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RESPUESTA A OBSERVACIONES DE LECTORES

 Publicado: 04/12/2019

En pos de un diálogo necesario


Por Fernando Rama


Tres lectores formularon observaciones con respecto a mi artículo del número anterior El mediocampo del sistema político nacional. Aquí pretendo explicar mis razones, con el ánimo de contribuir a una reflexión colectiva.

Mario Dotta Ostria e Iris Amorena centran su crítica en la defensa del voto obligatorio que rige en nuestro sistema electoral, hecho que a mi juicio respondió, en su momento, a la intención de dificultar el acceso del Frente Amplio (FA) al Gobierno de la República. Finalmente, como parte de las arduas negociaciones que llevaron a la conformación del actual sistema electoral uruguayo, el propio Frente Amplio lo aceptó. 

Sin embargo, más allá de las intenciones, importa comparar algunos datos. Según The Economist, existen en el mundo unos 20 países que pueden calificarse como democracias plenas. Estas democracias plenas cubren apenas un 4,5% de la población mundial -cifra bastante decepcionante por cierto- y entre ellas el único de América Latina que figura es Uruguay.[1]

El listado incluye en su tope a los siguientes países: 1) Noruega; 2) Islandia; 3) Suecia; 4) Nueva Zelanda; 5) Dinamarca; 6) Irlanda y Canadá; 8) Australia; 9) Finlandia y Suiza; 11) Países Bajos; 12) Luxemburgo; 13) Alemania; 14) Reino Unido; 15) Austria; 16) Mauricio; 17) Malta; 18) Uruguay; 19) España. De ellos, solo cuatro poseen en su régimen electoral el voto obligatorio: Australia, Luxemburgo, el cantón suizo de Schaffhausen y Uruguay. En el caso de que nuestro país eliminara la obligatoriedad del voto mejoraría su puntaje hasta colocarse en los primeros lugares de este privilegiado grupo.

Completa el informe una lista de lo que denomina “democracias defectuosas”: Corea del Sur, Francia y Estados Unidos, entre otros. El conjunto de estas democracias defectuosas abarca el 44,8 % de la población mundial. Y son 51 los regímenes que denomina autoritarios, los que representan el  37% de la población mundial.

Si nos interesa conocer en general cuáles son los países donde el voto es obligatorio, a partir del enunciado de que el sufragio no sólo es un derecho sino también un deber, nos encontramos con el siguiente listado: Argentina, Australia, Bélgica, Bolivia, Brasil, Ecuador, Egipto, Grecia, Honduras, Líbano, Luxemburgo, Nauru, Paraguay, Perú, Republica Democrática del Congo, Suiza (cantón de Schaffhausen), Singapur, Tailandia, Uruguay (inscripción obligatoria). [2]En este conjunto hay países donde la obligatoriedad del voto está, por así decirlo, mediatizada, ya sea porque no se aplica a ciertos sectores de la población (jóvenes entre 16 y 18 años, adultos mayores de 65 o 70 años, analfabetos, mujeres, presos sin sentencia, policías y militares), o porque las sanciones a quienes incumplen la obligatoriedad del voto son extremadamente laxas. 

Como puede apreciarse, en materia de voto obligatorio no estamos muy bien acompañados. Es más, los recientes acontecimientos en Ecuador, Perú, Chile, Bolivia, Venezuela, Brasil, ponen en evidencia la extrema fragilidad de la democracia en América Latina: ausencia de partidos políticos estables, niveles indescriptibles de corrupción, atentados a la libertad de expresión, proclamación de presidentes carentes de cualquier tipo de respaldo institucional, son algunos de los fenómenos corrientes.

En otro orden de cosas -digamos, entre paréntesis-, resulta arbitrario obligar a votar a los que no lo desean: anarquistas, testigos de Jehova, otros. El argumento del voto en blanco es un subterfugio denigrante porque significa: “voto, sí, pero no sé a quién”. En la improbable aprobación del voto en el exterior para los uruguayos, el voto obligatorio implicaría, para muchos residentes en el exterior, solventar los gastos de desplazamiento de aquellos que viven lejos de los consulados y/o embajadas.

