Karina Maidana
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VADENUEVO DE COLECCIÓN: DEL NÚM. 69 (JUNIO DE 2014). POLÍTICAS DE ESTADO EN EL URUGUAY CONTEMPORÁNEO (II)
Fundamentos del rechazo dentro del FA a las políticas de Estado
Por Gonzalo Pereira Casas y Rodolfo Demarco
Es necesario ahondar en las razones por las que las políticas de Estado están resultando difíciles de abordar y asumir en el Frente Amplio (FA). También en los demás partidos, pero aquí se hará centro en el que ejerce el gobierno, ya que la contradicción entre lo que se reivindica internamente, en los documentos y resoluciones de plenarios nacionales y congresos, suele chocar con lo que se propone y se hace desde la conducción gubernamental: las políticas de Estado que intenta el gobierno encuentran trabas en su propio partido.
Algo más que pequeñeces
El artículo anterior de esta serie citaba -como expresión de las dificultades de concreción de las políticas de Estado- al presidente José Mujica: “Parece mentira que no se puedan lograr los consensos mínimos para ciertas cosas fundamentales y así poder llevarlas adelante”. Y agregó: “Ojo que la pequeñez es de todos, de la oposición y de nosotros” (La República, 01.01.2014).
Pocas dudas caben sobre la presencia de “pequeñeces”, pequeñeces que se agrandan en periodos electorales como el actual, cuando pasan a un primer plano la búsqueda de la diferenciación creyendo que es una de las claves del éxito en la competencia. Al respecto se podría citar multitud de ejemplos, y entre los más comunes se encuentra negar el voto en el Parlamento nacional a proyectos de ley que parecían acordados. Pero no es momento de hacer la recopilación de fracasos de las políticas de Estado. Lo que veremos es que más allá de esas “pequeñeces”, la permanencia de las dificultades para que los partidos políticos acuerden sobre cuestiones fundamentales obedece a causas profundas y, en particular, a fundamentos ideológicos y políticos contrarios a las políticas de Estado. Al igual que en el artículo anterior, donde la búsqueda de fundamentos sobre la necesidad de políticas de Estado se limitó a los argumentos del general Liber Seregni, aquí también, en la búsqueda de las trabas, nos acotaremos al Frente Amplio (FA) y a sectores integrantes del mismo.
- Documentos del FA que chocan con ideas de sus principales referentes
“Estrategia para la Etapa” es un documento aprobado unánimemente por el Plenario Nacional del FA en noviembre de 2011. El nada breve texto ni siquiera menciona el concepto de políticas de Estado como parte de una estrategia. Y no es algo menor, porque una estrategia corresponde a una visión de mayor alcance que la táctica, pretende ser una visión conceptual. Y tal “Estrategia para la Etapa” fue tan tenida en cuenta que el “Plan Político 2012-2014”, también aprobado por unanimidad en el Plenario Nacional del 24 de noviembre de 2012, avisa: “se elabora con el marco de referencia del mencionado documento”. Y, consecuentemente, tampoco alude a las políticas de Estado. Pruebas al canto: el tercer Objetivo Estratégico mencionado en el documento es “consolidar alianzas con amplios sectores comprometidos con un programa de desarrollo sostenible. Nos referimos a los trabajadores, a los pequeños y medianos productores del campo y la ciudad, las organizaciones de estudiantes, jubilados, al PIT-CNT, a las múltiples comisiones barriales, aquellos intelectuales comprometidos desde siempre con los procesos de cambio y todos aquellos interesados en las transformaciones profundas que el país necesita”.
