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NUEVOS MEDIOS, NUEVAS IDEAS. EL MEDIO ES EL MENSAJE

 Publicado: 05/06/2019

Una encuesta sospechosa


Por Eduardo Platero


Acabo de cortar una conversación telefónica con un sujeto que dijo pertenecer a una empresa encuestadora, algo así como “latinoamericana”. Su acento era neutro y la comunicación estaba llena de ruidos. Me hizo recordar las viejas “llamadas a Larga Distancia” de la época en que la telefonista comunicaba mediante clavijas.

En los años 60 me gané a vida haciendo encuestas para el entonces Instituto de Ciencias Sociales, que no nos largaba a la calle sin antes formarnos. Nos ponía bien en claro que una cosa es preguntar, de forma neutra, y otra –desleal para el encuestado y para la encuesta- ¡muy otra! es provocar la respuesta que a uno le acomode.

Es decir, algo sé y todo el palabrerío inicial, entreverado, sobreabundante y vacío, me puso en guardia.

Con todo, era la primea vez en la vida en que se me encuestaba y el asunto me interesó. Me dispuse a contestar recta y honestamente.

Porque respeto el trabajo ajeno, no me gusta currar; prefiero ser recto a “vivo”. Creo que cuando se encuesta con responsabilidad los resultados son importantes y sirven como una especie de termómetro.

Justamente, como un termómetro que únicamente indica la temperatura del momento en que se midió. La misma puede ser estable y mantenerse, o volátil. De ahí las preguntas dirigidas a apreciar el grado de estabilidad de la opinión del encuestado. Y los márgenes de error.

Bueno, de entrada la sota mostro las patas. Luego de un palabrerío tan inútil como confuso, largó la primera pregunta que hacía referencia a los tres precandidatos blancos con chance: Lacalle Pou, Sartori y Larrañaga. Así, en ese orden y con especial énfasis en el segundo de los nombrados.

Como cuando la maestra trataba de que el gurí acertara con la pregunta. -“El río más ancho, querido, el más aaancho. ¿El Nilo, el San José o el Rio de la Plata?“. Cuando decía Sartori engrosaba la voz y yo, que estoy un tanto sordo y oía mal por el ruido, supuse que me estaba preguntando cuál de los tres podía ganar la interna y empecé a discurrir.

Me cortó en cuanto llegué a Sartori con una afirmación que no podía ser inferida de mi pausada respuesta: -“Así que Ud. opina que Sartori puede ser el elegido”.

Ni me dio tiempo a explicarle y me lanzó la siguiente andanada que tenía que ver con que si yo consideraba que la promesa del joven empresario acerca de crear cien mil puestos de trabajo marcaba una diferencia a su favor.

Empecé una educada respuesta negativa y me insistió con tanta autoridad que estallé. Le dije que todo era una sinvergüenzada y que se dejara de jorobar.

Y corté. Estoy seguro de que mis respuestas no figurarán en ese trabajito que luego publicarán afirmando que la gente está loca de contenta con los cien mil laburos y que Sartori es visto por todos como “el Salvador”.

Si fuese únicamente un curro para ganarse unos pesos el asunto no importaría. Pero nuestro joven empresario proyectado a político no es ningún zonzo y no serán curreros de cuarta los que le vendan un buzón.

La encuesta es parte de una operación de mayor envergadura y no está, precisamente, orientada a saber cuál es la opinión sino a direccionarla.

¿Quién no quiere jugarle al caballo ganador?

¡Cuántos indecisos pueden terminar inclinados por seguir lo que se les presente como un torrente avasallador y sumarse!

Proclamar un seguro ganador puede dar resultado. Si no los diera no se usaría.

El “trabajito” está bien estudiado. Las reglas del marketing indican que no hay que enfrentar del pique al puntero sino elegir a quien lo sigue. Recién después de doblegar al segundo dar la pelea, en los últimos metros, contra el puntero.

Caballo que alcanza, es que quiere ganar” es una de las tantas sentencias de mi pasado burrero. Y todo parece preparado para dar a Sartori como desplazando a Larrañaga y pronto a lanzarse sobre Lacalle Pou.

Una especie de “Karma” parece castigar a Larrañaga. En la interna pasada lo daban como tan seguro ganador que, en la atropellada, se les coló Lacalle Pou.

“Por los palos”, como quien dice.

Ahora tratan de darlo como derrotado por el empuje arrollador de Sartori y sus cien mil puestos de trabajo.

La plata mueve montañas y las nuevas tecnologías de mercadeo esta vez entraron de lleno en la política.

Si es o no ético, no es la cuestión. El pragmatismo se impone a las viejas reglas y lo que consideramos honorable. “El fin justifica los medios” nunca fue escrito por Maquiavelo; es una anotación marginal que hizo Napoleón en su ejemplar de ”El Príncipe”.

Y el fin es ganar. No creo que sea ganar la candidatura en esta interna. Sería un posible fracaso en las nacionales. No le interesan más que dos o tres senadores y algunos diputados.

Con eso, si pierde el Frente como esperan, será minoría decisiva. Y si el Frente no pierde, como espero, con un segundo o tercer puesto, joven y sin compromisos, se hará dueño del Partido Nacional.

