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A PURO CINE
Notas sobre un festival de punta (II)
Por Andrés Vartabedian
En nuestro número anterior hicimos referencia a algunos de los aspectos generales del Festival, su estructura, los filmes sobre los que tuvimos que fallar como integrantes del jurado provisto por la Asociación de Críticos de Cine del Uruguay (ACCU), valoramos muy positivamente nuestra experiencia durante toda la semana, y dimos detalle sobre los dos jurados intervinientes en la ocasión y los premios que otorgaron.
En esta oportunidad, nos detendremos en parte de las declaraciones de algunos de los ilustres visitantes con los que contó Punta del Este y daremos cuenta de varios de los filmes de calidad de los que pudimos disfrutar. Indudablemente, en ambos casos, la mención será sucinta; no solo por razones de tiempo, al menos de quien redacta, sino también pensando en resguardar a nuestros lectores de cierto potencial tedio en caso contrario: las conferencias de prensa y encuentros con cineastas a los que asistimos suman más de seis horas de duración, y los filmes observados alcanzan a una quincena.
ESCUCHAMOS
A continuación transcribiremos una selección de fragmentos -breves- de lo que alguno de los invitados especiales al 22° Festival Internacional de Cine de Punta del Este pudo expresar en la ocasión. La elección, tan arbitraria como todas, busca dar cuenta de parte de sus declaraciones -juzgadas como valiosas e interesantes por parte de quien escribe- sobre temáticas generales, algunas vinculadas al hecho cinematográfico, otras trascendiéndolo, intentando evitar la especificidad de la referencia a filmes concretos, de los que quizá el espectador no tenga conocimiento.
Lamentamos no poder citar -por problemas técnicos en el registro- algunas de los comentarios de la actriz brasileña Marieta Severo, quien fuera una de las personalidades homenajeadas durante el Festival, y que llegara, junto al director André Ristum, a presentar su último trabajo: La voz del silencio. Severo, nacida en Río de Janeiro en 1946, un rostro sumamente familiar gracias a TV Globo y sus populares telenovelas, conocida también por el vínculo amoroso que mantuviera por más de 25 años con el cantautor Chico Buarque, posee una vastísima y rica trayectoria como actriz de cine y teatro. Ha protagonizado una treintena de obras teatrales, a su vez que decenas de películas, casi cuatro, desde que en 1965 debutara en Society em Baby-Doll. Algunos de esos filmes: Todas as Mulheres do Mundo (1966), Bye Bye Brasil (1979), O Homem da Capa Preta (1986), Carlota Joaquina, Princesa de Brasil (1995), Guerra de Canudos (1997), As Três Marias (2002), Sonhos Roubados (2010).
La presentación de La voz del silencio sirvió como disparador para hablar con ella sobre la situación política y social del Brasil actual y la importancia que le otorga al cine, y al arte en general, en el desarrollo cultural de las sociedades sobre las que este se proyecta como potencial agente de cambio. Severo manifestó su preocupación por el peligro de retroceso que vive su país en materia de igualdad de derechos y su esperanza en que el arte colabore en generar la alerta necesaria sobre ello, permitiendo la reflexión del público en torno a la intolerancia que se ha instalado allí. La tarea no será sencilla, el trabajo es de hormiga, y por más que esas historias hagan mella en unos pocos, deben continuar contándose; el hecho puede considerarse un éxito por mínimo que sea su alcance. El trabajo que realizaron las iglesias que han colaborado en el cambio producido en Brasil, ha sido largo y meticuloso; el arte tiene la ineludible tarea de intentar contrarrestarlo.
Otro de los homenajeados por el Festival fue el también actor Luis Brandoni. Este argentino, a punto de cumplir sus 79 años de edad, con casi sesenta de trayectoria, del mismo modo que Severo, ha incursionado tanto en teatro, como en cine y televisión. Ha protagonizado algunas de las películas más recordadas del cine argentino: La tregua (1974), La Patagonia rebelde (1974), Darse cuenta (1984), Esperando la carroza (1985), Made in Argentina (1987). Su última actuación para la pantalla grande se ha dado a través de Mi obra maestra, filme dirigido por Gastón Duprat, estrenado comercialmente en nuestro país en agosto de 2018.
