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COMENTARIOS HACIA UN BALANCE EN EL FRENTE AMPLIO
El factor ideológico
Por José Luis Piccardo
El Frente Amplio (FA) se dispone a iniciar un “proceso de balance y perspectivas” (Resolución del Plenario Nacional del 21 de diciembre de 2019). Sin mengua del análisis de los errores en la campaña electoral, que culminó con la pérdida del gobierno nacional que ejerció durante quince años, y de la prioridad que tienen las elecciones departamentales y municipales de mayo, el principal partido político uruguayo deberá profundizar en cuestiones ideológicas, que hacen a lo que se ha denominado “proceso de renovación” de la izquierda.
Si bien en este artículo se hará centro en retrasos importantes que mantiene dicho proceso, es necesario comenzar por destacar lo que avanzó, en especial durante los años de gobierno, que pusieron al FA ante desafíos que nunca había afrontado. Los resultados de su gestión hablan a las claras de que se asumieron cuestiones fundamentales de la realidad internacional y nacional, y que el país pudo tener respuestas acordes a las exigencias. Fueron superadas varias trabas que la izquierda tenía para interpretar la realidad y actuar sobre ella para transformarla. Son destacables los aportes que se han hecho sobre la democracia, superando no solo las visiones estrechas de la derecha, que desvinculan los conceptos de libertad y equidad, sino también la concepción instrumental en la izquierda, que vio a la democracia principalmente como un medio hacia sus objetivos y no siempre como un valor esencial en sí mismo. Lo cierto es que el Frente fue superando muchos lastres [1] que, junto con valiosos e irrenunciables principios, siempre vigentes, mantenía de etapas históricas anteriores.
El gobierno del FA abrió caminos con creatividad y esfuerzo. Pero la fuerza política evidenció problemas para ponerse a la altura de los nuevos desafíos y aportar, mejor de lo que lo hizo, a la interpretación de un mundo que cambió mucho en las últimas décadas e incidir más en el proceso de trasformaciones en el país. En varias oportunidades esa situación se trasladó a las bancadas legislativas, dificultando la toma de decisiones.
Han existido diferencias internas y cuestionamientos al propio gobierno del Frente Amplio por parte de sectores del mismo. A poco de asumir la primera administración nacional de la izquierda ya se sostenía dentro del FA que “el cambio fundamental que el Uruguay necesita y puede hacerlo es el de la política económica del gobierno…” [2]
Se planteó por parte de sectores frenteamplistas el concepto de “gobierno en disputa” (en disputa con la derecha, pero también, dentro del FA, en disputa con algunas políticas fundamentales).
Pese a los intentos de relativizar estos cuestionamientos por parte de dirigentes sindicales frenteamplistas y de sectores del propio Frente, y sin negar su pleno derecho a la crítica, tales posturas han de haber tenido consecuencias.
No se trata tampoco de algo confinado en el pasado. Antes del Plenario Nacional del pasado 21 de diciembre, el Comité de Base Cuaró distribuyó un documento donde se afirma que el FA no encontró “un modelo económico que redujera la dependencia de nuestro país del agronegocio y la inversión extranjera directa”.
Estas interpretaciones de la política económica (y no solo de ella) no se respaldan en el programa ni en resoluciones de congresos del FA. Y han generado dificultades. En la primera administración frenteamplista se manifestaron discrepancias con la orientación del gobierno y su Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), lo que dio lugar a situaciones de tirantez que pudieron derivar en la renuncia del ministro Danilo Astori. Por aquel entonces surgió lo que se dio en llamar el “grupo de los ocho”, intento de algunos sectores dentro del FA de darle al gobierno un supuesto “giro a la izquierda”.
CONTRADICCIONES
Si bien, como es obvio, la orientación del gobierno siguió siendo la que encabezó el presidente Tabaré Vázquez y el Poder Ejecutivo (PE), con fuerte incidencia de Astori, hubo otros episodios (en ocasión del tratamiento parlamentario de algunas iniciativas relacionadas con la inserción internacional del país y su política de apertura, entre otros tópicos), donde se registraron contradicciones que trascendieron lo meramente coyuntural.
De todos modos, aunque ciertas concepciones pudieron trabar o dificultar la gestión del gobierno en determinados aspectos, y sin desconocer que hubo errores de gestión del propio PE, se fue afirmando el rumbo que siguió el país en estos años, que abrió el camino a significativos avances sociales y al crecimiento con distribución, acaso el logro que más diferencia al frenteamplismo de otras experiencias en el continente.
Los resultados de estos quince años, con el abatimiento de las dramáticas cifras de pobreza y exclusión de comienzos de siglo y notorios avances en materia de equidad, retrajeron aquellos cuestionamientos, y el FA, mal que bien, fue cerrando filas en torno a su gobierno. En la reciente campaña electoral no hubo casi cuestionamientos públicos o explícitos por parte de sectores frenteamplistas a los lineamientos del gobierno.
De todos modos, no quedaron laudadas definitivamente algunas diferencias importantes. ¿No habrá que buscar en esas contradicciones varias de las causas del progresivo desgaste del Frente y su caída electoral, quinquenio tras quinquenio, hasta la reciente derrota?