Puede apreciarse que los “amplios sectores comprometidos con un programa de desarrollo sostenible” no abarcan a los otros partidos políticos del país o a sectores de ellos. Si bien el documento no trepida en afirmar que los partidos tradicionales representan intereses contrarios al progreso y la justicia social, introduce cierta matización al expresar que las colectividades tradicionales “mantienen contradicciones en su seno”, aunque -se apresura en complementar- “actúan como representantes de la minoría dueña de capitales, tierras, empresas y grandes medios de comunicación”. No se afina sobre las características de esta “minoría”, y el léxico empleado podría haber sido transcripto de un documento de varias décadas atrás, como si aludiese a la misma vieja oligarquía. No hay examen de los cambios económicos y del contexto internacional que puedan relacionarse con modificaciones en las características de los sectores poseedores, la gravitación de los nuevos procedimientos de producción en sectores clave y el papel que está jugando en esos cambios -que son tecnológicos e infraestructurales, además de sociales- la inversión extranjera directa (IED) en la producción y los servicios.
En el capítulo 4 del material redactado por el grupo de trabajo para la elaboración de la “Estrategia para la Etapa”, titulado “Conformación y fortalecimiento del bloque social de los cambios; Reducción de las desigualdades”, no se hace referencia a políticas de Estado sobre algunos temas que van más allá de un amplio bloque que promueva “una agenda potenciada de la izquierda, que le permita conectar con nuevos actores sociales”.
Es explicable que en el documento no se mencione la posibilidad de no contar con mayoría en el Parlamento en la próxima legislatura -aunque es apresurado expresar vaticinios al respecto-, pero tampoco se considera la necesidad de alcanzar acuerdos con, por lo menos, parte de la oposición para aprobar temas relevantes que requieran votos que correspondan a amplios consensos.
En materiales del calibre de los citados no cabe explicarse la ausencia del tema de las políticas de Estado por un simple olvido: mucho ha sido el tiempo que llevó su confección y muchos fueron los ojos que filtraron los textos y decidieron ignorar las políticas de Estado. ¿Es unánime esa voluntad, como indicó la votación? Más adelante volveremos sobre esta pregunta. Ahora pasemos a ver algunos argumentos contrarios a las políticas de Estado.
- Fundamentos del rechazo a las políticas de Estado
2.1 En documentos del Frente Amplio
La clave para entender la oposición a las políticas de Estado se expresa con claridad en lo que sigue:
“Hay dos proyectos de país en disputa. La derecha y sus soportes sociales, ideológicos y políticos apuestan a un país fracturado, cada vez más desigual, donde una minoría se apropie de partes crecientes de la riqueza, con crecimiento concentrador y excluyente […] Los sectores más conservadores de los partidos tradicionales -colectividades que mantienen contradicciones en su seno- actúan como representantes de la minoría dueña de capitales, tierras, empresas y grandes medios de comunicación” (“Estrategia para la Etapa”, op. cit.).
Quienes han sostenido que hay “dos proyectos de país en disputa” lo entienden como una confrontación tal que no permite espacio para políticas de Estado; no queda margen para acuerdos entre partidos políticos que sostienen distintos programas. Es decir, consideran que los partidos son excluyentes unos de otros. En el próximo artículo de la serie se analizará un enfoque opuesto.
Sin embargo, en el Borrador de Plan Político -probablemente propuesto desde la Presidencia del FA y circulado para la discusión de las bases y los sectores a partir del 22.09.2012- no figuraba la expresión “dos proyectos de país en disputa”. ¿Distracción? No es admisible. Parece claro que el tema ha sido objeto de controversia dentro del Frente Amplio. Y la cuestión no quedó laudada de acuerdo al referido Borrador, pues en el texto definitivo del Plan Político reaparece el párrafo inicialmente abandonado:
“Hay dos proyectos en disputa. La derecha y sus soportes sociales, ideológicos y políticos apuestan a un País fracturado, cada vez más desigual…”
¿Cómo ocurrió el rescate, reaparición e imposición de los “dos proyectos de país en disputa”? Sería un buen tema de investigación. Para quienes la encaren hay un dato: la Coordinadora M del FA hizo circular en sus comités un texto con agregados al Borrador, entre los que cabe rescatar y subrayar el siguiente pasaje:
“Consolidar alianzas a partir de la confrontación en todos los planos con la derecha […]” Encarar “[…] la elaboración programática de cara al próximo Congreso del FA, confrontando con la derecha con audacia y valentía política […]” y “confrontar proyectos con la derecha, apoyados en la más amplia movilización”.
“Confrontación”, “confrontando”, “confrontar”… Se empuja con obsesión y sin temor a la redundancia para que reaparezcan los “dos proyectos de país en disputa”. Parecería que hay integrantes de las bases del FA que son más “confrontativos” que quienes propusieron el Borrador, y en el Plan Político definitivo cerraron toda aproximación a políticas de Estado. La apelación a la confrontación prevaleció sobre la propuesta. Pero la sola “confrontación” es insuficiente para comprender la oposición a las políticas de Estado. Deben verse sus fundamentos y antecedentes.
Antecedentes imprescindibles
Ya se vio la ausencia de mención a políticas de Estado en los documentos del Frente Amplio, pero una cosa es la ausencia y otra es fundamentar en contra de dichas políticas. No se encuentran ejemplos fácilmente. Y menos aun por escrito, aunque hay algunos pocos pero elocuentes casos. El integrante del Comité Ejecutivo del Partido Comunista (PCU) y su responsable nacional de Unidad Política, Daniel Marsiglia, manifestó:
“Hay compañeros que siguen sosteniendo que con la derecha se pueden construir políticas de Estado y después la derecha muestra lo que realmente es. No se puede acordar nada con ellos” (El Popular, 08.06.2012, negritas de los autores).
Y en el Plenario Nacional del FA del 3 de noviembre de 2013 se planteó: “¿Cómo podríamos gobernar acordando con blancos y colorados? […] Sin mayorías parlamentarias habremos discutido en vano, ya no sería nuestro programa” (Constanza Moreira, en YouTube).
Por su parte, en declaraciones del 13 de setiembre de 2013, el dirigente socialista Gonzalo Civila dijo a Brecha, al responder sobre la política kirchnerista: “[…] creo que es una actitud política de mucho coraje, y por ende de mucha confrontación, porque cuando uno está dispuesto a explicitar la contraposición a ciertos intereses dominantes, eso por lo general trae como consecuencia una reacción. Yo creo que eso, bien contextualizado, acumularía cultural y políticamente para nuestro proyecto” (negritas de los autores).
En el citado reportaje, Civila agregó: “Acá [en Uruguay] […] la clave principal de la lucha de clases, y que eso en última instancia solo puede resolverse por una vía socialista […] en el Frente estamos todos, o casi todos convencidos de que la contradicción ideológica entre izquierda y derecha está totalmente vigente […] la lucha de clases sigue siendo el eje central". Y plantea “un crecimiento con distribución donde la lógica de producción no está pautada por el capital” (negritas de los autores).
Las declaraciones citadas son recientes, pero hay un antecedente muy anterior que caló hondo y sostenía la existencia de dos proyectos de país en disputa, en un cuadro mundial y nacional bipolar, de agresiones de EE.UU. en América Latina, de ahondamiento de la crisis estructural en nuestros países e incremento de las luchas sociales y de la represión desde el Estado. Nos referimos a la Declaración Programática del Partido Comunista (aprobada en el XVII Congreso, en agosto de 1958), con influencia en la izquierda y en la propia creación del Frente Amplio, que planteaba la radicalidad del proceso social y político uruguayo, una revolución, que “no puede hacerse de manera gradual, evolucionista, reformista”. Caló profundamente en viejos frenteamplistas de hoy, que fueron por entonces comunistas, socialistas, anarquistas e incluso batllistas, nacionalistas y socialcristianos de izquierda, la convicción de que era necesaria una revolución e, ineluctablemente, con perspectivas de una confrontación muy dura con el imperialismo y la oligarquía nativa.
