Compartir

ABRE LA BIENAL DE VENECIA CON PREGUNTAS SIN RESPONDER

 Publicado: 05/06/2019

¿Es posible una nueva estética en un mundo en crisis?


Por Luis C. Turiansky


Del 11 de mayo al 24 de noviembre de 2019 tiene abiertas sus puertas la que, desde 1895, es tal vez la mayor exposición regular de arte en el mundo: la Bienal de Venecia. Junto con la "Mostra" de Arte Cinematográfica que tiene lugar cada verano europeo en el vecino Lido junto al mar y es, obviamente, su evento más célebre, y el certamen de Arquitectura, que suele alternar en los años pares, representan la ambición universalista que dominó los espíritus de los intelectuales a fines del siglo XIX, época de expansión del imperialismo.

Hubo momentos en que, efectivamente, las diversas escuelas determinaron un estilo dominante, ya sea el modernismo o "Art Nouveau", el impresionismo, el cubismo, el expresionismo, el abstraccionismo, o bien genios individuales, como Picasso, Dalí, Moore o Mondrian (al que secretamente amamos en nuestra redacción, algún día se sabrá por qué), imponían su personalidad por encima de la modas.

Hoy, sin embargo, el globalismo neoliberal y posmoderno que nos ha tocado vivir fue siempre totalmente ajeno al placer de la competición: desde el despegue estaba claro que era ganador, era el punto final que todo lo arrasa y tampoco necesitó identificación estética alguna para darse a conocer. Por ello las salas de exposición son hoy más bien lugares de ensayo y búsqueda, en los que predomina el espectáculo y la originalidad, más que la maestría o la fuerza emocional. Y los grandes eventos son ferias cuyas mercancías son obras de arte, presentadas con profusión de tecnología y experimentando con percepciones nuevas (el tacto y el olfato, por ejemplo, o la realidad virtual).

La participación en actos de la envergadura de la Biennale requiere recursos enormes y esto tal vez explique que el Uruguay no se destaque precisamente por coleccionar galardones. No obstante, desde 1960 cuenta con un pabellón propio, un paralelepípedo racionalista adquirido por el Gobierno de entonces en el parque Giardini. Lo ocupa este año un solo autor, Yamandú Canosa, con una obra representativa única, "La casa empática", que el catálogo define como "una casa de fronteras rotas".

La imagen reproducida es de un simbolismo neto y brutal. La "penetración" de Europa en el mapa sudamericano, precisamente por la Amazonia, es sin duda intencional. No está claro sin embargo si ha de ser un motivo de júbilo o de llanto: el autor, en todo caso, no se pronuncia y deja al propio espectador la tarea de interpretar su mensaje.

 

 

Yamandú Canosa, "La casa empática", Bienal de Venecia 2019, Pabellón del Uruguay. Fuente: https://www.labiennale.org/it/arte/2019/partecipazioni-nazionali/uruguay

 

En la lista de participantes individuales figura otra uruguaya, Jill Mulleady, que vive y trabaja en Estados Unidos. Es de suponer que ha tenido que sortear muchos escollos y tal vez obtener el apoyo de sendos mecenas y patrocinadores para poder exponer sus trabajos en el viejo recinto del Arsenal de Venecia. En comparación con otros países más pobres, (Antigua y Barbuda, Ghana, Pakistán, por ejemplo) el esfuerzo oficial uruguayo parece bastante modesto y no guarda relación con las intenciones originales que sin duda llevaron a nuestros gobernantes en el pasado a adquirir un local propio. Como para reflexionar sobre la política nacional en materia cultural.

