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EL SHOCK EXTERNO

 Publicado: 01/11/2017

¿Pausa operativa?


Por Eduardo Platero


No he visto ningún estudio que correlacione dos hechos que nos golpearon desde fuera de fronteras creando una situación nueva. Ambos fueron de carácter económico, y ambos fueron negativos para nuestro país. El primero ha sido muy comentado: el boom del precio del petróleo como consecuencia del eterno conflicto árabe‑israelí. De manera abrupta el precio del barril de petróleo subió hasta cuadruplicar su valor, enriqueciendo a los productores del oro negro y empobreciendo y “apavorando” a los consumidores entre los cuales estábamos. En aquellos años, mucho más expuestos a ese precio, ya que no contábamos más que con Rincón del Bonete y la generación térmica a base de petróleo.

El segundo golpe fue tanto o más duro, pero ha sido poco correlacionado. En 1974 de derrumbó el precio de nuestras carnes y la demanda bajó abruptamente. Llegamos a exportar a 3.000 dólares la tonelada para pasar al año siguiente a llamar bueno el precio de 600.

¿Qué había pasado? Diez años antes, la misión encabezada por Wilson Ferreira Aldunate e integrada por blancos y colorados había logrado acuerdos sumamente generosos para nuestras ventas a Europa. Acuerdos que finalizaron justamente en 1974 y que, en tanto, nos habían beneficiado con una colocación segura y a buen precio de nuestras carnes; también a ellos les habían servido.

Durante el proceso de integración de las economías de los distintos países que estaban construyendo el Mercado Común Europeo, camino hacia integraciones mayores, el retraso y la resistencia del sector agrícola fue el más serio. La puja de intereses entre la industria y la producción del campo dificultaba el proceso de integración a escala continental. ¿Recuerdan los bloqueos de carreteras de los agricultores franceses? ¿Los camiones de tomates provenientes del Sur que tiraban a la calle? ¿Movimientos como el “pujadismo”, que resistían el pago de impuestos y amenazaba con transformarse en partido político?

Los intereses de los agricultores, aferrados a sus ventajas particulares, fueron un verdadero obstáculo para el proceso de integración. Y su solución implicaba arreglos que dieran satisfacción a los agricultores sin ser demasiado costosos para la industria. Que los subsidios y ayudas que recibieran los primeros no impidieran el cumplimiento de las metas de integración.

La salida, costosa, larga y también cara, pero no tanto, fue reconvertir al agro de forma tal que una parte importante se dedicase a la pecuaria. Pero no a una pecuaria como la nuestra, al aire libre y con pastos naturales; se había inventado la “crianza en batería”.

Un método ciertamente salvaje. Los terneros, tempranamente destetados, eran encepados en comederos de los cuales no podían apartarse. Únicamente podían estar de pie, comer y crecer. A los 180 quilos los mandaban al consumo; casi que no podían caminar. Esa carne sigue compitiendo con la nuestra; en una hamburguesa cualquier carne se disimula con las salsas y agregados.

Un amigo que había ido a Alemania a ver los Juegos Olímpicos de 1971, aquellos del “Setiembre Negro”, me contó que lo de ir a ver catedrales y eso no le interesaba, por lo que se dedicó a recorrer establecimientos rurales y terminó por descubrir la crianza en batería.

–“Tenés que ver –me contaba– los ternerones están encepados en el comedero sin poder moverse y todo es automático. ¡Hasta cuando bostean! Cae la bosta y un chorro de agua limpia, y con la bosta hacen abono.”

Si nuestras entidades rurales sabían de esto y de la llegada masiva de esta carne al mercado, se guardaron bien de decirlo. Vivíamos “el boom de la carne” y todo el mundo especulaba arrendando campo para hacer pradera y terminar rápido los novillos.

Imposible que lo que vio mi amigo no lo supieran los más avispados, pero bien que lo mantuvieron en reserva. Le “vendieron” a los golpistas un país con exportación de carne fácil, cara y sin competencia. Y los golpistas “compraron”.

Fue ese año, o al siguiente, no recuerdo, cuando el Gran Campeón Macho de la raza Hereford resultó ser un toro de la cabaña de la familia Bordaberry.

En ese momento la propuesta genética era lograr animales “compactos” para evitar el peso muerto de los huesos de las patas. Toritos que parecían escritorios. De patas tan cortas que terminaron por hacer inviables a los “rústicos”, portadores del mismo capital genético que los criados a cabaña pero criados y destinados a vivir al natural. Sirviendo a las hembras. No resistían la vida al natural porque el calor del verano resecaba los pastos y hacía que su escroto se alargase para mantener fresco al capital genético. Con lo cual, lo arrastraban sobre los duros espartillos y lo lastimaban.

