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AL PIE DE LAS LETRAS
horror vacui (en torno al fin de una música) (fragmentos)
Por Laura Alonso
Aquellos animales. O, mejor, aquellos signos o huellas de pequeños animales que nos despertaban en la noche, inmaculando la pared frente a los libros, con un fondo de sangre espesa que borboteaba de quién sabe qué sótanos. Aquellos animales de destreza que regresaron en forma de túmulo invisible y de la boca de esa mujer se hicieron de la carne royéndola hasta el barro. Aquellos animales, y estos: los que encintan a la música y provienen de un lugar desguarecido.
para un responso
i
Nadie escribe en juicio de su hora ni afirma su procedimiento de rescate sin al menos cometer un error de afirmación sobre el mundo, con la verdad incluida, incluida su posibilidad, en negación o escombro. Si digo sola, junto a la tarde en que murió mi madre ¿será como una tarde para el que lea, con un acento en un final de melodía? ¿o marcas negras a fichas blancas al descender la página, como de un piano la escala de las teclas? ¿será una preñada aparición flotante en agua estancada para una sed de nadie?
(¿de qué brazo le asisto ahora para doblarse y beber?)
ii
Si el pájaro que picotea al medio de la casa, en la caja craneal, triscada bulonería de pulmones, está llamándome. Con un sonido incandescente, está llamándome; un Fuego de San Telmo ardiendo entre las hechos: pasillo de puertas blancas, tubos y cánulas; vórtice agonal al centro de un pingajo, como quien ata más fuerte los nudos para una red pero resbalan. O unas cuerdas de violonchelo con una nota que pudo nada por una madre, mía, tallándose en pecho de mi leche la carne de su carne amputada.
iii
Trombosis. Canales de parto. Úlceras. Costuras. Calles de pendiente pronunciada, encorvándole en sudestada, con lluvia y mastines de patrulla casi en los zapatos. Cerrada y abierta carena el lomo, yéndose a pique por diferencia de peso y resistencia blanda.
-escalpes de la música en ordenado réquiem
textamental
Madre fue esa gente que quiso a los corderos tanto que los medró hasta un corral de tristeza y yugo; peregrinación a la muerte por donde había pasturas. Bellos relatos verdes, allá lejos, bien allá
de los hijos
de los hijos
de los hijos
Ahora esos bichos no saben lo qué hacer. Que nada vale de lágrima cuando feroz es el día; la sucesión de los cielos sin ni siquiera belleza.
Sangre sí; cotidiana ley. Progresión a la falta de figuras en posición residual. Y en el centro del pecho la herida de la falla iluminando la noche hasta la noche final. Eso me dio madre por nacimiento: un foco entre los huesos por donde me asolo en tonos de apagar. Y la música, de cables y nuditos; de lo que pueden y/o rompen.
campo de promesas
El paisaje: esa porción de tren desapareciendo, en un país donde los trenes son fábulas inglesas con vías oxidadas y yuyos; pueblos vacíos con puertas carcomidas y fuera de escuadra, acuchillando espacios con algún rayo de luz y ningún habitante. La música nace de esa oquedad del tiempo y allí se queda, como acordando alguna fe secreta con el futuro que fue.
aparecimientos
Se arquean largos pastos de orilla mecidos por la corriente, en un planeta que figura a un planeta con largos pastos de orilla, mecidos por la corriente.
Hay agua de Tarkosvsky lloviéndose en el té a la hora de una madre y su desdicha.
habla de madre
Quien habla de madre habla de una fe y una teoría. Ambas cosas imposibles de moldear una forma fidedigna de modelo con idea. Quien habla de madre no habla de madre sino de habla de sí. De escamoteo mutuo entre limpias intenciones y cordaje traccionado por interrogación: ¿por qué del padre la habitación tan ancha? Tan ancha y tan vacía. Y sin embargo madre, obligada como de a dos columnas, pende su reseña y repasa frustración en llantos dominicales, cuando no se trabaja el triple de cada cuadrante que tiene cada día. Por cuatro bocas que almuerzan en silencio, también y sólo los domingos. Y sólo en ese día, que Dios que nos descansa, saciábamos la ira de la ciudad y la mesa. En el lar semanal de ínfimas desgracias, en un país ahogado con extraños ahogados venidos a las costas (la casa, desalmada, hería de goteras si llovía).
Habla de sí en niñas de asoladas de espanto general desconocido. De cuentas iguales a puntas pendientes por los lados opuestos al cordón que las unió.
Yo le debía esta canción…[2]
…mas la música se quiebra en griterío, ruido de objetos que estrellan
y sin embargo
Yo le debía esta canción a usted…
…mas la música se quiebra, retuerce
habla de sí.
melodía rota
<
parte de promesa. parte de sombra
juego de sol sobre una higuera
parte de niña
arrojada a soledad convexa.
una casa con fondo
un país lleno de muertos
>
la geografía de la luz
es un espejo hecho pedazos