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VIRTUALIDAD / PRESENCIALIDAD

 Publicado: 03/06/2020

La nueva normalidad de las autoridades educativas


Por Julio C. Oddone


“Al alumno se le escolariza de ese modo para confundir enseñanza con saber, promoción al curso siguiente con educación, diploma con competencia y fluidez con capacidad para decir algo nuevo”.

Iván Illich - La sociedad desescolarizada

 

La nueva normalidad se ha instalado definitivamente en nuestro vocabulario a partir de la declaración de emergencia sanitaria por el coronavirus en nuestro país.

Todo se hace, se piensa, se dice y se justifica por la nueva normalidad. Nuestras rutinas, nuestras formas de relacionarnos, nuestras formas de estar han quedado recubiertas por el manto de la nueva normalidad.

Los medios masivos de comunicación toman a la nueva normalidad como muletilla para imponer el concepto en el imaginario colectivo, y al repetirlo de forma ininterrumpida configuran el discurso hegemónico. Lo normal es, entonces, aquello que es aceptado por todos. Al decir de Wolff -citado por Denegri (2012)-: “la ‘normalidad’ es simplemente un artificio. Un tipo de conducta es normal cuando la sociedad está de acuerdo en llamarlo así” (p. 25).

La educación en sus distintas ramas -primaria, secundaria, técnica y terciaria- ha sido uno de los ámbitos en el que la nueva normalidad ha tenido mayor incidencia. Las instituciones educativas se han visto afectadas en su realidad cotidiana. Cerradas las escuelas, liceos e institutos de todo el país, la enseñanza virtual, desarrollada a través de plataformas y diversas modalidades, ha encontrado un terreno propicio para justificar nuevas rutinas, nuevas formas de pensar y formas de relacionarnos, generando un terreno propicio para una serie de cambios en el vínculo educativo.

Dos resoluciones de la ANEP

En este contexto, nos detenemos para analizar dos resoluciones de la ANEP[1] en las que se establecen líneas de trabajo para afrontar la circunstancia actual de suspensión de las clases presenciales.

En la primera (Acta 17, Resolución 4, del 16.04.2020) se aprueba un informe técnico titulado: “Sugerencias orientadoras de la ANEP para docentes y comunidades educativas en el marco de la emergencia sanitaria”, y se encomienda al mismo equipo técnico la elaboración de otro documento que contenga recomendaciones más específicas y necesarias para abordar los desafíos que implica la educación a distancia y el cumplimiento de acciones educativas desde la virtualidad.

El otro documento de la ANEP (Acta 17, Resolución 3, también del 16.04.2020) contiene líneas de acción en torno a dos ejes: mantener el vínculo pedagógico en la no presencialidad y avanzar hacia la virtualidad, registrando y evaluando las diferentes actividades.

Construyendo una alternativa a la nueva normalidad

Estas dos resoluciones configuran, por parte de las autoridades educativas, la nueva normalidad en la educación, que tiene consecuencias en la realidad cotidiana de las instituciones, de las maestras, profesoras, profesores y estudiantes.

En ese sentido, se sostiene que es necesario mantener el vínculo pedagógico, aun en la virtualidad, y avanzar en los procesos de enseñanza y aprendizaje. El diseño de las acciones y estrategias recae sobre los cuerpos de inspección de los consejos desconcentrados, tanto en primaria como en las diversas asignaturas de secundaria y enseñanza técnica.

Nos preguntamos: ¿en qué lugar queda la autonomía de los docentes y la libertad de cátedra cuando se impone un modo de trabajo mixto: virtual y, en pocos días, presencial? ¿Cuándo se negociaron colectivamente los cambios en las condiciones de trabajo entre las autoridades y las maestras, profesoras y profesores? ¿Cuándo se negoció la provisión de recursos, materiales y modalidades de trabajo? Los cambios e innovaciones que se proponen en el registro de las actividades y las formas de evaluación, ¿fueron consultados con las respectivas Asambleas Técnico  Docentes, preceptivamente, como indica la legislación vigente?

La emergencia sanitaria es una situación excepcional, temporal y, de por sí, acotada en el tiempo. Aunque incierta en su duración, no debe ser considerada de ninguna  manera como permanente. Por lo tanto, los cambios en la educación son, también, temporales y excepcionales en tanto continúe la emergencia sanitaria.

La presencialidad no debe perder nunca terreno frente a la virtualidad, porque si “no se planifica con sus actores es una burla, un engaño, porque se improvisa, y mucho más si no se cuenta con los recursos humanos y materiales para desarrollarla” (Web del Maestro, 2020).

