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ABRIR LOS OJOS EN LA NIEBLA

 Publicado: 03/05/2023

“La decisión de partir”: el amor como caso que no cierra


Por Andrés Vartabedian


Él es un policía ejemplar y gran investigador; también un obsesivo, y ello colabora. Sufre de insomnio. Tanto su dedicación al trabajo como su imposibilidad de conciliar bien el sueño afectan su relación de pareja (más allá de ciertos acuerdos a los que parecen haber arribado para que el vínculo se sostenga de la mejor manera posible, mero remedo de aquel que una vez supo ser). Es coreano, y es un hombre bien parecido. La vista se le nubla y debe recurrir a gotas en los ojos para aclarar su visión de las cosas.

Ella es enfermera y trabaja cuidando ancianas, a domicilio. Dados sus conocimientos, puso fin a la vida de su madre -con fentanilo- cuando esta así lo solicitó. Es china -al parecer, una inmigrante ilegal-, y es muy atractiva. No habla bien el coreano. Para cuando la conozcamos, su esposo ya estará muerto. Él era un funcionario público de Migraciones y un alpinista amateur. En una de sus incursiones de escalado de montaña, de algún modo se precipitó al vacío y falleció en el lugar, producto de los golpes contra las rocas que recibió mientras caía, aun sostenido por su arnés. ¿Accidente? ¿Suicidio? ¿Asesinato? Misterio.

Nuestros dos protagonistas -de química indudable- se conocerán cuando el primero comience a indagar sobre la muerte de este hombre. Ella será una de las sospechosas, tal vez la principal. Él comenzará a investigarla. La seguirá y vigilará detenidamente. La espiará tanto en su hogar como en sus lugares de trabajo, las casas de las convalecientes ancianas. La observará de tal manera que se asemejará a su fantasma o su sombra; compartirán la escena aun encontrándose a muchos metros de distancia y sin que ella, aparentemente, perciba su pesquisa (ciertos paralelismos, ciertos planos simétricos, cierta sincronicidad, enfatizarán su acercamiento). Él sostendra el cenicero cuando su cigarro se consuma mientras se va quedando dormida. También pensará -y dejará registro- que no es bueno que fume después de la comida. Ciertas fantasías comenzarán a invadirlo.

Ella no resulta tan inocente. Iniciará su propio juego de seducción: durantes los interrogatorios, enseñará sus piernas -y sus heridas-, apelará al perfume, incrementará sonrisas… La veremos estar atenta a los detalles; también comenzará a seguirlo. Ellos parecen divertirse, aun cuando el juego pueda ser peligroso y, para él, una mancha en su foja de servicio. Sin embargo, el deseo será más fuerte, se filtrará delicadamente, y el encantamiento será mutuo.

Park Chan-wook (Seúl, 1963) es imaginativo y sofisticado en su planteo: además de apelar ocasionalmente al humor, mezclará imágenes no estrictamente relacionadas al tiempo y el espacio en el que se encuentran, por momentos no será específicamente lineal, apelará a cierto lirismo en su diseño visual y esto marcará estados de ánimo, sensaciones, sentimientos que empiezan a desarrollarse. La banda sonora enfatizará estos elementos y la película tomará una cadencia romántica, melodramática y elegante. Como el vínculo entre nuestros protagonistas, el filme también ganará en sensualidad.

Pero todo será más roce que contacto. Cuando la sospechosa dejé de serlo, él cocinará comida china durante el encuentro que sostienen; ella, por su parte, lo ayudará a conciliar el sueño, sin que esto signifique compartir su lecho. Llueve, y mientras tanto, él le enseña las grabaciones que realizaba al observarla. Por un momento, todo luce en calma.

Sin embargo, como corresponde al thriller, el film noir y el amour fou -por qué no decirlo-, las cosas no serán tan sencillas, y los giros en la trama nos conducirán nuevamente al insomnio. Las pasiones no conciben dormir ocho horas; menos aún las obsesiones.

Los encuentros y desencuentros se sucederán. Sus vidas variarán los rumbos que llevaban. De todos modos, se harán falta mutuamente, se buscarán consciente o inconscientemente, y un nuevo caso policíaco los pondrá en estrecho contacto una vez más. Park Chan-wook ahondará en la intimidad de los personajes y su poética adquirirá un tono más oscuro y herido; nunca perderá la elegancia… ni la ternura.

Su vínculo nos absorberá, nos cautivará, su toxicidad lo hará imposible de abandonar -dentro y fuera de la pantalla- y la fotografía y el tempo lograrán encantarnos, en el sentido mágico del término. El deseo se tornará irrefrenable aun cuando se intente reprimir. La emoción tampoco podrá ser cercenada. Las imágenes finales incrementarán su belleza hipnótica, aunque también dolerán.

El desenlace tal vez pueda adivinarse.

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