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AL PIE DE LAS LETRAS
Seis poemas
Por Lilián Hirigoyen
I
A fuego marcada
a fuego rojo quemada en los huesos
y sin embargo, de pie
si una palabra
dijera lo que ya no hace falta
olvidando el resto de los nombres que nada dicen
¿sería suficiente?
no hay luz tan intensa que alumbre la tarde
solo la noche guarda infinitos secretos en su silencio
mientras tú y yo, oscuros y lentos,
morimos de a poco.
II
Afuera llueve
arrecia el viento en
ráfagas intensas
una cortina de gasa
cubre el mundo que me rodea
se mueven los pies corren veloces
en incontables
movimientos
buscando un refugio imaginario
un edén no tan gris
entre el gris del cemento
la lluvia, el viento, el frío
azotan la búsqueda de cada peregrino:
un paraíso
donde el agua no atormente
y el fuego de una estufa reconforte
pero los pies corren
repiten los pasos,
pisan iguales huellas,
se dispersan alocados,
huyen
de las gotas que castigan
y que bendicen también la dulce siembra
de otra primavera.
III
Viajamos en el auto
tan rápido (o eso creemos)
que vemos pasar el mundo a una velocidad
inaudita.
De frente, nos lleva por delante el paisaje
y parece que no nos hiciera daño,
solo nos roza el viento que entra por la ventanilla,
nos golpea el cabello, nos enreda los rulos
y se escapa furioso en pos de otra cabeza.
Adelante, la carretera nos traga
para que todo sea un juego de apariencias,
los árboles, hasta hace poco en el horizonte,
quedan en el pasado
casi sin darnos cuenta.
Miramos azorados los pequeños detalles
como si nunca hubiéramos visto
una flor que brilla en la hierba,
una casa pequeña que surge de una loma,
un camión avanzando en sentido contrario
y todos reímos mientras miramos
las maravillas de la tarde
porque estar juntos es un milagro
un intenso respiro
en medio de un viaje que siempre termina.
IV
Siempre por escribirte un poema
uno que no esté repleto
de besos repetidos hasta el cansancio
de abrazos conocidos
saturado de lugares comunes.
Siempre por hacerlo buscando
la palabra distinta
esa que da en el blanco
o en el medio justo del pecho,
pero no,
no encuentro.
Te busco entonces en la memoria
en el pedazo intacto que me guardo
en el otro extremo de lo cotidiano
pero allí las palabras no existen
los besos se disuelven
sin cuerpo ni abrazo.
Me quedaré entonces
con las ganas de escribirte
con las ganas de saber qué misterios
se esconden y no surgen
de los lugares comunes.
V
Sentarse y escuchar
los sonidos,
pálidos ecos de otros más profundos
latir en otra sintonía, lejos del mundanal ruido,
de las voces roncas
que desdibujan la belleza de cada palabra.
Así te escucho
después del silencio
porque estás ahí,
más allá de cada discurso vacío
con tu forma brillante de ver el mundo
hablando un idioma distinto
al de quienes no perciben
lo cotidiano.
VI
Cuánto debería entender
cuánto
de cada estrella que cae
ver la ráfaga de una mirada
como un cometa perdido
en el cielo nocturno
y descubrir así entre las infinitas luces
que miran,
aquella
la única
la excelsa
titilante espejo de mis ojos
en la galaxia.