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AL PIE DE LAS LETRAS

 Publicado: 08/01/2020

No es lo mismo


Por Adelaida Fontanini


Los recuerdos le provocan sensaciones extrañas. Los compadece. Si hablaran le dirían: -¡qué bien que estás! Las mentiras de siempre que conllevan a la sensación de impotencia, por las palabras tan clásicas, tan falsas e hipócritas.  Los túneles lo subyugan, no sabe a cuál dirigirse. Comienza a descender por la tierra húmeda. Allá, a lo lejos, una luz lo espera. Esta vez tiene la esperanza de haber acertado. La sonrisa tiene blancos brillantes, el cabello renegrido, surge en las oscuras sendas de los sueños. Un hombre de piel oscura aparece de la nada y le señala el camino. Sobre el césped, tres figuras descansan como si la vida se hubiera detenido allí. Diferente color de piel y diferentes edades. -¡Si tienes que mirarlas, míralas bien! ¿Qué ves? Apresura el paso, no quiere escucharlo, le deprime su figura y su andar seguro. Hace mucho frío. Prefiere escuchar el canto del ruiseñor, perderse entre la ruinas de historias verdaderas y soñar que todo es una ilusión posible, una utopía, la que deberá transitar hasta encontrar la luz. ¿El color de la piel tiene que ver con la tristeza que lo embarga y no lo deja vivir?  En una playa cercana, la vida en una mujer de piel blanca, que corre en busca de la felicidad, tal vez.

A la distancia, divisa el cabello negro de otra mujer. Manos blancas lo acarician, porque en la oscuridad de los recuerdos la piel no importa. Sus amigos, de una ciudad desconocida, de un mundo al que ellos niegan, porque ser negros no es lo mismo que ser afro-descendientes, lo observan con atención.        

La piel y los adornos los identifican con una raza que habita muy lejos de allí. Siempre tuvo miedo de los que son algo transitorio en su vida y le molesta cuando lo miran, sabe lo que piensan o lo intuye. -¡Este negro de mierda! Así fue su vida, sobre carriles de rencor y lástima de sí mismo. Hoy ya no importa, llegará hasta los límites de lo posible y descansará sobre el césped, en el que dos mujeres negras y una niña blanca duermen soñando con la felicidad de los encuentros. La niña despierta y lo mira, acerca su manito blanca hasta su rostro, lo acaricia y sonríe. Él le devuelve la sonrisa, la luna se esconde. Entonces comprende que no está solo. A la distancia el hombre de cuencas vacías va en busca del próximo sueño, que lo espera a la entrada del túnel.

2 comentarios sobre “No es lo mismo”

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