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ESTADOS UNIDOS vs CHINA: ¿RIVALES O ENEMIGOS? (I)

 Publicado: 03/05/2023

Una perspectiva desde América Latina y el mundo


Por Cristina Retta


El ascenso de China, desafío a la hegemonía estadounidense en el mundo

Las crecientes tensiones entre EE.UU. y China vienen agudizándose a partir del 2016, a partir de la elección de Donald Trump al gobierno. Así, en 2022, China fue declarada “el mayor desafío geopolítico” para Estados Unidos. Podría pensarse en la repetición de una nueva era de “guerra fría”, pero la realidad evidencia un panorama mucho más complejo que el otrora enfrentamiento norteamericano-soviético. Es que para China, los aspectos ideológicos (competencia entre democracia y autocracia) son colocados en un segundo plano.[1] Lejos de ocurrir por parte de China un respaldo exclusivo a actores de izquierda como podría pensarse, hacia el 2023 la realidad muestra que lo que caracteriza a las relaciones internacionales chinas en América Latina es un acentuado pragmatismo y, a la hora de entablar relaciones bilaterales, China sopesa más sus réditos económicos y geoestratégicos que el tipo de gobierno que tenga el país con quien se relaciona. A su vez, se desentiende de inmiscuirse directamente en la política interna de los países con los que establece acuerdos. Esto marca una diferencia respecto a la actitud intervencionista que a lo largo del último sigo ha desarrollado Estados Unidos, quien, a través de sus instituciones representativas (por ejemplo, el FMI), impone, en la previa, a los Estados dispuestos o necesitados de transar, determinadas agendas a cumplir. Obviamente, China también busca su conveniencia económica en los tratados bilaterales o regionales que firma.

La competencia tecnológica. (Fuente: eneltapete.com)

Así las cosas, lo cierto es que con la llegada del nuevo milenio, China se zambulle en el escenario latinoamericano buscando el acceso a los recursos naturales que esta región ofrece, y como dicen algunos analistas de forma muy gráfica, se salta la valla del “patio trasero” estadounidense.[2] De esta forma, en el primer decenio del siglo XXI, las exportaciones latinoamericanas a China crecieron en un 370%. Luego, entre el 2010 y el 2013, el comercio entre ambas partes aumentó a una tasa anual de 27%. Cabe acotar que en lo político, durante aquellos años se sucedieron una serie de gobiernos de izquierda en la región, lo que cortó de raíz la expansión del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). De esta forma, la aparición de un contra-balance al predominio económico de Washington, posibilitó una inmensa libertad de acción política en América Latina.[3]

En aspectos generales, China se aproxima a esta región con una visión holística y una estrategia a largo plazo. Ello incluye la búsqueda de control sobre sus sectores digitales estratégicos, una conectividad multidimensional de la región bajo su iniciativa, la expansión de su presencia física en las cadenas de suministro latinoamericanas, el dominio creciente sobre sus reservas de materias primas, el dominio del litio en Argentina y Bolivia, la cooperación espacial, la cooperación en ascenso con sus fuerzas armadas, etcétera.

Ante este hecho, Estados Unidos aceptó pasivamente esta gran incursión china en su espacio natural de influencia. No mostró resistencia ante el hecho de que China se transformase en la mayor fuente de financiamiento de la región, así como en el primer socio comercial de América del Sur y en el segundo de América Latina entera. Señala el analista Toro Hardy que China ha hecho esfuerzos por ganar mentes y corazones en la región, tal como lo muestra su estrategia de proveer masivamente vacunas contra la Covid-19, campo en el que Estados Unidos actuó tardía e insuficientemente.

Puntualiza Alfredo Toro Hardy que el interés de Estados Unidos por América Latina estaría determinado básicamente por su agenda política doméstica (y dentro de ella, por el tema inmigratorio, en especial en la frontera con México) y sin considerar el papel que la región podría jugar en el contexto de su rivalidad a nivel global con China. 

