Laura Torres

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COMPROMISOS DIFÍCILES DE HONRAR

 Publicado: 07/09/2022

La deuda social


Por Néstor Casanova Berna


Desigualdad y deuda social

Contra las falacias de la ideología de la meritocracia, que afirma que las diferencias de la fortuna económica obedecen al virtuoso esfuerzo individual, se puede observar que, mientras todos los seres humanos nacemos iguales -inermes, llorosos y demandantes de cuidados parentales-, las circunstancias que rodean nuestra crianza suponen, para las grandes mayorías sociales, una expropiación aleve de derechos y recursos. Las circunstancias políticas, sociales y económicas que rodean a la crianza se ocupan, de modo implacable, en desigualarnos.

Son distintos los mecanismos que se activan para perturbar la promoción por talento y esfuerzo. No me puedo referir a todos, pero Abraham Lincoln tenía razón cuando decía que los seres humanos nacen iguales y esta es la última vez que lo son. Haber nacido en un país rico o pobre, en una familia acomodada o en situación de privación, tiene implicaciones enormes para la vida de las personas. El azar (a través del nacimiento) marca, en buena medida, el destino de las personas, su salud, su progreso cognitivo, sus itinerarios educativos, laborales; en definitiva, sus oportunidades vitales”.[1]

Los economistas han forjado la expresión deuda social para referirse al resultado económico de esta sistemática expropiación diferencial de derechos y recursos. Porque la pobreza no ha de verse, tal como lo hace la ideología dominante, como una insuficiencia en el esfuerzo, la voluntad o el talento, sino como resultado de un retaceo sistemático y naturalizado: un hurto pacíficamente aceptado por las buenas conciencias. La deuda social, entonces, es la contracara de la acumulación diferencial de ingresos y riqueza.

Es el monto que forma la deuda, definido como necesidades no satisfechas, derechos no respetados, privaciones pasadas y presentes. Es lo definido como el «derecho a desarrollar una vida plena, activa y digna en un contexto de libertad, igualdad de oportunidades y progreso social»”.[2]

En el actual período histórico, podemos constatar que los sectores agroexportadores consiguen acumular ingentes ganancias por la situación internacional de los precios de los productos, mientras que se observa una sistemática caída en el valor real de salarios y jubilaciones, así como un pronunciado deterioro en la calidad del empleo. La acumulación diferencial de ingresos y riqueza aumenta, mientras que, de manera recíproca y simétrica, los ingresos de los que menos tienen bajan, así como las prestaciones de las políticas sociales de redistribución se retacean. La deuda social aumenta día a día.

La desigualdad viene de lejos

El proceso “desigualador” del presente está más que claro y lo experimentan en carne viva las más amplias mayorías sociales. Pero este proceso, si bien ahora agudizado -y, en cierto modo, sincerado sin tapujos- no empezó por cierto, con la asunción de este gobierno de la coalición multicolor. Entre las filas del Frente Amplio no falta quien reconozca, de modo autocrítico, que en los 15 años de gobierno de izquierda, si bien algo se mitigó la brecha en los ingresos, por obra de la reforma impositiva y el apoyo a la negociación sindical colectiva de salarios, no obstante la desigualdad en la riqueza continuó agudizándose.

Es que el mecanismo de ajuste socioeconómico regresivo y de expropiación de recursos y derechos tuvo su momento de especial auge durante la pasada dictadura cívico-militar. Una gráfica histórica de la caída continua del salario real es más que elocuente al respecto. Durante el período, no solo se vulneraron los derechos humanos más elementales, sino que también se cercenaron con método y rigor los derechos sociales, económicos y culturales:

“[…] trabajadoras y trabajadores perdimos en los años de dictadura ingresos equivalentes a la deuda externa uruguaya de aquel momento”.[3]

La recuperación del poder adquisitivo de los salarios desde la recuperación de la democracia no llegó a compensar la caída experimentada desde 1968.

Luego, durante los 15 años de gobierno del FA, el salario real se recuperó de manera importante, llegando al nivel de 1975”.[4]

En lo que toca a los ingresos por salarios, mucho quedó por hacer, por cierto. También hay que reconocer que la desigualdad en la riqueza también creció en el período. Y este es un proceso más lento y consolidado históricamente:

Esto quiere decir que 2500 personas, ese 0.1% [de la población en Uruguay], poseen más de la mitad de la riqueza financiera uruguaya y casi el 90% de la empresarial. Como señalábamos, sigue siendo cierto que un pequeño número de individuos posee buena parte de los medios de producción uruguayos”.[5]

Al final del día, lo que se va incrementando cotidianamente es la desigualdad social y, con ella, la deuda social que algún día habrá que saldar.

El compromiso por saldar la deuda social

El compromiso político por saldar la deuda social no parte de cero. Hemos sabido saldarla en parte y de lo que se trata es de perfeccionar los mecanismos ya ensayados, así como redoblar la apuesta programática para revertir este prolongado proceso histórico de “desigualación” infamante. Esto implica, como es natural, disputar por el sentido común alternativo a la ideología dominante, así como saber escuchar las voces del movimiento social. Las organizaciones sociales deben hablar alto y contundente, así como deben ser escuchadas toda vez que interpretan los intereses de las amplias mayorías sociales.

Adenda: la notica indignante de la hora

Hace poco nos enteramos de que la ministra de Vivienda inauguró un realojamiento de vecinos del asentamiento de Chacarita de los Padres, adjudicándosele en forma falaz al denominado Plan Avanzar. Este plan ni siquiera se ha iniciado a la fecha e integra el elenco de promesas de futura acción de la presente Administración. El realojamiento que se ha inaugurado recientemente proviene de una iniciativa del anterior gobierno. Pero hay más: en la inauguración se pudo apreciar la presencia de la Ec. Laura Raffo, excandidata a la Intendencia por la coalición conservadora. Su comparecencia notoria supone, de un modo comunicacional mendaz, que tal personaje tuvo arte o parte en el asunto.

No se puede establecer qué resulta más indignante: si el hecho de adjudicarse falsamente decisiones y compromisos ajenos a cuenta de la menesterosidad de presupuestos disponibles, el que se apliquen a mentirle en la cara a los vecinos más desinformados, o el de aparecer como ángeles dadivosos de limosnas, cuando no hacen otra cosa que agravar la ingente deuda social.

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