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REFLEXIONES PRE Y POS BALOTAJE
Ya estamos en ese día después
Por Miguel Millán
Comparándolo con mis propios antecedentes, participé escasamente de la última campaña electoral. Sin embargo, esto se acrecentó en los días de noviembre, y ante la aparición desenfrenada de manifestaciones intolerantes, xenófobas, discursos reviviendo los enfrentamientos de la década de 1960.
Esas manifestaciones se producían aquí mismo, en este país que se jactaba, y que en estos días vuelve a vanagloriarse, de ser una tierra democrática donde se guarda el equilibrio, se respeta al diferente, no hay golpes de Estado, etcétera. Entonces decidí inmiscuir mi intelecto y “alguito” del hacer físico.
Para lo primero, escribí esto que sigue, pensando y dirigido a ese sector tan mentado y poco analizado de los indecisos, o los que, sencillamente, no quieren participar de ninguna polarización y mucho menos de la violencia de cualquier tipo.
Faltan pocos días para el balotaje en Uruguay y debemos pensar en el día después, como siempre pedía Líber Seregni. El lunes 25 de noviembre los uruguayos volveremos a nuestras preocupaciones cotidianas, nadie se va a ir de esta tierra, la más hermosa que ojos humanos hayan visto.
Escribo estas reflexiones ahora pensando en ese día después a partir de mi experiencia vital. Brevemente: cuando el 27 de junio de 1973 dieron el golpe de Estado, disolvieron las cámaras y las juntas departamentales, asistí como público, desde “las barras”, a la sesión de la Junta Departamental de Soriano pos golpe, la última. Luego, fui parte de los que nos reunimos en el local del diario El Radical (órgano de prensa del Partido Colorado de Soriano); iba con otros jóvenes a encargarnos de la impresión de lo que resolvían los mayores, dirigentes blancos, colorados y frenteamplistas que se oponían al golpe de Estado. Aquellas reuniones eran secretas, con pocos participantes.
Se organizaron tres actividades públicas: el 25 de agosto, fecha recordatoria de la independencia nacional, un acto en la Plaza Independencia de Mercedes donde habló el querido profesor Manuel Santos Pírez; en otra oportunidad, la profesora Lucía Sala dio una conferencia sobre José Artigas en la Casa de la Cultura (el intendente Francisco Ruso permaneció en el cargo hasta su muerte en 1976 -habiendo sido elegido por el sector “Por la Patria” del Partido Nacional, en una postura dubitativa pero anti dictadura- y nos prestó ese local municipal); otro día fue el turno del Teatro El Galpón que representó Barranca abajo de Florencio Sánchez en la sala del Colegio San Miguel.
Luego, a lo largo de 1974 tuvimos que hacer reuniones más reducidas en otros lugares. Organizamos apagones y los primeros cacerolazos. Rayábamos muros: “abajo la dictadura”, repartíamos volantes... En agosto, con motivo de una de esas actividades en Fray Bentos (a 30 kilómetros de distancia de Mercedes, mi ciudad de origen y desvelos) se llevaron presos a los comunistas, frenteamplistas, blancos y colorados.
En 1975 me tocó cárcel, torturas y, nueve meses después, asilo político. En setiembre de 1976 salí al exilio, a Caracas. En octubre organizamos un acto con Wilson Ferreira Aldunate y el ingeniero Oscar Maggiolo, y la música de Camerata Punta del Este. Recuerdo perfectamente algunas palabras de Wilson: el Uruguay era una gran cárcel y las Fuerzas Armadas se habían convertido en un ejército de ocupación. Y dirigiéndose a nosotros los exiliados: no desarmen las valijas porque más temprano que tarde volveremos a Uruguay.
En 1980 la dictadura pretendió perpetuarse en el poder con una reforma constitucional y, para sorpresa del mundo, el pueblo uruguayo le dijo NO. El argumento más simple que utilizaron los militantes blancos y colorados fue: “imagínese que a usted vecino le copan la casa para robarle todo, usted llama a los milicos pero resulta que después son los milicos los que no quieren salir de su casa”.
El 27 de noviembre de 1983 se realizó el mayor acto anti dictadura, el denominado “Río de Libertad”. Ciento treinta personas, dirigentes políticos, sindicales y estudiantiles, subieron al estrado. La proclama la redactaron el blanco Gonzalo Aguirre y el colorado Enrique Tarigo y fue leída por el actor de la Comedia Nacional Alberto Candeau, votante de la 1001. En cada capital departamental se realizó un acto similar, se leyó la misma proclama.
A lo largo de 1987 juntamos firmas contra la ley de Caducidad (o Impunidad).[1] En ese momento se necesitaba la firma del 25% del padrón electoral. Se conformó una Comisión Nacional y comisiones departamentales. En Soriano trabajamos codo a codo con dirigentes y militantes fundamentalmente blancos. Perdimos, pero la amistad y confianza democrático-republicana se continuó consolidando; aprendimos a querernos y a respetarnos sobre la base de un principio: el de la libertad democrática.
En 1992 volvimos a interponer un referéndum, esa vez contra la “Ley de Empresas Públicas”[2], la de las privatizaciones. En esa ocasión nos juntamos los frenteamplistas con blancos y colorados que defendíamos -y defendemos- las empresas públicas (la luz, el agua, la telefonía, los combustibles). Esa vez ganamos y reafirmamos la convicción de que el Estado uruguayo debía seguir siendo el escudo de los pobres.
El día después del balotaje entonces, nos deberá encontrar unidos a los uruguayos por un país democrático, sin exclusiones, con plenas libertades cívicas y con el fantasma bien lejos de cualquier trasnochado que se le ocurra iniciar acciones hacia un golpe de Estado. Sea cual sea el resultado del balotaje, el Uruguay seguirá precisando de todos los orientales de buena voluntad para seguir construyendo oportunidades para todos los hijos sin distinción. La línea divisoria seguirá siendo entre la libertad y el despotismo.
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Hasta ahí lo que escribí antes del balotaje. Hoy estamos en los días posteriores. El candidato vencedor y sus huestes debieron esperar el conteo definitivo de los votos por parte de las Juntas Electorales departamentales, luego de la apertura de los votos observados, fundamentalmente, y la oficialización del resultado final por parte de la Corte Electoral.
A nadie, con cierto grado mínimo de cordura y sensatez, se le ocurrió nombrar la palabra fraude durante la dulce espera. Mérito del potente e incorruptible, aunque perfectible, sistema electoral uruguayo.
Debemos hacer un ejercicio de memoria, honesto, despojado de intereses espurios: cuando perdimos la democracia y las libertades cívicas aprendimos en carne y cueros propios lo que eso significaba. Mucho, demasiado, lo lamentamos durante once largos años.
Estamos viviendo el renacer de voces y prácticas que estaban allí agazapadas esperando la oportunidad propicia para salir y actuar a la luz pública. El peligro acecha y no todos estamos en la misma sintonía.
“(…) ¿qué hacer? ¡Ah! desgraciadamente, hombres humanos, hay, hermanos, muchísimo que hacer”. Esto se preguntaba y respondía César Vallejo en sus Poemas humanos.