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SOBRE DISTINTAS FORMAS DE HACER POLÍTICA
Entre leves señales y afirmaciones contundentes
Por Rodolfo Demarco
Tras la derrota electoral, el Frente Amplio (FA) necesita recuperar peso en la sociedad, para lo cual sus mensajes deben llegar no solo al frenteamplismo y a quienes optaron por Daniel Martínez en el balotaje, sino más allá. Pero la intención de sintonizar con el “otro” no se manifiesta con la misma intensidad y de la misma manera entre los dirigentes y militantes.
Campañas eran las de ahora
Ejerciendo una oposición que no puede ni debería parecerse a la que realizaba antes de acceder al gobierno nacional en 2005, al FA podría no estarle resultando fácil esa sintonía con la sociedad. Y tiene ahora el desafío de las elecciones departamentales y municipales del próximo domingo 27, que le exigen hacer política en nuevas condiciones, que incluyen, naturalmente, las consecuencias de la Covid-19.
Una campaña electoral genera climas políticos, hace conocer (aunque sea superficialmente) a los candidatos. Sin embargo, la participación en actos políticos no sobrepasó el cinco por ciento de los ciudadanos en las Elecciones nacionales. Y sin pandemia. No siempre se tiene en cuenta que las ideas y el conocimiento de los candidatos se propagan más a través de ciudadanos que no son políticos ni militantes, pero que forman opinión por la influencia que ejercen en su entorno inmediato (familiar, laboral, barrial). Se trata de personas relativamente informadas y con convicciones políticas bastante sólidas. Muchos electores se informan y deciden a través de ellos, así como por otras vías no partidarias, y no solo por canales específicos de campaña, como publicidad, actos, reuniones, entrevistas, redes sociales, barriadas y otras actividades. En fin, aspectos nada recientes, sino de siempre, pero que por las nuevas circunstancias políticas generan exigencias inéditas.
Los medios enemigos
Las acciones de campaña, presenciales o virtuales, siendo decisivas para “mover la aguja” en los tramos finales, tienen menor alcance social que los mensajes (explícitos o no) que se trasmiten por grandes medios masivos de comunicación. Lo anterior es discutible, y existen visiones distintas entre los actores políticos, y en especial entre frenteamplistas.
A partir de que los grandes medios responden a los intereses de sus propietarios, que mayoritariamente no son de izquierda, en el FA se los suele considerar adversarios. Otros frenteamplistas, sin desconocer los intereses económicos, comerciales y políticos que hay detrás de los medios de comunicación, toman a estos como un dato de la realidad y tratan de desarrollar una política hacia ellos. Generan hechos o dichos buscando ser convocados por los medios, o les hacen llegar información, incluso a programas que tienen públicos sin interés en la política, pero que también votan.
En el Frente Amplio hay quienes no creen, en relación a este asunto, que sea posible hacer otra cosa que denunciar el sesgo político de los medios y aprovechar cuando se da la oportunidad para participar en ellos. No se piensa en tener una política sistemática de apertura de nuevos canales de comunicación.
Otros, en cambio, tienen una estrategia comunicacional que apunta al aprovechamiento de los medios que no controlan, incluso de aquellos que les son reacios.
Mensajes explícitos y leves señales
Una concepción de la comunicación que podría denominarse abarcativa, la que podría responder a cierta visión ideológica y táctica, tiene especial preocupación por llegar a sectores de la sociedad donde la captación le sea más difícil (por ejemplo empresarios, militares y otros, en el caso del Frente).
Un político puede preferir embestir contra Guido Manini Ríos mediante un lenguaje explícito y acusatorio, mientras que otro optar por priorizar el envío de señales hacia el electorado de Cabildo Abierto, por ejemplo mostrando al pasar, y como quien no quiere la cosa, el momento en el que se saluda con personas que por su profesión u otras características podrían responder al perfil de votantes de ese partido, como se vio en algún anuncio televisivo difundido últimamente. ¿Cuál de las dos estrategias comunicacionales le molestará más a Manini?
Se opte por la táctica que sea, y más allá de acentos y prioridades, todos coinciden en la necesidad de lograr un equilibrio nada sencillo: ampliar el público al que se dirige el mensaje, pero sin descuidar o debilitar la llegada al “correligionario”. Porque además de captar más allá de “fronteras”, un partido o candidato necesita afirmar convicciones en las filas propias, diferenciarse de la “competencia” interna (cuando hay multiplicidad de candidatos por lema), entusiasmar y exponer argumentos que lleguen hasta esos ciudadanos formadores de opinión a los que se aludió anteriormente. Se trata, en última instancia, de distintas maneras de comunicar en política, que diferencian, en forma y contenido, a quienes tienen objetivos comunes y comparten un programa partidario.
Las “mejores” formas serán las que trasunten legitimidad, sinceridad, coherencia, además de ser efectivas para llegar al “público objetivo” (denominación políticamente incorrecta si las hay). Las urnas a veces dicen cuáles son las tácticas más apropiadas para lograrlo. Aunque, como suele advertirse, no se gana o pierde una elección solo por lo que se haga en la campaña ni por las características de los candidatos. Asunto que deberá poner sobre la mesa de discusiones el Frente Amplio cuando encare el anunciado análisis autocrítico. Se trata de acumulaciones que se van construyendo a lo largo de años, y que tienen que ver con una multiplicidad de aspectos que no es posible siquiera enumerar aquí.
En fin, con bastante frecuencia, en la izquierda, y en todos los partidos, se considera que para ser “sincero”, el mensaje debe ser lo más explícito posible y propalado con “decibeles altos” (acompañado de adjetivos, mediante afirmaciones contundentes que se adelanten a todo posible cuestionamiento). Pero otros prefieren una comunicación más abierta, que se presente como una invitación a intercambiar ideas con el eventual contradictor.
La vida de los otros
“Este candidato no puede ganar: tiene ideas muy malas”, suele escucharse. Sin embargo las “ideas muy malas” para unos pueden ser muy buenas para otros. Ante un candidato, las personas ven y sienten cosas diferentes. Hay activistas y simpatizantes de todos los partidos a los que les cuesta aceptar que otros puedan pensar diferente. Luego, a la hora de los resultados electorales, se sorprenden y sufren grandes decepciones. De las que cuesta reponerse.
Ha pasado muchas veces. Pasó tras las últimas elecciones nacionales. Si ello fuera cierto y se asumiera por parte de los actores políticos, podría servir de enseñanza para los próximos años, para hacer la política del día a día, sin el apremio de los plazos electorales. Pero el ciclo en el Uruguay es largo, y todavía resta disputar un match. Falta poco para el 27, pero siempre hay tiempo para tener en cuenta ciertas lecciones, si es que se las considera aceptables. Porque si algo no hay en política son unanimidades. Afortunadamente, sí hay democracia y, por lo tanto, la posibilidad de ratificar caminos o enmendar errores.
acuerdo! desde mi particular tribuna observatoria, pienso, respetando redes sociales, u otros medios y o enfoques, me parece se debe reflotar el»viejo y querido»TETE A TETE».