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VADENUEVO DE COLECCIÓN: Del N° 17 (febrero de 2010). 39 AÑOS DEL FA: LA LARGA MARCHA HACIA EL GOBIERNO
¿Qué aprendimos?
Por Gonzalo Pereira
Los frentistas que festejamos el triunfo en la noche del 29 de noviembre escuchamos decir al presidente electo, José Mujica: "el poder se encuentra en el corazón de las grandes masas. Me costó una vida, tal vez, aprenderlo".
En efecto, la vida enseña pero para aprender hay que tener la voluntad de hacerlo. El desafío es para todos. La historia del acceso del FA al gobierno nacional recorre casi cuatro décadas desde la fundación, que tuvo lugar hace 39 años, el 5 de febrero de 1971 (y podríamos sumarle alguna década más si atendemos a la creación de las condiciones previas y necesarias). En tan largo y complejo periodo, ¡si habrá elementos de la vida real para aprender! Nos referiremos a lo que acaso sea la principal enseñanza de casi medio siglo: la necesidad de construir permanentemente la unidad de la izquierda y del pueblo.
LA UNIDAD. Algunos han caracterizado como "acumulación de fuerzas" al proceso que sumó partidos de izquierda y progresistas, personalidades de diverso origen político y ciudadanos y sectores provenientes de los partidos tradicionales en torno a un programa de transformaciones dirigido a superar el estancamiento económico y social de la década del cincuenta. Hay al menos dos formas de interpretarlo: una de ellas tiende a creer que es continuo y ascendente, casi automático o inercial: criticamos a los gobiernos de los partidos tradicionales y aumentaron nuestros votos; ya en el gobierno aplicamos las medidas que se conocen, mejoró el Uruguay y volvimos a crecer; el próximo gobierno perfeccionará las acciones, lo que nos llevará a ser una mayoría aun mayor. Quienes creían que así debían transcurrir los hechos se pegaron un buen susto en oportunidad de las elecciones internas de junio del año pasado.
Otra visión, que es la que ha construido efectivamente la unidad, sostiene que la acumulación de fuerzas es un proceso pleno de nuevos desafíos en las diferentes etapas. Desafíos que pueden ser tan complejos que si se resuelven mal llevan a una desacumulación, a un retroceso, al debilitamiento del FA y a perder, en definitiva, el gobierno. No sería la primera vez que le sucediera a una fuerza progresista y de izquierda en el concierto mundial.
Así sucedió en las décadas mencionadas y así lo evidenció la reciente campaña de las elecciones internas. Luego de ellas, cuando la unidad se fortaleció, mejoró el ánimo de los frentistas y la voluntad de militar, participar y ganar. Así se lo reconoce (entre tantos) en expresiones públicas de las bases frenteamplistas: ..."la población ha dado apoyo por segunda vez al Frente Amplio para mejorar lo que se viene haciendo y para emprender nuevos objetivos.
No ha sido sencillo y sufrimos momentos con errores propios (y horrores) y actitudes que casi hipotecan nuestro triunfo. No vale la pena recordarlos porque todos los tenemos bien presentes. Los tiempos previos a la elección interna tuvieron algunas formas y resultados que fueron un bajón. Por eso tuvimos menos votos en la elección interna que el Partido Nacional.
Pero de los errores hay que aprender: ha quedado claro que los frentistas no queremos divisiones ni actitudes de corto vuelo. El paso correcto fue la definición de la fórmula Pepe/Danilo, y sobre todo, la forma en que ambos encararon la campaña electoral. ¡Nos volvió el alma al cuerpo! Redoblamos la esperanza, la alegría, la militancia y la convicción que podíamos volver a ganar las elecciones nacionales? (Mensaje de fin de año aprobado por unanimidad del Comité 26 de Julio de la Coordinadora M, disponible en www.comite26dejulio.blogspot.com).
Hemos aprendido y seguimos aprendiendo: ante las diversas posiciones políticas existentes dentro del Frente Amplio cabe la actitud de exacerbarlas y focalizar el eje en la diferencia. O trabajar por la unidad, partiendo de la experiencia que indica que nos necesitamos todos (y aun a más uruguayos que los hoy votantes frentistas) para encarar los problemas a que se enfrenta un gobierno, los problemas que surgen de la realidad y no de un esquema imaginado. No existe ninguna garantía sobre la permanencia de la unidad, de manera que no hay que dejar pasar las posibilidades de mantenerla y fortalecerla. Cuando la unidad se debilita, se debilitan el FA y su potencial. Seguimos aprendiendo que las diferencias se administran, no se aplastan. La aplicación de la correlación de fuerzas y la hegemonía llevan a la muerte del Frente Amplio. Estrechez o amplitud, tal es el dilema principal.
