblaciones con dificultades para el acceso de alimentos, y la vulnerabilidad de otras ante eventos negativos como la pérdida de ingresos.
La diferencia de situaciones entre poblaciones con problemas agudos de hambre y la de Estados Unidos se expresa claramente en el video que acompaña el artículo citado del Washington Post. Las imágenes muestran un inmenso estacionamiento en la ciudad de Houston con largas colas de autos de las que descienden personas que retiran cajas de alimentos.
En esa ciudad de 7 millones de habitantes, la crisis ha tenido efectos importantes: uno de cada cinco adultos informó haber pasado hambre, incluyendo a tres de cada diez adultos en hogares con niños. Tuvo menor incidencia en hogares de blancos que en los de hispanos y de negros (en este caso alcanza al 21%). Esto sí era esperable en una sociedad tan desigual.
Es sorprendente hasta cierto punto la simultaneidad del crecimiento de la población con hambre y la espectacular recuperación de los valores de las bolsas en Estados Unidos, algo que provocó la algarabía de Donald Trump a poco de dejar (con notorio disgusto) el sillón presidencial de la Casa Blanca.
La producción de alimentos no es el obstáculo
Con el tiempo los hechos le han dado la razón a David Ricardo (1772-1823), quién afirmó que “la producción de alimentos no es sino el efecto de la demanda”, al mismo tiempo que Thomas Malthus, otro ilustre pensador coetáneo de aquel, sostenía que la producción de alimentos determinaba los límites de la población.
La desnutrición y la malnutrición por bajo acceso a alimentos no ocurre por la insuficiencia de recursos naturales ni siquiera en la producción mundial, sino por la demanda; por la baja capacidad de compra de los sectores pobres y por la insuficiencia de las políticas públicas para atender los déficits alimentarios permanentes o en situaciones críticas.
Terminada la Segunda Guerra Mundial, la producción de alimentos por persona ha tendido a crecer al mismo tiempo que los precios descendían respecto al resto de los productos, con excepción de algunos años de este milenio. En ese lapso aumentó la expansión de la superficie cultivada y los rendimientos tuvieron un extraordinario crecimiento.
Las innovaciones en agricultura permitieron que, actualmente, el 15% de las personas activas que trabajan en la agricultura provean los alimentos para toda la población del mundo, en tanto hace un siglo era necesario que cerca de la mitad de los trabajadores se dedicaran a ello. Esto permitió liberar grandes cantidades de trabajadores, que pudieron ser derivados hacia otras actividades, no pocas veces con penuria.
En perspectiva, el abastecimiento de alimentos no estaría comprometido, según las instituciones que realizan previsiones a diez años (FAO, OCDE y USDA), si bien los desafíos ambientales estarán cada vez más presentes.
La explicación de lo que pasa en la cocina está lejos de ella
El acceso a alimentos varía ampliamente entre países, y también al interior de ellos. Si bien algunos tienen déficit de recursos naturales u otras condiciones para producir alimentos y dificultades para importarlos, no es el caso de algunos países, como los integrantes del MERCOSUR, grandes exportadores de alimentos y, menos aún, de Estados Unidos, país con una agricultura dinámica, amplia disponibilidad de recursos naturales y capacidad de innovación y desarrollo de las empresas que integran toda la cadena. Por ese contraste, son más evidentes los problemas de distribución de los ingresos y las limitaciones del gobierno para enfrentar las consecuencias de la pandemia.
******
No obstante los avances en la reducción de las personas con hambre antes de la pandemia, incluyendo los notables progresos en China, la sociedad todavía no ha logrado que toda la población tenga acceso a alimentos suficientes para mantenerse saludable y disfrutar de la vida. No es el único derecho básico en que falla; la seguridad alimentaria no está aislada de otros derechos.
La sociedad no está articulada para satisfacer esas necesidades básicas universalmente y en todo momento. Muchos gobiernos tampoco adoptan políticas efectivas. Está claro que la solidaridad de instituciones, empresas y personas es bienvenida, pero es insuficiente.
Dentro de cada país las diferencias de acceso a los alimentos de la población es heterogénea. En un humilde almacén de Puerto Príncipe, Haití -un país con una pobreza sin parangón en el resto de América Latina-, vi por primera vez una botella de agua Perrier de Francia.
Para tender a universalizar la seguridad alimentaria, es necesario continuar aumentando la producción de alimentos, además de atender a las poblaciones rurales, en gran parte campesinas, que son una parte importante de los afectados por el hambre. Asimismo, se requieren mejoras en toda en la cadena de producción y reducir las pérdidas de alimentos, entre otras cosas.[3]
Pero no alcanzaría con ello si la desigualdad en el acceso a ingresos se mantiene y las políticas públicas hacen poco para asegurar el derecho a alimentos suficientes y evitar las consecuencias de su déficit sobre la salud y las personas.
Muy profundo el analisis
uy bueno!!¡
Muy interesante el comentario sobre la coincidencia del agravamiento del problema de la desnutrición con el momento de altos precios de los valores bursátiles. Los bajos salários y la desigualdad en la renta son la causa del consumo insuficiente, pero también permiten los elevados lucros, incentivando la inversión.
Gracias Mabel y Juan. por su comentario. Son bien conocidos los avances de la agricultura y la persistencia de problemas de desnutrición, aunque vale la pena de vez en cuando recordarlo. Lo llamativo es el nivel del problema en el país más rico del mundo. Quizás la persistencia en un caso y lo llamativo en otro se debe a que por momentos nos olvidamos de cómo funciona nuestra sociedad.