Cuando volví a ver la Exposición en el 84 los “compactos” habían desaparecido y el capital genético de los ”rústicos” ya no corría peligro de lastimarse por arrastre. ¡Menos mal!

Hemos vivido dos o tres subas grandes del petróleo, pero en ese momento el derrumbe del precio de la carne, que había ganado terreno a costa de la agricultura porque se había vuelto muy rentable, nos sumió en algo parecido a la desesperación.

En ese clima florecían las “soluciones”. Una de ellas fue la tentativa de vender el oro que nos quedaba disfrazando la venta con una emisión de monedas de oro destinadas a financiar el famoso mausoleo en el cual aún están los restos de Artigas esperando que alguien los visite.

Carlos Bouzas nos contó no hace mucho que alguien hizo la cuenta leyendo del decreto patriótico que disponía la construcción del Mausoleo y descubrió que el noble fin encubría la venta de las reservas de oro. Cuestión a la cual se resistían los militares “nacionalistas” dentro del elenco golpista. Una delegación de AEBU logró entrevistar al Comandante de la Fuerza Aérea, que no podía creer hasta que le hicieron la cuenta. La maniobra terminó con eso; pronto otro decreto sustituía las monedas de oro proyectadas por las de cuproníquel. Una forma de dejar morir el asunto sin demasiado ruido.

No podría hacer una enumeración de las maniobras y negociados intentados o realizados aprovechando ese clima de desesperación. Era el ambiente propicio para la aparición de timadores. Cuando se siente que el barco corre peligro de naufragar se tiene el ánimo predispuesto a dejarse engañar por soluciones tan vagas e imprecisas como prometedoras. También es el momento en que muchos deciden hacer la suya antes de que todo se lo lleve el diablo.

Al pasar recuerdo el monumental intento de estafa que encabezó un griego: Angelo Angelópulos. Proponía un negocio brillante y salvador: adquiriría 100.000 toneladas de carne que colocaría en el mercado de Medio Oriente. El “frigorífico” que faenaría seria el Matadero Las Moras, y el país desde el cual se distribuiría nuestra carne sería el Líbano.

El negocio, naturalmente, como toda exportación, sería prefinanciado por el Banco República, y esa era la presa. De a retazos, en un país en el cual ya los medios estaban controlados, empezaron a surgir preguntas embarazosas. A alguien, por ejemplo, se le ocurrió sacar la cuenta de que tal cantidad de carne para la exportación superaba largamente la capacidad de faena del “frigorífico” indicado como base. Por otro lado se descubrió que el Líbano no tenía cámaras frigoríficas con capacidad como para operar un volumen tal y pese a que se argumentó que el griego pensaba arrendar un barco frigorífico la cosa se fue enfriando.

Hubo unos cuantos investigados, primero por la Fuerza Aérea y a continuación por el Batallón "Florida", que seguía entusiasmado con investigar negociados. Algunos jerarcas fueron apresados y se comentó que el propio Presidente tuvo que amenazar con su renuncia para que los soltasen. Uno salió de allí directamente al Aeropuerto y otras personas decidieron que era el momento de vacacionar lejos del país.

En ese ambiente de secretismo la Radio Bemba funcionaba a pleno y los nombres y las cifras corrían por todo Montevideo pese a que, oficialmente, nunca se dijo nada.

En fin, las especulaciones eran muchas y, por lo que yo sé, nunca hubo intentos de investigar en serio luego de terminada la dictadura. Así como se tapó, se minimizó y se ocultó el tema de la violación de los derechos humanos, también con la complicidad de los primeros gobiernos se ocultó el capítulo de los negociados.

Hubo muchos, grandes y chicos. Desde la repavimentación de la Plaza de Cagancha con lápidas del cementerio que a poco se ser utilizadas se gastaron lo suficiente como para que uno pudiese leer el nombre del finado que estaba pisando hasta la utilización de las plaquetas de mármol chicas para decorar parrilleros.

