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CHINA, ¿DE GANADORA A PERDEDORA?
Nuevos aires en la globalización
Por Martín Buxedas
“Es el mundo al revés. En Davos, el sitio de reunión por excelencia de la elite capitalista pro globalización, el gran defensor de un mundo sin barreras comerciales es el secretario general del Partido Comunista chino”. Así comentó la BBC de Londres el foro que se realizó en la ciudad suiza en enero de 2017.
Esa convergencia de intereses es explicable ya que China y las grandes transnacionales se han beneficiado del creciente intercambio de dinero[1] y entienden que contribuyeron a él. El mundo está al derecho.
El selecto grupo de defensores de la globalización responsable del Foro de Davos, integrado por políticos, ejecutivos y banqueros, ofreció la oportunidad al presidente de China Xi Jinping de constituirse en primera espada contra la corriente proteccionista protagonizada del presidente electo de Estados Unidos Donald Trump.
En la conferencia que dictó Xi el martes 17 de enero de 2017 cumplió ese papel al mismo tiempo que se mostró como un “líder mundial de la globalización y el libre comercio” según El País de Madrid.
Apoyado en una metáfora, Xi señaló que la globalización es inevitable y el proteccionismo inviable. “Nos guste o no, la economía mundial es el gran océano del que es imposible escapar. Cualquier intento de cortar el flujo de capitales, tecnologías, productos, industrias y personas entre las economías es simplemente imposible; las aguas del océano no vuelven a los lagos y ríos. Sería contrario a la tendencia histórica”. Fundó esa conclusión en que, “desde el punto de vista histórico, la globalización fue consecuencia del aumento de la productividad social y es un efecto natural del progreso científico y tecnológico; no es algo creado por determinadas personas o países".
La inevitabilidad del proceso de globalización puede inscribirse dentro de la concepción de Marx según la cual el incesante e incontrolable empuje de las innovaciones termina moldeando las relaciones de producción y, en última instancia, también las ideas dominantes.
Xi también reconoció problemas importantes que acompañaron a la globalización: conflictos regionales y desafíos globales como el terrorismo, los refugiados, la pobreza, el desempleo y la creciente desigualdad en los ingresos, a lo que se habría agregado la incertidumbre mundial. También mencionó problemas que no son intrínsecos a la globalización, entre los que incluyó, para sorpresa, la crisis financiera internacional.
En su exposición remarcó que es necesario enfrentar los problemas en el ámbito multilateral y en cada país, ofreciendo numerosas orientaciones sobre cuál debería ser la dirección de los cambios.
EL AÑO 2008: UNA INFLEXIÓN EN LA GLOBALIZACIÓN
Todo estaba claro, los datos eran contundentes: la movilización de dinero y bienes entre países estaba creciendo aceleradamente. Entre 1989 y 2007 los flujos internacionales de capital en proporción al PBI aumentaron del 5% al 21% del PBI mundial y los de comercio entre países, del 39% al 49%. La globalización tendría larga vida.
Pero el panorama cambió radical e inesperadamente en 2008: “Los flujos internacionales de capital se han desplomado, el comercio se ha estancado y solo sigue en marcha el movimiento transfronterizo de personas” (Sebastian Mallaby, Replantear la globalización, 2016). Y no era todo.
Pero las noticias más alarmantes para los defensores de la globalización llegaron en el 2016 y desde el ámbito político, de la mano del Brexit y de Donald Trump.
Quien sería pronto la persona más poderosa del mundo anunció que protegería los empleos en Estados Unidos cambiando las reglas básicas que acompañaron la globalización. No solo renegociaría acuerdos (el vigente con México y Canadá) y sepultaría los proyectados con el sudeste asiático y la Unión Europea; también impondría nuevas condiciones a los socios comerciales, específicamente a China, y presionaría a las empresas locales para que no trasladen sus actividades a otros países.
El origen de esta inflexión en el proceso de globalización está en debate, pero para muchos algo tuvo que ver la ausencia de instituciones capaces de darle gobernabilidad.
LA REFORMA ECONÓMICA INICIADA EN 1978 HIZO POSIBLE LA EXITOSA INTEGRACIÓN DE CHINA A LA ECONOMÍA INTERNACIONAL
Puede continuar el desacuerdo sobre qué países o grupos de personas fueron los ganadores y los perdedores en los tiempos de la globalización, pero existe un considerable acuerdo en que China se inscribió activamente en el proceso, atrayendo importantes inversiones foráneas, también invirtiendo en el exterior, y aumentando su comercio exterior.
En la década de los setenta China todavía era una economía cerrada a la inversión externa directa; la destinada al control de empresas que producen bienes y servicios. Pero en poco tiempo se transformó en uno de los destinos más atractivos para las empresas que estaban expandiendo rápidamente sus actividades en el mundo. El flujo neto de inversiones directas recibido por el gigante asiático creció aun más rápidamente que el PBI, de modo que la relación entre ambos aumentó de 0,2 por ciento en 1978 a 2,7 por ciento en 2015 (Banco Mundial, Banco de datos mundial).
Paralelamente, China participó con éxito en la ola de crecimiento del comercio mundial. Entre 1978 y 2015 las exportaciones de bienes y servicios como proporción del PBI saltaron de 4,1% a 22,1%, un nivel moderado en la escala internacional pero superior al de Estados Unidos (12,6% en 2015). Asimismo la diferencia entre las exportaciones y las importaciones de bienes y servicios pasó de un déficit de 0,5% del PBI a un superávit de 3,5% .
¿VUELTA A LOS VIEJOS BUENOS TIEMPOS?
