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AMÉRICA DEL SUR
Las mariposas amarillas
Por Fernando Rama
Nunca ha sido fácil orientarse en los vaivenes de la política sudamericana. En principio, el factor determinante de los acontecimientos futuros reside en el resultado de las próximas elecciones brasileñas. Por extensión territorial y por poderío económico, lo que acontezca en la pugna entre Luiz Inácio “Lula” da Silva y Jair Bolsonaro tendrá un decisivo impacto continental. La polarización generada por la renuncia a sus candidaturas de dos o tres figuras de importancia, entre ellos Sergio Moro, ha obligado a Lula a recurrir a una alianza estratégica con Geraldo Alckmin con el fin de atraer al empresariado y a una buena parte de los evangelistas. Se trata de una alianza no exenta de riesgos y para ello basta recordar la alianza de Dilma Rouseff con Michel Temer. Pero la política no se compadece solo con buenas intenciones. Es imprescindible tener los votos necesarios en un país tan heterogéneo y complejo como Brasil, con dos centros de generación de riqueza -San Pablo y Minas Gerais- y un inmenso territorio con realidades muy diversas en cada segmento poblacional.
Existe entonces la gran esperanza de que Lula vuelva a ser el presidente de Brasil para seguir construyendo un subcontinente ligado al progresismo, aunando esta esperanza al triunfo de Boric en Chile, Arce en Bolivia, Castillo en Perú, Petro en Colombia y, más lejos en los tiempos electorales, la recuperación del gobierno por parte del Frente Amplio en Uruguay.
Mientras tanto, surgen figuras extrañas como en su momento lo fue Bolsonaro en Brasil. Me refiero en especial a dos candidatos singulares, producto de realidades muy diferentes como la argentina y la colombiana. En Argentina visualizamos la aparición de un candidato ultraneoliberal como Milei, con sus pelos desordenados y sus violentos discursos contra el Estado, que poco a poco se nutre del agotamiento paulatino del peronismo, del pasado reciente del macrismo conservador y de la incapacidad crónica del progresismo para construir una fuerza unificada que vaya más allá de organizar piquetes, funcionales a la derecha, y presentarse como alternativa electoral.
Otro fenómeno extravagante es la aparición en Colombia de Rodolfo Hernández, un millonario que logró captar a buena parte del electorado con la idea fuerza de acabar con la corrupción y negándose a debatir con Petro y una vicepresidente afrodescendiente que se las trae. No deja de asombrarnos la capacidad de los sectores dominantes para mantenerse en el poder. Las fuerzas conservadoras colombianas captaron con claridad que no era posible sostenerse con sus políticos tradicionales y entonces inventaron un outsider extravagante que logró colocarse como alternativa a la izquierda.
El triunfo reciente de Gustavo Petro y Francia Márquez en Colombia introduce una nueva esperanza para los pueblos sudamericanos. El país de Gaitán y García Márquez acaba de hacer sonar muy fuerte las campanas del progresismo en el subcontinente. A la culta figura de Petro se suma la impresionante figura de la futura vicepresidente, Francia Márquez, una mujer afrodescendiente que surge de los sectores más postergados de la sociedad, que tuvo que luchar desde su adolescencia contra todos los inconvenientes imaginables, que fue vendedora ambulante y empleada doméstica y que articula un discurso de impresionante coherencia y compromiso con las aspiraciones de los más infelices. El triunfo, por otra parte, fue abrumador, muy lejos del “empate técnico” que afirmaban las encuestas.
La reacción no se ha hecho esperar y llega desde dos puntos diferentes. Por un lado, una senadora electa por el estado de Florida, en Estados Unidos, que se apresuró a señalar el peligro que significa en triunfo de Petro. Por otro lado, Bolsonaro anuncia la constitución de una comisión militar para supervisar los próximos comicios en Brasil, lo que puede significar solo dos peligros intercambiables: o se prepara un fraude electoral o, sencillamente, un golpe de Estado. Esto evidencia que a Bolsonaro únicamente le queda la reserva de los generales, una parte del empresariado y parte de la base evangelista que lo llevó al poder.
El triunfo en Colombia y la probable victoria de Lula en Brasil obligan aún más al Frente Amplio uruguayo a redoblar esfuerzos para derrotar a una coalición que practica sin rubor el más crudo nepotismo y que busca por todos los medios privatizar todo lo que esté a su alcance en la economía del país.