En este último caso recuerdo que cuando los compañeros, indignados, me lo contaron sentí hasta alivio. ¡Se podían llevar hasta el oro de las bóvedas del República! Menos mal que habían limitado sus ambiciones a las lápidas y plaquetas…

Pero el hambre viene comiendo…

También, en esa puja por ganar apoyo, hubo acciones “buenas”. El batallón Nº 15, de reciente creación y uniforme leopardo, primero la emprendió con los queroseneros. En esos años todavía el "primus" era lo más extendido y los almacenes despachaban querosén. Que les era suministrado por Acodike; los armenios que tenían el monopolio y transportaban el combustible en camiones cisternas para llenar los depósitos de los almaceneros con las famosas “chuecas” de lata porque hacían caminar medio ladeados. Todas las “chuecas” tenían abollones que les restaban capacidad. Los almaceneros sabían y aceptaban que los veinte litros estaban raboneados por los abollones y a su vez, se les “rompían” aquellas botellas de Ancap que llevaban mil centilitros y te regalaban las de Cinzano que decían “un litro” pero llevaban 900 centilitros. Como quien dice “Araña: ¿quién te arañó?”. Todos lo sabíamos y aceptábamos porque no había otra.

Pues, en un arranque de santidad los leopardos la emprendieron contra los queroseneros y sus “chuecas” defendiéndonos del robo. Un tiempito de escándalo y luego todo volvió a la normalidad.

En una operación de mayor envergadura se encargaron en exclusiva de vacunarnos contra la meningitis, que en aquella época era un azote que a todos preocupaba. Era contra algunos de los diferentes tipos y la llevaban a cabo soldados con las pistolas de vacunar masivamente. Todos fuimos; algunos los últimos días y luego de averiguar que no tuviesen listas de gente a detener.

No recuerdo si estos mismos u otra unidad militar la emprendieron contra la Aduana de Carrasco. Era un bastión pachequista. La mano fue dura, hubo hasta un muerto en la tortura y no pudieron sacar nada en limpio, pero resultaba evidente que estaban buscando la manera de aparecer con rostro bondadoso y protector. Nunca pudieron superar la etapa de combatir los negociados, jamás llegaron a cuestionarse que lo corrupto era el capitalismo. ¿Cómo iban a llegar a tal conclusión si estaban para defenderlo?

¡Ya basta con los negociados y también con ese asunto de la “Pausa Operativa”! Todos los días sucedían cosas. Nosotros terminando con la reafiliación en los rincones que se nos habían quedado. Y luchando por hacer un Paro General ante la resistencia de los compañeros de base que, con mucha razón, nos decían: -“Son ustedes los que van a marchar si hacemos un paro, ¡son ustedes!”

Ellos, la dictadura, con la represión. En setiembre pierden por paliza las elecciones universitarias y en octubre una misteriosa explosión de una misteriosa bomba en la Facultad de Ingeniería da pretexto para un cerco militar a todas las dependencias universitarias, el allanamiento posterior y la Intervención. Se culpó a los GAU, los "Grupos de Acción Unificadora", de fabricar explosivos dentro de los recintos universitarios y marcharon con todos los dirigentes al Cilindro. Y con todos los Decanos. En principio, bajo una especie de Medidas Prontas de Seguridad; pero al tiempo procesaron a los dirigentes del GAU y los condenaron a largas penas que pasaron a cumplir en Punta Carretas. Desde antes ya teníamos presos allí, por las pintadas, por haber sido sorprendidos en una reunión, por cosas poco claras pero bajo una misma figura: “Ataque a la fuerza moral de las Fuerzas Armadas”. A finales de noviembre ilegalizan al Partido Comunista. Por otra parte, la represión se extendió al Interior. Treinta y Tres, Colonia, Río Negro, Paysandú y Artigas tuvieron muertos por tortura en esa “pausa operativa”. Pese a que ya había avanzados torturadores científicos a quienes había preparado Dan Mitrione en aquello de: “el dolor justo, en el momento justo y con la pregunta justa”, en muchos lugares se procedía a lo bruto. Los seres humanos somos bastante frágiles y cuando no se nos tortura científicamente (qué absurda conjunción de vocablos), a patadas y culatazos nos matan muy rápido. O cuando pretenden hacerte el submarino sin saber cuánto tiempo hundirte la cabeza.

Me tocó estar en Colonia el día que trajeron a unos cuantos de Carmelo y mataron a Aldo Perrini, un compañero muy conocido y querido allá, que tenía la heladería céntrica. Ese día me había concedido entrevista el Intendente de Colonia, el Coronel Yamandú Viglietti. Fruto de los acuerdos del 9 de Febrero. Él era un hombre de los que decíamos “cuatrosietistas”, y simultáneamente habían intervenido la Intendencia de Maldonado con un “duro”.

Una entrevista protocolar; le habían asignado un Mayor como “ayudante” pero, en realidad, una especie de Comisario Político. El Coronel, mañero más que nada, se hacía el sordo de manera que no había forma de hablar nada que importase. Coincidimos en generalidades tales como que son lindos los días lindos e intrascendencias así. Me despidió con gran amabilidad y salí del hermosos edificio de la Intendencia.

