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LOS GRANDES MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y LA LIBERTAD DE INFORMACIÓN

 Publicado: 07/12/2009

Buenos muchachos


Por Pedro Cribari


Entre muchos otros que podrían describirse, seleccionamos dos episodios recientes sobre la manera que tienen los grandes medios de comunicación de concebir la "libertad de información".

I

Una declaración de comunicadores del medio gráfico de mayor alcance (diario "El País") que hizo suya y pública el gremio de los periodistas (APU) devela que hubo presiones de la dirección de la empresa. En hecho se dio en el marco del reciente proceso electoral. En verdad no solo hubo presión indebida sino que se manipuló información y se cambiaron los contenidos de los artículos al grado que periodistas se negaron a poner su firma.

¿Es un fenómeno nuevo y sorprendente en los medios de comunicación, en especial en aquellos de mayor penetración e impacto en la opinión pública? Es obvio que no, pero es tan reprobable el insuceso en sí como la complicidad de los otros grandes medios que silenciaron ese ataque a la libre expresión y al derecho a la información de la sociedad.

¡QUÉ NENES! La denuncia del caso coincidió con la realización en Buenos Aires de un congreso de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) que ignoró la situación, que implica a uno de sus miembros. Este encuentro de los dueños de los principales diarios de América (no de los periodistas) confirma el doble discurso que ha caracterizado a esta organización oligopólica.

La SIP cobija a la elite empresarial que le dio sustento ideológico y legitimidad a las más sanguinarias dictaduras de la segunda mitad del siglo pasado en América Latina, al grado que hubo figuras de esta entidad que ejercieron cargos de confianza en esos regímenes liberticidas en áreas en que se atacó directamente a la prensa democrática.(1)

¿Qué hicieron los propietarios de "El Mercurio" de Chile, de "Clarín" de Argentina o de "nuestro" "El País" (por citar tres ejemplos próximos) para denunciar los abusos y violaciones a la libertad de prensa y a todas las libertades públicas "desaparecidas" por las dictaduras de civiles y militares en sus respectivos países?

Si son tan "defensores de la libertad de prensa", ¿por qué no contribuyeron entonces y no contribuyen ahora a esclarecer la situación de las decenas de periodistas detenidos-desaparecidos en los '70, de los asesinados, de los encarcelados?

No solo en todo este tiempo no hubo una palabra de autocrítica o perdón, sino que buscan ahora erigirse en los paladines de la libertad.

EN NOMBRE DE LA LIBERTAD. En este escenario, de por sí preocupante, resulta no menos penosa la reiterada condena genérica a los medios por parte de los actores políticos de la izquierda, metiendo en una misma bolsa a dueños y empleados. No se puede menos que concluir que es una actitud de tontos cuando no de malintencionados quienes no logran "o no quieren" distinguir entre los dueños de "El País" y el plantel de profesionales que hace posible la edición del periódico.

Detrás de lo que el televidente ve y escucha, de lo que el lector pasa revista en los distintos medios, hay motivaciones muy diversas entre la empresa periodística y el periodista. De hecho, en los grandes medios, rige una estructura poco o nada democrática en su funcionamiento, en la que unos, en goce de la libertad de prensa, mandan a discreción y a otros les toca cumplir con las directrices de los propietarios y sus más directos operadores.

Claro que el mundo de la comunicación es más complejo y coexisten realidades muy diversas, desde esas megafábricas de noticias hasta nuevas iniciativas que reposan en un periodismo más independiente, crítico y de respeto al receptor. Basta con seguir de cerca la realidad de "La Diaria" en gráfica, "No toquen nada" o "13 a 0" en radio, "La noticia y su contexto" en televisión, para mantener viva la convicción de que es posible hacer un periodismo digno. Y no son, por suerte, los únicos casos de medios, espacios o programas. También hay ejemplos individuales a destacar en esos grandes medios que, es bueno saberlo, concentran de un modo creciente y sostenido un porcentaje abrumador del flujo noticioso (2).

Es decir, cuando la SIP reclama libertad de prensa, está reclamando, aunque no lo expresa, libertad de empresa, no ejercicio libre del periodismo.

Pero la realidad nos muestra con crudeza que muchos políticos no aprecian esta realidad y en general juzgan las conductas mediáticas de acuerdo a si las mismas les son favorables o perjudiciales. Es decir, también ellos son parte del problema.

II

El otro ejemplo de los últimos días se relaciona no con el oligopolio sino con un monopolio. Es el de la televisación del fútbol que además invade con protagonismo avasallador, por momentos prepotente, el centro de decisión de la entidad que "dirige el fútbol", colocando a los dirigentes de los clubes en una posición incómoda y meramente decorativa.

"LA PASIÓN" DE LA DESINFORMACIÓN. Tenfield, cuyas cabezas más visibles son Francisco Casal, Enzo Francescoli y Nelson Gutiérrez, controla todo lo que se mueve en el fútbol. Tanto es así que en la noche del 18 de noviembre, cuando Uruguay fue vidriera internacional por jugarse en el Estadio Centenario el último partido definitorio para el Mundial de Sudáfrica, decidió que los televidentes no debían ver los tristes episodios de violencia ocurridos en el banco de suplentes de Costa Rica.

La acción fue en tal medida premeditada que la imagen quedó petrificada apuntando la cámara hacia el centro de la cancha y no mostrando cómo "los periodistas" de la empresa monopólica provocaban un escándalo peleándose a golpes de puño con los azorados jugadores caribeños.

Tampoco en esta ocasión, al igual que en el "caso de la persecución de 'El País'", los grandes medios difundieron este desmán de la empresa que tiene los derechos de televisación en exclusiva. Claro, como no existe el crimen perfecto había otras cámaras y las imágenes "para vergüenza de todos los uruguayos" dieron vuelta por el mundo presentándonos como una "república bananera".

Más allá de si recaerá o no sobre Uruguay una sanción por estos hechos -que bien se la merece-, lo cierto es que sucedió, y no fue la primera vez: también ocurrió en Caracas cuando la selección nacional jugó contra Venezuela, o en un anterior repechaje cuando se organizó una "recepción" de sesgo patoteril a la delegación australiana en el aeropuerto de Carrasco.

¿Acaso alguien puede creer que Tenfield se autoadjudicó el monopolio de la televisación del fútbol, del básquetbol o del carnaval? No, por el contrario, hay que analizar la responsabilidad de las contrapartes: dirigentes de fútbol, de básquetbol, de carnaval y de la propia Intendencia Municipal de Montevideo que cedió muy suelta de cuerpo y en representación de todos los montevideanos los derechos exclusivos al monopolio para los eventos oficiales de los festejos carnavaleros.

Toda una fotografía de la realidad. Aunque sobre curiosas fotografías e impensables alineamientos hay mucho paño para cortar.

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