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UNA LUCHA INCESANTE Y ROMÁNTICA POR OBTENER LO INALCANZABLE

 Publicado: 07/01/2018

Rima XV, de Gustavo Adolfo Bécquer: la ardiente búsqueda del ideal


Por Fernando Chelle


Cendal flotante de leve bruma,

rizada cinta de blanca espuma,

rumor sonoro

de arpa de oro,

beso del aura, onda de luz:

eso eres tú.

 

Tú, sombra aérea, que cuantas veces

voy a tocarte te desvaneces

¡como la llama, como el sonido,

como la niebla, como el gemido

del lago azul!

 

En mar sin playas onda sonante,

en el vacío cometa errante,

largo lamento

del ronco viento,

ansia perpetua de algo mejor,

¡eso soy yo!

Yo, que a tus ojos, en mi agonía,

los ojos vuelvo de noche y día;

yo, que incansable corro y demente

¡tras una sombra, tras la hija ardiente

de una visión!

Si quisiéramos hacer una estructura interna del libro de las Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, lo podríamos dividir en cuatro partes bien diferenciadas por las temáticas tratadas. La primera parte estaría comprendida por las rimas I a IX, que es donde el poeta sevillano se centra en el tema de la poesía misma, de la relación del poeta con el lenguaje, del hacer poético. De esta primera parte son los dos textos que hemos estudiado hasta el momento, la Rima I y la VII, poemas que, como hemos visto, reflexionan sobre el hecho poético. La segunda parte, que es donde se encuentra el poema del presente estudio, contiene las rimas vinculadas con el tema amoroso; esta parte iría de la Rima X a la XXIX. En la tercera parte, que abarcaría las rimas que van de la XXX a la LIV, también se aborda el tema amoroso, pero aquí se encuentran las rimas que están más bien vinculadas al desencanto, a la pérdida del amor. Es como si el tema del amor apareciera luminoso en la segunda parte y comenzara a oscurecerse en la tercera, para dejar el camino allanado para que el poeta se centre en el tema de la soledad y la angustia, que es lo que vemos en el cuarto y último momento, en las rimas que van desde la LV a la LXXXIV.

Este poema presenta una estructura externa muy particular. Es una composición de cuatro estrofas, la primera presenta la misma métrica que la tercera y la segunda la misma que la cuarta. Las estrofas uno y tres son de seis versos, tres de ellos decasílabos (primero, segundo y quinto) y los otros tres pentasílabos (tercero, cuarto y sexto); los dos últimos versos de cada estrofa son agudos, esto ayuda a la musicalidad. En estas estrofas riman entre sí en consonante el primer verso con el segundo y el tercero con el cuarto y en asonante el verso quinto con el sexto. Las estrofas dos y cuatro son de cinco versos, los cuatro primeros decasílabos y el quinto pentasílabo y también agudo. Los cuatro primeros versos de estas estrofas riman en consonante, el primero con el segundo y el tercero con el cuarto, y el quinto verso rima en asonante con el último verso de la estrofa inmediatamente anterior. El ritmo del poema es trocaico, ya que el acento estrófico recae en sílaba impar y hay un acento que se repite en la cuarta sílaba de cada verso.

Al reparar en la estructura Interna del poema vemos que lo podemos dividir, claramente, en dos partes simétricas entre las cuales se establece un paralelismo antitético. La primera parte está constituida por las dos primeras estrofas (versos uno a once) y se centra en la caracterización de un tú femenino. Lo primero que tendemos a pensar como lectores es que el yo lírico se está refiriendo a una mujer y, por la descripción que hace de ella, a una mujer imposible, a un amor imposible. Independientemente de que esto pueda llegar a ser así, creo que tendríamos que recordar lo que ya vimos en artículos anteriores sobre la identificación que hace el poeta de las rimas, de la mujer con la poesía. Para Bécquer la mujer es la encarnación de los sentimientos, y la poesía es sentimiento, de manera que cuando dice “poesía eres tú” en la conocidísima Rima XXI está haciendo mucho más que un cumplido: está dando su visión poética. En este sentido, ese tú femenino inaprensible al que se refiere en las dos primeras estrofas podría llegar a ser, desde mi punto de vista, tanto una mujer amada como la poesía misma, como el hecho poético mismo. La segunda parte de la estructura interna está constituida por las dos últimas estrofas (versos doce a veintidós). Aquí el poeta caracteriza el “yo” como un buscador incansable de ese ideal inalcanzable.

El tema fundamental de este poema es la incesante búsqueda del ideal inalcanzable. Este tema, romántico por excelencia, es abordado por Bécquer en diferentes rimas y también en algunas leyendas. El profundo idealismo que moviliza al poeta es lo que termina llevándolo muchas veces a la frustración, como en este caso.