Hay múltiples señales, como las anteriormente mencionadas, de qué aspectos centrales de la “línea” siguen sin estar plenamente aceptados dentro del FA. Parecería que la autocrítica que propone el Plenario Nacional debería incluir el examen de cuestiones ideológicas que no han terminado de procesarse. No para intentar una imposible y forzada unanimidad que le haría muy mal al Frente, cuya fortaleza radica en ser una unión en la diversidad, sino para avanzar en unidad con relación a cuestiones estratégicas fundamentales que condicionan el accionar político.
Sería un error impulsar este intercambio antes de las elecciones departamentales y municipales del 10 de mayo, que son la prioridad. Y a propósito, la discusión sobre el tema no debería limitarse solo o esencialmente a las candidaturas a las intendencias, con todo lo importante que son. Si no hay claros mensajes programáticos sobre qué se desea innovar o mejorar, los resultados esperados se verán comprometidos, por más méritos que tengan las figuras propuestas para encabezar los gobiernos comunales. Asimismo, sería atinado tener en cuenta las enseñanzas de las elecciones nacionales, evitando en la próxima campaña errores como los que casi todos reconocen en las que acaban de realizarse. Y no precipitar una acumulación de nombres de eventuales candidatos, sobre todo en Montevideo, porque no contribuiría a un buen procesamiento del tema.
EN EL MUNDO GLOBALIZADO
Tras la digresión sobre los retos de mayo, tal vez valga la pena agregar otras interrogantes relacionadas con aspectos ideológicos en los que el FA debería profundizar como parte de su “balance y perspectivas”.
¿Todos los sectores del Frente están convencidos sobre la conveniencia de la inversión extranjera directa (IED) y grandes emprendimientos del tipo al que corresponden las plantas de UPM y Montes del Plata[3]? ¿Se asumieron las dificultades que, por ejemplo, tienen los proyectos productivos que no logran “aggiornarse” en materia de innovación y tecnología? ¿Han sido suficientes los intercambios sobre las posibilidades y caminos que tiene un país como Uruguay para su desarrollo en las condiciones del mundo contemporáneo?
Detengámonos brevemente en la última interrogante por tratarse de un asunto que abarca muchos otros, y es omnipresente en la vida de las sociedades contemporáneas. Nos remitimos a uno de los textos de Gonzalo Pereira Casas [4], quien tantos aportes ha hecho en Vadenuevo. En 2014 advertía sobre las dificultades que tendría un país “que se sustraiga de la división internacional del trabajo (DIT) cuando esta tiene el nivel actual. La principal ‘contra’ que tiene (la DIT) es que cada país ha de especializarse en producir mercaderías que sean competitivas en el mercado mundial”. Agregaba que “en la época actual se está haciendo inviable que un país mantenga factores de clausura comercial mediante protección y subsidios”.
La actual globalización “porta una competencia económica global feroz” e impone un “desborde de fronteras” que se hace con “las formas supremas de la tecnología, mediante mercancías abaratadas por tal factor”. Este fenómeno se puede mirar de dos maneras diferentes, sostenía Pereira Casas: “como la incorporación a un modelo que da prioridad a los intereses económicos globales, o como la posibilidad de que el país disponga hoy de la tecnología más moderna”, como sucede con los emprendimientos industrial-forestales anteriormente mencionados. “¿Podía haberla desarrollado nuestro país por su propia cuenta? Y más en general: ¿es actualmente posible una inserción mundial sin contar con la tecnología que portan las transnacionales mediante inversión sobre fronteras? O también, si se quiere: ¿hay algún país subdesarrollado que lo haya logrado?”
Pereira Casas cerraba su reflexión afirmando: “Se trata de un modelo global no solo dominante; desde la desaparición del campo socialista es el modelo hegemónico. Más aún: es el único. Y es la realidad que se debe mirar y entender. No la pedimos, no la deseamos, pero es la que es. Expresa las leyes de la acumulación y la centralización del capital a nivel global. Y el movimiento de capital correspondiente. Nada menos…”
Esta constatación no debería contraponerse a la necesidad de explorar teóricamente y reivindicar alternativas, pero difícilmente se avanzará en esas búsquedas sin abrir caminos en el fangoso territorio global en el que existe -y muchas veces apenas sobrevive- cada país, en especial los débiles.
Corresponde reiterarlo y subrayarlo: que cuestiones como las planteadas no generen coincidencias en el FA, no implica desconocer lo mucho que avanzó la izquierda uruguaya durante su experiencia de gobierno nacional en la reflexión y en la praxis sobre temas como el abordado en la cita anterior. Lo hizo mediante un inmenso esfuerzo, realizando un aprendizaje que en el futuro habrá que reconocérsele plenamente. Es injusto y agraviante sostener, como todavía lo hacen integrantes de la “coalición multicolor” que gobernará el país desde el 1º de marzo, que en su tercer gobierno el FA “abandonó sus responsabilidades”, se dedicó a “hacer la plancha” y poco menos que dejó al país a la deriva con un “presidente ausente”. Tales comentarios constituyeron uno de los centros de la campaña de Luis Lacalle Pou. Desconocieron, por ejemplo, que en su tercera administración el FA cerró una trabajosa negociación por la inversión productiva más grande en la historia del país; inició y, en varios casos culminó, un volumen de obras de infraestructura sin precedentes; puso en marcha nuevos programas, como el de cuidados, entre varias otras iniciativas en distintas áreas; y aplicó permanentemente medidas para hacer frente a los impactos exógenos sobre el crecimiento y el empleo, y mantener la solidez de las finanzas.
