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EN LA MARAÑA DEL CONFLICTO RUSO-UCRANIANO

 Publicado: 06/07/2022

¿Es posible una Ucrania nazi?


Por Luis C. Turiansky


Antes que nada, respondo a la pregunta del título y afirmo con todo vigor que sí, desde luego. Ninguna nación del mundo está libre del fascismo, incluida su forma más brutal, el nazismo, ya que todas sus variantes funcionan como un germen letal contra el que no existe vacuna. Tampoco Rusia se salva, e incluso podemos observar sus expresiones en sitios inesperados, como en Israel, declarado representante de la nación mártir por excelencia, el pueblo judío.

           

Tropas del llamado Batallón Azov, preparadas para un desfile. Creado y compuesto por iniciativa privada, el cuerpo fue, no obstante, incorporado a la Guardia Nacional por decisión del gobierno ucraniano. La forma del emblema adoptado, que aparece en las banderas azul y amarillo, los colores nacionales de Ucrania, no puede negar su inspiración nazi. Publicado en Praga hasta con cierto orgullo por el nuevo semanario checo Hrot (“La punta”), 09.06.2022, que se precia de ser portavoz del bloque occidental.

Ucrania, que estuvo en la primera línea de la resistencia antinazi en la URSS durante la Segunda Guerra Mundial, ha sido, en los últimos años, un escenario particularmente favorable al surgimiento de tendencias fascistoides. El trabajo del populismo de derecha es en todas partes igual: basta con fomentar las protestas y el nacionalismo exacerbado en momentos de una crisis económica o tensiones internacionales. Por último, la decisión rusa de desatar un conflicto bélico les vino de perillas, puesto que nada mejor que una agresión militar exterior para despertar el odio al bando contrario y fortalecer las estructuras armadas irregulares, como el citado Batallón Azov, instrumento de las fuerzas que buscan un desenlace de tipo represivo para resolver las contradicciones internas. Si Putin hubiera querido ayudar a fortalecer el neofascismo ucraniano, especialmente en el seno de las fuerzas armadas, no habría podido hacerlo mejor.

El legado soviético

La propia terminología empleada nos lleva a la experiencia de la Segunda Guerra Mundial y su desenlace. “Desnazificar” fue el término empleado por los vencedores en 1945, al plantearse una serie de objetivos comunes que debían propiciar en sus respectivas zonas de ocupación de Alemania. Seguidamente, durante la Guerra Fría, la propaganda soviética se encargó de resaltar cómo la República Democrática Alemana, en la zona de ocupación soviética, cumplía plenamente con este programa, mientras que el capitalismo occidental era el culpable de todas las fechorías cometidas contra la paz y la realidad socialista del este.

La Rusia de hoy no tiene nada que ver con el socialismo (ni “real” ni “imaginario”), pero sus discursos se apoyan en decenios de propaganda ideológica reflejada en la argumentación tradicional soviética. También la idea de la grandeza de la Unión Soviética tiene hoy un significado totalmente distinto, dirigido a restaurar el poderío mundial del Estado plurinacional fenecido, menos su contenido político o social, sin excluir la crítica de determinadas posturas geopolíticas adoptadas, toda vez que hayan puesto en tela de juicio la hegemonía rusa en dicho entorno. Por ejemplo, el principio de autodeterminación, que tanto facilitó la disolución ulterior de la Unión.

Entre otras cosas, esto explicaría por qué el presidente Putin califica de error fatal de los bolcheviques la creación, en 1921, de la República Socialista Soviética de Ucrania en un territorio pleno de contradicciones nacionales, donde cohabitan polacos, rutenos, húngaros, moldavos, judíos, rusos, tártaros y demás, incluidos los ucranianos propiamente dichos, que él no reconoce como nación independiente, sino, a lo sumo, como una variante lingüístico-cultural de la Gran Rusia. Con el mismo vigor ha condenado el traslado, por medios autocráticos, de la península de Crimea a la soberanía ucraniana, en 1954, en lo que sin duda tiene razón.

Al responder a la política occidental de expansión al este de sus estructuras políticas y militares, la intervención rusa en Ucrania se integró en un proyecto mayor de dimensiones históricas, como es el retorno de la realidad imperial rusa en el espacio heredado de la URSS. Para ello, sus artífices necesitaban resaltar unos motivos más encomiables que la simple ambición de dominación y por eso hicieron hincapié en la protección de la población de ascendencia o habla rusa y sus derechos de autodeterminación. El término “guerra” se ha excluido del lenguaje periodístico bajo amenaza de prisión, y se ha sustituido por “operación armada especial”, que no significa nada, junto con el sacro concepto de desnazificación, suerte de palabra mágica que evoca heroísmos pasados y se pensó que sería capaz de unir a los rusos (junto con algunos ucranianos) en el apoyo a tan noble empresa. Realidades como el citado Batallón Azov y el culto del nacionalismo banderista[1] les facilitan la tarea.

