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VADENUEVO DE COLECCIÓN: De nuestro N° 76 (enero de 2015)

 Publicado: 09/01/2019

¿Habrá dos líneas en el gobierno de Tabaré Vázquez?


Por Rodolfo Demarco


Es incuestionable que en el Frente Amplio (FA), así como al interior de algunos de sus sectores, existen diferencias que tornan necesario debatir temas ideológicos importantes. Hay quienes se afilian a un “giro a la izquierda” que no termina de explicitarse como opción alternativa al programa del FA. Pero los principales dirigentes frenteamplistas y la mayoría de sus sectores tienen coincidencias básicas sobre el camino a seguir, aunque haya estilos distintos, contradicciones sobre algunos asuntos y pujas de poder entre sectores, más o menos intensas según las circunstancias.

Tabaré Vázquez respondió, ante requerimientos de la prensa, que no tendrá problemas de liderazgo con José Mujica, máximo dirigente del sector que será mayoritario en la próxima legislatura. Pero desde la oposición y otros ámbitos se insiste: Vázquez tendrá dificultades para ejercer la Presidencia por diferencias con el llamado “mujiquismo” y los principales referentes del Movimiento de Participación Popular (MPP), así como con otros sectores. Seguramente no habrá unanimidades en todo. Nunca las hubo en el Frente. Pero conviene apartarse de clichés y lugares comunes para intentar un abordaje adecuado del tema.

¿DOS LÍNEAS? El primer tema a examinar es si en el tercer gobierno frenteamplista habrá, como se dijo también del gobierno de José Mujica, “dos líneas económicas” (los llamados “mujiquismo” y “astorismo”), y concepciones diferentes en inserción internacional, o diversidad de objetivos sobre inversiones, infraestructura, educación y otras áreas.

Aunque algunos perciben otra cosa, el presidente electo Tabaré Vázquez, el actual primer mandatario José Mujica, el vicepresidente y futuro ministro de Economía Danilo Astori y el vicepresidente electo Raúl Sendic, así como la mayoría de los principales dirigentes frenteamplistas, tienen una visión ideológica muy próxima entre sí. Ninguno cree en el llamado “giro a la izquierda”, que los diferenciaría de quienes han cuestionado la línea del Frente mucho más allá de matices, ni han invocado el hasta ahora indefinido “socialismo del sigloXXI”. Entienden que el crecimiento y los avances en el camino de la justicia social no van a darse en esta etapa histórica del mundo (y menos aun de este pequeño país) en los marcos de un modo de producción distinto al vigente, lo que no significa que se adapten a las injusticias y desequilibrios del escenario global [1] y no ensayen nuevos caminos en pos de aquellos objetivos.

Las coincidencias básicas entre las principales figuras del partido de gobierno y al interior de éste no significan que no haya, incluso dentro de los propios sectores a los que pertenecen algunos líderes y miembros del Poder Ejecutivo, militantes que, sin contradecir expresa o abiertamente a sus máximos dirigentes, conciban de manera distinta el camino que debe recorrer el FA. Por ejemplo, creen algunos –como ya se ha dicho– que se debería ir “más a la izquierda”, o tienen como referente a Hugo Chávez como contrapartida de una línea supuestamente más “moderada” o “socialdemócrata” (calificativos que corren por cuenta de quienes los utilizan para caracterizar al gobierno uruguayo), o piensan que hay que cerrar la economía y apostar casi exclusivamente a los acuerdos regionales.

En una entrevista con el portal brasileño Estadao reproducido en Montevideo Portal (30/06/2014) el presidente uruguayo se deslindó de la orientación política de lo que llamó los países "bolivarianos" señalando que los mismos tienen definiciones "aparentemente" más radicales que Uruguay. Y agregó que "la capacidad de realización no se trata necesariamente de estar a la altura de lo que se declara, por la simple razón que en esas cuestiones históricas no se hacen cosas por simple voluntad, pero sí por la capacidad de integrar a nuestras respectivas sociedades". También dejó esta significativa reflexión: "Algunos pueden tener el sueño de una sociedad sin clases, igualitaria, yo soy una de esas personas, pero eso no se concreta por decreto o imposición", y apuntó que "estamos todavía en una etapa llamada de liberación: liberación del hambre, de la falta de trabajo, de la ignorancia. Esa es la misión de nuestra época. Significa que si no tengo capacidad de administrar una empresa con eficiencia, no puedo hacer eso, que lo haga quien pueda administrarla con eficiencia". A buen entendedor…

No debe dejarse de recordar al mismo tiempo que en América Latina durante los últimos años Uruguay es el país que más creció y más repartió, el que alcanzó el primer lugar en el PBI per cápita y el que ha tenido mejores indicadores sociales, más inversión, más crecimiento en innovación y tecnología (especialmente en las comunicaciones), más generación de confianza entre la población y los agentes económicos. El resultado electoral tiene mucho que ver con todo esto. No obstante, el próximo gobierno, de acuerdo a lo anunciado, “no será más de lo mismo”; hay demasiadas cosas por hacer y por mejorar. Pero la base ideológica del proceso en curso está muy arraigada en la sociedad y entre los cuadros del FA como para que sea concebible su sustitución.