El lema elegido por los organizadores, May you live in interesting times ("Ojalá vivas tiempos interesantes"), un concepto que muchos equiparan con los tiempos conflictivos que hoy nos enfrentan, pero que pueden ser también lo contrario de los tiempos tediosos sin ningún interés. Por el momento, como era de esperar, los tiempos "interesantes" en las artes plásticas solo se resuelven mediante la originalidad a alto costo y la variedad de enfoques.[1]

Desde luego no se trata de reclamar un arte comprometido socialmente y a tono con el momento histórico. Eso fue antes. A lo sumo, se admite una cierta crítica, que ha de ser "correcta" y ceñirse a temas obligados, como el de la crisis climática y el calentamiento de la Tierra. Es así como el Gran Premio se lo lleva Lituania por su espectáculo Sun & Sea (Marina), del que son autores Lina Lapeylite, Vaiva Graynite y Rugile Bardzdziukaite. En El País de Madrid, 12.5.2019, Iker Seisdedos lo describe como una "ópera-performance para trece voces sobre el cambio climático, en la que se observa desde arriba a los cantantes vestidos de bañistas y esparcidos por una playa creada con arena traída de la república báltica. El calentamiento global y la llamada de socorro de la Tierra, enviada precisamente desde aquí, punto verdaderamente crítico en el desastre planetario, han sido temas centrales de la cita, que permanecerá abierta hasta el 24 de noviembre con agua, seres marinos, detritus subacuático y hasta el olor a salitre."

 

 

Una escena de la obra premiada en el pabellón de Lituania
Fuente: Andrea Merola (EFE)

 

Tal vez lo que mejor simboliza esta búsqueda infructuosa de caminos nuevos (aparte la inexplicable decisión de traer arena del Báltico) sea el arreglo del pabellón italiano en forma de laberinto, que también menciona en su reseña el citado crítico español. Relata: "todo acabó por encajar cuando los invitados a la exclusiva cena de inauguración del pabellón se perdieron en el laberinto dedicado a Borges en el jardín de la Fondazione Giorgio Cini, alquilada por Gucci, que, además de organizar el evento aporta financiación mayoritaria al proyecto artístico en una tendencia creciente de mezclar lo público y lo privado en estos Juegos Olímpicos del arte."

Es el mundo un laberinto, sí señores. En la política, la economía, las relaciones internacionales... y también en el arte. No por nada desde los tiempos de Arnold Hauser y su "Historia social de la literatura y el arte" (1951) se reconoce que el arte es un reflejo de la realidad social del mundo, ya sea de manera consciente o no. Incluso los artistas que niegan este postulado dialéctico no pueden escapar a la influencia que el mundo ejerce sobre ellos. Hasta la negación programática de la que es portador el arte abstracto tiene que someterse a la realidad geométrica, cromática y cósmica del mundo y no pocas obras de estos autores nos recuerdan imágenes de la materia microscópica o del universo distante, porque la imaginación proviene siempre de la experiencia perceptiva.

Lo malo es perderse en un laberinto, como dice Seisdedos que les pasó a los huéspedes de Gucci en los jardines de Borges (un suceso fortuito que no deja de ser sintomático). Entonces se requiere una acción de salvamento, sicólogos para asistir a los damnificados y por siempre quedarán algunas huellas en las mentes de los asistentes. Trasladado a la vida material, las consecuencias de una crisis económica global pueden ser peores aún, y eso si no se acompaña con la locura de una guerra total. En tal caso, todo ese derroche de medios que representa la muestra veneciana en lo que se considera oficialmente las cumbres del arte (aunque no siempre el derroche en cuestión sea de orden creativo y de invención) quedaría convertido en cenizas.

Y si se me obligara a responder a la pregunta retórica del título, diré que una nueva estética es posible en una época revolucionaria, pero no necesariamente en un mundo en crisis. Si nos atenemos al siglo XX, escenario de no pocas revoluciones estéticas, las mismas ocurrieron en el contexto de grandes conmociones sociales, en víspera de guerras mundiales o en el marco de transformaciones políticas que despertaron el interés de los artistas, pero no precisamente en respuesta a las grandes crisis económicas.

Hoy son Gucci y otras marcas famosas quienes deciden los destinos del arte oficial. Si nos sometemos a su conducción, quizás los futuros historiadores del arte reserven para nuestra época, a despecho de las muestras a lo gran espectáculo a que nos tienen acostumbrados, palabras poco elogiosas.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *