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VADENUEVO DE COLECCIÓN: DEL NÚM. 44 (MAYO DE 2012). CASO GELMAN: EL ESTADO ASUMIÓ SU RESPONSABILIDAD, PERO…

 Publicado: 03/05/2023

Van ganando


Por Juan Pedro Ciganda


I. El setenta y cinco por ciento

La realización de una formal expresión del Estado uruguayo relativa al cumplimiento de compromisos de este con una organización con la que el Uruguay tiene deberes y derechos -por ser parte de la misma-, se transformó en un suceso por demás trascendente en el país y con ecos internacionales visibles. Creo que los connacionales podemos sentirnos orgullosos de dicho evento y del mensaje que leyera el presidente José Mujica.

No obstante, quiero hacer una reflexión sobre algunos elementos del contexto nacional verificado en derredor del suceso. Las expresiones de figuras de relieve en la política nacional, que -incluso- el pueblo ha llevado a la Presidencia de la República en algunos casos, no me generaron otro sentimiento que el de la “vergüenza ajena”.

A veces llamarse a silencio por un breve lapso es sano, incluso para aparentar que uno es un ser humano que tiene un mínimo de sensibilidad. No más que eso. Y eso puede ser mucho. No es el punto que me ocupa hoy. Cada hombre tiene su historia, su contexto, sus convicciones. Allá él con los tres elementos. Me preocupó una encuesta.

No me voy a poner en la tonta postura de que las encuestas son demonizables cuando lo que me explican no me gusta y pueden ser serios puntos de referencia cuando expresan un respaldo a una idea, punto de vista, estado de ánimo, que me cae bien. La doy por buena.

El 75% de los encuestados estima que “los tupamaros tendrían que hacer su propio pedido de perdón a la sociedad”. No me tocó en suerte ser encuestado, pero si lo hubiera sido habría contestado que ni sí ni no, sino todo lo contrario, como un mexicano dejó como aporte invalorable al patrimonio histórico y la cultura universal. Desconozco a qué casilla habría ido la respuesta. Supongo que a la de gente con humor negro o “encuestados desequilibrados”. Tampoco es relevante.

II. Los combatientes

El problema es lo que se podría llamar una parte del “sentido común” de mis compatriotas. Eso sí me preocupa. ¿Qué cosas lleva implícitas eso que yo llamo sentido común? Pues, aparentemente, el sano deseo de conjugar la justicia y la igualdad entre dos entidades: el Estado uruguayo y el Movimiento de Liberación Nacional (MLN).

Si esa afirmación general la aplicara vinculada directamente con los sucesos que fueron centro de atención de una organización internacional y sobre los que el Estado uruguayo hiciera una determinada declaración, tendría que sacar una conclusión que parece cristalina. A partir de una o dos premisas, la resultancia es casi obvia. La familia Gelman fue agredida de la peor forma como resultado de un enfrentamiento entre el Estado -dictatorial- de la República Oriental del Uruguay y su contendiente, el MLN.

Si el Estado tiene la grandeza o cumple, sencillamente, con una obligación llevando a cabo un pedido de perdón, ¿cómo es posible que la contraparte de la guerra no haga lo propio? Es una realidad de falta de simetría, injusta, renga. Una mala cosa.

Mas entonces, en suma, un 75% de los uruguayos piensa, o sigue haciéndolo, que el terrorismo de Estado vivido en estos lares fue culpa de la dictadura… y de los tupamaros. Fue la consecuencia natural de un horror gestado por un proceso bélico. En el que siempre inocentes salen mal parados. En otros términos, si un combatiente pide perdón, el otro también debe hacerlo y la paz puede instalarse en forma pacífica…  Acaso junto con el olvido.

Un representante de las entidades de militares retirados lo explicó mejor unos días antes del evento institucional referido, al ser consultado por un medio de prensa. Se le estaban haciendo preguntas en derredor a los juicios que dichas entidades han iniciado o están por hacerlo, como forma de enfrentar la situación que entienden por demás insoportable de que haya tanta “hemiplejia” (término que ha entrado fuertemente en el vocabulario político uruguayo). El hombre, por demás, explicó su deseo de que las cosas no fueran así. Que preferiría que todo esto ya hubiera terminado y que no estuviéramos hoy discutiendo -los uruguayos- hechos de hace tres o cuatro décadas.

Por causas que no vienen a cuento ahora, las referidas instituciones de retirados militares no creo que cuenten con una particular simpatía dentro de la opinión pública. Mas eso tampoco es el asunto. No obstante quiero subrayar que el entrevistado fue más claro aún al contestarle al periodista otra pregunta. La misma tenía que ver con que había quienes no cuestionaban, acaso, las actitudes de los militares durante su acción de enfrentamiento al MLN, que cronológicamente había terminado en los últimos meses del año 1972, sino que había un sentimiento que surgía con relación a los sucesos vividos en el Uruguay en los once años de dictadura que se extendieron desde 1973 hasta 1984-85.

El hombre, enfáticamente, aclaró que eso era otra cosa y que él no estaba para nada de acuerdo con la dictadura, que eso no era el tema que estaba en juego. La dictadura había sido otra cosa. Agregó, lateralmente, que eso es parte de una confusión que se ha creado en la población hablando de disparates como el “terrorismo de Estado” y cosas parecidas que no tienen nada que ver con el Uruguay.

Para quienes no tienen una marcada simpatía por las citadas instituciones que nuclean a retirados militares, la declaración puede haber sido pasada desdeñosamente por alto. Creo que el problema es que ahí está el detalle, citando a otro notable mexicano.

III. Libros incómodos

El detalle es que el 75% tal vez piensa parecido, consciente o inconscientemente, al hombre que se quejaba de la hemiplejia.

Eso es lo preocupante. Me hace acordar a la abundante literatura que se ha gestado sobre las causas de la dictadura en el Uruguay y la profusa producción bibliográfica de cientistas sociales sobre las formas de la transición, las etapas del régimen, la comparación con otras experiencias latinoamericanas. A la “salida a la uruguaya”.

Nada de todo ese trabajo es carente de valor. Al contrario, seguramente ha supuesto un aporte riquísimo de las ciencias sociales al conocimiento. Sin embargo, es apreciable lo mucho que se ha hablado y escrito sobre el prefacio de la dictadura y el capítulo final o etapas últimas de la misma.

Mas parecería que nos sigue faltando hablar un poco más, entender, reflexionar sobre la dictadura.

Yo no sé si, dado que son grandes, físicamente pesados, caros, no funcionales para decorar la biblioteca o el living, han sido poco leídos los tres tomos sobre Investigación histórica sobre la dictadura y el terrorismo de Estado en el Uruguay, publicados por la Universidad de la República a fines de 2008. De todos modos, tres años y algo de tiempo parece un lapso razonable para haberle echado una ojeada… aunque sea al índice.

Documentado lo que pasó, lo que supuso el terrorismo de Estado en Uruguay, con una riqueza invalorable de datos para el estudioso, para el público en general, para políticos, pensadores, no pensadores, intermedios, amas de casa, adolescentes o jóvenes de hasta 100 años, reconozco que me cuesta concebir cómo el problema sigue siendo el asunto de los “dos contendientes”, de los “dos responsables”, de las “dos partes”. Que serían esos dos grandes responsables los que tendrían que hacer algo. Tal vez pedir perdón, excusas, pasar una nota de pésame a la sociedad, hacer una plana escribiendo mil veces “no lo voy a hacer más”.

IV. Pasan la cuenta

Me reconozco preocupado y hasta apenado. Por ahora la batalla de las ideas la siguen ganando los mismos. No es problema de “culpas” de los 75 uruguayos en 100 que ven la cosa así. En todo caso, simplemente asumo estar en minoría, que no es nada raro.

Creo, eso sí, que hay responsabilidades desatendidas. No me refiero a los creadores de la hemiplejia como categoría científica aplicada a la mirada histórica. Ellos hicieron y dijeron lo que pensaron. Habrán perdido elecciones pero siguen ganando la batalla de las ideas. Siguen ganando, lo subrayo. Sigue triunfando la “peculiaridad uruguaya”.

La documentación apabullante ha demostrado la existencia de un plan de exterminio a nivel latinoamericano. Mas los orientales seguimos, en forma aplastantemente mayoritaria, concibiendo que el asunto fue uruguayo y celeste, criollito, propio, como el dulce de leche y el gol de la valija. Y que fue, ¿para qué hacerla larga?, la pelea entre “los tupas y los milicos”.

Eso sí, la responsabilidad de que esa idea perdure y sea la que, en el fondo, tienen en su cabeza o corazón 3 de cada 4 uruguayos, no es de los encuestadores. La academia, los dirigentes políticos, los mejores talentos allí donde estén, son particularmente actores responsables por acción y por omisión de no sembrar en la colectividad la semilla de la reflexión, la mirada crítica, de no ayudar a que alguien diga “ah, honestamente, no lo había visto así”.

A menudo se dice que la historia juzga. Yo no sé dónde tiene instalado el juzgado y no sé si realmente procesa a alguien o no. Estoy sí absolutamente convencido que los olvidos, las confusiones y las amnesias -en última instancia y en algún momento- pasan la cuenta.

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