A veces, en torno a algunos temas hubo diferencias en el FA o en el gobierno (TLC, ciertos aspectos presupuestales, impuesto al agro), pero ninguna de las situaciones planteadas determinó giros en la orientación del proceso, ni en el gobierno de Tabaré Vázquez ni en el de José Mujica. Sí hubo conatos de crisis, que, como es explicable, se superaron sin dejar conformes a todos. También el Fondo de Desarrollo (FONDES), impulsado por Mujica para respaldar con fondos del BROU empresas autogestionadas por los trabajadores, ha sido mencionado como un punto de diferencia entre el MPP y otros sectores, por un lado, y el equipo económico y el futuro director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, el socialista Álvaro García, por otro. Pero ni unos ni otros han negado la vigencia del FONDES sino, en todo caso, han diferido sobre la viabilidad de su aplicación en casos particulares según se estime su sustentabilidad. En lo que respecta a Mujica y otros dirigentes de su sector, nunca han planteado el apoyo al FONDES en contraposición a otras formas de inversión, incluyendo la extranjera directa. Las expresiones del primer mandatario transcriptas anteriormente no dejan lugar a dudas al respecto. Aunque algunos estiman que la utilización del Fondo podría constituir un camino “de acercamiento al socialismo”, en última instancia es la sustentabilidad de cada proyecto lo que lo viabilizará en cada caso, y no una motivación ideológica.

La desconfianza de algunos frenteamplistas en el camino que se ha seguido desde 2005 se tradujo en gestos (expresos o insinuados) de animosidad hacia Vázquez, Mujica o Astori, según el tema y el momento. Pero como lo manifestó el presidente en la cita reproducida anteriormente, el camino de Uruguay se diferencia del que han seguido otros gobiernos de la región, lo que no se contrapone a la brega permanente por el fortalecimiento de las relaciones con esos países y el cultivo de la solidaridad entre naciones hermanas.

EL ESTILO VÁZQUEZ. De todos modos, aun cuando existen esas coincidencias ideológicas básicas entre los principales líderes y sectores del FA, es previsible que no habrá acuerdos fáciles o inmediatos en varios temas a encarar en el próximo gobierno, y que se manifestarán distintos énfasis y prioridades. Ya se ha mencionado el caso del FONDES. Seguramente las relaciones de Vázquez con el Frente Amplio tomarán a veces caminos no exentos de dificultades (también las hubo en su primer gobierno y en el de Mujica). Esas diferencias pueden llegar a ser lo suficientemente importantes como para que se generen situaciones que, sin transformarse en crisis graves, puedan constituir trabas para la marcha del gobierno. Los principales dirigentes de la izquierda uruguaya son personas demasiado seguras de sí mismas como para que den el brazo a torcer en las primeras de cambio, aun cuando proclamen y tengan voluntad acuerdista y de diálogo.

También se sabe que la forma de vinculación de Vázquez con el Frente es diferente a la de Mujica. Además de su peculiar estilo personal, éste tiene detrás una organización fuerte como el MPP y una gran popularidad, pero el presidente electo es también un líder con gran peso en la opinión pública y que aun sin pertenecer a un sector dentro del FA posee fuertes respaldos y siempre es capaz de sorprendernos construyendo otros nuevos.

En su primera administración, Vázquez se las ingenió para ejercer (construir) su influencia como gobernante. O sea, su liderazgo. No las ganó todas; por ejemplo, no logró sacar adelante el TLC, sin que fuese Mujica su escollo al respecto, sino más bien Reinaldo Gargano y otros sectores, como el Partido Comunista y una parte del Partido Socialista, además del movimiento sindical. Demostró una gran ejecutividad para llevar adelante iniciativas que no siempre sometió a la consideración del FA y de su gobierno en conjunto, como el Plan Ceibal, entre otras.

Hubo, más allá de diferencias, una continuidad entre el gobierno de Vázquez, que sacudió una secular modorra nacional poniendo en marcha profundas reformas estructurales, y el de Mujica. Recientemente Tabaré Vázquez alcanzó la mayor votación lograda por presidente alguno en la historia del país. Lo hizo –y no debe separarse una cosa de otra– representando a una organización como el Frente cuya trayectoria en las últimas décadas llama la atención a nivel internacional por la consistencia de su arraigo en la sociedad y su capacidad para mantener en el tiempo su inmensa potencialidad política.

Hay quienes consideran que algunas de las actitudes de Vázquez han estado reñidas con la democracia interna de su partido, pero cuando él y, también, el propio Mujica se vieron enfrentados al Frente Amplio o a parte de él sobre algún tema específico, lo han hecho contra una fuerza política que, en cuanto a su funcionamiento interno, no puede alardear por su flexibilidad, espíritu de diálogo y transparencia en la toma de decisiones, con una estructura que desde hace tiempo no es reflejo de las mayorías. Se han generado trabas, bloqueos contraproducentes para la gestión, enlentecimiento de medidas que han urgido al país, y Vázquez, con su habilidad, ha logrado destrancar, con transparencia o sin ella, situaciones difíciles. Algunas pocas veces no lo logró.

