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PRESERVACIÓN Y DETERIORO DEL MEDIO AMBIENTE
¿Qué estamos haciendo?
Por Emilio Hourcade Leguisamo
Desconozco si a alguien más le pasa lo mismo, pero yo siempre tengo la fantasía de pensar cómo serían nuestros paisajes en la época de los indígenas e incluso durante las primeras incursiones europeas. Imagino cómo serían los ríos, las islas, los campos, las costas, etcétera, y me queda la sensación de tener hoy algo tan manipulado por el hombre que ni se asemejaría a aquellos paisajes.
No hablo solo de la belleza estética, dado que hoy la seguimos encontrando y basta ver un atardecer junto al río o el mar para encontrar postales increíblemente hermosas. Hablo de la pureza de aquella naturaleza, que hoy hemos perdido.
Sin darnos cuenta y casi resignados, asumimos que durante varias horas del día no podemos exponernos al sol, muchas veces no podemos bañarnos en el río porque las aguas están contaminadas ya sea por exceso de materia orgánica o por las famosas “algas” que alcanzan un desarrollo fenomenal que termina tiñendo de verde nuestros ríos y arroyos. Y así podríamos enumerar otros fenómenos que hace apenas 50 o 60 años eran solo imaginables en una película de catástrofe y hoy son algo cotidiano.
Algas en el Lago de Palmar, en el río Negro.
Es realmente increíble la velocidad con que vamos deteriorando nuestro ambiente y más increíble aun cómo nos vamos acostumbrando y resignando a ello.
Entre aquellas aguas que uno imagina que corrían por nuestros ríos y arroyos en la época de los indígenas y las primeras incursiones europeas, y las aguas que hoy corren, es muy fácil determinar el factor que apareció entre ambos puntos y produjo su gradual deterioro: la masiva actividad humana que va desde la ignorante hasta la inescrupulosa.
Si hablamos de la contaminación de las aguas, no pensemos que es un tema actual. Sí, posiblemente, sea mucho más grave que antes, pero si hacemos un poco de historia veremos que el deterioro de la calidad de nuestros ríos comenzó hace muchos años.
Poniendo como ejemplo el Río Negro, que no creo que sea la excepción de la regla, ya encontraremos que en el siglo XIX, o sea dos siglos antes que el nuestro, las aguas eran contaminadas y pasaban a ser poco menos que un veneno para las incipientes poblaciones que en su costa se iban estableciendo, como sucedió con la ciudad de Mercedes.
Pero antes de seguir adelante sobre el tema de la contaminación, recordemos que estamos hablando de las aguas del Río Negro, aquellas que a fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX eran catalogadas como “curativas” y que llevaron a que Santo Domingo Soriano fuera declarada en el año 1802, por el Rey de España Carlos IV “Muy Noble, Valerosa y Leal Villa y Puerto de la Salud del Río Negro”, transportándose incluso agua en barriles al virrey de turno.
Estamos hablando de las mismas aguas que durante años fueron motivo de la visita de decenas de personas que, principalmente desde Buenos Aires, venían a tomar los famosos baños curativos, en lo que podríamos llamar, sin temor de equivocarnos, el inicio del turismo en el Uruguay.
Muchos son los testimonios que a lo largo de los años se fueron dando en relación al beneficio que reportaba sumergirse en las aguas del Río Negro y a modo de ejemplo podemos mencionar que en el año 1891 el diario “El Teléfono” informaba que el Juez de Paz Fidel Real había recibido una nota desde Francia en la que debido a las propiedades de las aguas del Río Negro, consultaban: “sobre la posibilidad para una compañía francesa de conseguir el derecho de distraer de este río una pequeña cantidad de agua (algunos toneles por día) para ser exportada a Francia”.
Vayamos al año 1894 y encontramos en el diario El Departamento el siguiente artículo que nuevamente reivindica las propiedades del Río Negro: “Las docenas de porteños llegados de Buenos Aires no han perdido tiempo, y si bien es verdad que cuando llegan aquí se les mira y trata con cierta reserva, es debido a que hay un paraje en el Río Negro cuyas aguas son milagrosas, el cual se llama 'Hospital de Porteños'. Una vez que esas aguas los han purificado, son recibidos con cortesía en una sociedad de buen tono, franca, hospitalaria y de lindísimas mujeres”.
Por último podemos mencionar el interesante artículo que se publica en el año 1900 en el diario “El Teléfono” de Mercedes:
“En Buenos Aires muchos médicos aconsejan los baños y las aguas de Mercedes para la curación de determinadas afecciones, en tanto que médicos de Mercedes no trepidan en negar a esas aguas toda propiedad medicinal.
Yo creo que conspiran contra sus propios intereses y contra los de la población en general.
Puede ser una ficción lo de las aguas medicinales del Río Negro para los que no creen en ellas, pero lo cierto es que los que venimos aquí, las bebemos y nos bañamos, y nos sentimos bien; el cambio de aire, de alimentación y de panorama influye indudablemente en el ánimo y en la naturaleza del individuo, pero si esto puede llamarse sugestión y con ella la gente se siente bien, si no la daña, ¿por qué contrariarla?”