La economía china parece acercarse a la importancia que tuvo en el mundo hace ya unos cuantos siglos.
La integración de China a la economía mundial hizo posible que entre 1978 y 2015 el PBI por habitante se multiplicara por 21 y pasara de apenas 3% al 24% del de Estados Unidos.
Si se considera 100 el PBI por habitante de Gran Bretaña, el de China habría sido 142 en el año 1200; cerca de 88% entre 1400 y 1600; 9% en 1990. Luego, el gran salto; en el 2015 equivalía al 30% del PBI de Gran Bretaña.[2]
Es importante tener en cuenta el contraste entre China y otros países que se integraron con vehemencia al proceso de globalización no reunieron las condiciones para mejorar la economía y el bienestar de sus pobladores. México fue uno de ellos [3].
La adhesión de China al proceso de globalización a partir de 1978 fue posible por las importantes reformas de su política económica e instituciones que modificaron la ortodoxia del socialismo real[4].
El “socialismo al estilo chino”, nombre oficial del proceso, también fue acompañado de una creciente desigualdad en el ingreso de las personas, alcanzando niveles similares a los de los Estados Unidos, algo nada envidiable si se toman como referencia los vigentes en otros países desarrollados.
Ahora bien, si China fue una gran ganadora en épocas de vientos globalizadores, ¿será la gran perdedora ante los cambios en la economía internacional y la política que promete Donald Trump?
EL FIN DE LA TRANQUILIDAD; MALAS NOTICIAS PARA CHINA
El cambio de ritmo en la globalización de la economía y el nuevo escenario político están provocando una desorientación planetaria. En esta situación, algunos partidarios del proceso siguen considerándolo inexorable y positivo, aunque critican los excesos como el protagonismo de los flujos financieros internacionales, ahora en retroceso. Otros pasaron a la ofensiva calificando de populistas, una expresión ambigua pero negativa, a quienes propugnan el proteccionismo; un variopinto grupo de personas y partidos que incluye a Donald Trump con su America First.[5]
En un contexto tan cambiante no es extraño que se haya levantado una inmensa especulación sobre el futuro de las relaciones económicas y políticas internacionales y también pronósticos pesimistas sobre el futuro, como el del prestigioso semanario liberal The Economist: “El oeste enfrenta un futuro de lento crecimiento, división social y revueltas populistas” (26.12.2016).
Sea una brisa suave o una tormenta, la especulación sobre el futuro de las relaciones internacionales deja en claro que la incertidumbre se ha adueñado del escenario[6].
Para China la tranquilidad en la economía y la política internacional es el contexto más favorable para continuar avanzando hacia la razonable meta de constituirse en la mayor potencia mundial. La incertidumbre significa que, aun más que en la época dorada de la globalización, China dependerá de la magnitud y dirección de los cambios en la economía y la política internacionales, de su capacidad para adaptarse a ellos y, al mismo tiempo, de cómo supera los desafíos internos.
LAS ARMAS CHINAS FRENTE A LA INCERTIDUMBRE
La economía china dispone de algunas condiciones favorables para enfrentar cierto grado de interrupción en el proceso de globalización y una guerra comercial de baja intensidad. En efecto, puede aprovechar, con indudables beneficios para su población, la gran demanda interna potencial y también avanzar en las cadenas de valor de su sistema productivo hacia las etapas que generan mayor valor.
El primer camino ya lo está transitando en los últimos años en que la política económica y social impulsó un aumento del consumo interno más rápido que el de la inversión y las exportaciones. Otros países más chicos y expuestos al comercio internacional tendrían dificultades bastante mayores, entre ellos Vietnam.
Una tarea de largo plazo que tiene planteada China es el escalamiento en las cadenas de valor hasta llegar a donde se corta el bacalao y se generan los mayores ingresos. Si las políticas proteccionistas provocaran un corte significativo en las cadenas de valor internacionalizadas, dentro de las cuales China está en posiciones bajas o intermedias, su gobierno podría acelerar las medidas dirigidas a ampliar el control de actividades de alta tecnología por parte de empresas nacionales (Huawei) o comprar algunas extranjeras (Syngenta).[7] En ese sentido China viene haciendo una enorme inversión básica para mejorar el nivel de sus centros de estudio e investigación y llenando de estudiantes las universidades de Estados Unidos.[8]
La reacción de China ante el cambio de escenario internacional tendrá también importantes repercusiones dado su papel en la economía mundial, incluyendo la de América del Sur, una de las regiones en que se abastece de materias primas y destino creciente de sus inversiones.
VIETNAM, OTRO CASO DE INTEGRACIÓN EXITOSA, PERO… El pragmatismo político hizo posible un exitoso proceso de incorporación de Vietnam a la economía internacional, al mismo tiempo que la expuso a los vaivenes del comercio bastante más que a China. Entre 1990 y 2014 la inversión extranjera directa recibida por Vietnam se multiplicó por 511 y sus exportaciones equivalen actualmente al 83% del PBI, lo que lo ha transformado en uno de los países más expuestos al comercio internacional. En un cuarto de siglo el ingreso por habitante se multiplicó por seis. Para avanzar en ese proceso el gobierno de Vietnam debió realizar profundas reformas en la política. En ese marco acordó con Estados Unidos, país que un par de décadas antes lo había bombardeado a discreción, la firma del Acuerdo Bilateral de diciembre de 2001 y el Acuerdo Marco de Inversión y Comercio de 2007 y apoyó el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP). El aumento del comercio exterior entre ambos países no se hizo esperar y dentro de él las exportaciones de Vietnam cuadruplican las importaciones provenientes de Estados Unidos. |