Tal vez por eso ha vuelto a adelantarse. Sin decir agua va, anunció a los dos días de las elecciones su gabinete ministerial. A algunos no les gustó. Pero la democracia no funciona internamente en el FA, desde hace muchos años, como para reclamar con autoridad más predisposición a consultar sus decisiones. Vázquez, contra lo que se ha dicho, asume la Presidencia con mucha fuerza. A veces con su estilo no contribuye a que sus iniciativas dejen conformes a todos, como tampoco lo hacen sectores demasiado preocupados por sus cuotas de poder interno y bases que por su escasa representatividad ya casi no funcionan como movimiento.

En una organización como el FA, que ha llegado a ser un partido con varios sectores, parece prudente que el presidente tenga por norma consultar a los dirigentes sectoriales, además del diálogo institucional que semanalmente se dará en los consejos de ministros. Pero, por otro lado, la señal de poder que Vázquez da al designar su gabinete sin consultar a los sectores debe ser interpretada también como una advertencia contra los intentos de cuotificación política, uno de los lastres que tiene el FA, abonado por el debilitamiento de ciertos principios.

Sea como sea, el FA no tiene las graves dificultades que exhiben los otros partidos uruguayos, pero eso no debería ser justificación de sus propios problemas. El trabajo del Frente para fortalecer y legitimar la democracia interna y adecuadas formas de relación con el gobierno es uno de sus grandes desafíos; una condición para avanzar gobernando, y uno de los temas que deberían estar en la agenda ideológica del FA, ya que no se trata de un asunto instrumental, de procedimientos, de meras formalidades.

Retomando el tema planteado al comienzo, sobre un Frente Amplio supuestamente dividido en corrientes, es ilustrativo observar cómo se están moviendo las piezas con la vista puesta en las elecciones departamentales. Hay intereses enfrentados, pero no son en lo esencial de índole ideológica. Existen ambiciones personales y sectoriales, justificadas o no, pero al parecer inevitables. Pero son básicamente movimientos para intentar más poder en la perspectiva de los 19 pleitos departamentales. El llamado Grupo de los Ocho (G8) está integrado por el MPP, que es la fuerza principal, por el sector de Sendic y, entre otros más, por el Partido Comunista, notoriamente más a la “izquierda” que la 711 del futuro vicepresidente. Este agrupamiento podría verse como un intento encabezado por el MPP para que una de sus figuras sea candidata a la Intendencia de Montevideo (IM), de lo que intentarán beneficiarse a su vez sus aliados del G8. Es, asimismo, una forma de cerrarle el camino a la IM al socialista Daniel Martínez y al Frente Liber Seregni (FLS). Pero en otros departamentos el MPP y el Partido Socialista han formalizado acuerdos, hasta existe una comuna donde el FLS y el MPP (pero no con todo el G8) procuran conformar una alianza, y en Salto, Asamblea Uruguay respaldará a Ramón Soto, candidato del MPP, y no a Ramón Fonticiella, que es respaldado por otros sectores del FLS… Será legítimo, consustancial a ambiciones inherentes a los humanos y a la política misma, pero que no se diga que se trata de agrupamientos que responden a tales o cuales orientaciones ideológico-programáticas en las que el Frente estaría dividido. Sostener que esta es una lucha entre “mujiquistas” y “astoristas”, o entre “revolucionarios” y “socialdemócratas”, es hacer una mala caricatura de las negociaciones hacia mayo.

CON EL MAMADO EN LA MEMORIA. Todo hace prever que la actitud de Mujica, Astori y los principales sectores será de empujar en la misma dirección en respaldo al gobierno de Vázquez, tal vez unos con más entusiasmo que otros de acuerdo a los temas, con diferencias en algunos aspectos, pero evitando trancazos. Salvo que aquel miedo que poco antes de octubre “avivó al mamado” se olvide rápidamente…

Seguramente este tercer gobierno frenteamplista seguirá el camino de los dos anteriores, pero, por varios motivos y como se ha anunciado, introducirá cambios importantes, programáticos y en la gestión, que lo diferenciarán de los que se iniciaron en 2005 y en 2010. Se verá hasta dónde llega y cómo incidirán los problemas que vengan de afuera, las no resueltas contradicciones internas y la actitud de una oposición que atraviesa momentos difíciles y que hasta el momento parece creer que la autocrítica consiste en repetir posturas que abonaron su derrota.

La tarea no será fácil, pero el Frente tiene en sus manos herramientas consistentes, incluyendo un inmenso crédito ciudadano para consolidar y hacer avanzar su propuesta, y un Tabaré Vázquez que ha acrecentado su poder de liderazgo en los últimos tiempos. La mayoría de los uruguayos le exigirá voluntad acuerdista con las restantes fuerzas políticas y sociales, ser creativo y flexible en el manejo del gobierno y, al mismo tiempo, no hacer concesiones sobre los principales objetivos programáticos para la etapa que se inicia.

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