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APUNTANDO A LA CAMPAÑA ELECTORAL

 Publicado: 06/03/2019

La marca “Frente Amplio”


Por Rodolfo Demarco


La chance electoral del Frente Amplio (FA) dependerá de su capacidad para captar a los llamados “descontentos”, fundamentalmente sus exvotantes de 2014 que no expresan intención de volver a acompañarlo y que en su mayoría no han sido convencidos por la oposición.

Ese descontento puede llevar a plantear una campaña que reafirme la marca “Frente Amplio”, con toda su simbología, el sentido de pertenencia, la historia, el seregnismo, los logros de sus gobiernos, o, por el contrario, al considerar que el descontento con la gestión del actual gobierno ha golpeado el prestigio del FA, bajarle el perfil a esa marca y acentuar los aspectos autocríticos. Entre estas dos hipotéticas posturas hay una amplia gama de matices.

Óscar Bottinelli, director de Factum, considera que en el FA se está “arrumbando el rojo, azul y blanco, basado en la teoría de que es una marca desprestigiada”. Sostiene que “eso se pudo ver en el acto del aniversario del FA (del 5 de febrero en el parque Rodó), donde había rojo, azul, amarillo, blanco; había una dilución de la identidad frenteamplista. También se puede ver en la cartelería que hay en Montevideo, porque hay que tener muy buena vista para identificar en esos grandes carteles que abajo a la derecha, en tamaño chiquito, está la bandera del FA. Esto no es meramente un tema de publicidad, sino que cuando se agrede la simbología de un partido, se dan señales de que no se quiere preservar la pertenencia”[1].

Sin duda se trata de un comentario muy drástico, más que acerca de la agencia que tiene a su cargo la publicidad del Frente, sobre la dirigencia política. Y extiende la crítica a los precandidatos, en los que no vio, al menos en el referido acto, “una real identificación con el FA”.

Estas opiniones son muy polémicas. Muchos participantes en el acto aniversario destacaron la identificación frenteamplista expresada por los oradores al envolverse sobre el estrado con la bandera de Otorgués y, también, en las frecuentes invocaciones a Seregni (aunque no hubo citas ni referencias político-ideológicas al líder histórico).

Centrándose ya no tanto en la campaña hacia las elecciones “internas” o primarias de junio sino en las nacionales de octubre y el balotaje de noviembre, el politólogo Daniel Chasquetti advierte sobre otro “peligro”: si el candidato que gane la interna “justifica todo lo que hizo el FA, probablemente el partido de gobierno pierda apoyo”[2].

Claro está que se trata de dos escenarios diferentes, y los comentarios de los politólogos están referidos a dos campañas distintas: por un lado las primarias, donde hay que captar antes que nada el voto dentro de la fuerza política, y por otro los comicios de octubre y, en especial, el balotaje, donde se busca ganar adhesiones mucho más allá de las fronteras partidarias y de los sentidos de pertenencia. No obstante, al margen de cuáles sean las prioridades en cada instancia, se trasuntan matices o énfasis diferentes -que se manifiestan entre sectores y dirigentes- sobre qué sesgo de campaña conviene más.

El propio Bottinelli ha señalado muchas veces que históricamente el grueso de los votos los ha llevado el FA por encima del candidato de turno y del peso -siempre cambiante elección tras elección- de los sectores. No es posible negar la incidencia fundamental de una organización política fuertemente “tradicionalizada” y arraigada en la sociedad, pero hay quienes -tanto entre analistas como dirigentes- parecen más enfocados en lo que tal o cual candidato pueda aportar en una elección que será muy reñida y en la habilidad con que se señalen errores y debes del gobierno frenteamplista.

No se trata de un debate explícito en la campaña, pero subyace en los tonos y talantes de los diferentes actores. Sin desconocer tampoco que el tipo de público, el auditorio circunstancial y la dinámica de la vida política en los próximos meses, que será cambiante e impredecible, incidirán en la acentuación de unos u otros aspectos. En relación al tema que se viene planteando, algunos estarán más enfocados en la épica frenteamplista  y en los logros, y otros pondrán mayor énfasis relativo en la autocrítica y la rectificación. Son aspectos complementarios, pero también conllevan una tensión entre ellos. Como hay tensión entre propuesta y crítica, entre valoración de lo propio y crítica del adversario.

Para evitar comportamientos comunicacionales erráticos e incoherentes durante la campaña, el FA parece llamado a sintetizar de la mejor manera para sus intereses estas diferencias, contradicciones, tensiones, matices. Diferencias que responden a visiones políticas distintas, a concepciones no coincidentes sobre qué resaltar y qué trasmitir y, en función de ello, cómo trasmitirlo.

Entre esas diferencias sobre el encare de la campaña se encuentra también el acento: mayor hincapié en lo propositivo o priorizar la confrontación con el adversario. Naturalmente que el adversario será cualitativamente diferente en la competencia interna y en la batalla por el gobierno.

Enfatizar el frenteamplismo, hacer una campaña más “peleadora” con la oposición y subrayar que el FA representa la única propuesta capaz de hacer avanzar al país, no significa caer en agravios o en formulaciones inútilmente polémicas que lleven el debate a la esfera personal y olviden que la gente quiere políticos que se “peleen” menos entre sí y resuelvan los problemas del país.

En junio será clave el candidato, su perfil, su capacidad de comunicación y de captación dentro del propio Frente. Sin desconocer que, muchos o pocos, los apoyos pueden venir también de otras tiendas. Pero para que la gente vaya a votar en las primarias debe haber un determinado nivel de convicción con relación al FA en general, más allá de los candidatos. Para lograr ese objetivo también se requerirá entablar acertadamente la controversia con la oposición. De cómo polemice con ella cada candidato dependerá en buena medida el resultado en las “internas”. La movilización de junio está relacionada y de alguna manera prepara a la de octubre, acumula para esa instancia.

Es inevitable que, tras las primarias, la campaña del FA (así ha sucedido hasta ahora) se corra hacia el centro. Ahí podría interpretarse que se debe “desfrenteamplizar”, licuar la referencia al FA, aunque los dirigentes no lo admitirían. Es un asunto complejo, en torno al que corresponde volver a lo planteado al comienzo: el manejo que se haga de la marca “Frente Amplio” y cuánta claridad se arroje sobre la capacidad del FA (y del candidato) de reconocer y corregir aquello que muchos frenteamplistas sienten que está mal, y cómo se dosifiquen ambos aspectos, resultarán clave para obtener el objetivo.

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