Al plantear una situación mixta en donde las clases presenciales compartan el espacio con las aulas virtuales -en general, con cualquier forma de comunicación con los alumnos y alumnas- se provoca que “el derecho social a la educación se encuentre condicionado por tres dimensiones: equipamiento tecnológico, conexión a internet y capacitación docente” (Aldave & Farina, 2020).

La implementación de las clases virtuales y, en breve, la coexistencia entre clases presenciales y a distancia, ha condicionado el rol docente en el sentido de apartarlo de la centralidad que tiene en la relación educativa.

En un reciente artículo, Brener habla de la necesidad de distinguir entre la continuidad pedagógica y la pedagogía de la continuidad, que no es una simple inversión de términos, sino que implica reconocer qué lugar ocupamos los y las docentes.

Debemos llamar la atención en la utilización del término continuidad pedagógica, establecida en forma similar a la continuidad de un servicio, en este caso un servicio educativo: tantas horas de Zoom (software para videollamadas y reuniones virtuales), tantas horas de plataforma, cantidad de tareas enviadas, porcentaje de niños y niñas que se han conectado y cantidad de alumnos y alumnas que no lo han hecho. Eso es un servicio: seguimiento, eficiencia y resultados.

La pedagogía de la continuidad rescata precisamente el vínculo entre docentes, maestras, profesores y profesoras y sus estudiantes:

[…] estar atentos a no resbalarnos en esa virtualización compulsiva que le agrega tensión y exigencia a una situación actual de mucha fragilidad para todxs [sic]. Exigencias que solo construyen impotencia. Virtualización compulsiva que excede la posibilidad de la docencia, que encara esta inédita situación, intensificando una tarea que hay que acompañar y supervisar en el todos juntos y lo individual, al mismo tiempo que los asuntos de su propio hogar. Virtualización compulsiva que es funcional a esa idea del docente reemplazado por un voluntario, que fue una pretensión del gobierno [...] frente al reclamo docente por mejoras de las condiciones de trabajo [...] me parece importante señalar que lo virtual no es un reemplazo mecánico de lo presencial. Tiene sus propias lógicas, su entorno, sus reglas, sus temporalidades y por tanto su propia cultura”. (Brener, 2020)

La continuidad pedagógica se encuentra comprometida en la virtualidad por las inequidades que existen en cuanto a la conectividad, el equipamiento y la capacitación. Planteada en estos términos, pretender que las clases virtuales aseguren la continuidad pedagógica es una improvisación.

El rol de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información -las TIC-, se ha hecho central en este contexto de confinamiento. Al momento de la suspensión de las clases presenciales aumentó rápidamente la utilización de herramientas que sustituyen la relación docente/estudiante en el salón.

Al contrario de lo que se esperaba, la conectividad masiva de todos y todas las estudiantes a los diversos recursos tecnológicos puestos en juego, no impedía que una cantidad importante no pudiera acceder a estos recursos.

Las maestras, profesores y profesoras en todos los niveles educativos vieron desbordado su trabajo al asumir una dedicación a tiempo completo para atender casi individualmente las demandas de sus estudiantes, seguir e indagar quienes no realizaban tareas o no se conectaban y atender instancias de coordinación con sus colegas.

Estos dos hechos -la conectividad dispar de los y las estudiantes y el aumento de la carga de trabajo docente- vienen a demostrar que “cuanto menos se metan los políticos o funcionarios de confianza en gestiones educativas, mayores serán las posibilidades de que se logren los objetivos de una educación que prioriza la enseñanza-aprendizaje”. (Web del maestro, 2020)

La nueva normalidad viene a imponer nuevas lógicas en los ámbitos educativos. Lógicas que están muy lejanas de una educación pública y de calidad. Es necesario resistir desde nuestro rol como docentes, y no vernos reducidos al papel de aplicadores de soluciones y planes pensados por las autoridades.

Se hace imperioso que los estudiantes tengan su lugar reconocido y no solamente sean sujetos pasivos de una educación desigual que comprometa su futuro.

Los padres y madres deben comprender que la educación no es algo que deben agradecer al Estado, por ocuparse, sino que deben reclamar por las condiciones óptimas que les permitan a sus hijas e hijos poder estudiar.

La nueva normalidad de las resoluciones de las autoridades educativas prioriza una continuidad pedagógica como un servicio que hay que registrar, evaluar y calificar; por sobre una pedagogía de la continuidad, en el sentido de mantener un vínculo y un contacto con nuestras alumnas, alumnos y estudiantes. Esto es lo que se desprende del contenido de las decisiones señaladas: se recomiendan acciones específicas, registro de actividades y evaluación. El verdadero rol de las y los docentes, a segundo plano.

¿Será posible construir una pedagogía de la continuidad en esta nueva normalidad?

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