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SOBRE LA OBRA TEATRAL “TERRITORIO”

 Publicado: 03/05/2023

El poder mata, mirando


Por Julio C. Oddone


El sábado 22, en el teatro El Galpón, tuvimos la oportunidad de asistir a un evento cultural con motivo de la presentación de la obra “Territorio”[1] en la sala César Campodónico del teatro El Galpón. Hace algunos años (2018), se había presentado en nuestro país en una pequeña gira por algunos departamentos. La ocasión era propicia para poner en actualidad la temática de la obra.

En esa instancia, también, Leonardo Sbaraglia fue declarado Visitante Ilustre de la ciudad de Montevideo, en una sencilla ceremonia, al finalizar la obra.

La oportunidad fue propicia para presenciar una actuación que, en nuestra percepción, resultó inquietante, sobrecogedora, reveladora.

Un despliegue de música e imágenes sirvió como telón de fondo para una puesta en escena que denuncia las relaciones y las manifestaciones de poder, sean estas explícitas o implícitas, veladas u ocultas o visibles y manifiestas.

El poder, concepto sobre el cual se ha escrito profundamente desde la más diversa bibliografía, cine, teatro y literatura, tiene en esta obra una presentación, un tratamiento sumamente inquietante, original y que nos señala a partir de lo que la humanidad ha hecho a través del tiempo.

Los textos de Leonardo Sbaraglia se inspiran en diversos autores, básicamente de la Historia de las Ideas políticas, separados, a veces, por muchos siglos: desde Roma, la Edad Media y la Inquisición, hasta el siglo XX de los genocidios y las últimas dictaduras militares latinoamericanas.

Creemos que la obra no pretende, en sí misma, dar una cátedra sobre una u otra concepción de poder; invita a pensar. Lo visual y lo musical crean el clima para que los textos de Sbaraglia actúen como soporte para nuestra reflexión. Circunscribir la obra a un determinado autor, concepción, mirada teórica... -“se basa en Foucault”, como hemos visto por allí en otras crónicas-, si bien puede ser cierto, creemos que limita nuestra reflexión.

El asesinato, el electroshock como tratamiento psiquiátrico, la tortura, la desaparición forzada son manifestaciones visibles del poder y su ejercicio. Pero no siempre es así, descarnado y visible.

En ocasiones, el poder se asimila al ejercicio de la violencia. En otras ocasiones el poder, que es imponente, no necesariamente se asimila a un poder violento.

Muchas veces, el poder ahoga, paraliza, aterroriza, enmudece. Esto, sin que necesariamente sea un poder activo que se ejerce sobre la integridad física de las personas.

El poder imponente, velado, oculto, conduce a un estado de aparente imposibilidad de movilización, producto del miedo que provoca en la víctima.

El poder mata mirando”, dice Sbaraglia. El león mata mirando. La mirada mata. Por eso, para no morir, no hay que mirar. O hay que mirar para adentro. El topo entendió eso a la perfección y se quedó ciego para mirar afuera, de tanto mirar hacia adentro.

Por eso, el poder del león no funciona con el topo porque el topo no mira.

El poder funciona cuando no hay resistencia, cuando no nos ahogamos frente a quien lo ejerce, el poder se impone cuando -dice Chul Han (2016)- opera con sigilo y cuando no tiene que hacer referencia sobre sí mismo. Si el poder necesita justificarse, ya está debilitado.

“Territorio” impone, en su puesta en escena, una actitud frente al poder. Una resistencia. Una resistencia que adopta una forma de desobediencia: es la única forma de resquebrajar el poder porque un poder que es desobedecido es un poder que se debilita.

El poder mata porque no tiene resistencia en su accionar, ni directo o explícito o velado y sutil. Por eso la obra finaliza con un llamado a la resistencia, a la confrontación y a la contestación en cuerpos y actitudes.

El poder está implícito en todas las interacciones posibles que se dan en la sociedad. Todas nuestras interacciones se orientan a modificar la conducta de otras personas. Del mismo modo, la resistencia al poder también está implícita en todas nuestras acciones.

Poder y contrapoder. ¿Cuál es nuestro lugar? ¿El del león o el del topo, según la obra? Decidimos ocupar el lugar del topo, enfrentar al poder sin mirarlo. Mirando hacia nosotros, hacia nuestro adentro. Mirando nuestras capacidades y nuestras posibilidades.

El poder no puede ser enfrentado en solitario, en soledad, bajo el riesgo de quedar como una acción individual, aislada, contra la que el poder se alzaría imponente. Sin embargo, esa acción individual es, o debería ser, el inicio de una iniciativa o una acción colectiva.

La acción colectiva es como la mirada del topo hacia adentro y no hacia el león. Este es el único camino posible: la solidaridad de lo colectivo, del acompañamiento. De la acción conjunta como única forma de enfrentar al poder de cualquier organización, del Estado, de la represión, de los medios masivos de comunicación y otras instituciones.

La visión de la obra está referida a un poder institucionalizado: el Estado, la Iglesia, el Ejército y el Hospital; su acción sobre la integridad, sobre el físico y la mente de las personas y sus consecuencias. De ahí la referencia a Foucault.

Sin embargo, ¿cuál debe ser la actitud posible frente a las manifestaciones del poder en lo estrictamente individual? Patriarcado, género, bullying, minoridades y minorías étnicoraciales. En esas circunstancias, en las que el poder es casi invisible, en lo doméstico, al interior, en la intimidad de la persona.

Las consecuencias son, en ocasiones, similares a las de la obra teatral: develar, denunciar, visibilizar las manifestaciones es, en cierto modo, comenzar a intentar cambiarlas.

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