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CINE, HISTORIA Y MEMORIA

 Publicado: 01/06/2022

“Yo acuso”: los principios y la razón


Por Andrés Vartabedian


Que uno de los hombres más acusado y condenado -incluso efectivamente, por la Justicia estadounidense- de la industria cinematográfica titule su último filme “Yo acuso” (“J’accuse”, en su francés original), no deja de resultar, cuanto menos, irónico y provocador. Sin embargo, dejaremos de lado aquí el abordar si su personaje central puede ser visto como su alter ego y si la vocación del director al construir esta obra fue hablar de una injusticia cometida -y que se seguiría cometiendo- contra sí mismo.

El “Yo acuso” del título remite a la carta homónima publicada por Émile Zola en la primera plana del diario francés L’Aurore el 13 de enero de 1898. Una carta dirigida al presidente de la Tercera República, Fèlix Faure, que pretendía reavivar -de hecho lo consiguió- y revisar el caso Dreyfus y que, de algún modo, ponía en el banquillo de los acusados a todas las altas autoridades gubernamentales francesas, ya fueran estas civiles o militares. Una carta que pasó a la Historia.

Señor presidente:

¿Me permite usted [...] tener la preocupación de su justa gloria y […] decirle que su estrella, tan afortunada hasta ahora, está amenazada por la más vergonzosa, por la más imborrable de las manchas?

[...] ¡menuda mancha de barro sobre su nombre -me atrevería a decir sobre su reino- que es este abominable caso Dreyfus! Un consejo de guerra acaba, por orden, de absolver a un tal Esterhazy, alucinación suprema de toda verdad, de toda justicia. Y se terminó, Francia tiene sobre el rostro esta bajeza, y la historia escribirá que fue bajo su presidencia como tal crimen social pudo cometerse.

Puesto que ellos osaron, yo también osaré. Diré la verdad, puesto que prometí decirla, si la justicia, regularmente sometida, no lo hiciera, plena y enteramente. Mi deber es hablar, no puedo ser cómplice. Mis noches estarían llenas de vergüenza por el espectro de un inocente que expía allí, en la más horrible de las torturas, un crimen que no cometió. [...]

¡Ah, el sinsentido de este acta de acusación! Que un hombre pueda ser condenado por este acto, es una maravilla de la iniquidad. Desafío a la gente decente a que lo lea, sin que sus corazones salten indignados y griten su revuelta, mientras piensan en el sufrimiento injustificado, allá, en la Isla del Diablo. Dreyfus conoce varios idiomas, crimen; nadie encontró en su casa papeles comprometedores, crimen; a veces regresa a su país de origen, crimen; es trabajador, quiere saberlo todo, crimen; está imperturbable, crimen; está perturbado, crimen. [...] es necesario recordar esto: el Alto Mando quería el pleito, fue juzgado, y acaba de juzgarlo por segunda vez.

[…] y es tanto más odioso y cínico que mientan con impunidad sin que uno pueda convencer a los demás de ello. Reúnen a Francia, se esconden tras su legítima emoción, cierran las bocas perturbando los corazones, pervirtiendo los espíritus. No conozco un crimen cívico mayor.

[…] Dictaron una sentencia injusta que pesará para siempre sobre nuestros consejos de guerra, mancillando todos sus arrestos a partir de ahora con sospechas. El primer consejo de guerra podría haber sido tonto; el segundo era inevitablemente criminal. Su excusa, repito, era que el jefe supremo había hablado, declarando la cosa considerada inexpugnable, santa y superior a los hombres, de modo que los inferiores no podían decir lo contrario. Se nos habla del honor del ejército, que nos guste, que lo respetemos. ¡Ah, es cierto, sí, el ejército que se levantaría a la primera amenaza, que defendería el suelo francés, es todo el pueblo, y para ello solo tenemos ternura y respeto! Pero no se trata de eso, para lo que precisamente queremos dignidad, en nuestra necesidad de justicia. [...]

He demostrado además que el caso Dreyfus fue el caso del departamento de guerra: un oficial del Alto Mando, denunciado por sus camaradas del Alto Mando, condenado bajo la presión de los jefes del Alto Mando. Una vez más, no se puede restaurar su inocencia sin que todo el Alto Mando sea culpable. También las oficinas, por todos los medios imaginables, por campañas de prensa, por comunicaciones, por influencias, protegieron a Esterhazy solo para condenar a Dreyfus por segunda vez. [...] ¿Dónde está el ministerio verdaderamente fuerte de patriotismo sabio que se atreverá a reforjar y renovar todo? ¡Qué de la gente que conozco que, ante la posibilidad de una guerra, tiembla de angustia sabiendo en qué manos está la defensa nacional! ¡Y en qué nido de intrigas, chismes y dilapidaciones se ha convertido este asilo consagrado, donde se decide el destino de la patria! Uno tiembla ante el terrible día que acaba de lanzar el asunto Dreyfus, este sacrificio humano de un desafortunado, ¡un "judío sucio"! ¡Ah, todo eso fue locura agitada allí y estupidez, locura de imaginación, prácticas de baja fuerza policial, maneras de inquisición y tiranía, buen placer de algunos suboficiales poniendo sus botas sobre la nación, devolviéndole en su garganta su grito de verdad y justicia, bajo el pretexto mentiroso y sacrilegio de la razón de Estado!

