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VADENUEVO DE COLECCIÓN: De nuestro N° 9 (junio de 2009) LA BÚSQUEDA DEL CAMINO PROPIO
Los referentes
Por Rodolfo Demarco
En un mundo desconcertante e imprevisible, los dirigentes políticos sienten la necesidad de ejemplificar acerca de sus metas apelando a países referentes. Todos recordamos el "amor" de Jorge Batlle hacia Irlanda. Amor no correspondido, podría decirse, porque el "tigre celta" está teniendo uno de los peores desempeños en la crisis internacional. Dicho sea de paso, Irlanda apostó a la inversión extranjera pero no promovió la innovación; estimuló el consumo interno pero en base a un irresponsable comportamiento del sistema financiero; puso al consumo como motor de la economía pero la inversión social fue muy baja. En fin, Irlanda paga muchas de las cosas que el actual gobierno uruguayo ha evitado y que explican que los impactos de la crisis mundial lleguen a nuestras costas bastante amortiguados, incluso comparando con países de esta región.
MANOTAZOS DESDE LA IZQUIERDA. Pero también la izquierda parece tener necesidad de referentes. A veces son los mismos de la derecha. Esto podría explicarse por el desconcierto que generó la caída de viejos paradigmas. Hay que reconocer -aunque a algunos les cueste- que la actual crisis del capitalismo no es el final del modo de producción y de cambio que caracteriza a ese sistema, entre otras razones porque no existe una alternativa sistémica a nivel universal. Entonces se invoca a Nueva Zelanda, a algunos "tigres asiáticos", a Suecia, a Finlandia. Y a Irlanda también. Todos países capitalistas.
¿Acaso no es legítimo y conveniente apelar a ejemplos foráneos, por más capitalistas que sean? Sí, cuando las experiencias de otros países resultan positivas para el desarrollo económico y social de la población y se dan en determinadas condiciones, claro que está bien tenerlas en cuenta. No para copiar, sino para, a partir de nuestra propia experiencia, iniciativa y creatividad, generar aquí nuevas posibilidades para avanzar.
LA NOSTALGIA Y LOS PARAGUAS. Pero la búsqueda de experiencias de gobierno para construir una sociedad mejor, que indiscutiblemente debe tomar en cuenta las condiciones del mundo contemporáneo y la experiencia nacional e internacional acumulada, no puede ya, como se creyó en el pasado, autoidentificarse con una plataforma ideológico-política universal, común a un bloque de países o a una internacional de partidos. "Despegarse" plenamente de las experiencias de organización de la economía y la sociedad que se gestaron a partir de la revolución rusa -y de la revolución cubana en el caso de Latinoamérica- ha sido difícil para muchos. Ya no hay modelos o plataformas bajo las cuales cobijarse para avanzar "unidos" hacia la utopía. Pero la cultura internacionalista del siglo XX no se da por vencida: en América Latina a veces parecería que pretende revivir en el progresismo.
Una parte importante de la izquierda de nuestro sufrido continente añora aquel paraguas de las certidumbres y se empeña en meter debajo de él a la "familia". Una familia desavenida, si las hay, donde a la Argentina de los Kirchner, bastante enemistada con el gobierno de Tabaré Vázquez (y no sólo por el episodio de Botnia), se le reconoce un lugar, no faltaba más, pero donde, bajo ningún concepto, se le daría cabida al gobierno de Perú, por ejemplo. Parecería que siempre es conveniente que haya buenos y malos, progresistas y neoliberales. Ideologizar todo, en el mal sentido, es un hábito difícil de superar. ¿Cómo, si no, podrá sobrevivir la izquierda en un mundo con estas grandes complicaciones en la geografía de las contradicciones, que habían sido siempre tan nítidas, tan visibles e indiscutidas, tan ajenas a los matices y las explicaciones multicausales?
REFERENCIAS CERCANAS Y LEJANAS. Es cierto que Perú tiene en algunas áreas mejores números que varios gobiernos progresistas. Y, en otro sentido, es cierto también que Nueva Zelanda y algunos referentes tomados desde la izquierda han hecho cosas que nadie se anima a catalogar de izquierda. Pero países como ese, o los escandinavos, o los asiáticos, quedan "lejos", no han sido seguidos de cerca por la lupa de la ortodoxia, y no hay que andar explicando demasiado. En cambio está esa incomodidad llamada Cuba, a quien la estupidez imperialista ha brindado el bloqueo -que es real y criminal- para excusar los fracasos caribeños del socialismo real. Es difícil el tema Cuba: sus tenaces detractores desde la derecha suelen ser tan infames que nadie quiere quedar "pegado" a ellos. Está planteada una situación que le viene haciendo mucho daño a la izquierda; por ejemplo a una izquierda como la uruguaya, que se jugó el pellejo por la democracia y la plena vigencia de los derechos humanos. Es terrible que la izquierda no pueda ser consecuente hasta el fin con esos valores cada vez que, de buena o mala fe, alguien la interroga sobre las libertades que no existen en Cuba, sobre la burocracia que le ata los brazos a ese país, sobre la incapacidad que tiene, cada vez más, para impedir que la inequidad y el delito sean también problemas para el pueblo de Martí.