Por su parte, el lector que se identifica como “Angel” realiza un interesante análisis de mi artículo. Comienza su comentario con una serie de elogios que mucho agradezco, pero luego introduce algunas críticas a las que me resulta interesante responder. Se trata de dos cuestiones separadas: uno, su reivindicación de las bases del Frente Amplio y su rechazo a cualquier modificación de los actuales estatutos de dicha fuerza política; dos, la interesante sugerencia de que el fenómeno Cabildo Abierto resulta de una transformación camaleónica del viejo ruralismo.

Respecto al primer punto, muchas de sus apreciaciones son, a mi juicio, atinadas. Es cierto que los errores cometidos por los dirigentes del Frente Amplio no tienen su origen en los estatutos. No menos cierta es su afirmación de que los comités de base son mano de obra benévola para las instancias electorales. Pero no es menos cierto que en el sonado caso Sendic -candidato promovido por Mujica y otros dirigentes-, el Plenario del Frente Amplio, integrado en un 50% por sus bases, respaldó en dos ocasiones la actuación del ex vicepresidente. Fue necesario que se dieran a conocer los fallos del Comité de Conducta Política del FA y de la Junta de Transparencia y Ética Pública (JUTEP), para que Raúl Sendic terminara renunciando a su cargo.  

No es necesario insistir en la importancia de los comités del FA, barriales y funcionales, en la construcción de dicha fuerza política desde su fundación el 26 de marzo de 1971. Pero es evidente que el rol de los comités de base se ha ido desdibujando con el correr del tiempo. Los comités funcionales han desaparecido y los comités barriales casi no funcionan, excepto en los períodos de campaña electoral. Son muy pocos los dirigentes del FA que concurren regularmente a sus respectivos comités a lo largo del año. Lo hacen, en último caso, el día del Comité de Base. 

No obstante, más allá de esta descripción de la actual realidad, me parece evidente que las vías de expresión política de la militancia de izquierda han cambiado de manera radical. Hoy por hoy la gente se expresa a través de las redes sociales y las multitudinarias expresiones de militancia de los últimos tiempos han provenido de otras fuentes. Me limito a mencionar algunas: el feminismo, la movilización por los derechos de la comunidad LGBTIQ, las marchas reclamando por los desaparecidos, los reclamos ambientalistas, el movimiento generado en torno al “No” frente a la propuesta de bajar la edad de imputabilidad y, más recientemente, la movilización de rechazo a la reforma constitucional que propuso el sector del Dr. Jorge Larrañaga en esta últimas Elecciones Nacionales.  

La necesaria renovación del Frente Amplio no pasa únicamente por la renovación de sus liderazgos políticos, sino que requiere una profunda revisión del proceso de decisiones al interior de la fuerza política, lo que conlleva, a mi juicio, una necesaria reforma de sus estatutos. Lamento señalarle al lector “Angel” que carezco de una solución a dicho problema, que debiera ser una tarea a emprender colectivamente. 

Creo que la transformación camaleónica del ruralismo en este nuevo partido político denominado Cabildo Abierto es un tema para estudiar con detenimiento. En efecto, el ruralismo fue, en su momento, un fenómeno socio-político con muchos puntos de contacto con el fascismo de corte mussoliniano. Muerto su líder principal dejó su huevo implantado en la dinámica que años después llevaría al golpe de Estado de junio de 1973 -en el que Juan María Bordaberry fue la expresión de esa continuidad- y al terrorismo de Estado. No menos cierto es que Cabildo Abierto es la expresión actual del “pensamiento” implícito en la doctrina de la seguridad del Estado. Coincido, pues, en que hay allí una línea muy fértil para futuras investigaciones históricas, para las cuales no me siento capacitado. 

Para finalizar, me cumple consignar que Vadenuevo es una publicación digital abierta a todo tipo de opiniones, dispuesta a recibir reflexiones políticas y culturales de cualquier índole. Las opiniones vertidas en sus artículos son responsabilidad de quienes las exponen. El único requisito impuesto por el consejo editorial es que se trate de artículos o ponencias no publicadas en otro medio.

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