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LOS VAIVENES ACTUALES DE LA GEOPOLÍTICA

 Publicado: 04/04/2017

El triángulo de las Bermudas


Por Luis C. Turiansky


La entrevista tuvo lugar el 25 de enero.El ministro no tardó en aclarar que: “Este triángulo no debería cerrarse ni orientarse a proyectos que provoquen la aprensión de otros Estados”.[1] Es no obstante interesante el uso del término “triángulo”. Recuerda los tiempos de Yalta, cuando los “Tres Grandes” (Roosevelt, Churchill y Stalin) rediseñaron en 1945 el mapa de Europa. En todo caso, la propia definición geométrica del triángulo excluye una variante “abierta”.

Lo que la frase deja entrever es el deseo de Rusia de volver a decidir los destinos del mundo. La oferta es clara: abandonen a Europa, no sigan expandiendo la OTAN hacia las fronteras de Rusia y pongámonos de acuerdo entre nosotros; China también está dispuesta, así que sería mejor que el Sr. Presidente se deje de rezongar y acepte la política de “una sola China”, ustedes tendrían menos dolores de cabeza y entre los tres resolveríamos los problemas del mundo.

QUÉ SE ESCONDE DETRÁS DE UNA FRASE

Vistas así las cosas, las aprensiones de que habla el Sr. Ministro son inevitables, en primer lugar de parte de la Unión Europea, expresamente excluida del arreglo. Su desplazamiento de los mecanismos decisorios globales sería la venganza de Moscú por su política de sanciones y su enemistad abierta hacia Rusia desde la anexión de Crimea y la intervención en Ucrania. Ni qué hablar de América Latina, reducida nuevamente al papel de “patio trasero” de EE.UU. En definitiva, la perspectiva de un posible triunvirato mundial en sustitución de las instancias multilaterales consagradas, tal vez con su correspondiente cooperación militar, no es nada de lo cual pueda esperarse un apoyo entusiasta del resto del mundo.

Falta saber si semejante programa es viable. ¿Está en condiciones el trío en cuestión de asumir el liderazgo mundial? Para empezar, los Estados Unidos entran con Donald Trump en un período de inestabilidad cuyas consecuencias son difíciles de prever. Tendrán bastantes problemas que resolver en lo interno como para enfrascarse en la refacción de las relaciones internacionales. Por el contrario, la nueva administración procura tranquilizar a sus aliados acerca de los compromisos en materia de apoyo militar a través de la OTAN, con la única salvedad de que los demás miembros de la alianza harían bien en contribuir un poco más financieramente. En la primera alocución presidencial ante el Congreso, el 28 de febrero, Donald Trump dedicó apenas unos minutos a los temas internacionales. Tras declarar su intención de combatir al “Estado Islámico”, denunciar los planes nucleares de Irán y expresar solidaridad con Israel, su divisa se resume así: “Mi trabajo no es representar al mundo entero. Mi trabajo es representar a los Estados Unidos de América. Pero sabemos que estaremos mejor si hay menos conflictos, eso es todo.[2]

El otro lado posible del triángulo que sugiere el ministro ruso, China, se encuentra actualmente en una fase de desaceleración de su portentoso crecimiento económico. Las perturbaciones políticas que acompañan la crisis en el mundo tienen, como señala Martín Buxedas en vadenuevo nº101 , repercusiones especialmente negativas para la economía china. Ante la sesión anual de la Asamblea Nacional Popular (Parlamento), el primer ministro Li Keqiang acaba de prometer una tasa de crecimiento de “solo” 6,5 %, la más baja desde 1990. No es para desesperar, pero no obstante parece poco probable que China se lance ahora a proyectos desmesurados de dominación mundial.

Marcelo Justo, en BBC Mundo , advertía en 2014 que diez países del mundo concentraban el 94% de la inversión extranjera directa en China. Contrariamente a lo que podría pensarse, el grueso de estas inversiones no proviene de Estados Unidos ni de Europa, sino esencialmente de Asia. Lo sorprendente es la ubicación en los primeros dos puestos de las estadísticas oficiales, de dos territorios que la República Popular considera que le pertenecen: Hong Kong y Taiwán (respectivamente, 33 mil millones y 2.340 millones de dólares en los cinco primeros meses de 2014). Sobre todo en el primer caso, dado el volumen significativo del movimiento registrado, cabe pensar que la plaza funciona como plataforma giratoria para negocios de terceros.

Sea como fuere, el carácter de economía abierta de China y el papel preponderante de la inversión extranjera relativizan en gran medida el poderío del capital chino propiamente dicho y su influencia en la política exterior. Esto mismo vale al analizarse el sentido opuesto del movimiento, es decir las inversiones provenientes de China en otros países. En el caso de Estados Unidos, es lícito suponer que gran parte de la entrada de capitales provenientes de China está constituida en realidad por beneficios ocultos de empresas norteamericanas con inversiones en China.

La acumulación de riqueza en China se contradice con la miseria de la inmensa mayoría de la población, principalmente en el medio rural. Los indicadores de desarrollo del Banco Mundial correspondientes a 2013 con aplicación del coeficiente Gini sobre desigualdad del ingreso ubican a la República Popular China en el 91º lugar (comparativamente, el Uruguay estaba entonces en el lugar 50º de la lista). China aún debe resolver enormes problemas sociales antes de plantearse objetivos geopolíticos de gran alcance.