En fin, las referencias son necesarias y valiosas, pero también constituyen un problema para la izquierda, lo sean de manera explícita o vergonzante. De ahí es que debe haber tomado fuerza la moda del "pragmatismo". Antes era una afrenta, sinónimo de falta de principios. Ahora es una salida. Y, bien mirada, puede ser una salida legítima. Una postura válida. ¿Por qué hay que tener un modelo exterior en una época que no nos tienta con ninguno? Habría que tomar lo que se estima valioso de otras experiencias, sin atarse a paradigmas que hasta el momento no son tales, y sin forzar alianzas ideológicas inconsistentes.
LAS PERSONALIDADES REFERENTES. Algo parecido pasa con los líderes, es decir, con las personalidades referentes. Fidel, ya vimos, es "problemático". El Che -que habría que releer, como a Rosa Luxemburgo y a otros "herejes" de la izquierda del siglo pasado- nos permite, no él sino su dramática circunstancia, tomarlo como una referencia "cómoda", capaz de ser estampada en cualquier camiseta. Mandela es un gigante, un hombre admirable, pero... ¿podrá Sudáfrica ser digna de su legado?
En Uruguay la izquierda tiene a Seregni. Seregni, que tenía compañeros y amigos por todo el mundo, nunca quedó "pegado" a referencias de las cuales tuviera que arrepentirse. Supo ser solidario como ciudadano del mundo sin pagar tributo por errores y malos ejemplos ajenos. Mérito de él, y también de la organización política que supo conducir.
DESAFÍOS DE ESTA ÉPOCA. Debe guiarnos el interés nacional. Pero ahí surge otro lío. El nacionalismo es un sentimiento noble mientras no se transforme en patrioterismo, en estrechez o exclusivismo nacional, en aislamiento, en pérdida del sentimiento de hermandad entre los países -en especial aquellos unidos por la geografía, la historia y valores culturales-, en rebajamiento de la solidaridad entre las naciones y los pueblos. Ni copiando ni aislándose será que países como el nuestro encuentren su senda.
¿Será posible avanzar por el camino de la justicia y la libertad? En el mundo tal cual es hoy solamente algunas cosas serán posibles. Inevitablemente quedarán en el debe cuestiones sustanciales si no hacemos nacer un nuevo orden mundial en el cual sea factible empezar a revertir de manera sostenida las injusticias y los daños que día a día padecen millones de personas. El lucro inherente al capitalismo es enemigo de la justicia social. La necesidad de superar ese lastre da lugar a movimientos y luchas que, inevitablemente, transcurren dentro del capitalismo. De esta contradicción de tener que luchar contra el lucro desde/en el sistema que lo genera, se irán abriendo paso nuevas repuestas, nuevos caminos, inéditas posibilidades de avanzar.
Tal vez el lucro esté en la naturaleza humana o sea una consecuencia inevitable en las sociedades de clase en las que ha surgido y fue alimentado permanentemente. ¿Es posible ir más allá de las formas de sociedad existentes? Está en la esencia de la izquierda responder afirmativamente a esta interrogante. Cambiar radicalmente la sociedad, o aquellas facetas de la sociedad que impiden el pleno desarrollo humano no puede ser un objetivo inalcanzable. En todo caso únicamente será posible avanzar hacia él logrando en ese complejo trayecto éxitos reales apelando a la inteligencia, a la capacidad crítica y a la creatividad. Además, para no fracasar, a la modestia que haga asumir las dificultades y desplegar los esfuerzos. Se terminaron las recetas y las seguridades. Hay que buscar, crear, experimentar y saber rectificar toda vez que sea necesario. Esto, visto desde cierta perspectiva un tanto estrecha, podría ser considerado pragmatismo en el mal sentido del término. Pero, paradójicamente, representa un valor que nada tiene que ver con el oportunismo y la falta de principios: valentía intelectual. La izquierda necesitará siempre una buena dosis.