La primera estrofa, que como indiqué tiene la misma estructura que la tercera, es un gran hipérbaton, que hace que todas las características que se describen en los cinco primeros versos, todas las imágenes que se acumulan converjan en el verso final, en el “eso eres tú”. Aquí se caracteriza al “tú” y en la tercera se hace lo propio con el “yo”. A su vez, toda la estrofa es una gran metáfora impura, porque están presentes los dos términos, o sea está mencionado el objeto que se metaforiza: encontramos en la estrofa una serie de metáforas que convergen en el “ese eres tú”. Las imágenes son de una enorme variedad, tanto en lo visual como en lo sonoro, pero, como es típico en Bécquer, todo es muy vago, muy etéreo, carente de materialidad. El sonido del arpa es un “rumor sonoro”, un sonido suave, apagado. Las imágenes que podrían sugerir algo de materialidad, están atenuadas. Por ejemplo, el cendal se diluye, porque no es un cendal real sino de bruma; no es un verdadero tejido, es un cendal metafórico. Lo mismo sucede con la cinta, que es de blanca espuma. Los versos quinto y sexto podrían dar la sensación de materialidad con el beso, pero es un beso del aura. Aquí se ve claramente algo que expresé en el primer artículo que publiqué sobre Bécquer: me refiero a ese estilo que hace pensar en la pintura impresionista. Aquí todo parece inmaterial, incorpóreo, etéreo, fantasmal, donde no hay contornos definidos. La combinación de versos de arte mayor y arte menor, de un modo distinto a como lo hace en las estrofas pares, le da a esta estrofa, lo mismo que a la tercera, una variedad rítmica que le sirve para caracterizar a ese “Tú” que, como referí, puede hacer referencia a una mujer, un amor, pero también se puede referir a la poesía.

En la segunda estrofa, aparte del cambio métrico ya señalado en la referencia a la estructura externa, aparece un elemento novedoso que no estaba en la primera: el yo. Aquí se muestra esa incesante lucha con la intención de alcanzar el ideal. El intento del yo parece ser imposible, porque el verbo tocar alude al sentido del tacto y él intenta tocar algo inmaterial. La comparación, que aparece con la reiteración del nexo “como”, tiende a resaltar la forma en cómo ella se desvanece, (llama, sonido, niebla, gemido). Estos versos de estructura paralelística se encuentran divididos por una coma en dos hemistiquios. Hay una correspondencia entre los hemistiquios: los dos primeros se refieren a lo visual y los dos segundos a lo sonoro. El final de esta segunda estrofa remite al final de la primera, refiriendo un color que, en los románticos, y después en los simbolistas, va a ser tomado como el color ideal.

Lo primero que notamos al entrar a la segunda parte del poema, a las estrofas que se centrarán en caracterizar al “yo”, es una sonoridad muy fuerte que contrasta con lo que se decía del tú. Las imágenes de diversos elementos naturales con que se identifica al yo son más violentas. Son imágenes dinámicas, en movimiento. Esa “ansia perpetua de algo mejor” es una buena caracterización del romántico en general, de la inconformidad romántica. Este yo es un ser incompleto que carece totalmente de destino. Es una onda sonante en un mar sin playas, no tiene límites ni sitios donde aferrarse. Es un cometa errante, pero en el vacío, no hay nada concreto, porque lo concreto sería la realidad y eso no es para el romántico. Lo que es propio del romántico es el dolor inconsolable, expresado aquí en ese “largo lamento del ronco viento”.

En el primer verso de la última estrofa hay un elemento que parece dejar en claro que el poeta se está refiriendo a una mujer: los ojos. Y seguramente sea así; a mi simplemente me pareció importante recordar la identificación que hace este poeta entre la poesía y la mujer amada. Si aceptamos que esta identificación existe dentro de su poética, como de hecho existe, también es posible que el tú que aquí se ha referenciado sea la poesía, el hecho poético como tal, que para Bécquer es inalcanzable e inexpresable, como pudimos ver claramente en el análisis literario de la Rima I. Ese “volver los ojos noche y día”, está relacionado con el “ansia perpetua” de la estrofa anterior. Hay un intento en esa mirada de intensa súplica, de encontrar algo mejor, de encontrar ese tú que él aspira. En el tercer verso vemos que el poeta interpuso el verbo “corro” entre los dos elementos coordinantes, “incansable” y “demente”: pareciera como si hasta sintácticamente se expresara esa demencia que sufre, porque es un verso cuyos elementos se encuentran desordenados. Se cierra el poema haciendo referencia a que ese “tú” es una visión. Ella es la “hija ardiente” de lo que lleva el romántico consigo en su interior. Lo ardiente es el anhelo del yo.

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