¡Me encontré en otro mundo! Serían las cinco y ya estaba oscureciendo, poca gente en la calle, todos con paso apurado y mirando al piso. La noticia de lo sucedido se había filtrado, no se sabía bien cuantos muertos pero todo el mundo estaba como aterrado. Recién me enteré en el hotel cuando en un bibiseo el encargado me lo dijo. Solo, en un hotelito baratieri, tenía que esperar el ómnibus de CORA porque seguía hasta Paysandú y me pareció más seguro esperar en un sitio público: la ONDA. Tenía cantina y gente tenía que haber, así que arreglé mi bagayito, pagué y me fui. Sentado en una mesa me encuentro al Gral. Arturo Baliñas y su viejo portafolios. Cuando me senté a su lado, en un susurro me contó que había venido por un asunto profesional y pensó lo mismo que yo al enterarse. En un lugar público cuestión de, por lo menos, gritar tu nombre si te llevaban. El volvía a Montevideo a medianoche y nos hicimos compañía hasta que se embarcó en tanto yo esperé hasta la una y media que pasara mi ómnibus. El lugar sería público, pero fuimos los únicos parroquianos. El mismo miedo indefinido lo había conocido los primeros días de cuando se declaró “estado de sitio” cuando lo de Mitrione.

Estuve de malas, al segundo o tercer día en Paysandú: la misma ola de terror a eso del mediodía, habían llevado a un compañero portuario que estaba cobrando la cuota sindical en la cola de pago y lo mataron. Esta vez esperé en el viejo Hotel de París, regenteado entonces por “Fierrito” Ogara. En él se había sacado Don Pepe Batlle una foto muy conocida; había parado Gabino Ezeiza cuando su famosa canción “Heroico Paysandú, yo te saludo…” y paraba Sendic cuando venía. El “trozko” le decía Fierrito. Esa vez los compañeros me sacaron por caminos perdidos hasta pasar la comisaría donde te pedían documentos. Allí abordé la ONDA.

¡Qué tiempos!

En el país barrieron con un intento de reorganizar al MLN formando los llamados “Comandos de apoyo a los tupamaros” (CAT), que no se planteaban acciones armadas sino labores de reagrupamiento y denuncia. Barrieron con lo que quedaba en el país del OPR 33, que se reorganizó en Buenos Aires como Partido por la Victoria del Pueblo, "PVP". Apresaron a parte de la dirección del Partido Comunista, incluidos Rodney Arismendi, Jaime Pérez y Jorge Mazarovich. Al Flaco lo retuvieron en Cárcel Central mientras los demás fueron a Punta Carretas, de donde luego “flautearon” a Jaime y a Jorge.

Me parece que vale la pena que me detenga un poco en este tema tan utilizado de la entrega del Fichero del Partido.

Durante mi estadía en el Cilindro, preparando la ejecución de una propuesta del Gral. Esteban Cristi de “fusilar 20 o 30 dirigentes conocidos para terminar con la huelga”, el Comisario Eduardo Tellechea me distinguió como candidato. Durante un par de días me separaron y con vigilancia especial me tuvieron detrás de las tribunas. Allí estaba un muchacho que yo conocía porque tenía una audición de cantopopu en CX 42 pegada a la del MPU. Fue el primer rapado a cero que vi. Había estado en Cerro Largo y venía para ser deportado. Pese a que supuestamente estábamos incomunicados, hablamos y me contó, (en el 73, durante la Huelga) que mientras lo interrogaban en Melo ya decían tener el “Fichero Central” del PCU. Tan pronto me liberaron, el 25 de agosto de 1973, corrí a informar a Enrique Rodríguez. Me acuerdo que hablamos en voz baja sentados en dos banquitos en el fondo. Le conté lo que me habían contado y cuando lo del “Fichero” Enrique sonrió y me dijo: -“Sabés Platerito, nunca pudimos tener un fichero central. Nunca pudimos y terminamos por abandonar el intento”.

Agregó, entre tristón y resignado: -“El problema no es cuánto saben de nosotros sino cuándo arremeterán” Ya el Partido había decidido expatriar a un grupo para preservar la existencia de una dirección y él estaba dentro de los que debían partir. Participaría de un Congreso de los comunistas peruanos y ya no regresaría.