En la conferencia de prensa que brindara el día posterior a su reconocimiento público, el actor argentino habló de su trayectoria, hizo mención a alguna de sus películas emblemáticas, a los avatares que ha tenido su carrera, a su participación en la vida político-partidaria de su país -fue diputado nacional entre 1997 y 2001-, refiriendo también a la fuerte división que existe hoy en Argentina entre los partidarios del denominado “Kirchnerismo” y quienes se encuentran en sus antípodas, como es su caso.
En determinado momento, el periodista del diario La Nación de Argentina, Pablo De Vita, toma la palabra: «Hace instantes usted estableció que Darse cuenta era la metáfora de un momento de la Argentina; quería consultarle si considera que existen en la actualidad películas argentinas que se asemejen a metáforas de la Argentina actual -cuáles serían, en ese caso-, o si las que se realizan responden más a una inquietud personal y muy subjetiva de sus directores».
Luis Brandoni: «Con respecto a qué les apetece hacer a los directores en Argentina en este momento, es muy variado. Se hacen películas de diversas características, de diferentes temáticas… No sé si hay alguna película que a alguien le interese hacer y que tenga como intención ser una metáfora sobre el país. Es un momento muy complicado de la Argentina; es un momento -creo yo- bisagra, creo que estamos a las puertas de un cambio muy importante, muy importante, que va a ser únicamente resuelto por la voluntad de la mayoría de los argentinos -no de otra manera-. Entonces, las aguas están muy divididas. Hay, efectivamente, una grieta cultural enorme, que ha impuesto, una vez más, el Peronismo… Porque cuando yo era chico ya existía la grieta… La grieta la planteó Perón desde el “nosotros y ellos”, el “por cada uno de nosotros, cinco de ellos”... Ya estaba... Se dividió mi familia... Pero después no volvió a ocurrir. Lastimosamente, las distintas dictaduras o dictablandas que hemos padecido en los 53 años que van desde el año ‘30 hasta el ‘83 nos tenían unidos, teníamos un enemigo en común... Yo fui dirigente del sindicato de la Asociación Argentina de Actores, donde pensábamos de una manera muy distinta varios de nosotros -éramos veinticuatro- y no se planteaba esto. Durante el gobierno del Dr. Alfonsín no pasó, durante el gobierno de Menem no pasó, y pasó con el gobierno de los Kirchner porque ellos plantearon la grieta. “Nosotros y ellos”, otra vez. Y esto caló hondo. Y este momento es un momento muy complicado política y socialmente en la Argentina… De modo que yo no sé si alguien tiene el talento de escribir una película que pueda ser metafórica y no una película militante. Pero seguramente va a aparecer, dentro de poco. Las próximas elecciones en Argentina tal vez nos den alguna esperanza. Va a costar muchísimo. Va a costar muchísimo, pero ¡ojalá se hagan películas con esa intencionalidad! Made in Argentina fue una película, en ese sentido, muy significativa (que se debió al talento de esa señora que se llamó Nelly Fernández Tiscornia, que escribió la obra Made in Lanús), porque es la única película que habla de la transición democrática en la Argentina. No sé si había una luz de esperanza, pero había emoción, había una tragedia en la que todos tenían razón, los personajes. Entonces, en una de esas, aparece alguien que pueda escribir algo parecido».
Luego de esto, fue nuestro turno. Tomando en cuenta la respuesta anterior y algunas de las expresiones vertidas durante la conferencia, y a partir de toda su experiencia, su trayectoria, y las afectaciones en su carrera que su vinculación con la política le deparara, le solicitamos una reflexión sobre la relación, justamente, entre cine y política. Una reflexión, dijimos, que estuviera más allá de la evidencia, como se suele establecer, de que “todo arte es político” o de que “somos esencialmente seres políticos”; una reflexión vinculada más a la política concreta de todos los días.