Respecto a la segunda planta de UPM, el gobierno hizo en este período un gran esfuerzo de análisis, de acopio de información y de negociación con los inversores. Incluso hubo algunas diferencias dentro del Poder Ejecutivo -que se superaron- acerca de la aceptación o no de varias condiciones que pusieron los finlandeses. Fueron negociaciones arduas, complejas, [5] donde hubo que tener en cuenta factores contradictorios en la búsqueda de un difícil equilibrio entre los beneficios y las renuncias, entre los logros y los sacrificios.
En este y otros casos el Uruguay hizo un importante aprendizaje sobre los intrincados procesos de negociación en las difíciles condiciones del mundo actual, desigual e injusto. Y lo hizo con el Frente Amplio comandando los destinos del país. Le servirá esa experiencia para seguir aportando al Uruguay. Le servirá, sin dudas, siendo oposición. Y ojalá le sirva al nuevo gobierno, y la aproveche.
DEBILIDADES Y FORTALEZAS
Es indiscutible el desgaste que sufrieron el Frente y su gobierno con el paso del tiempo. Sus causas son múltiples. Aquí se ha hecho centro en los factores ideológicos que, según entendemos, han tenido relación con cuestiones que generaron decepción y desconcierto entre centenares de miles de frenteamplistas y exvotantes. Cabe mencionar, entre otras, los conflictos con la ética (el llamado “caso Sendic”; el amoldamiento a los cargos y un perjudicial apego al poder en múltiples casos; ciertas manifestaciones de oportunismo político a contrapelo de la mejor tradición de la izquierda) o la progresiva ruptura del vínculo entre la estructura orgánica y el pueblo frenteamplista.
A este respecto, la remontada militante final fue, en fundamental medida, protagonizada por frenteamplistas no integrados a la orgánica, aquellos que desde hace muchos años no reciben desde la estructura los estímulos para la participación y que tantas veces quedaron desconcertados ante discusiones internas mal planteadas, que los alejaron; fueron los hombres y mujeres que, agrupándose o de a uno, junto a militantes de los comités o por su cuenta, salieron en las últimas semanas a evitar la derrota anunciada por todas las encuestas, objetivo que por escasos votos no se logró.
Ese divorcio entre la estructura orgánica y el pueblo frenteamplista fue consecuencia -no única pero notoria- del predominio de concepciones que han tenido fuerte incidencia en el movimiento (los comités y las coordinadoras y departamentales; dicho sin desconocer que algunos comités han jugado un papel ejemplar, de contacto con su zona, como se puso de manifiesto en las recientes elecciones). Se priorizó el control de la orgánica por encima y en contraposición a la imprescindible amplitud. Se estrechó la estructura. Este asunto tiene también un trasfondo ideológico que el Frente debería poner sobre la mesa con vistas a una reestructura o actualización orgánica. O como se la prefiera llamar.
Algo similar sucede con varios otros temas. Pero más que completar su enumeración, el propósito de este intento ha sido señalar la importancia que se le debería dar al debate de ideas en los próximos tiempos. El Frente Amplio tiene una gran ventaja para encaminarlo: pese a los resultados de octubre y noviembre pasados, sigue siendo el principal partido político del Uruguay y muy probablemente la expresión de la izquierda más consolidada y fuerte de América Latina. Aun en la derrota, volvió a demostrar su potencialidad y vigencia, como resultó evidente en el tramo final de la campaña electoral.
Cabe reiterar que nada de lo expresado supone postergar o descuidar las prioridades del calendario político, comenzando por el desafío del 10 de mayo.
José Luis Piccardo, muy bueno tu examen de autocrítica que todo el Frente se debe, especialmente en lo que concierne a la percibida verticalidad que sucedió a mi entender con la casi extinción de los comité de bases, alas, especialmente en el interior del País, allí donde el FA perdió. Me pregunto… sin reactivar rápida y energéticamente (eso es orgánicamente) los Comité de Base?
Pinky un abrazo , excelente por que sera que pensamos tan parecido , BETO CASAS
Coincido con los argumentos expresados en el artículo.
Creo, sin embargo que hubo de parte de las autoridades de gobierno “un cierto acomodamiento” a las circunstancias del ejercicio del mismo prescindiendo en forma algo “consuetudinaria” de la voluntad de sectores de la población.
La responsabilidad es de todos los que integrando el FA habilitaron esa forma de funcionamiento. Nos cabe, obviamente, a todos aquéllos que apreciando el fenómeno, no hicimos el esfuerzo militante de evitarlo.