Este último artículo es sin duda muy realista y trae a tierra los efectos casi milagrosos que asignaban a las aguas del río, valorando en forma justificada lo que representaba el entorno que mostraba el río, entorno que de por sí creaba una sensación de beneplácito que conllevaba al sentimiento de mejora de los bañistas aquejados por alguna dolencia. Ese entorno paulatinamente lo hemos ido destruyendo a tal punto que bañarse en el río o estar bajo los rayos del sol pueden ser sumamente nocivo.
Pero no pensemos que es responsabilidad solamente de las generaciones actuales la contaminación de las aguas. Puede que seamos los responsables de dañarlas grave y casi irreparablemente, pero ya desde el siglo XIX aquellas aguas que, como vimos antes, habían resultado curativas y llenas de beneficios para las poblaciones indígenas y los primeros pobladores europeos, comenzaban a ser perjudiciales para la salud de centros poblados como Mercedes.
Río arriba de Mercedes, a poca distancia, se instalan en la segunda mitad del siglo XIX varios saladeros sobre la costa del río, que arrojan los desperdicios de las faenas y de su trabajo en el Río Negro, el cual se encarga en su recorrido río abajo de arrojar toda aquella excesiva materia orgánica en las costas de la ciudad.
Mercedes, en aquellos años, era afectada por epidemias de enfermedades infecto‑contagiosas que ocasionaban la muerte de muchas personas; y la ropa y sábanas de aquellos enfermos iban a lavarse a las costas del río por las llamadas “lavanderas”.
Lavanderas en la costa de Mercedes
En aquellas aguas cargadas de materia orgánica de los saladeros, que proporcionaban un buen ambiente para la propagación de los gérmenes que se desprendían de las ropas de los enfermos que eran lavadas allí, los aguateros se surtían de agua para distribuirla dentro de la población, contagiando por lo tanto a mucha más gente que terminaba gravemente enferma o moría víctima de ese terrible círculo vicioso.
Carros llenando sus pipas con agua para el consumo de la ciudad de Mercedes
Al decir del doctor Rodríguez Gallego, que por aquellos años había llegado a Mercedes proveniente de Montevideo y daba una charla en el entonces Club Progreso, era incomprensible que una ciudad culta “consumía el agua que se extraía de donde se lavaba la ropa de sus enfermos y muertos”.
Se demoró algunos años, pero la sociedad entendió aquel “disparate” que se venía haciendo, y el Gobierno Municipal prohibió el consumo de agua, lo que nos muestra cómo la acción del hombre comenzaba a tornar aquellas “aguas curativas” en “aguas tóxicas”.
Hoy los daños son mucho mayores y ya no provienen de una parte del río sino de la totalidad de su cauce. Son, además, mucho más complejos de solucionar. Un reciente artículo publicado en “La Diaria” tiene por título: "Según expertos, el río Negro ya está en una situación ambiental 'crítica' e impacto de planta de UPM sería 'muy negativo'". Se explica allí que la situación actual del río es muy complicada y las perspectivas son de que empeore. De dicho trabajo extraigo el siguiente comentario:
“El límite máximo de fósforo que fija la normativa uruguaya para los ecosistemas acuáticos es de 25 microgramos por litro. El río Negro tiene una concentración de entre 80 y 90 microgramos por litro. Las cianobacterias, que tienen efectos tóxicos para animales y humanos, se forman cuando hay concentraciones de fósforo de entre 30 y 50 microgramos por litro”.
Más adelante agrega: “Los científicos estiman, en base a las variables que se conocen, que una pastera con las condiciones establecidas a orillas del río Negro aumentaría en promedio entre 4% y 8% el nivel de fósforo del río, y en el estiaje -en momentos en que las aguas están en su nivel más bajo-, lo aumentaría entre 20% y 30%”.
Según versiones extraoficiales, en mediciones que realiza la empresa Pamer, fábrica de papel ubicada en las inmediaciones de Mercedes, los valores que arrojan son siempre muy superior a los límites permitidos, y a fines del año 2016 la medición de fósforo habría llegado a 150 microgramos por litro.
Podemos asignar a la ignorancia de la época, la contaminación que de las aguas se hacía en el siglo XIX, pero ya en el siglo XX y particularmente en el siglo XIX la contaminación tiene origen en la falta de escrúpulos que llevan a hacer primar la rentabilidad económica por sobre la conservación del medio ambiente, olvidando algo que parece simple pero es real: “En el medio ambiente que cuidemos o destruyamos deberán vivir nuestros hijos”.
El Estado, principalmente a través del sistema educativo, intenta inculcar en la población el mensaje de no contaminar, poniendo muchas veces el ejemplo de no tirar un papel en la calle y guardarlo hasta llegar hasta un tarro de basura donde lo debemos depositar. Me deja esto la sensación de ser un sistema que raya casi en lo cínico. Como en muchos otros temas, a uno le queda la sensación de que el Estado ejerce su poder sobre la gente, pero por encima de ese Estado hay grandes intereses económicos o de empresas (como en la producción de soja, pasteras, algunas fábricas, etcétera) que sin duda contaminan mucho más que un papel tirado en la calle; y sin embargo se sigue haciendo ante los ojos de todos nosotros. Ojalá que el tema no se politice y se deje en manos de la ciencia para determinar las decisiones y acciones a seguir. Pero viendo lo que el accionar del hombre ha ido haciendo a través de los años, destruyendo paulatinamente el Río Negro, me pregunto: ¿qué estamos haciendo?