Luis Brandoni: «La relación entre cine y política, me parece, es un conflicto que no tiene respuesta. Hay algunos cineastas que han hecho de eso su filón, su tema casi único. Lina Wertmüller, por ejemplo, encontró un filón extraordinario, que fue la contradicción entre los sentimientos y las ideologías. Pero las películas que tengan una tendencia determinada son películas parcializadas… porque lo que ocurre con las películas que más recordamos son aquellas que, de un modo u otro, nos han tocado el corazón, nos han hecho espejarnos en algún personaje o en alguna situación, donde está incluida la política pero… No es que el cine esté reñido o divorciado, o deba estarlo, de la política… Hubo directores que hicieron películas emblemáticas -Z, por ejemplo- y no se discutían. No me parece que deba estar asociada forzosamente, pero la política va a estar presente en las películas aun cuando no se pretenda que esté presente. En Mi obra maestra hay apreciaciones políticas y un modo de ser, que también habla de la política, pero que no tiene ese contenido -más allá de que está hecho con toda premeditación y alevosía- como propósito de la película».
Uno de los directores invitados especialmente a este 22° Festival fue Carlos Sorín (Buenos Aires, 1944), quien llegó para presentar su última realización: Joel. Sin ser uno de los directores más prolíficos de su país -ha dirigido nueve largometrajes para cine y algunos proyectos televisivos-, y habiendo ingresado a la profesión relativamente tarde en su vida -su ópera prima, La película del rey, data de 1986-, es reconocido hoy como uno de los autores más importantes de la Argentina y uno de los cineastas más respetados en el exterior. Filmes como Historias mínimas (2002) o El camino de San Diego (2006) lo posicionaron nuevamente en la consideración internacional luego de más de una década sin trabajos estrenados.
De su pasaje por Punta del Este, extrajimos sus declaraciones previas al inicio de la conferencia de prensa que lo tuviera como protagonista; el destaque de dos hechos “revolucionarios” que él mismo solicitó poder referir antes de que se iniciase la ronda de preguntas. (A los efectos de su mejor comprensión, recordemos que la semana sobre la que hemos venido dando cuenta fue la semana previa a la entrega de los premios Oscar).
Carlos Sorín: «Uno va a suceder, supongo yo, el domingo, en la entrega de los Óscar, cuando Roma de Cuarón arrase con los Óscar; o sea, Netflix arrase con los Óscar, y tome posesión de Hollywood, el corazón mismo de la industria cinematográfica. Ese es un triunfo de las plataformas; será el triunfo definitivo de las plataformas. Y detrás de Netflix que, por supuesto, es como el mascarón de proa, está Amazon Prime, Disney -que lanza otra plataforma-, y están creciendo como hongos otras plataformas temáticas, donde yo puedo ver cine de autor, puedo ver cine musical, puedo ver… Yo nací en la época de los cines de barrio. Cuando era chiquito me escapaba para ir al cine de barrio. Después, ya un poco más grande, corría por la calle Corrientes para ver los ciclos de revisión de las películas de Buñuel, de Fellini, de Antonioni… Yo vengo de las salas… Pero esa es una época que se acaba. Ahora empieza el cine de los dispositivos, lo que es un cambio total, un cambio del negocio, un cambio profundo del negocio, que yo creo que se va a acentuar con la llegada del 5G. La llegada del 5G va a barrer con todo. Por eso me parece heroico, y al mismo tiempo romántico, que Nexxt haya inaugurado dos salas acá en Punta del Este. Van a quedar en el Guinness como las últimas salas inauguradas [se ríe].
El otro es un hecho que sucedió en noviembre, y que -creo- también va a revolucionar el otro extremo de esta industria, de este quehacer, que es el de la producción, el de la filmación. Y es que hay una compañía china, que se llama DJI, que es la compañía más importante de producción de drones no militares, que ha lanzado al mercado la primera cámara-ojo, la utopía de Dziga Vértov, la primera cámara-ojo. Todavía es una primera versión pero es extraordinaria. Yo la tengo acá, se las voy a mostrar [lo hace]. Tiene 4K, 30 a 60 cuadros por segundo, con un estabilizador de tres motores, y con las funciones de una cámara profesional… Digamos… es una primera versión. Todavía uno tiene que adecuar el lenguaje a esta cosita, pero yo puedo hacer planos para los que hace diez años necesitaba una grúa… y lo hago con la mano, y la cámara se estabiliza… y tiene todas las funciones, todos los empleos, prácticamente, que puede tener una cámara profesional. Es, desde ya, una cámara profesional. Yo creo que esto va a revolucionar la escritura del cine. Porque, además, es una cámara que cuesta 350 dólares. No la estoy vendiendo, ¡¿eh?! [risas entre los presentes].