MIRAR BIEN A CHILE. La derrota de la Concertación en Chile replantea el dilema estrechez o amplitud. Es razonable que ante un mismo hecho existan diversas interpretaciones pero allí es donde la experiencia uruguaya puede ayudar.
El brasileño Emir Sader analizó la situación preelectoral chilena y roza el punto que nos ocupa: "…la sucesión (de Bachelet) se presentaba difícil, dado que la Concertación nunca consiguió imponer a la derecha una gran derrota uno de sus mayores fracasos políticos (sic)". "Con Piñera como favorito, la Concertación pensó que tenía que apelar a un candidato con una imagen más moderada que la de un socialista y convocó al expresidente Eduardo Frei Ruiz Tagle como candidato. Como resultado de ese paso audaz y timorato, salieron del Partido Socialista otras tres candidaturas, revelando el descontento con la posición de la dirección del partido. Entre ellas, la de un exministro de Allende, Jorge Arrate, apoyado por el Partido Comunista, y Marco Enríquez Ominami” (28 de diciembre de 2009, "La República").
Es posible que la Concertación se haya equivocado al elegir el candidato (no siempre se dispone de un dirigente como Salvador Allende) pero el problema central que no percibe Sader es que la Concertación no creó a tiempo las condiciones para evitar la disgregación de las fuerzas progresistas y aun ampliar la unidad política. Por ejemplo, el Partido Comunista chileno puede autosegregarse de la Concertación pero ésta hizo poco para atraerlo y tenerlo en el Parlamento. Si el PC chileno, una fuerza política de larga trayectoria y con influencia en el movimiento obrero, no solamente está fuera de la Concertación sino que además la critica de forma sistemática, difícilmente en las vísperas del balotaje puede acumular a sus votantes, como intentó a último momento. Algo similar parece haber sucedido con Ominami pues luego de la derrota sus declaraciones refirieron al futuro de la oposición a Piñera sin la menor mención al papel que cumplió en el desflecamiento de las posiciones progresistas: ¿podía convocar exitosamente a sus votantes a apoyar a la Concertación sin referir al tema estratégico de la unidad? No: los votos del candidato del PC chileno y los votos de Ominami no se acumularon al candidato de la Concertación. Es que la unidad es un proceso y solamente se logra con la construcción sistemática. Si hubiera sido un error la elección del candidato de la Concertación, mucho mayor es su error al no colocar a la unidad política como una clave de la victoria. Es posible que los uruguayos tengamos más vivencias en este tema que Emir Sader y los brasileños.
Sin embargo, parecería que también compatriotas frentistas pueden hacer apreciaciones de la elección chilena sin tomar bien en cuenta la experiencia local. Por ejemplo, Julio Louis sostuvo antes del balotaje: “¿Y qué no decir de la probable victoria de Piñera en Chile? Chile era o ¿sigue siendo? el modelo a imitar de Vázquez, de Astori y de otros frenteamplistas. Pero la experiencia de la Concertación indica el papel de la socialdemocracia, de la democracia cristiana y del liberalismo: hacer leves reformas que alivien la miseria para algunos, sin tocar las estructuras, hasta que el bloque dominante recobra, ante la indiferencia de las masas populares, la conducción del gobierno como parte de su poder general.” Y agregó: "De Chile debe concluirse que los movimientos populares que desafían al poder del imperialismo y sus socios, aunque sea en mínima parte, están obligados a avanzar siempre interpretando las aspiraciones de sus pueblos, contra las reglas de juego del sistema". Complementaba su razonamiento afirmando que "la miopía política de quienes no se atrevieron a arriesgar la quiebra de esa Concertación admitiendo el retorno de Frei, la hunde ahora, y con ella puede hundir a Chile" ("La República", 2 de enero de 2010).
¿El retroceso político en Chile puede atribuirse, como se hace en el comentario anteriormente transcripto, a que no se partió la Concertación para expulsar a la Democracia Cristiana, haciéndose más radical? Si atendemos a la experiencia de Uruguay pensaríamos exactamente al revés: los problemas de las fuerzas populares de Chile se deben a que la Concertación no logró incluir a Marco Enríquez Ominami ni al Partido Comunista. El retroceso político chileno se explica no por exagerada amplitud sino por insuficiente unidad.
Seguramente los principales partidos democráticos y progresistas de Chile tienen bien presente que Pinochet derrotó por la fuerza a Salvador Allende aprovechando la derrota política previa que le inflingió la ultraizquierda. Nosotros debemos recordarlo.