Y es un crimen más haberse apoyado en la prensa sucia, dejarse defender por toda la chusma de París, para que la chusma triunfe insolentemente en la derrota de la ley y en la simple probidad. [...] Es un crimen envenenar a los pequeños y humildes, envenenar las pasiones exasperadas de la reacción y la intolerancia, refugiándose en el odioso antisemitismo, del que, si no se cura, morirá la gran Francia liberal de los derechos humanos. Es un crimen explotar el patriotismo por obras de odio […]

Lo dije en otra parte, y lo repito aquí: cuando uno encierra la verdad bajo tierra, se amontona allí, lleva allí una fuerza tal de explosión, que el día en que estalla, hace que todo salte con ella. Veremos, si no nos preparamos para más adelante, el más sonoro de los desastres.

[…] Al proclamar estas acusaciones, no ignoro que me someto a los artículos 30 y 31 de la ley de prensa del 29 de julio de 1881, que castiga el delito de calumnia. Y es voluntariamente que me expongo.

En cuanto a las personas a las que acuso, no las conozco, nunca las he visto, no tengo contra ellas ni resentimiento ni odio. Para mí, son solo entidades, espíritus del mal social. Y el acto que estoy realizando es solo un medio revolucionario para acelerar la explosión de la verdad y la justicia.

Solo tengo una pasión, la de la luz, en nombre de la humanidad que tanto ha sufrido y tiene derecho a la felicidad. Mi protesta encendida no es más que el grito de mi corazón. Por lo tanto, atrévanse a llevarme a la corte penal, y a que la investigación se lleve a cabo a plena luz del día!

Estoy esperando.

Recordemos que el caso Dreyfus se originó en una sentencia judicial de neto corte antisemita. Un tribunal militar condenó al capitán Alfred Dreyfus (1859-1935), de origen judío, a cadena perpetua y destierro por el delito de alta traición, al vincularlo con un caso de espionaje por el que se habían suministrado documentos secretos del Estado francés al gobierno alemán. El caso, que se transformó luego en un mojón en la historia del antisemitismo, tuvo en vilo al país europeo durante aproximadamente doce años, entre 1894 y 1906.

Polanski inicia el filme con su condena inicial -Dreyfus será condenado más de una vez, con diferentes sentencias- y la ascensión de uno de sus superiores en el Ejército, el coronel Georges Picquart -quien había participado lateralmente de su primer juicio- a jefe del servicio de contraespionaje. Es este quien descubrirá los documentos que exculparían a Dreyfus y la estratagema político-discriminatoria por la que había sido inculpado. Fiel a los principios de honestidad, honor y rectitud en los que cree y que considera vertebradores de la institución a la que orgullosamente pertenece, comenzará a recorrer todos los caminos posibles que la verticalidad de mando demanda, con el fin de revertir el fallo de la Justicia y así enmendar el grave error cometido.

En ese camino y en ese afán, descubrirá que ciertos valores, para algunos de sus referentes militares y políticos, no comportan la trascendencia con la que se enuncian y se transmiten a la sociedad; que la corrupción puede estar presente en todas las instituciones, ya que es estrictamente humana; que el poder se permite impunemente, y sin sonrojarse, decisiones que se estrellan contra los caros conceptos de verdad y justicia; que los prejuicios priman muchas veces sobre los juicios fundados y que, en su ahínco autoconfirmatorio, consienten, al mismo tiempo, la consecución de chivos expiatorios que liberen a los verdaderos responsables de los males, fallas, o errores cometidos… También, que la verdad y la justicia no son sinónimos.

Yo acuso mezcla el drama judicial con el thriller político, se apoya en una sólida recreación de época (que incluye, nos animamos a afirmar, tanto los aspectos exteriores y materiales del filme como los interiores, dado desde la presentación de procedimientos institucionales como desde las características psicológicas y conductuales con las que están construidos sus personajes), en el detallismo clínico del proceso de investigación del coronel Picquart e, insoslayablemente, en las exquisitas actuaciones de sus intérpretes; con especial destaque para Jean Dujardin (recordado, quizá, por El artista) como el estricto y arriesgado oficial, fiel a sus más hondas convicciones, que llevará adelante la pesquisa central de este affaire.

La película irá creciendo lentamente en sus aspectos dramáticos -tal vez, por momentos, demasiado lentamente-. Ello quizá responda al respeto por la propia evolución de la investigación y el propio carácter de ese investigador, mucho más racional que pasional, siempre con paso pausado y meditado; propio también de las insospechadas variantes -algunas peligrosas- con las que se irá topando en el devenir del revulsivo caso. Si algo no podemos reprocharle al coronel Georges Picquart ni a Yo acuso es su irreductible coherencia interna. De principio a fin.

Un comentario sobre ““Yo acuso”: los principios y la razón”

  1. Más de 100 años y sigue muy vigente el caso Dreyfus, espero ver la película, pero como siempre Polanski no nos defraudará.

    Otra. Respondí mail en que se me pedía colaborar con Vadenuevo. pero regresó.
    A dónde puedo escribirles?

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