Yo creo que estos dos hechos, esta cosita maravillosa y la película de Cuarón abren un universo totalmente apasionante y distinto al cine que conocemos. Me resultan dos hechos apasionantes, que van a quedar en los libros de Historia del Cine. […]
Es una época apasionante. No creo que vaya a desaparecer el cine, claro. Pero creo que ya cambió dramáticamente. No van a desaparecer las salas; van a quedar algunas salas icónicas, algunos festivales van a quedar, y después será todo virtual, será todo absolutamente virtual.
Pero, además, hay otra cosa… La gente de Netflix es muy inteligente, muy inteligente. Sin Netflix, Cuarón nunca hubiese hecho Roma, nunca hubiésemos tenido Roma. Porque ninguna de las majors hollywoodenses hubiera puesto la plata que costó esa película para contar una historia de una mucama indígena mexicana. Jamás. No la hubiese vendido jamás, así fuera Cuarón y tuviera varios Óscar detrás. Debemos agradecerle a Netflix que Roma exista. Yo estoy fascinado con esa película, me parece de un talento… y hubiese sido una pena que Cuarón no la hiciera».
Por último, en este breve repaso que hemos realizado, toca al turno al Maestro que tuvo el Festival, al invitado de lujo que tuvo esta 22ª edición: Krzysztof Zanussi. Llegado especialmente desde Polonia, y en camino hacia la India para presentar una retrospectiva de su cine, tuvimos el honor de participar no sólo de la conferencia de prensa que brindó, sino también de una clase magistral realizada en la Casa de la Cultura de Maldonado. Un hombre de una lucidez absolutamente destacable, ya sea en el acuerdo o la discrepancia con sus expresiones.
Krzysztof Zanussi nació en Varsovia en 1939. Tiene en su haber una treintena de películas realizadas para el cine, además de un número similar de cortometrajes y películas hechas para televisión. Además de productor, director y guionista, es físico y filósofo. No podemos decir que es un director popular en términos de alcance de público, pero es uno de esos imprescindibles para la historia del cine. Sus premios han sido varios, incluyendo algunos en los más importantes festivales del mundo, como lo son los de Cannes, Venecia y Berlín. Su catolicismo le llevó a tener dificultades en su trabajo durante las décadas de régimen comunista en Polonia; sin embargo, él prefiere no hablar de “persecución” respecto a su obra. En su larga vida activa, los temas de la fe, la moral y la ciencia han sido ejes transversales en toda su filmografía. En ocasión de su visita al Uruguay pudieron verse nuevamente Iluminación (1973) y Nuestro hermano de Dios (2007), y por primera vez su última realización: Éter (2018). Algunos otros de sus filmes destacados pueden ser: La estructura de cristal (1969), Espiral (1978), Constante (1980), Desde un país lejano (1981), El año del sol quieto (1984), La vida como enfermedad mortal de transmisión sexual (2000), Persona non grata (2005; filmada en Uruguay), El sol negro (2007), Cuerpo extranjero (2015).
Zanussi habla fluidamente polaco, inglés, francés, ruso, alemán e italiano. Partiendo de este último como referencia, logró dirigirse en español tanto a la prensa como al público, y nos animaríamos a decir que de muy buena manera; sin necesidad alguna de traductor. (Consideramos que ciertas limitaciones pueden percibirse en los pasajes que transcribiremos a continuación -alguno mínimamente manipulado para su mejor comprensión-, pero ello no es óbice para extraer sus conceptos fundamentales).
Al inicio de su conferencia de prensa, el crítico Amilcar Nochetti -con quien compartimos el jurado en la oportunidad-, del semanario Voces, es quien tomó la palabra. Su pregunta, sostuvo Nochetti, remitía a su interés, a diferencia del habitual en conocer sus problemas como católico dentro de un régimen comunista, en saber cómo logró, siendo, efectivamente, católico practicante, congeniar ese aspecto religioso con el hombre de ciencia que también es; cómo concilió en él la razón y la fe.
