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EL CONGRESO DEL FRENTE AMPLIO

 Publicado: 01/02/2017

¡Serruchemos la rama en que estamos sentados!


Por Gabriel Astorga


La organización política que nació en Uruguay en 1971, que se denominó "Frente Amplio", despertó atención por peculiaridades inéditas.

Ese calificativo de "Amplio" expresa directamente la principal. No había precedente de una coalición, formada en torno de un programa común para la reivindicación de los intereses populares, que abarcara con tal amplitud a sectores de izquierda y de centro.[1] Liber Seregni dio una clave en su primer discurso como Presidente del FA recién creado: "El Frente Amplio no es una ocurrencia de dirigentes políticos. Es una necesidad popular y colectiva del Uruguay". Pero no todas las necesidades populares y colectivas cuajan en mecanismos viables y eficaces. En el mismo Uruguay hubo intentos anteriores que lo muestran. Se logró con el FA, que se materializó y creció, sobrevivió a la dictadura asesina que lo persiguió para aniquilarlo y siguió creciendo hasta ser mayoría en el país y llegar a su gobierno para hacer en él transformaciones enormes. Y eso pudo ocurrir porque el Frente Amplio se concibió, se gestó y se desarrolló con determinados criterios. El primero y fundamental de ellos: esa misma amplitud, y el indispensable respeto recíproco entre las fuerzas allí reunidas en nombre de los principios que compartían y por encima de sus diferencias. Hasta hoy lo proclama en su primer artículo el Estatuto del Frente: el FA está comprometido "al mantenimiento y defensa de la unidad y al respeto recíproco de la pluralidad ideológica".

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Todo esto, hoy, está en entredicho.

Sea porque no lo comprenden o porque no lo aceptan (seguramente ocurren las dos cosas), hay núcleos hoy, dentro del FA, que se empeñan en eliminar toda esa concepción. Lejos del "respeto recíproco de la pluralidad ideológica" buscan imponer su visión propia como ideología del Frente, y establecer sus propios objetivos estratégicos como obligatorios para su acción de gobierno. Y por minoritarios que sean esos núcleos entre la militancia del Frente, e insignificantes hasta lo irrisorio en la masa de sus partidarios y votantes (que son la mitad del país), lo están logrando.

Lo están logrando gracias a la deformación estructural que desde hace tiempo se acentúa en el Frente, impulsada por ellos mismos, que deja el poder de decisión en manos de una representación de las bases, irreal y magnificada, que divorcia al FA de la realidad y de la efectiva voluntad de los frenteamplistas.

El sexto Congreso del Frente Amplio, iniciado en noviembre de 2016, es un hecho sin precedentes en su historia. Es una abierta arremetida que apunta a destruir su carácter de coalición política.

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La convicción de que los cambios del mundo y del país hacían preciso actualizar las definiciones ideológicas del Frente llevó a que su Plenario Nacional encomendara a una comisión que reformulara los "principios y valores compartidos" de la coalición. En setiembre de 2016 esa comisión aprobó su proyecto por consenso, y el Plenario dispuso presentarlo al Congreso.

El texto así acordado se ajustaba al mandato previsto: actualizar las definiciones ideológicas del Frente respetando su carácter de coalición con pluralidad de visiones estratégicas. Aquello del "mantenimiento y defensa de la unidad y el respeto recíproco de la pluralidad ideológica", consagrado en el Estatuto y propio de la esencia del Frente, se preservó como correspondía. Los puntos 5 y 6 lo declaraban con nitidez:

  1. El presente documento procura recoger principios y valores compartidos por todos los frenteamplistas…

    1. En consecuencia: … No incluye definiciones, de principios y valores, no compartidas o no comunes a todas y todos. Como ha sido desde el nacimiento de nuestra fuerza política, los frenteamplistas, grupos o sectores que la integran han tenido, tienen y podrán tener y manifestar otras definiciones de carácter ideológico que les son propias, lo cual es expresión de la riqueza, de la unidad en la diversidad, sin exclusiones, de nuestro Frente Amplio…".
     

