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UN DISCURSO EJEMPLAR

 Publicado: 05/10/2022

Gustavo Petro en la ONU


Por Fernando Rama


Aunque el discurso del flamante presidente colombiano en la reciente cumbre de la ONU ha tenido profusa difusión, creo conveniente repasar algunos conceptos centrales que son, a mi juicio, de gran relevancia.

Escuchando la magnífica intervención de Gustavo Petro en ese foro mundial, lo primero que me viene a la mente es aquella vieja sentencia de Marx según la cual el capitalismo deja tras de sí un desierto.

Lo que el marxismo no podía prever es la forma concreta en que dicho desierto adquiriría forma. La intervención de Petro es, en ese sentido, bastante ilustrativa. En la actualidad, la destrucción de la naturaleza adquiere varias formas, pero lo que sucede en Colombia es clave. Por un lado, los Estados Unidos, con la aquiescencia de los anteriores gobiernos oligárquicos, derraman toneladas de glifosato sobre la selva amazónica. La excusa es erradicar las plantaciones de coca, provocando la asfixia de ese pulmón gigantesco del planeta. Todo para combatir un tráfico de narcóticos, a pesar del notorio fracaso de esa estrategia. Petro lo dice poéticamente cuando reconoce que en la tierra de las flores amarillas baja el agua mezclada con sangre se genera “una belleza ensangrentada”. 

La lucha en pos de erradicar la planta sagrada de los incas ha costado al menos la muerte de un millón de colombianos y dos millones de afrodescendientes en Estados Unidos. Y no solo en Estados Unidos el narcotráfico ha causado grandes desastres. Son los vacíos de las sociedades que reciben la droga los que generan la necesidad de narcotizarse, no únicamente con cocaína, sino con drogas sintéticas mucho más destructivas, cuya producción no cesa.

La otra gran adicción del capital ampliado es la del carbón y el petróleo. La obsesión por las energías fósiles ha llevado a Estados Unidos a invadir Irak, Siria, el Líbano, Afganistán, aún cuando la sociedad norteamericana no lo deseara. Pero esta obsesión ha llevado al mundo al borde de la catástrofe climática. Quiere decir que el aire que respiramos está cada vez más viciado por el CO2, tanto por la destrucción de los pulmones del planeta como por la polución del carbón y el petróleo.

Estas manifestaciones irracionales son el producto de la necesidad de consumir y consumir, generando enormes ganancias para unos pocos y una creciente desigualdad social.

Por otra parte, nunca en la historia de la humanidad se han producido los flujos migratorios a los que asistimos. Las poblaciones del sur, sumidas en la desesperación, acuden en masa hacia el norte, desafiando todos los peligros, con miles y miles de muertes en el Mediterráneo y en el trayecto hacia el río Bravo. Excepto en algunos países, en la mayoría se han construido muros de todo tipo. Para encontrar una situación similar debemos remontarnos al aciago 1933, cuando Hitler tomó el poder y desencadenó la mayor matanza de seres humanos de la que tengamos memoria.

Las sociedades sumidas en la desesperación deben, además, aceptar guerras irracionales. Es necesario, entonces, acabar la guerra contra las drogas, esa guerra que lleva 40 años de fracasos. La lucha debe ser contra la hipocresía del capital, contra su irracional consumismo, contra la injusticia omnipresente. Solo con justicia se puede alcanzar la paz social.

Es posible que las hermosas palabras de Gustavo Petro caigan en saco roto, pero de todos modos es necesario escuchar el discurso de la racionalidad y luchar por una alternativa a toda la hipocresía destructiva que nos domina.

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