No ha sido la única argumentación histórica contraria a las políticas de Estado. No tanto por el programa, pero sí por los hechos. La expresión extrema de este “espíritu confrontacionista” la constituyó la guerrilla de fines de la década del 60 y comienzos del 70 del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T). Por supuesto que en el periodo en el que el MLN practicó la guerrilla los gobiernos de la época cerraron toda posibilidad de políticas de Estado, pero importa señalar hasta qué extremo un sector de la izquierda llevó a la práctica la idea de que no había otra alternativa que ir a una “confrontación total”, concepción original que contribuyó al talante antipolíticas de Estado que se observa actualmente en sectores del Frente Amplio.
No obstante -el tiempo no pasa en vano-, muchos exguerrilleros actualmente promueven el diálogo, la búsqueda de acuerdos y las políticas de Estado, al tiempo que algunas personas de generaciones más recientes, y también algunos “veteranos”, cultivan conductas reacias a la búsqueda de acuerdos con otros partidos.
La tesis sobre la inevitabilidad de la confrontación no fue abandonada por el PCU. Aunque sus tesis de la década de los 50 contribuyeron a derrotar la ortodoxia de la izquierda de entonces, al plantear una fase histórica de desarrollo no socialista, luego de la crisis de comienzos de los 90 y tras la implosión soviética y del campo socialista, no abandonó la postura confrontativa. Esta actitud de aferrarse a interpretaciones que se concibieron en otra época y para otras realidades, se mantiene presente en frenteamplistas de diferentes orígenes, confundiendo las tareas de esta etapa histórica y la necesidad de desarrollar una gran amplitud no solamente hacia toda la sociedad sino también hacia los otros partidos políticos.
La tesis sobre la inevitabilidad de la confrontación fue profundizada
En las Tesis del XXIX Congreso del PCU, de diciembre de 2010, se lee:
“El contenido de la época. Estamos en una época de tránsito del capitalismo al socialismo […]”.
“Con la conquista del gobierno, el FA pasó a ser un instrumento más en la acumulación de fuerzas para el desarrollo y profundización del proceso de avance en democracia, en el curso político-social de aproximación a la democracia avanzada rumbo al socialismo” (op. cit.; negritas de los autores).
Y se sostiene:
“[…] hay que superar la contradicción principal entre esas fuerzas productivas que pugnan por desarrollarse hacia ese objetivo y las relaciones de producción capitalistas y dependientes, que determinan la crisis de estructura de la formación económico-social uruguaya” (op. cit.; negritas de los autores).
El correlato de percibir al socialismo como una meta próxima y seguir caracterizando a nuestra época como “de tránsito del capitalismo al socialismo”, conduce, inevitablemente, a equivocar la estrategia y a estrechar el campo de las alianzas:
“El bloque de poder dominante sigue constituido directamente por sectores del imperio, las trasnacionales, los sectores dominantes de las clases dominantes del país (particularmente ese sector que liga lo financiero con lo exportador-importador como determinante de la economía nacional), que integran o tienen a su servicio los principales medios de difusión, y la mayoría de la estructura intermedia del aparato estatal, de los mandos fascistas y no fascistas de las FF.AA., y sus intereses son representados políticamente por las cúpulas de los Partidos Tradicionales.
Para reducir el poder de las clases dominantes y sus herramientas (Partidos tradicionales, Cámaras empresariales, Asociación Rural del Uruguay) se requiere aislar, dividir, esterilizar al enemigo de clase” (op. cit.; negritas de los autores).
Obsérvese que no se diferencia entre enemigos y adversarios ni se intenta interpretar las razones que se exponen. Una vez que se define así la tarea de la etapa histórica queda poco margen para la definición de alianzas, acuerdos o políticas de Estado.