Krzysztof Zanussi: «Me parece que es un pasaje muy natural. Es humanista. Para los científicos, para la gente de las ciencias exactas, es al revés. Un último ejemplo es Albert Einstein, un hombre no confesional. En 1936, hablándoles a los adeptos a las ciencias humanísticas, Einstein pronunció esta revolución que los humanistas no entendieron en ese momento. Su comprensión se desarrolló muy lentamente. Las palabras de Einstein fueron: “quien no siente el misterio está ciego y sordo. Si el sentimiento del misterio es la base de la religiosidad, yo soy religioso”. Como muchos otros físicos. Para mí no hay una gran diferencia entre un ateo y un creyente si tenemos la misma intuición sobre el misterio de lo desconocido; si tenemos esta intuición de que existen las apariencias -las apariencias engañan- pero la verdad está escondida, y podemos estudiar solamente ciertos elementos del misterio. En la época de la Ilustración de Voltaire, la física de Newton buscaba eliminar la noción del misterio. El Iluminismo tenía el horrendo orgullo de entender todo y de construir un mundo determinista. Hoy no podemos más ser deterministas, porque sabemos bien que el determinismo no se aplica al mundo físico. Es probabilismo. Allí es donde existe el lugar para adjudicar ciertos hechos a Dios, la suerte… No importa cómo lo llamemos, lo importante es que tengamos la intuición de que existen fuerzas más grandes que nosotros. Ese fue un orgullo del siglo pasado. El momento del inicio de la Primera Guerra Mundial fue el fin de la época del Iluminismo, de la gente contenta de sí misma. La intuición de que podíamos resolver todos los problemas a través del cerebro, a través de la razón, fue muy fuerte en el siglo pasado. Hoy entendemos que la razón es muy fuerte, pero hay otras medidas para el estudio de la percepción del mundo que son complementarias. Esta es la larga respuesta a su pregunta tan radical».
Posteriormente, ya avanzada su conferencia, le solicitamos una reflexión en torno a las virtudes y defectos que él percibe en el desarrollo de la tecnología vinculada al cine y una valoración sobre esa idea que existe de que el desarrollo tecnológico ha democratizado la producción cinematográfica. Aun habiendo malinterpretado nuestras expresiones, consideramos que su respuesta merece la pena:
Krzysztof Zanussi: «Hay dos puntos en los que no estoy de acuerdo con usted. Primero, porque usted emplea la palabra “democrático” automáticamente como un valor. Para mí, ciertas soluciones democráticas son buenas, otras no. Hitler llegó al poder democráticamente. Por eso la democracia no es una garantía de una buena solución. Las buenas soluciones son independientes del hecho de ser democráticas o no democráticas. Esta es una observación muy triste para mí, pero democratización también puede significar cosas malas, no siempre lo bueno. Por ejemplo, la democratización del gusto no tiene un efecto bueno; porque el mal gusto es muy democrático, y hoy muy respetado. Para mí, permanece mal gusto. Sólo pocos tienen buen gusto. Como usted sabe, puede haber gustos o no, pero no hay gustos diversos. Si uno no entiende que Mozart es un genio, no puede decir: “esto no es de mi gusto”; puede decir: “yo estoy sordo”. Eso es suficiente.
Las tecnologías. Quisiera citar a mi colega Kieslowski quien, durante sus master classes, les repetía siempre a sus alumnos que los problemas técnicos no son tan importantes para un artista. Son sólo un pretexto. No importa el tipo de cámara que empleas, importa porqué lo haces, qué cosa quieres comunicar; donde esté tu corazón, donde estén tus sentimientos, allí está lo importante. El resto no importa. Si es digital o no digital, ¡qué importa!»
