REFLEXIONES SOBRE EL FÚTBOL URUGUAYO

 Publicado:  02/11/2009

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REFLEXIONES SOBRE EL FÚTBOL URUGUAYO

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Jugar, luego ganar


Por Ricardo Piñeyrúa


Esta idea de fútbol natural presentada por el técnico argentino sirve como síntesis de la principal característica del fútbol: fue, es y será un juego, y en ello radica su belleza y atractivo. El juego es una actividad natural del hombre, y uno de los principales estudiosos del tema, Johan Huizinga, filósofo e historiador holandés, a principios del siglo XX definió al hombre como "Homo Ludens": el hombre juega y recibe satisfacción solo por hacerlo; el premio es la diversión.

Los deportes de competencia son una creación que refleja al hombre que juega pero con el espíritu competitivo que lo caracteriza. El hombre tiene afán de ganar y ese afán lo llevó a esa creación, que Huizinga define como "la representación jugada (lúdica) de la lucha por la vida".

Sin el intento de ganar, en el deporte de competencia como en tantos juegos, no hay diversión, y ese es el premio. Pero lo que da la satisfacción y renueva el deseo no es el resultado mismo, sino la búsqueda de él. Dicho de otra manera: ganar o no es anecdótico; lo que atrae es competir/jugar, sobre todo por lo efímero del resultado y por la necesidad de volver a jugar/competir.

UN DISCURSO DOMINANTE PERNICIOSO PARA EL FÚTBOL. Lamentablemente en el Uruguay se alteró el orden natural y se construyó un discurso dominante que se quedó solo en la ?lucha por la vida?, y ganar se transformó en el eje de ese juego que para Cappa es empujar despacito la pelota.

En el fútbol las victorias de los uruguayos se transformaron en conquistas épicas y los protagonistas en luchadores cuyos logros se alcanzaron por su personalidad y carácter. Se fue construyendo un estereotipo de futbolista uruguayo que de a poco fue opacando los valores técnicos y los propios valores de carácter, llegando al punto de celebrar la victoria de la violencia contra la técnica. La reproducción de este discurso atraviesa la sociedad y se refleja en la prédica de un técnico de primera división como Julio Ribas, que trata de convencer a sus jugadores de que son gladiadores, o en el reclamo de un padre a su hijo de seis años en una cancha de baby fútbol para "que meta".

La consigna es: "lo único que importa es ganar" o "solo sirve ganar". Cuando la sociedad está dominada por esta idea, cuando se reproduce desde los medios de comunicación y se transmite como una verdad absoluta, se pierde el límite entre "lo que importa es ganar" y "ganar de cualquier forma". Esta última idea se ha incorporado al discurso e invertido el orden: no importa el procedimiento, sino el resultado. Amén de las catástrofes deportivas que eso implica, hay un mensaje brutal hacia la sociedad. No importa cómo, solo me importa el éxito, y en el gesto de los jugadores de "no me agarren, el gol lo hice yo" que domina las imágenes televisivas, se refleja cada vez más el individualismo, el interés de mi éxito sobre el del equipo.

EL RIVAL COMO ENEMIGO. Si todo es válido en la cancha, todo es válido en la vida, y aquello que fue una construcción humana para emular la lucha por la vida a través del juego, pierde su objetivo y aleja la influencia del deporte en la construcción de ciudadanía. Como decíamos, además de la influencia social, está el impacto que sufre el juego mismo, el desarrollo o la preparación técnica de jugadores y colectivos.

Para alguno puede parecer sin importancia anteponer ganar a jugar, pero es trascendente, porque la forma de jugar, el manejo de la técnica y el orden colectivo, la paciencia para elaborar, las horas de trabajo para conseguirlo, es lo que trae el resultado.

Cuando ingreso con el afán de ganar, quiero llegar ya, me apresuro, salteo etapas y compañeros, fallo por la propia presión que me impuse. Cuando voy perdiendo, la lejanía de mi único objetivo es tal que acreciento todos mis errores anteriores.

Cuando hay que ganar como sea, el rival es un enemigo y alguien que me impide conseguirlo. Esa idea de la cancha se traslada hacia la gente, la barra, el hincha. La búsqueda de la victoria como sea es un pésimo mensaje que está presente en muchos técnicos y comunicadores, que no vacilan en reclamar la violencia como forma de lograr supremacía.

Si el fútbol es una emulación de la lucha por la vida, debería ser un comunicador diferente que demostrara que manejando procedimientos inteligentes y éticos, se vive y se puede efímeramente tener una victoria o un logro y que la alegría no está en alcanzarla sino en perseguirla.

Durante su pasaje al frente de la selección argentina, las conferencias de Marcelo Bielsa fueron un placer. Solo, con su timidez y su micrófono, deshacía con razonamientos lógicos los reclamos periodísticos más absurdos. Los acusaba de no analizar el procedimiento y mirar solo el resultado. En definitiva es lo único que se puede hacer, tratar de jugar de determinada manera, tener un procedimiento, una estrategia de juego, intentar dominar el juego e imponer las condiciones que le convienen al equipo. Después, se puede o no ganar, se puede o no alcanzar el resultado buscado.

FÚTBOL, VIOLENCIA Y COMUNICACIÓN. ¿Tiene gracia saber el final del libro sin leerlo?; ¿tiene gracia saber cómo termina la película sin verla? Acaso, ¿tiene atractivo el partido si ya sé el resultado? El atractivo está en jugarlo o verlo jugar. Ganar es una anécdota pasajera y poner delante del procedimiento esa obligación es una forma de alejarse de ella, independientemente del pésimo mensaje que se transmite a la ciudadanía.

En Uruguay, lamentablemente, hemos caído en ese discurso. Las arengas cargadas de agresividad antes de entrar a la cancha, la comparación de los jugadores con gladiadores y los partidos con guerras, determinan los comportamientos. Es común la apelación de comunicadores a recurrir a la violencia o a pedir "más negros" en la selección para tener más "sangre".

Qué esperar de las barras si los comunicadores justifican la idea de "justicia por mano propia" cuando un jugador devuelve el golpe o se sonríen cuando esperamos en el aeropuerto a los australianos para agredirlos o golpeamos a los ecuatorianos en el túnel antes de un partido.

El fútbol transmite en nuestro país un alto contenido de violencia, de exaltación del éxito y de búsqueda de explicaciones emocionales alejadas de la realidad. Ese discurso es la traba del fútbol, que no puede desarrollarse y está donde está porque invirtió los valores, dejó de jugar y cree, como en la publicidad en la que los ex jugadores Enrique Peña y Obdulio Trasante golpean un cartel, que así se gana. Es malo para el fútbol, pero peor es para la sociedad. Solo importa ganar, solo importa tener éxito y para alcanzarlo todo está justificado.

Volver al juego, al hombre que compite jugando, al que comprende finalmente que el juego no se gana, se juega, es retomar la senda de construir una sociedad donde se luche por la vida sobre la base del respeto, la tolerancia y la construcción colectiva. El fútbol nos puede enseñar mucho, pero no este.

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