A lo que voy es que la idea de fabular con la entrega del “Fichero” ya estaba en la cabeza de aquellos que, además de aprender a torturar, habían aprendido a desmoralizar al interrogado dándole la impresión de que ya lo sabían todo. Con el tiempo y bajo tortura me di cuenta de que “la pregunta justa” era, en realidad, el límite de lo que sabían y la utilizaban para darte la impresión de que no valía la pena callar porque “ya sabían todo”.

Cuando Tellechea empezó a aparecer por algunos sindicatos tuve oportunidad de agradecerle la distinción de haberme puesto en la lista de fusilables.

-“Qué quiere, Platero –me dijo-. ¿Cómo no lo iba a poner si Ud. integraba la dirección de la CNT”? y agregó:-“De cualquier manera, esa propuesta no se iba a aprobar nunca”.

Nunca no. Los fusilados de Soca fueron objeto de una discusión de la cual participó Bordaberry que, como prueba de que no participaba de la idea, reclamaba como mérito el haber rebajado el número. Michelini, Gutierrez Ruiz. El matrimonio Witlock y Liberof no fueron decisiones de los ejecutantes sino cumplimiento de órdenes. Posiblemente Gerardo Gatti y León Duarte también, Yo estoy seguro que al coronel Ramón Trabal “se la dieron por encargo”.

Nunca sabremos si hubo más, pero aun las muertes accidentales tenían la orden de forzar la mano y contaron con el encubrimiento del que siguen gozando.

En esas apariciones sorpresivas Tellechea perseguía dos objetivos. El primero era fichar. Esa computadora con patas se había dado cuenta de que había un montón de dirigentes que no tenía fichados y haciéndose el bobo relojeaba. Demoré en darme cuenta del segundo objetivo: comunicar lo que le interesaba que se supiera.

En una conversación iniciada por una pregunta boba cuya respuesta ya tenía, continuaba hablando de bueyes perdidos y en medio de esa charla incidental largaba lo que quería que supiéramos. Así me enteró de dónde habían matado a Nibia Sabalsagary y también de como lo habían hecho con Álvaro Balbi. No “me enteraba”, ya se había filtrado la noticia, pero, de algún modo la confirmaba y dejaba en claro su papel ajeno a los hechos.

En ambos casos él cumplió la orden de entregar los cuerpos, pero habían sido otros los asesinos. Lo de Balbi lo afectaba mucho porque tenía un gran respeto por Zelmar, su padre, que en una carta abierta a Bordaberry lo acusaba a él de la muerte.

Hay que ver cuánto respeto había en la sociedad por personalidades como Zelmar Balbi, Presidente de los Amigos de la Educación Popular, institución que había fundado Varela.

No creo que hoy en sociedad existan personalidades que en la coincidencia o en la discrepancia sean respetados por todos. Zelmar Balbi era uno de ellos y al decir de Alberto Candeau, otra persona de esas características, eran “vacas sagradas” con las cuales nadie se metía. Pertenecían al “otro Uruguay”: el que, justamente, había muerto con el Golpe. Y Tellechea, si bien era un represor, era un represor de ese viejo Uruguay que estaba muriendo. Otra personalidad era Carlos Quijano y lo tuvieron en el Cilindro para finalmente obligarlo a expatriarse. ¡Julio Castro, al que terminaron por asesinar! Eran nuevos y mucho más feroces nuevos tiempos. En fin, ya no quedan “vacas sagradas”.

Recuerdo un incidente bastante lejano, de cuando rompimos con Cuba, creo que en el 63, y despedimos al Embajador con tremenda batalla en el Aeropuerto. En una un coracero traía muy apurado errándole sablazos a Paco Espínola y Carlitos, el hijo, se lo reprochó gritándole: “¡cómo le va a pegar a Paco Espínola!”; y Paco, apurado, le dijo; -“¿Qué va a saber quién es Paco Espínola? Corré, qué va a saber…”

Nuestros gorilas o no sabían o no les importaba. Era otro Uruguay.

Respecto de las confidencias incidentales que te hacía Tellechea, había que tener mucho cuidado. Podían ser la verdad o lo que quería que creyeses. Podían ser también para vigilar a fin de saber quién era tu correo. Así que: pie de plomo.

Ya me extendí demasiado, y podría seguir indefinidamente contando cosas, sucedidos, incidentes y brutalidades de lo que, a corazón ligero, llamé Pausa Operativa.

Pero, debo cortar por aquí: creo que ya se han entreverado mucho los temas. Es que los recuerdos fluyen de acuerdo a algo que no controlamos y yo, ¡insisto!, estoy narrando recuerdos. Yo lo recuerdo así y si lo narro, no morirán cuando me toque.

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