No se puede perder demasiadas veces –únicamente Herrera en un Uruguay distinto– y detrás de los hoy precandidatos no hay relevo a la vista. ¿Quién da la talla como para enfrentar a un Sartori que haya salido segundo o “tercero prendido”?

¡Nadie! La política es un monstruo que se come a sus protagonistas. Sobre todo ahora, que es el tiempo de todo ¡YA!

Una de las características diferenciales de nuestro sistema político es la existencia de partidos. De partidos fuertes y con historia. Con arraigo y con una ideología que podrá ser un tanto difusa, pero existió.

Los colorados fueron los “liberales”, cosmopolitas y con cierto distanciamiento de “las tradiciones”. Invocaban a “la República”… Un Pepe Batlle difícilmente se hubiese podido dar dentro del Partido Nacional. Así como Herrera es impensable como colorado. Dejando de lado las fracciones minoritarias: los riverisas y los independientes.

No me quiero meter en honduras porque no soy tan buen nadador, pero por ahí anduvo “el cerno” de los blancos y el aperturismo colorado. Y por esa misma característica de nuestra política, afianzada en partidos con raíces, es que el Frente Amplio fue posible.

Detrás del Frente hay más de un siglo de “ideas”. De los partidos y orientaciones tradicionales “de izquierda”, de una larga tradición de cuestionar “el orden social” y reunirse política o sindicalmente para enfrentarlo.

Si miramos a nuestros vecinos, las cosas son bien distintas.

Macri y Bolsonaro fueron el resultado de “vacÍos políticos” que el mercadeo contribuyó a crear y aprovechó luego.

Cuando Gutemberg inventó la imprenta de tipos móviles y popularizó la Biblia, las viejas verdades indiscutidas de la Santa Iglesia con sede en Roma (casi siempre) entraron a ser cuestionadas.

Nuevos medios, nuevas ideas.

El medio es el mensaje.

Las “Cartas” de Julio César; los vitrales que fueron como las historietas para fijar el credo; ¡las historietas! para millones de inmigrantes que sabían leer pero no dominaban el inglés; los corridos y las décimas; la radio; la televisión y ahora “la Internet”.

Vivimos una Revolución Comunicacional enorme. Y el dominio de “los medios” posibilita como nunca el dominio de las cabezas.

No hay cambios revolucionarios sin que haya cambios en las cabezas. Para no ir demasiado lejos: Botana demoró un montón de tiempo para traer los restos de Gardel a Buenos Aires y posibilitar ese multitudinario entierro. Batlle refundó “El Día” no para subscriptores, sino ¡a vintén! Para las grandes masas.

¿Habrían sido posibles Mussolini y Hitler sin la radio? Y sin todo el aprendizaje del manejo de masas que arranca con la Revolución Soviética. Roosevelt, ya gastado por los años, ganó su tercer mandato gracias a sus “Charlas de los Viernes”.

El Senador McCarthy y su histeria anticomunista, ¿habría sido posible sin el clima de Guerra Fría y la televisión?

Siempre edificando en torno a una sensación vaga pero generalizada de insatisfacción o inquietud. Existe una correlación precisa entre los instantes de angustia y temor de las masas y los subsiguientes episodios de Terror durante la Revolución Francesa.

¡Y la acción de la prensa! Por algo Marat murió en la bañera escribiendo. ”L’ami du peuple” era el medio para el mensaje revolucionario.

El mercadeo “vende”. Un jabón con “extracto de no sé qué” una bebida que te dará “verdadera satisfacción” o ¡un Presidente! Sobre la base de saber las inquietudes no muy concretadas pero existentes en la gente.

“Trabaja modelando”.

Devolviendo a la gente, conformado y convertido en certidumbre y propósito, lo que era desasosiego. Si se “despiertan” o no después… ¡es otra cosa!

Ni soy original, ni agoto el tema.

No me lo propongo. Lo que sí quiero resaltar es que la existencia de partidos con una ideología sólida y una organización de abajo-arriba y de arriba-abajo es una real barrera contra los vaivenes del mercadeo.

Prefiero mil veces equivocarme con mi Partido” – decía Jean Jaurès– “que acertar en su contra”.

Es un tanto extremo cierto. Lo ideal es que ni uno, ni su partido se equivoquen. Porque ambos enfocan la realidad con rigor y porque la examinan a la luz de una ideología.

Lo particular siempre puede llevarnos hacia cualquier lado si no tenemos idea del marco general en el cual estamos y de cuál es el objetivo a alcanzar.

¡Por favor, entonces: no se licúen tanto en administrar! Es preciso tener claro los por qué y los hacia dónde.

Bueno, escribiendo se me vino la hora de la marcha y mientras miraba desfilar a esa multitud. Inconmovible, con lluvia o buen tiempo.

Muchos, como yo, rumiando su pasado y rememorando a sus muertos. De la tortura y de los años, porque llegar a viejo es ser un sobreviviente. Con una gran mochila.

Pero, también, enorme cantidad de jóvenes. Con mucho más futuro que pasado y que difícilmente puedan hacerse una idea de lo que fue. Pero sí tienen claro que no lo quieren y que si hay que luchar, ¡lucharán!

Ojalá que no haya necesidad pero… ¡nunca se sabe!

De que seamos o no “masa manipulable” depende que hagamos el futuro o nos lo hagan.

Por eso: ¡No hay que despintarse!

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