Se resalta el hecho de que junto a la economía están los aspectos geopolíticos que llevan a mirar más allá de la región, es decir considerar el bloque emergente de China junto a Rusia, el posicionamiento Pekín-Moscú, que se afianza frente a Washington, que resulta esencial en las actuales coordenadas de la política mundial.

A su vez, Esteban Poole Fuller, en su artículo “El nuevo giro a izquierda en América Latina en el contexto de las tensiones geopolíticas sino-norteamericanas”, insiste en el cambio que se ha producido recientemente en la confrontación izquierdas antinorteamericanas y derechas proamericanas, que ya no representa a las realidades políticas contemporáneas. La constelación política actual es compleja e inestable en relación a los actores políticos regionales con EE.UU. y China. 

América Latina: una coyuntura compleja respecto a las posturas de sus gobiernos y actores políticos frente a la rivalidad geopolítica China-Estados Unidos

Si bien la rivalidad sino-norteamericana se asemeja en ciertos aspectos a la Guerra Fría, en contraste con la misma, ya no cabe hablar de alineamientos automáticos por parte de las fuerzas políticas de izquierda y derecha con las superpotencias rivales. Se percibe más bien en un contexto de incremento de la polarización política en Estados Unidos y debilitamiento de los consensos respecto de la política exterior norteamericana. En su trabajo, Poole Fuller da ejemplos de esos posicionamientos políticos oscilantes por parte de varios países latinoamericanos en relación a China y a EE.UU..

Partiendo del caso de Estados Unidos, dicho analista establece que la polarización creciente entre los partidos demócrata y republicano, acentuada a partir del gobierno de Trump (2017-2021) conduciría a que la política exterior norteamericana sea más fluctuante. Ante ese panorama, se estaría frente a la erosión del consenso anticomunista que guió a las élites políticas de Washington a aproximarse hacia América Latina durante la Guerra Fría.

Contrastando con lo anterior, hoy en día parece existir una predisposición a apoyar a gobiernos de izquierda ante el liderazgo del Partido Demócrata, mientras que los Republicanos han continuado respaldando a agrupaciones de derecha.[4] En ese sentido, el gobierno de Joe Biden y los medios de comunicación afines al Partido Demócrata, han venido asumiendo posiciones favorables hacia la mayoría de los gobiernos izquierdistas de la región, como los gobiernos de Ignacio “Lula” Da Silva en Brasil, Gabriel Boric en Chile y Gustavo Petro en Colombia. La excepción a esos respaldos son Cuba, Nicaragua y Venezuela. 

A su vez, se señala que ese apoyo de la oficialidad estadounidense regente a los gobiernos de izquierda (socialdemócratas) de la región, contrasta con una postura más dura hacia algunos gobernantes de derecha, como, por ejemplo, fue el caso con Jair Bolsonaro (2019-2023), quien fuera duramente criticado en medios de comunicación de EE.UU.. En los hechos, las relaciones bilaterales entre Brasil y EE.UU. mejoraron significativamente desde la asunción al poder de Ignacio “Lula” Da Silva.

De lo señalado precedentemente se desprende que la posición norteamericana frente a los actores políticos brasileños interesa en la medida en que permite constatar que, actualmente, las políticas de Estados Unidos hacia América Latina son en gran medida un subproducto de las dinámicas de polarización en el país del norte. En este contexto, la política exterior de EE.UU. hacia esta parte del mundo mostraría menos continuidad, al estar sujeta, en mayor medida que en el pasado, a contingencias derivadas de ciclos políticos.

Visita de Ignacio Lula Da Silva a China

Tras un considerable rezago en las relaciones bilaterales entre China y el Brasil de Jair Bolsonaro, la visita de Lula Da Silva a Beijing ha abierto nuevas expectativas. Coherente con sus promesas de campaña electoral, Lula Da Silva procura darle a su país el papel protagónico, en política exterior, que le corresponde.

Ignacio Lula Da Silva visita a Xi Jinping. 14.04.2023. (Fuente: Bloomberg; fotógrafo: Ken Ishii/AFP/Getty Images)

Economía y comercio

A nivel regional y mundial, Brasil ha mostrado una constante balanza comercial positiva con China, en especial en rubros como la soja y minerales. Ya desde 1993, había establecido una asociación estratégica con China, completada en 2012. En esa ruta, los intercambios con China representaron el 26,8% del total de las exportaciones brasileñas en 2022. Por ello, para China, Brasil es el mayor socio comercial y el principal destino de inversión en América Latina.

Entre 2005 y 2021, Brasil fue el cuarto mayor receptor mundial de inversiones chinas. Pero de 2007 a 2021, el 76,4 % de ellas se concentraron en el sector energético (electricidad y extracción de petróleo y gas), mientras que solo el 5,5% se destinó a la industria manufacturera y el 4,5% a infraestructuras. Ambas partes mantienen una cooperación activa en una amplia gama de campos como el petróleo y gas, electricidad, agricultura, infraestructura, comunicaciones y tecnología, y, al mismo tiempo, están promoviendo nuevos factores de crecimiento en economía digital, desarrollo verde e innovación tecnológica, entre otros.[5]

Una relación económica cualitativamente más rica y relevante

El reto de ambas partes es dar el salto a que se emancipe de la reprimarización y apueste por la elevación de su calidad, con especial foco en las nuevas tecnologías (Lula visitó Huawei en Shanghái) y también en ámbitos clave como las industrias verdes o la protección ambiental. La red 5G respaldada por tecnologías de Huawei ha cubierto la mayor parte de Brasil. 

Lo conversado entre Lula Da Silva y Xi Jinping en esta área, se centra en tres vertientes fundamentales:

1) La implicación china en la reindustrialización de la economía brasilera mediante la transferencia de tecnología, teniendo en cuenta, al mismo tiempo, el medio ambiente y la crisis climática, lo que en el Palacio de Planalto denominan «neoindustrialización», que comprendería, por ejemplo, vehículos eléctricos, tecnología de la información 5G, energías renovables, aeroespacial, biomedicina y semiconductores, entre otras.

2) Un eje social sustentado en la lucha contra la pobreza. Tras salir del Mapa Mundial del Hambre de la ONU en 2014, gracias a las políticas del Partido de los Trabajadores, 33 millones de brasileños volvieron a caer en este lastre en el transcurso del período de Bolsonaro. Hoy, cerca de 120 millones sufren algún tipo de inseguridad alimentaria. China ha acumulado un enorme conocimiento sobre políticas públicas en este terreno del que los brasileños pueden extraer un valioso aprendizaje, en particular su programa de alivio selectivo de la pobreza.

3) Acuerdo suscrito para avanzar en la reducción de la dependencia mutua del dólar a través del incremento del uso de las monedas respectivas en el comercio e inversiones bilaterales. Esa decisión política afrontará el duro reto de su implementación efectiva. El dólar se utiliza en el 84,3% del comercio mundial, según datos recientes publicados por el diario británico Financial Times. Pero la participación del yuan se ha más que duplicado desde la invasión de Ucrania: de menos del 2% al 4,5%, reflejo del mayor uso de la moneda china en el comercio con Rusia.

Por el momento, ha quedado en el aire la adhesión de Brasil a la iniciativa de la Franja y la Ruta, que podría llegar más temprano que tarde. Recordemos que “la Franja y la Ruta” (denominaciones abreviadas), hacen alusión al proyecto económico de la República Popular China que apela a la antigua Ruta de la Seda para potenciar los vínculos con el resto del mundo, a través de la creación de dos grandes rutas comerciales, una marítima y otra terrestre, para unir al gigante asiático con el corazón de Europa, África y América Latina. Actualmente, participan en ella 21 países de la región, tras sumarse Argentina en 2022.

Multipolaridad y gobernanza global

La visita de Lula a China (con ocho ministros y más de doscientos empresarios) y el entendimiento mostrado con Xi Jinping se han visto reforzados con la asunción de la presidencia del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) de los BRICS por parte de la expresidenta Dilma Rousseff. El banco moviliza recursos para proyectos de infraestructura y desarrollo sostenible en los países del grupo BRICS y otras economías emergentes y países en desarrollo. Desde su establecimiento, el NBD ha aprobado noventa y ocho proyectos, con una inversión total que asciende a 33.200 millones de dólares.[6]

Los BRICS (establecidos en 2015) por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, representan alrededor del 40% de la población mundial y el 24% del PIB global. La potenciación de este acrónimo es uno de los puntos fuertes del eje Brasilia-Beijing, entendido por ambos como expresión de un intento de cambiar la gobernanza mundial y empoderar a los países emergentes.

Por otra parte, China ha mostrado su apoyo a la integración regional latinoamericana, en la que Brasil puede desempeñar un liderazgo significativo.

Según expresa Xulio Ríos[7], en Lula, Xi encuentra un interlocutor afín con quien proyectar una cooperación mucho más ambiciosa. Esto puede traducirse en una activa complicidad en los foros multilaterales, de forma que ese entendimiento constructivo le permite abrir otra ventana de cooperación que trasciende el reduccionismo del eje Moscú-Beijing, objeto de la crítica reiterada de los países más desarrollados de Occidente.

El problema de Ucrania

Respecto a la guerra en Ucrania, ambos líderes afirmaron tres aspectos de base: en primer lugar, que ni China ni Brasil son parte directa ni se sienten responsables del desencadenamiento de una crisis en la que ambos advierten el enorme peso de los intereses de EE.UU. y la OTAN; segundo, que solo puede abrirse camino a la paz a través de una solución política; tercero, que la situación no está lo suficientemente madura como para impulsar una negociación.

Apelando a la neutralidad crítica con Washington, Lula fue muy explícito en la demanda a EE.UU. para que explore vías para arbitrar una solución pacífica en lugar de echar más leña al fuego. Un llamamiento que puede extenderse igualmente a la Unión Europea. Al mismo tiempo, ha invitado a más países a desempeñar un papel constructivo en la promoción de una solución política. En su desplazamiento a Abu Dabi, Lula dijo que esperaba conformar con China y otros países un «G20 político» para tratar de poner fin a la guerra. Reveló, además, que había discutido la iniciativa con el presidente estadounidense Joe Biden, el canciller alemán Olaf Scholz, el presidente francés Emmanuel Macron y con los líderes de los países sudamericanos.[8]

A modo de cierre

Hemos intentado acercarnos de forma muy general a la complejidad del panorama geopolítico actual partiendo de una de sus puntas: las rivalidades que enfrentan EE.UU., potencia hegemónica desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y China, segunda potencia en importancia económica. Ambas compiten por afirmar su influencia y predominio geoestratégico a nivel global y se enfrentan en distintos escenarios, entre los cuales, en este artículo, hemos mencionado a América Latina, en especial Brasil. 

La hiperactiva diplomacia china abarca los cinco continentes, cuyas diversas realidades deberán ser analizadas por separado. Es claro que Brasil representa una alta prioridad en la agenda de Beijing. A su vez, como hay consenso con China y en tanto Lula Da Silva quiere reactivar el papel de Brasil como sujeto geopolítico, al igual que impulsar la acción de los BRICS y otros espacios regionales como CELAC, Mercosur, Unasur y la cooperación en el G20, ha quedado expuesta una agenda abierta y flexible sobre la cual habrá mucho camino por recorrer.

Un comentario sobre “Una perspectiva desde América Latina y el mundo”

  1. Este es un excelente artículo de análisis, muy equilibrado, bien fundamentado sobre la situación geopolítica actual del mundo con una perspectiva múltiple: China, Rusia, Estados Unidos y América Latina en el marco de la globalización, la multipolaridad y la gobernanza como situación presente y perspectivas del planeta. Gracias por la información.

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