Y vinculado estrictamente al arte cinematográfico, cerraremos este breve capítulo sobre la participación de Krzysztof Zanussi en el 22° Festival Internacional de Cine de Punta del Este con una de las sugerencias que efectuó, en su clase magistral, a los jóvenes directores de cine, en la que refiere al lugar que debe poseer el conflicto dentro de la obra, pero que le sirve para realizar un reflexión más amplia sobre el cine en la actualidad:
Krzysztof Zanussi: «El conflicto puede ser mínimo, pero sin conflicto la narración no funciona. Y lo digo porque hoy vivimos en el mundo del posmodernismo y de la corrección política, que sistemáticamente evita el conflicto. Intenta alejarlo, no confrontarlo. Al conflicto mejor confrontarlo. […]
Las decisiones del director no son nunca libres, estamos siempre condicionados por las circunstancias. Es algo muy complejo combinar una intransigencia, una idea fija, y un acuerdo con la imperfección. Si uno es un perfeccionista, no puede trabajar en esta profesión; si uno es un oportunista, queda eliminado igualmente. Tenemos que buscar el modo entre los dos extremos. Mi colega Wajda tenía una formulación que me parece muy adecuada: el director de cine tiene dos cualidades que se excluyen mutuamente: quiere ser el sargento del ejército y el poeta. Normalmente, los poetas no sirven nunca en el ejército y los suboficiales no escriben nunca la poesía. El director es el hombre que combina estos dos elementos antagónicos. Es verdad que nuestra vida está llena de conflictos, pero lo importante es leer los conflictos reales, recoger las situaciones en las que el conflicto es visible. Me parece que el cine europeo, en los últimos diez años, o más, no tiene el coraje para hablar de los conflictos. Busca ser neutro o, por motivos de cortesía o diplomacia, evita abordar los conflictos duros que tenemos: la inmigración, la democracia… Tenemos muchos conflictos, pero hay una tendencia a no articularlos. Es un momento débil de nuestro arte».
VIMOS
En esta sección brindaremos un rápido panorama de algunos de los filmes observados, y que destacamos por su calidad, ya que los consideramos por encima del promedio. Indudablemente, nuestra labor como jurado de la sección iberoamericana nos dejó poco margen de tiempo para visualizar algunos de los filmes más importantes que se presentaron dentro de la sección Panorama Internacional. De todos modos, daremos cuenta de los que pudimos disfrutar y nos resultaron valiosos por diversas razones.
Piazzolla: los años del tiburón (Argentina/Francia, 2018, dir. Daniel Rosenfeld)
Un recorrido por la vida y la obra de Astor Piazzolla, el gran compositor argentino que revolucionara el tango en la segunda mitad del siglo XX. Elaborada básicamente a partir de material de archivo, lo que no es un dato menor por la complejidad que ello significa, la narración fluye entre la intimidad y la vida pública, desde lo familiar a lo profesional, con la ineludible interacción entre esos planos. Las pasiones, los miedos, las broncas -musicales, familiares-, el mundo creativo de Piazzolla nos es acercado desde su propia voz, y la de sus hijos, sin el clásico narrador omnisapiente en off, por ejemplo.
Daniel Piazzolla, su hijo, permite acceder por primera vez a los archivos familiares y, con ello, asistimos a la presentación de algunos momentos únicos en la vida del genial bandoneonista. Más allá de momentos en los que sentimos que el material sobrepasa el dominio que ejerce Rosenfeld sobre él, un filme insoslayable para amantes de Piazzolla, de la música y del arte en general.
Joel (Argentina, 2018, dir. Carlos Sorín)
Joel es el nombre real del niño que protagoniza esta historia; un actor no profesional que ni siquiera pasó por el casting previsto para elegirlo. Descubierto en un comercio de la zona seleccionada como locación de este relato, de acuerdo al director Carlos Sorín, la fuerza de su mirada, sus actitudes no del todo amigables, y ciertas carencias socio-económico-culturales, lo hicieron convertirse en el personaje buscado. Ubicada en plena temporada invernal del ya de por sí frío sur argentino, Joel narra los avatares de una adopción; la adopción de un niño ya mayor (9 años) en un contexto que no verá con buenos ojos algunas de las costumbres con las que llega el menor. Sus padres han debido trasladarse hasta Tierra del Fuego debido al trabajo de Diego (Diego Gentile) como técnico forestal y no llevan muchos años allí. Para Cecilia, la madre (Victoria Almeida), no será tampoco nada sencillo asumir su nuevo rol. De cómo se desarrollará ese proceso de asunción por parte de Cecilia, da cuenta, en parte, Joel. A su vez, abordará las dificultades en el encuentro de las miradas entre propios y extraños, pero también entre propios y propios, y nos hará reflexionar sobre prejuicios condenatorios y discriminación. Todo desde una mirada que sabe ubicarse en los zapatos del otro, atenta, cuidadosa, nada intempestiva; una mirada que se permite, y nos permite, hacer palpable el tiempo de los procesos, con una sensibilidad por momentos exquisita.