No se puede negar que hay contraposición de intereses en la sociedad y que importantes sectores empresariales y la derecha política libran su batalla contra el FA con indiscutible fervor, pero tomando al pie de la letra la cita que se transcribe en el siguiente párrafo no hay espacio para coincidencias con otros partidos y ni hablar de políticas de Estado. Más aun, ni siquiera espacio para la participación de los demás partidos en los organismos públicos:
“Ante el ofrecimiento de ambos gobiernos del FA a la participación de la oposición en ámbitos de gestión estamos transitando una modalidad diferente por parte de los partidos tradicionales. Debemos analizar esta táctica teniendo en cuenta que aparte de controlar y obstruir la gestión busca que se vea como viable y deseable la alternancia. Por el contrario, desde nuestra línea de acción lo más importante es ampliar y profundizar los espacios de participación popular, neutralizando así la incidencia del bloque de poder” (op. cit.; negritas de los autores).
Sobre todo si dicha “incidencia del bloque de poder” convence a los integrantes del propio Frente Amplio:
“Decíamos en el XXVII Congreso […] «…nuestro gobierno es un gobierno en construcción, en disputa con el enemigo y con contradicciones a la interna, que definirá su accionar en directa relación con el «peso» de la clase, del pueblo, del FA y del PCU en el equipo de gobierno y sus medidas» […]” (op. cit.; negritas de los autores).
De allí que se concluya:
“Fueron antagónicos con el desarrollo de la unidad latinoamericana el tratado de inversiones, los intentos de firmar un TLC con EE.UU. y luego el avance en torno al TIFA” (op. cit.).
Obsérvese que ya los enemigos no son solamente los partidos tradicionales sino que están dentro del FA:
“El cambio fundamental que el Uruguay necesita y puede hacerlo es el de la política económica del gobierno.
[…] la no resolución en su base de la contradicción principal de la coyuntura entre país productivo con justicia social y profundización democrática o más dependencia, hace que el rumbo del proceso y su continuidad se vean comprometidos.
[…] Particularmente como consecuencia de la política económica ejercida, está comprometida la posibilidad de un desarrollo independiente y soberano del Uruguay […].
La disputa es entre el programa popular y los intereses de las clases dominantes que buscan de cualquier manera mantener y extender sus privilegios. Lo cual incluye la difusión y pelea por trasladar sus ideas a toda la sociedad y al propio gobierno. En tal sentido, este segundo gobierno también está en disputa” (op. cit.; negritas de los autores).
Si seguimos el razonamiento, quien plantee dentro del FA una política de Estado evidencia el éxito de las clases dominantes en “trasladar sus ideas” a los integrantes del Frente. Y la política económica sería la imposición de dichas ideas. Duro pero coherente.
- Algunas reflexiones sobre la inevitabilidad de la confrontación política
Declaraciones como las de Marsiglia y Civila, citadas anteriormente, y los documentos del PCU (los hay también de otros sectores), contrarios a las políticas de Estado, tienen como principal fundamento la proximidad del socialismo: “Estamos en una época de tránsito del capitalismo al socialismo […]”.
Pero si atendemos a los hechos (que siempre deberían ser caros a los marxistas), en las últimas tres décadas ocurrió exactamente lo contrario: fue una época de tránsito del socialismo al capitalismo en la URSS, República Democrática Alemana, China, Vietnam, etcétera. Se incorporaron plenamente al sistema capitalista. ¿Se quiere sostener que Cuba muestra la posibilidad de tal tránsito? Su flamante ley para atraer inversiones extranjeras, ¿no expresa, justamente, una tendencia en sentido contrario?
Estas realidades no se quieren reconocer cuando se proclama el rumbo al socialismo.
En segundo lugar, las posiciones contrarias a las políticas de Estado apelan al planteo marxista sobre la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción como expresión de la necesidad histórica de una revolución. En particular lo citamos en la tesis del PCU -aunque, como se dijo, dentro del FA se encuentran estas posiciones en varios sectores, incluso sin autodefinición marxista- que sostiene que tal contradicción “determina la crisis de estructura de la formación económico-social uruguaya”.