En conclusión, diríase que Rusia es la única interesada en la creación de un posible eje mundial con su participación. Seguei Lavrov es un diplomático experimentado y si dijo lo que dijo no sería porque se le escapó sin querer.

EL RETORNO DE RUSIA A LA ARENA MUNDIAL

Los medios oficiales rusos manifiestan un optimismo moderado al referirse a las perspectivas de su país para 2017. Los comentaristas de Russia Beyond the Headlines , nuevo boletín multilingüe de la agencia Novosti, lo formulan más bien con una pregunta: “¿Ha terminado la crisis económica en Rusia?” La respuesta es matizada: “La economía de Rusia está saliendo de la crisis a marchas forzadas y próximamente recuperará su trayectoria de crecimiento, según la postura oficial. Los políticos prometen mayor bienestar. La opinión entre los expertos varía, los hay optimistas y quienes destacan la incertidumbre del momento actual” (29.11.2016, edición en español).

Alimenta el optimismo oficial el acuerdo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) de retener la producción a fin de mantener el precio del barril de bruto alrededor de los 50 dólares, cuando el presupuesto ruso del año en curso se estableció sobre la base de diez dólares menos por barril.

Pero en el caso del ministro Lavrov hay otro motivo de satisfacción personal: son los éxitos de la diplomacia que él dirige y que estuvieron apoyados por una propaganda de gran calibre y probablemente también por acciones cubiertas de los servicios secretos. No quiere decir esto que todo haya sido el resultado de un plan maquiavélico ideado en Moscú, pero es verdad que sucesos como el referéndum británico sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea (Brexit) con el consiguiente debilitamiento de dicha estructura regional, así como la inseguridad producida en todo el bloque occidental por el acceso de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, son factores que en última instancia han favorecido a los intereses rusos.

Se ha dicho que Rusia estuvo detrás del “hackeo” de la red de mensajería interna del Partido Demócrata durante la campaña electoral en EE.UU. Si bien no existen pruebas terminantes, ¿por qué no dejar que la fama crezca y adjudicarse el mérito, merecido o no, de la victoria republicana, para luego mirar callados cómo caen, uno tras otro, los ministros de Trump, acusados de haber intercambiado brindis (y tal vez información) con el embajador ruso en Washington?

Y sin embargo, esto no es nada comparado con el efecto de la intervención militar rusa en Siria, que erigió a Rusia, de sancionada en actor insoslayable de todo arreglo internacional del conflicto, incluida la destrucción del “Estado Islámico”, objetivo prioritario común a ambos campos. Y como resultado colateral, la conservación de las bases rusas en Siria, vale decir en la estratégica zona que representan el Medio Oriente y el Mediterráneo oriental.

PERO LA UNIDAD ESTRATÉGICA QUE SE NECESITA ES OTRA

La figura del triángulo pitagórico como garantía de seguridad y paz en el mundo del siglo XXI, insinuada por Serguei Lavrov ante unos diputados norteamericanos atónitos, puede resultar atrayente incluso para los antimperialistas sinceros que creen hoy en el multipolarismo. También Donald Trump, como buen negociante, comprenderá, como Nixon antes, que más vale una China amiga.

Lamentablemente, lo que plantea el proyecto triangular de marras no es la paz mundial sino el reparto. ¿Por qué? Sencillamente porque Rusia hoy no puede presentarse como defensora de los intereses de los pueblos y ni siquiera lo intenta, como en otro tiempo la URSS. Hoy declara abiertamente que lo que persigue son sus propios intereses nacionales. Puede ocurrir, como en el caso de la lucha contra amenazas tales como el terrorismo, que surja la necesidad de una amplia coalición internacional de fuerzas heterogéneas, que con bastante libertad algunos voceros de la política oficial rusa comparan a la alianza antifascista de la segunda guerra mundial. Pero sería ingenuo suponer que de ella surjan condiciones favorables a la solución de los profundos males que nos inflige la globalización capitalista.

En efecto, bajo la atmósfera creada por la victoria del frente antinazi en 1945 se fundaron instituciones de gran jerarquía como las Naciones Unidas y se hicieron solemnes declaraciones sobre el compromiso de cooperación duradera, que poco después se convirtieron en letra muerta al dar inicio la primera guerra fría. Pero ni la guerra actual contra el “Estado Islámico” es comparable a la que enfrentó y derrotó a la maquinaria bélica hitleriana ni el mundo debe resignarse hoy a la sumisión como precio por la derrota de las fuerzas terroristas.

Lo que hoy se necesita es una recomposición global de las relaciones, basada en la igualdad de derechos y el respeto mutuo. En el plano económico, se trata de abandonar la concepción del crecimiento con el único fin de ganar dinero en beneficio de unos pocos, priorizando en cambio la esencia productiva del desarrollo. Indudablemente, el fin de la guerra fría y la convergencia de intereses globales serían factores positivos capaces de contribuir a la solución de muchos de los problemas actuales, pero son las grandes mayorías las que deberán promover los cambios necesarios con su movilización y su lucha.

De lo contrario, podría ser que este o cualquier otro proyecto de hegemonía triangular, de existir y realizarse, termine convirtiéndose en un “Triángulo de las Bermudas”, capaz de eliminar las esperanzas de la humanidad.

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