Somos una familia (Japón, 2018, dir. Hirokazu Koreeda)
Palma de Oro en la última edición del festival de Cannes, finalista a Mejor Filme de Habla No Inglesa en la edición 2019 de los premios Óscar, esta fue la película que abrió el 22° Festival Internacional de Cine de Punta del Este. A ella nos referimos más en detalle en este mismo número de nuestra revista en un artículo específico sobre el filme.
Hirokazu Koreeda es uno de los grandes autores del cine contemporáneo, y aquí vuelve sobre uno de sus tópicos: las relaciones entre padres e hijos, el mundo intrafamiliar y su relación con la sociedad que los contiene. En la ocasión, se trata de una familia muy particular, donde los vínculos están más allá de lo biológico y sanguíneo. Un grupo humano singular con pocos recursos materiales pero mucha solidaridad para brindar; un grupo de seres desvalidos desde distintos ángulos que se fortalecen en el conjunto y que crecen en humanidad a partir de él. Ladrones de tiendas, en parte, su apego a las normas no es lo que los caracteriza. A pesar de ello, Koreeda logrará que la empatía hacia esos “perdedores” trascienda la pantalla, con lo que logrará que los interpelados seamos nosotros, cómodamente sentados en nuestras butacas.
En el pozo (Uruguay, 2018, dir. Bernardo y Rafael Antonaccio)
No es nada habitual el cine de género en Uruguay; menos aún abordar el thriller con ciertos guiños al terror. Ello no sería un valor en sí mismo si no hubiera sido desarrollado con la efectividad y el buen ojo con el que lo hicieron los hermanos Antonaccio en esta, su ópera prima como realizadores de largometrajes.
La idea primaria es simple: cuatro personajes, una cantera, mucho sol y una tensión en constante ascenso; el machismo como disparador de la misma. El desarrollo posterior de esa idea, muestra lo acertado de la elección de esos elementos básicos. Tres amigos se reúnen en un día de verano a las afueras de una localidad del interior del país; la idea es pasar el día en la cantera del pueblo, lugar tranquilo en el que es posible disfrutar del lago que se formara al ser abandonada. La chica, la única del grupo, va acompañada por su novio, un capitalino que no oculta sus prejuicios hacia sus congéneres. Ella, a su vez, ha sostenido, en el pasado, un vínculo amoroso con uno de sus amigos; historia que resulta no estar del todo cerrada. A partir de esos elementos, sumergidos en el calor y la soledad, casi incomunicados con el mundo exterior, el crescendo de la tensión entre ambos hombres se tornará constante y casi incontrolable.
Más allá de alguna actuación no del todo convincente, con un muy buen manejo de la violencia -la soterrada, la más directa y explícita- y la sexualidad de sus personajes, ciertas dosis de humor efectivo, un acertado uso del condicionamiento que provocan los elementos del paisaje, y con grandes golpes de efecto, En el pozo se presenta como un buen hallazgo en el panorama del cine nacional.
Pájaros de verano (Colombia/Dinamarca/México/Alemania, 2018, dir. Cristina Gallego y Ciro Guerra)
Este filme fue el ganador de la Competencia Iberoamericana dentro del Festival, tanto para el jurado oficial como para el jurado provisto por la ACCU.
Con recursos visuales austeros pero muy efectivos, Pájaros de verano nos presenta una historia familiar -en cinco capítulos- que vincula sus avatares a los orígenes del narcotráfico en Colombia, a fines de los años ’60 (podemos deducir también una crítica indirecta al rol de los Estados Unidos en el negocio). Ubicada en la región de la Guajira, en la frontera entre Colombia y Venezuela, dicha familia pertenece a la tribu Wayúu; ello les permite a Gallego (El abrazo de la serpiente) y Guerra ubicar un tema muy reconocible en un contexto singular, aportando también una mirada casi etnográfica que va al rescate de esa cultura ancestral. Dicha cultura se verá minada por la corrupción a la que la somete el tráfico de drogas y todo lo que a él atañe. La espiritualidad de sus raíces quedará muy en la retaguardia.
La cultura wayúu, según las últimas informaciones, se encuentra en peligro de extinción, lo que resulta un dato nada menor al momento de valorar su elección como protagonista de esta historia.
