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EL PAPEL DE URUGUAY EN EL CONSEJO DE SEGURIDAD

 Publicado: 01/02/2017

Una actuación digna y firme


Por Fernando Rama


Al completar el primer año como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU), la delegación uruguaya puede considerar muy positiva su actuación. Un informe publicado por el matutino El Observador[1] resume con acierto un aspecto de la política del actual gobierno que no ha tenido la difusión que merece.

Por supuesto que la digna y firme actuación de la delegación uruguaya no modificó ninguno de los males que aquejan al propio Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas: una integración defectuosa, que refleja realidades de la política mundial que han sido sobrepasadas por los cambios ocurridos en los últimos sesenta años, torna imposible que la aplicación del derecho internacional incida positivamente en la resolución de los actuales conflictos. Modificar la composición del Consejo de Seguridad requiere una mayoría especial de 2/3 de la Asamblea General de la ONU, lo que por el momento no parece posible alcanzar. Aquel viejo ideal kantiano de una paz perpetua entre naciones republicanas en igualdad de condiciones se presenta hoy más lejano que nunca.

Un buen ejemplo al respecto ha sido la impotencia de las Naciones Unidas para atenuar las gravísimas consecuencias humanitarias causadas por la guerra civil en Siria, tema que fue tratado en repetidas oportunidades en el Consejo de Seguridad. En todas las ocasiones Uruguay optó por soluciones positivas, pero los vetos recíprocos de Rusia y Estados Unidos hicieron imposible evitar la masacre de varios miles de víctimas inocentes. Lo sucedido en la ciudad de Alepo configura la consumación de un nuevo holocausto, en pleno siglo XXI, ante la impotencia de la opinión pública mundial y los esfuerzos de la inmensa mayoría de los gobiernos.

El conflicto a varias puntas que se desarrolla en Sudán y Sudán del Sur mereció numerosas declaraciones del Consejo, y Uruguay votó a favor de prorrogar las misiones de paz en Darfur y Abyei, así como del suministro de ayuda humanitaria.

Una resolución que pretende fortalecer la cooperación judicial a nivel mundial para luchar contra el terrorismo internacional fue otra de las buenas intenciones manifestadas por la delegación de nuestro país que encabeza el embajador uruguayo ante las Naciones Unidas, Elbio Rosselli.

Por enésima vez el Consejo condenó, mediante numerosas resoluciones, la realización de pruebas nucleares realizadas por el gobierno de Corea del Norte, que representan un constante peligro latente para la paz en una de las pocas regiones que todavía se mantiene ajena a los conflictos contemporáneos.

El proceso de paz en Colombia parece afianzarse más allá de los pronunciamientos de su propia población y contó con el permanente esfuerzo de la delegación uruguaya para lograr su concreción, marcando una de las pocas situaciones positivas que pueden señalarse en el concierto internacional a lo largo del año 2016.

Tal vez el desafió más exigente que tuvo que enfrentar la delegación de nuestro país fue el relacionado con la problemática de los asentamientos israelíes en Cisjordania. Manteniendo el justo equilibrio entre los respectivos gobiernos de Israel y Palestina, Uruguay votó una resolución que estipula que dichos asentamientos son ilegales desde el punto de vista del derecho internacional. Este tema también fue considerado en diversas ocasiones y aparejó una sorpresa: la abstención de la delegación estadounidense bajo el liderazgo del gobierno de Barack Obama. El gobierno de Benjamín Netanyahu decidió desconocer la resolución condenatoria, seguramente a la espera de que el recién estrenado gobierno de Donald Trump vuelva a mantener la posición tradicional de Estados Unidos en esta crucial cuestión. Es evidente que el problema no reside únicamente en la integración del Consejo; también existen Estados con suficiente poderío para imponer un veto en los hechos a las decisiones del máximo organismo de la ONU.

La referida nota de El Observador menciona algunas cifras interesantes y que vale la pena difundir. Durante 2016 el Consejo tuvo 255 sesiones de trabajo en las cuales se trataron 42 temas diferentes. El asunto que insumió más discusiones fue la situación en Medio Oriente, abordado en 53 ocasiones. Como ya se dijo, todo este trabajo fue inútil. Tanto Rusia como Estados Unidos actuaron de acuerdo a sus intereses geopolíticos.

Pese a todas estas frustraciones lo importante es destacar que la delegación uruguaya no se mantuvo en silencio. Por el contrario, nuestra diplomacia logró marcar una presencia proactiva sumando 108 intervenciones sobre los más diversos temas. Según Rosselli la voz de Uruguay se hizo sentir en todos los temas relevantes y de las 80 resoluciones consideradas nuestro país formó parte de la mayoría en 75 de ellas. Entre los proyectos considerados y que luego fueron vetados, tres tuvieron el voto favorable de nuestra política exterior. Un caso especialmente debatido por Uruguay fue la situación en el Sáhara Occidental; sobre este tema nuestra cancillería tiene una posición firme y clara desde los tiempos de Héctor Gros Espiell al frente de la misión en la ONU. Una vez más se resolvió postergar el referéndum para el 30 de abril, lo que significa un triunfo más de la injusta posición de Marruecos en el tema.

Más allá de los detalles acerca de los diversos temas diplomáticos abordados, importa destacar lo que para la cancillería uruguaya significó esta experiencia, después de 50 años de ausencia como miembro del Consejo. La aplicación de una política principista, basada en el derecho internacional y en consideraciones humanitarias, no sólo facilita la adopción de resoluciones sino que prestigia a nuestra diplomacia. Al mismo tiempo la presencia en el Consejo permite estrechar vínculos diplomáticos al más alto nivel y logra una acumulación de experiencia no menor en el personal de cancillería asignado a diversas tareas.

Si la actuación uruguaya en este primer año de experiencia ha significado un esfuerzo de adaptación y aprendizaje, 2017 se avizora como más exigente aun debido a la irrupción del gobierno de Trump en la arena internacional. En torno a las repercusiones de este hecho las especulaciones abundan. Pero más allá de los vaticinios es seguro que su gobierno no será un factor pacificador, ni siquiera estabilizador. Tal vez contribuya, en alguna medida, a crear las condiciones propicias para una modificación de la estructura de las Naciones Unidas a los efectos de convertirla en algo más que un foro para la expresión de buenos deseos.

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