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VADENUEVO DE COLECCIÓN: De nuestro N° 4 (enero de 2009)
La culpa la tuvo Fidel
Por Juan Pedro Ciganda
I.
Como estoy haciendo un trabajo de investigación sobre historia de los uruguayos, sus aventuras, venturas y desventuras de los años sesenta y setenta, tengo un montón de papeles amontonados sobre el escritorio. A título de ejemplo les cuento solamente de tres.
- Un telegrama de 1969 en el que me notifican que soy en desertor y destituido de un banco privado. La verdad es que no me puedo quejar. Mi vida ha tenido buenas y malas, pero no ha sido aburrida. A los 23 años ya había desertado del ejército por ser parte de un gremio "de la actividad privada" en huelga.
- En otro rincón de la mesa hay un libro abierto en una página en la cual me informo de las charlas de un Ministro del Interior uruguayo explicándole e informándole al embajador norteamericano sobre el escuadrón de la muerte, que "ayudaba" en la lucha contra la sedición guerrillera y que el gobierno de la República controlaba.[1]
- En una zona más desordenada aun de la papelería tengo subrayada una fotocopia de prensa de 1971 en la que uno se entera que hubo un atentado frustrado contra la vida del general Liber Seregni en el departamento de Rocha, en medio de una gira electoral.
Tomando los tres datos como simples indicios podría deducir o confirmar:
1) En esos tiempos la acción gremial reivindicativa en la actividad privada y pública era reprimida con militarizaciones incluidas. Entre 1968 y 1969 conocieron la militarización, la reclusión en cuarteles y la destitución trabajadores de UTE, de los bancos oficiales y privados, de OSE, de Ancap, de Telecomunicaciones.[2]
2) El gobierno de la República, "que actuó y administró en un régimen permanente de medidas prontas de seguridad, desde junio de 1968 hasta el final de su mandato", violó la Constitución... con respaldo parlamentario. Los calificativos no importan.
3) El clima de las elecciones de 1971 estaba condicionado, entre otras cosas, por un gobierno que mantenía en acción a grupos violentos que realizaban atentados diversos.
II.
Hice las notas anteriores después de terminar la lectura del reciente trabajo del Dr. Julio María Sanguinetti titulado "La agonía de una democracia". [3] El autor expresa su voluntad de "hacer historia", escribirla. Pero es lo que no hace.
Un principio básico de derecho procesal señala que "el que alega, prueba". En la investigación histórica "también" todo puede ser aseverado, pero todo tiene que ser probado con documentos, con testimonios, con crítica adecuada de todas las fuentes utilizadas. Y el producto, la escritura, se puede y debe medir por lo que incluye, por lo que omite, por lo que olvida, por lo que destaca. La escritura de la historia por sus protagonistas no es imposible. Los protagonistas no están inhabilitados para escribir "buena historia". La falta de objetividad, la ausencia de distancia, la ideologización, el compromiso afectivo con determinadas situaciones, no son buenas razones para cerrar el paso al político/historiador.
Esos "pecados" pueden ser cometidos por historiadores que examinen la revolución de 1904 en Uruguay, la guerra de secesión en Estados Unidos, el tiempo de Oliver Cromwell o el decanato en el fútbol uruguayo. Hace dos décadas -en 1989- los historiadores, especialmente en Europa, mostraron todos sus desacuerdos, nuevas miradas, "escandalosas" heterodoxias al valorar y revalorar los sucesos de 1789 en Francia. A la hora de la investigación, de la reflexión, de la interpretación, no hay procesos "cerrados".
Por eso es legítimo afirmar que la verdad histórica es siempre una incesante búsqueda, jamás un lugar de llegada, una estación. Hay dos socios que no pueden separarse, sin embargo: la honestidad intelectual y el rigor en el manejo de la información. La honestidad intelectual se presume, el rigor en el trabajo se demuestra.
En base a estas premisas, creo que el Dr. Sanguinetti no aporta "en el caso" a la investigación. Las "cosas nuevas" de la investigación no se prueban.
A título de ejemplo, me entero por el trabajo en cuestión que la huelga de la Convención Nacional de Trabajadores (CNT) de resistencia a la dictadura se desmoronaba en pocas horas. Las ocupaciones reiteradas de lugares de trabajo "como mínimo indicio" avalarían exactamente la idea contraria a la sustentada por el Dr. Sanguinetti.
Me entero, a su vez, que los tupamaros impusieron la presencia y existencia de comités de base del Frente Amplio (FA) en 1971. Pero no se me explica en qué se basa la afirmación.
Hay numerosos ejemplos de este tipo (contabilicé en principio doce), pero los dejo para otro día, si hace falta.
lll.
Creo que el Dr. Sanguinetti ha escrito un ensayo, género por demás valioso para la reflexión, la difusión de ideas y la polémica en derredor de ellas. Reafirma lo que ya ha dicho "aunque con modos muy cambiantes a lo largo de tres décadas" sobre el Uruguay de los años sesenta y setenta.
Un país apacible de los años sesenta se vio alterado en su idílica convivencia por un grupo guerrillero. Esto atrajo, con el tiempo, la llegada de los militares y éstos, "derrotado el enemigo militar", decidieron quedarse once años más.
En este trabajo reciente, el Dr. Sanguinetti asevera que la acción sindical debe ser más fuertemente tomada en cuenta como factor desestabilizador de la democracia. Todo ello, por demás, es para el escritor consecuencia de la influencia de la revolución cubana, los intelectuales de izquierda, monseñor Carlos Partelli, Alfredo Zitarrosa, los profesores de Secundaria, Eduardo Galeano, los estudiantes, los sindicalistas y algunos otros especímenes nacionales o importados de similar ralea.
En el ensayo prácticamente no hay referencias al mundo, salvo a Cuba. No es siquiera mencionada la histórica "casualidad" de la presencia de golpes de Estado y dictaduras genocidas en Latinoamérica en los años sesenta y setenta. Ni un atisbo de mención al exterminio multinacional ejecutado en estos países bajo la denominación "Cóndor" en los setenta y ochenta.
Todo fue, centralmente, responsabilidad histórica de un grupo guerrillero y de los desbordes sindicales de la CNT. (¡!)
lV.
El pasado reciente de los uruguayos hay que estudiarlo y la historia hay que escribirla. Hay trabajo y elaboración importante de investigación ya realizada y publicada. Hay, desde la academia, esfuerzos ingentes en curso. Mas, en todo caso, falta muchísimo por hacer para tener visiones rigurosas y abarcativas del proceso uruguayo en cuestión inserto en la América y el mundo de los últimos cuarenta años. Los historiadores, los cientistas sociales, y también los protagonistas/historiadores tendrán una difícil tarea.
Se requiere el trabajo duro "propio del historiador", sumado a la obvia necesidad de superar condicionamientos, prejuicios, esquemas internalizados a remover. Hijos, estos últimos, no solo de la condición del ser humano sino "además" del hecho de "haber estado allí", en el lugar de los sucesos, de las pasiones, de los dolores.
Como dije más arriba, es difícil, pero puede hacerse. Pero ninguno de los dos integrantes del binomio pueden faltar a la cita: honestidad intelectual y rigor en el método histórico.
Feliz 2009 para todos los amigos y lectores de vadenuevo. Este año va a ser notable.
Muy bueno el comentario, es especial el necesario requerimiento de honestidad intelectual y rigor científico ( porque no) en el aporte de pruebas. Mucho me temo que el advenimiento de la posverdad nos deje en historia reciente una suerte de barrabravismo de un lado y del otro. Como siempre, lo importante es el método.