El reino (España/Francia, 2018, dir. Rodrigo Sorogoyen)
Del reino cree formar parte Manuel López Vidal (un gran Antonio de la Torre), un político local que lleva una vida acomodada y es figura destacada dentro de su partido, brazo derecho de alguna de sus principales figuras. Eso hasta que ciertas "filtraciones" a la prensa, que lo involucran a él y a otros miembros de su entorno en una vasta red de corrupción, hacen tambalear al partido. Desde ese momento estará solo; el partido soltará su mano y pretenderá que Manuel cargue con todas las consecuencias. Su proyección política a nivel nacional habrá terminado y su mundo de seguridad y confort comenzará a derrumbarse. Sin embargo, Manuel no está dispuesto a caer solo.
Con un gran manejo de la tensión, un montaje avasallante y un ritmo trepidante, impuesto también desde la banda sonora -de electrónica virtud-, Rodrigo Sorogoyen nos habla de poder, arribismo, corrupción, mentira, hipocresía, demagogia… en tono universal. Sin embargo, El reino también puede ser leída como una metáfora de la España actual, asolada por los negociados de alguno de sus principales partidos políticos, y en la que la justicia no parece alcanzar a todos los involucrados. Hay cierta pérdida de verosimilitud en la media hora final, algunas concesiones en función del mensaje al que se desea arribar, cierta “editorialización” innecesaria, que destiñen el desenlace de la historia. De todos modos, lo bueno del camino transitado se impone en su valoración definitiva.
Sueño Florianópolis (Argentina/Brasil/Francia, 2018, Dir. Ana Katz)
A comienzos de los años ’90, Brasil, y Florianópolis en particular, comenzaron a ser un destino especialmente atractivo para los rioplatenses. En Argentina la era menemista conocía sus primeros años de desarrollo. Aquí, en Sueño Florianópolis, nos encontramos en presencia de una pareja de psicólogos que intentarán reavivar su matrimonio en unas vacaciones que emprenden con muchas expectativas, acompañados por sus dos hijos adolescentes. Esas expectativas comenzarán a verse frustradas ya en el trayecto de ida, cuando su vehículo se averíe en la propia ruta. Allí conocerán a quienes los albergarán posteriormente, cuando también el lugar alquilado para hospedarse no resulte para nada de su agrado. El cruce con estos brasileños sacudirá casi definitivamente los cimientos de su relación.
Narrado en un tono de comedia agridulce, el relato fluye ágilmente, apoyado en la gran actuación de su pareja protagónica (Mercedes Morán y Gustavo Garzón), el fino humor empleado, y la preciosa fotografía de todos los espacios abiertos seleccionados, transformando al paisaje en cómplice de la historia. Si bien, en determinado momento, la narración parece sugerir la necesidad de un quiebre dramático que no llega, la luminosidad de Sueño Florianópolis se disfruta de principio a fin.
El árbol de las peras silvestres (Turquía, 2018, Dir. Nuri Bilge Ceylan)
Nuri Bilge Ceylan (Estambul, 1959) es el director turco más importante de la actualidad. En 2014 recibió la Palma de Oro en el festival de Cannes por su anterior filme: Sueño de invierno. Por su parte, Lejano (2002) es la película más premiada a nivel internacional en la historia del cine turco.
En esta oportunidad, su historia se centra en los sueños y sinsabores de Sinan (Dogu Demirkol), un joven recién graduado en Letras cuyo mayor anhelo es ser escritor. El regreso a su pueblo natal lo pondrá de frente con la cruda realidad de su familia, endeudada por la ludopatía de su padre, un conservador maestro rural. Sin trabajo y sin dinero intentará, de todos modos, concretar su pasión por la escritura. En el camino, se replanteará muchas cosas: el amor, los vínculos familiares, algunas tradiciones… Tanto el entorno, como su soberbia y terquedad, no colaborarán en el hallazgo de su lugar en el mundo. De todos modos, lo intentará.
Aun a pesar del cierto tedio que pueden generar los largos diálogos a los que somete a su espectador el director Ceylan, lo que se impone es la emoción y la poesía que obtiene a través de la dosificación de los sentimientos, la interacción permanente con la naturaleza circundante, los largos planos -que ya son parte de su sello en el manejo del tiempo-, su edición de sonido casi minimalista, sus tensos silencios, sus preocupaciones existencialistas… Un autor no complaciente que sería necesario poder disfrutar con mayor asiduidad por estos lares.