Pero mirando los hechos, ¿es razonable sostener la existencia de una crisis de estructura cuando en Uruguay hemos presenciado 9 años con un crecimiento promedio anual del producto bruto interno (PBI) del 6 por ciento? Ciertamente que caben dudas sobre la persistencia de dificultades sociales y económicas, pero parecería que va contra los hechos sostener que hasta hoy se prolonga la “crisis de estructura de la formación económico-social uruguaya” que fundamentó la necesidad de la revolución agraria y antiimperialista.
En tercer lugar, volviendo nuevamente a la década de los 50, observemos un aspecto de la citada Declaración Programática del PCU aprobada en 1958, no siempre atendido (a pesar de que influyó en el programa fundacional del Frente Amplio): no se planteaba una revolución socialista sino una fase histórica de desarrollo capitalista (tema al cual volveremos en esta serie de artículos):
“La propiedad de los industriales y comerciantes nacionales y de los campesinos y arrendatarios no latifundistas que no conspiren contra el poder popular, será respetada y defendida por la ley.
Sobre las nuevas bases económicas así creadas, el gobierno democrático de liberación nacional podrá impulsar un gran desenvolvimiento de la industria -estatal y privada- y de la producción agropecuaria […]” (op. cit.).
Y para que la cuestión quede aun más clara: los “dos caminos opuestos” en Uruguay no referían a la contradicción capitalismo/socialismo, a pesar de que la correlación de fuerzas mundiales de la época se registraba teniendo en cuenta dicha contradicción.
Es paradójico que varias décadas después, y con la crisis mundial del socialismo, se formulen planteos que en aquella época, para los comunistas y otros izquierdistas, hubiesen resultado superados o inaplicables.
Es comprensible que en las condiciones de hace más de medio siglo el Partido Comunista afirmase, aunque la vida terminaría no dándole la razón, que debía caracterizarse a “nuestro tiempo como la época del hundimiento del capitalismo y de la victoria del socialismo [que] se expresa en los cambios que experimenta la correlación de las fuerzas internacionales”
Al caer el “socialismo real” en la URSS y en todos los países que lo aplicaban (tal vez con la excepción de Cuba, aunque los actuales cambios nos hacen ser cautelosos, y dejando a un lado el caso muy especial de Corea del Norte), podría esperarse una corrección de la orientación política: si el socialismo real desaparecía, también lo hacía la “contradicción fundamental de la época”. Y, además, se modificaba absolutamente la correlación de fuerzas internacionales, ahora en un mundo unipolar en lo que a poder militar se refiere. La posibilidad de un “rápido tránsito al socialismo” desaparecía por ambas razones. Pero lejos de reconocerse esta nueva realidad, en lugar de analizar las nuevas posibilidades y opciones del desarrollo, en las visiones que estamos reseñando se acortó el plazo hacia el socialismo y, por ende, el arco de quienes pueden participar en las transformaciones sociales y políticas.
Ante tal contradicción entre los hechos y la línea política que, como resultado de su visión general, rechaza las políticas de Estado, cabe preguntarse: ¿cómo es posible que tal línea política se sostenga?; ¿por qué hay militantes que están convencidos de su justeza?; ¿cómo logran la mayoría en un FA compuesto por partidos que no la comparten?
Son preguntas no solo importantes, sino además desafiantes. Ya finalizando esta segunda entrega de la serie, solamente haremos referencia a una razón que tiene mucho peso para explicarlo: una de las leyes más importantes de la física -la inercia- refiere a la resistencia que opone la materia a modificar su estado de reposo o movimiento. La inercia también se manifiesta plenamente en la vida de los partidos políticos y explica la dificultad que existe para cambiar las visiones consolidadas por el tiempo y por las rutinas. Aunque se manifiesten como erróneas.
El siguiente artículo encarará las perspectivas de las políticas de Estado en el Uruguay.