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AL PIE DE LAS LETRAS
Poemas
Por María Virginia Finozzi
Cuando estamos tristes o desconcertados
googleamos una pregunta simple en el buscador
y creemos fielmente en los algoritmos de google y sus casualidades
porque más abajo de los anuncios que vienen sucios de dinero y malintencionados
más abajo
vienen las casualidades
un blog naif de alguna adolescente que pensó en esto
o datos de wikipedia de conceptos que otros cerebros estructuraron
(tambien Marcusse hablaba de poesía y Chomsky de la esperanza)
y esto no lo sé con certeza pero Bachelard escribía cosas hermosas en torno a la epistemología en la Poética de la Ensoñación
cuando estamos triste dibujamos el patrón de seguridad
y vamos directo a Google
y pensamos
qué puedo preguntarme ahora
de dónde viene esta confabulación estrepitosa de
signos de preguntas y hambre
del más acá
eso
o subir una historia - selfie ridícula adrede a ver quién comenta qué primero
y tipear que andasñer y cuándosalenesosmates
para cuando salgan ya nos habremos olvidado de la confabulación aquella
del asalto de la angustia haciendo un surtido en el Tata o hablando por teléfono con mamá
en un 110.
Un ñeri empatiza más que vos
¿estás cansada amea?
dice el ñeri
el ñeri sabe
a pesar de la pasta
y de los golpes
el ñeri empatiza
el invierno inaugura otra decepción:
se extingue tu fuego
en este callejón gélido
dentro de mí
y el ñeri curtido
me ve pasar
más allá de los avatares
de la miseria y del frío
que ya ni se siente
el ñeri empatiza
se da cuenta
mejor que vos
me sonrío infeliz
y un ñeri me tiene lástima
en el fondo sabe
que la desidia que cada cuerpo
soporta
es inversamente proporcional
a la intensidad de los ojos que los espejan
el ñeri se dió cuenta
que perdí por goleada
Esto es un poema a mi tío porque ahora no puedo hacer otra cosa
Por eso googleo la triada cáncer-poema-salvación
para comprender cómo arde la carne de nosotros los vivos por los cuerpos muertos
por eso investigo sobre células tejidos metástasis y la genética
por eso pienso en mi abuelo Negro y su cocktail de muerte y las despedidas
por eso ya no le temo a la morfina
por eso ese domingo clavé mis ojos en el informativo del mediodía porque si miraba
el fuego me ardía si miraba a mi tío (¿era ese mi tío?) moría de vergüenza
por eso las visitas son cortas e insoportables
por eso él no quiere vernos no quiere que lo veamos porque sabe que se perdió a sí mismo sabe que ese cuerpo vuelto a menos no es mi tío por eso no acepta visitas porque está perdido no está se está extinguiendo para siempre se está extinguiendo se está para siempre se está
por eso preferí mirar fijamente el televisor cuando dije que tenía planeado mudarme
a vivir con mi novio o lo que sea que eso signifique formar un núcleo familiar de nuevo nueva célula ser adulta madurar
por eso no lo vi sonreír pero intuí que estuvo feliz por un minuto
por eso no quiero saber de los exámenes ni las entregas ni la situación social
por eso lloro en la ducha y reabro la cicatriz ahora que miro una bola de cáncer
tragarse a mi tío
por eso me muerdo las uñas y maldigo las cartas q ya le hice llegar
por eso agradezco los dos años de interrupción entre cáncer de estómago y cáncer como una pelota de fútbol en el abdomen (balao di fuchibol dijeron en Sao Paulo) por eso odio a los cirujanos argentinos que sacan fotos y dicen miren miles de nódulos soldados a la espina lumbar y obstrucción total intestinal. Es solo esperar
Por eso odio mi sangre.
Esto es sangre sucia, le temo a mi sangre y a la proximidad de los órganos vitales.
Una semilla de odio que se mueve a merced del todolollevopordelante
la vida es nada solo ese paréntesis entre tomar conciencia y el despertar de nuestro cáncer filial. Un hermano abominable al que al que procuramos no pronunciar pero que cada uno esperábamos en cuerpo y alma
por eso o nos matamos extasiados o esperamos la explosión metástica en el tórax y el vientre y comenzamos a amar de verdad en un instante
por eso recuerdo a mi tío rosado y robusto, jardinero y callado
por eso me avergüenzo ante el cuando el tumor maligno coloniza su alma
El río que llevaba otro nombre
He amado en tierras extrañas, hice el amor en aguas salobres a sabiendas de que temía y odiaba cualquier mar. Mi casa era el puente (abajo del puente era feliz la niña que fue mi madre), el agua dulce de un río y su ribera eran lo único capaz de contenerme. Caminé en la playa en la noche y temí que mi amado me ahogara en ese sinfín de caldo, en ese sin frontera que era negro y en cada ola rompiéndose veía los dientes de los perros feroces. Me cerciore de que sólo se nadar en agua dulce, de que puedo no morir siempre que del otro lado haya otra ribera.
Las mejores fotos de mi niñez me las tomaron mis padres en la costa del río uruguay, entre piedras y paredones pedregosos de esas hectáreas que eran nuestra salvación. El río ahogó a un par de seres queridos y hasta le devolvió a mi padre un cadáver de veinte días podrido (un entrerriano baleado por la policía), y aun así los varones de mi familia todos compraron lanchas y encallarse en el medio del río a escuchar la nada era lo que les daba la paz sin redes.
La familia
mi padre
mi madre
un hacha
mi abuelo
cortaba caña
las manos negras
de melaza
sus dedos dulces
lamo mis dedos
engominados
en tu sangre
lavo con agua
salobre
mis manos
tus huellas
un mar lejos
del agua clara
del río que
llevaba otro
nombre:
María Virginia Finozzi (Belén, Salto, 1995) es estudiante de Educación Social, poeta y editora de la sede uruguaya de la Editorial Liberoamérica. En 2018 su poesía recibió menciones en el concurso Pablo Neruda, organizado por la Intendencia de San José, y en el concurso conocido como Movida Joven, dependiente de la Intendencia de Montevideo, por el poemario inédito Manojo de notas estériles en un smartphone.
Ha publicado poemas en dos antologías: En el camino de los perros (HUM, 2018), y Liberoamericanas (Liberoamérica, 2018-9), publicada en Argentina, Bolivia, Uruguay y España.