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ELECCIONES A LA FRANCESA
Una izquierda que no quiso ganar
Por Luis C. Turiansky
Otra cuenta era posible
Si se miran sin apasionamiento los resultados de la primera vuelta, la ubicación de los primeros tres candidatos, de los cuales solo dos pasaron a la segunda vuelta, fue bastante reñida: el presidente saliente Emmanuel Macron obtuvo el 27,84% del total de votos emitidos; su principal contrincante, con quien se midió en la segunda vuelta, Marine Le Pen, le siguió con el 23,15%. Muy cerca, con el 21,95%, figuró Jean Luc Mélenchon, en su tercer intento de pasar adelante en nombre de una izquierda nueva y solitaria denominada “Francia Insumisa”. Los restantes nueve candidatos no llegaron individualmente siquiera al 10% de los votos, de modo que la brecha fue enorme.
Esto incluye a la izquierda tradicional (comunistas y socialistas), así como a los ecologistas de “Europa Ecología Los Verdes” (EELV), corriente también considerada de izquierda en Francia. En consecuencia, a excepción de Jean L. Mélenchon, el fiasco de la izquierda fue abrumador. Los comunistas decidieron esta vez no apoyar a Mélenchon y presentaron su propia candidatura en la persona del secretario nacional Fabien Roussel, logrando una modesta votación equivalente al 2,28%. Peor aún les fue a los socialistas, cuya candidata Anne Hidalgo, alcaldesa de París, apenas logró la suma sin precedente de 1,75% de los votos. Relativamente algo mejor estuvo el candidato de los verdes con el 4,63%, lo que refleja parcialmente el interés que hoy despiertan en el público los temas ecológicos.[1]
¿Qué habría pasado si esta izquierda se presentaba unida? Hay que saber que Mélenchon lo propuso y hubo intentos de acercamiento y tratativas en torno a un programa común, pero fracasaron. Veamos, no obstante, por pura curiosidad, qué dice la aritmética:
La diferencia entre la señora Le Pen y Jean L. Mélenchon es de apenas 1,2 puntos porcentuales. Solo los votos comunistas (que sumaron el 2,28%) hubieran alcanzado para vencer a la dama de Encuentro Nacional. Hipotéticamente, si el apoyo hubiera llegado también de los socialistas, hubieran sumado, juntos, un incremento de 4,03%, suficientemente sólido para resistir los posibles retiros de apoyo en el electorado de la izquierda moderada, asustado quizás por la retórica radical del “insumiso” Mélenchon.
Ni qué decir que, si se hubieran sumado los votos de los verdes, podría haberse llegado a un excepcional 30,61%, con lo cual Mélenchon hubiera superado incluso a Macron. Pero, por supuesto, entraríamos así en el terreno imaginario.
La hora de las lamentaciones
Probablemente, hubiera sido suficiente que los demás candidatos de izquierda se hicieran a un lado, retirándose de la contienda. Naturalmente, el vuelco de votos no hubiera sido exactamente la suma de los votos alcanzados separadamente, puesto que no todos sus seguidores se hubieran plegado a la consigna unitaria, pero es de creer que el hecho en sí habría producido una nueva atmósfera unitaria y juntos habrían podido ganarle a Le Pen.
Esto opinó, por ejemplo, la ex candidata socialista a la presidencia Ségolène Royal, en su entrevista televisada una vez conocidos los resultados y cuyo contenido reprodujo sin demora el diario Le Parisien ("Jean-Luc Mélenchon serait au deuxième tour", 11.04.2022, en francés).
La afirmación de Royal de que Jean Luc Mélenchon habría podido pelear en la segunda vuelta la dice con sarcasmo, reprochando a los candidatos de izquierda su escasa comprensión de la coyuntura. Afirma, en particular: “Lo dramático es que hoy tenemos candidatos que no llegaron siquiera al cinco por ciento, pero que, en momentos en que el electorado esperaba una unión de la izquierda, no fueron capaces de asumir su deber”.
Según Royal, ello se debe a que “triunfó el ego, les faltó perspicacia y se dejaron llevar por el cálculo simple del aparato partidista, por aquello de que «sin candidato no tengo razón de ser», lo que es absurdo, hoy la política es muy diferente”.
Podría pensarse que la personalidad citada se deja llevar por un sentimiento de cólera, pero los ganadores, Macron y Le Pen, lo entendieron perfectamente y salieron inmediatamente, cada uno siguiendo su propio rumbo, en busca, precisamente, de los votantes de izquierda; Macron en Marsella, donde triunfó Mélenchon, y Le Pen en Rouen, en el norte, donde supo lanzar “anzuelos” de distinto tipo, como la promesa de promover el retiro de Francia de la OTAN, si llegaba a la Presidencia.
Por su parte, el líder comunista Fabien Roussel, aun sin retractarse de haber presentado separadamente su propia candidatura, ya le propuso a Mélenchon conversar sobre un posible acuerdo con vistas a las próximas elecciones parlamentarias, previstas para junio. Es decir, empezar de nuevo, desde cero.
Epílogo
Como era de esperar, la segunda vuelta tuvo lugar el domingo 24 de abril sin mayor suspenso, dando la victoria por amplio margen a Emmanuel Macron. En tal sentido, las apuestas, de haber tenido lugar, no habrían hecho millonario a nadie. He aquí las cifras definitivas, según datos oficiales:[2]
Votos por Emmanuel Macron, 58.54%.
Por Marine Le Pen, 47,46%.
Anulados (incluye los votos en blanco), 4,57%.
Abstención (inscritos que no votaron), 28,01%.
Teniendo en cuenta la actitud de la izquierda, que no supo o no quiso presentar una alternativa común capaz de pasar la prueba de la primera vuelta, las opciones que tenía ante sí un hipotético votante de izquierda en la segunda vuelta no eran precisamente fáciles de digerir. Ninguno votaría por Le Pen, aunque fuera para hacer daño. Y Macron es demasiado odiado. El resultado natural fue un porcentaje relativamente elevado de abstención. El hecho de considerar los votos no válidos en su conjunto (anulados y en blanco, sin considerar que contengan o no consignas personales del votante), tampoco permite individualizar los casos intencionales y los producidos por simple error involuntario. No obstante, las consultas a boca de urna y posteriores indicaron que una buena parte de las marcas o frases puestas en el boletín de voto se debieron a motivos de protesta política.
Desde luego, a nosotros, desde aquí, no nos corresponde entrometernos en este debate. Serán los franceses quienes saquen sus conclusiones para el futuro; en lo inmediato, las elecciones parlamentarias de junio próximo. Pero también a nosotros puede servirnos de experiencia, de cara a las próximas elecciones nacionales.
En Francia, donde hasta la palabra “pluralismo” se escribe a veces en plural, circulaba una anécdota, atribuida a Charles De Gaulle, quien se habría quejado de la dificultad de gobernar un país como Francia, “donde hay tantas variedades de queso”. En nuestro paisito no habrá tantos quesos, pero las variedades de pensamiento político son igualmente infinitas.