    Este criterio, aprobado por consenso con representación de los sectores y de las bases, fue barrido en el Congreso. Los puntos transcritos no fueron modificados, sino que se desecharon de un saque y desaparecieron sin dejar huella. El texto conciso y concreto de la Comisión se fue sustituyendo por una prosa inflada, detallista y reiterativa en que sus autores, en vez de decir lo esencial y definitorio, insertaron todo lo que pensaban sobre cada cosa. La parte aprobada por el Congreso en noviembre, que solamente abarca la introducción y el primero de cinco capítulos (lo demás quedó para cuando el Congreso se reanude), ya cubre diez páginas tupidas.

    Sobre "el respeto recíproco de la pluralidad ideológica" bastará un botón de muestra. Se dice lo siguiente sobre la educación pública:

    "… la fuerza política debe trabajar para la construcción de la autonomía y cogobierno para toda la educación pública, apuntando a la participación y poder de decisión real de los actores del proceso educativo a través de los diversos órdenes, en todos los niveles de la educación formal. Entendiendo estos espacios como un terreno en disputa y un primer espacio de socialización política donde estos actores aprenden a debatir, construir y hacerse cargo de las políticas educativas, especialmente importante para el orden estudiantil."

    O sea que para ser frenteamplista hay que estar de acuerdo con "el cogobierno para toda la educación pública, … en todos los niveles de la educación formal", lo que supone la participación del alumnado en la dirección de toda enseñanza pública. No está claro cómo se aplicaría esto a los alumnos escolares y preescolares. La posibilidad de que sean representados por sus padres parece descartada por la referencia final a la importancia para "el orden estudiantil", que no puede consistir en los padres. En todo caso, sin duda se entiende que los liceales deben cogobernar por sí mismos. A la vez se dice que ese ámbito (la dirección de la enseñanza) debe entenderse "como un terreno en disputa y un primer espacio de socialización política donde estos actores aprenden a debatir, construir y hacerse cargo de las políticas educativas".

    Sobre estas ideas, sobre sus virtudes o inconvenientes, lo menos que se puede decir es que caben distintas opiniones. Pero precisamente por eso es una aberración proclamar que esta visión extrema constituye principios y valores compartidos por los frenteamplistas, que condiciona su carácter de tales. Que no puede ser frenteamplista el que no comparte estas ideas. Que no puede ser frenteamplista, por lo tanto, la inmensa mayoría de los actuales frenteamplistas, ya se piense en votantes, en adherentes o en militantes, puesto que seguramente la gran mayoría de ellos (incluso de los militantes) piensa con razón que esto linda con el disparate o cae redondamente en él.

    * * *

    En 1971 la Democracia Cristiana uruguaya, o los sectores progresistas de los partidos tradicionales como los de Zelmar Michelini o Alba Roballo, participaron en la fundación del Frente Amplio junto con los partidos de izquierda. No solo aceptaron sino que quisieron que socialistas y comunistas integraran la coalición, con sus visiones ideológicas y estratégicas que ellos no compartían. Por su lado, comunistas y socialistas ingresaron en la coalición realizando con ello un objetivo largamente perseguido. Todos ellos quisieron confluir apoyándose en principios comunes y respetando sus diferencias, con el mismo criterio de "mantenimiento y defensa de la unidad y respeto recíproco de la pluralidad ideológica".

    Los frenteamplistas no se han apartado de este criterio. Si fueran llamados a pronunciarse votando sobre su vigencia, como votaron hace poco cuando eligieron Presidente del Frente Amplio, no cabe duda de lo que harían en mayoría aplastante. No se replique a esto que las bases están representadas en el Congreso. En los vicios de esa representación radica justamente el problema.

    En marzo o abril se reanudará el Congreso. Sabremos después si tenemos Frente Amplio.

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