El lado débil de Ucrania

Actualmente la guerra ha pasado a una nueva etapa, en la que las fuerzas rusas se concentran en la cuenca del río Don en la frontera oriental con Rusia, zona conocida como Donbás, donde estaba concentrada la industria minera y siderúrgica bajo el régimen soviético y en la que predomina la población rusa; una región, además, que lucha denodadamente por su autonomía, en última instancia, la independencia lisa y llana de Ucrania.

Es un cambio radical de las prioridades estratégicas, ya que, al iniciarse las hostilidades en febrero, si bien sirvió de detonante el apoyo a la reciente declaración de independencia de las repúblicas de Donetsk y Lugansk o Luhansk, centro neurálgico de la región, en realidad las acciones de las fuerzas invasoras se concentraron más bien alrededor de la capital Kiev, sin duda con la idea de provocar la caída del gobierno, a fin de instalar, en su lugar, a personajes más dóciles con respecto a Moscú. Pero la resistencia de las fuerzas ucranianas y la solidaridad internacional fueron inesperadamente fuertes y obligaron a Rusia a buscar un objetivo más inmediato.

Cuenta para ello con un nivel superior de apoyo de la población, lo que faltaba en el resto del país. El comentarista norteamericano Mac William Bishop, tras visitar la zona que es hoy teatro de furiosos combates, relata su odisea junto a las fuerzas ucranianas ("Nos quieren borrar del mapa", publicado en Rolling Stone, revista estadounidense, 12.06.2022. En inglés):

Gran parte del problema -dice uno de los entrevistados- es que la gente que ha quedado y no ha huido no se cree realmente parte de Ucrania. Opina que los civiles que quedaron son todos simpatizantes de los separatistas. Incluso los ayudan a no perderse en los caminos que no figuran en los mapas. Otro agrega: Oh sí, todos esperan la “Paz Rusa”, (en ruso Russkiy mir, pero ‘mir’ también quiere decir mundo, así que bien puede ser una consigna revanchista, “el Mundo Ruso”, que permitirá a Rusia recuperar el control de los asuntos de sus vecinos y las zonas fronterizas, como en los tiempos gloriosos del imperio soviético). Conclusión: “Aquí casi todos son pro-rusos. Claro está, uno no va a arrestarlos por ese motivo. No obstante, la policía y el Servicio de Seguridad Interior (se sobreentiende, los que responden al gobierno de Kiev) hacen lo que pueden.

Esta postura, al parecer dominante en filas ucranianas, es equivocada: no será con represión ni consentimiento forzado que conseguirán la victoria. El primero que debería comprenderlo es el presidente Volodímir Zelenskyi, cuando dedica sus discursos fogosos a reclamar de los europeos más armas y municiones, de ser posible las más modernas y de mayor alcance, para hacer frente a la ventaja numérica y técnica rusa: en efecto, sin el apoyo de la población, la idea de defender la soberanía ucraniana “hasta el último soldado” carece de sentido. Probablemente, cuando ya la idea de recuperar Crimea parece esfumarse, una salida negociada para el Donbás sería el establecimiento de su autonomía, junto con la restauración del estatuto del idioma ruso como segundo idioma oficial en la región, privilegio eliminado de un plumazo por los gobiernos nacionalistas ucranianos durante el último decenio.

Solamente una política consecuente, basada en principios irrefutables a escala internacional, como los que acabamos de mencionar, obligaría al gobierno ruso a aceptar la necesidad de negociar las necesarias garantías internacionales. El empecinamiento ucraniano actual solo conduce a la alternativa de tener que seguir resistiendo hasta el agotamiento. El medio informativo árabe Al Jazeera publica, con fecha 9 de junio de 2022, un comentario más bien pesimista de su colaborador Alex Gatopoulos, quien resume así la situación: 

La guerra dura ya varios meses y tanto Ucrania como Rusia corren hacia el objetivo de ver al contrario caer exhausto primero. En esta nueva etapa del conflicto, se trata de saber quién de los dos logrará mantener el flujo de suministros y armas, mientras Rusia no cede en sus objetivos primarios y Ucrania pretende detener su avance en el Donbás”.

Ilustra la nota un mapa donde se ven las posiciones de ambos bandos:

Texto de la redacción de Al-Jazeera: “Guerra ruso-ucraniana. ¿Quién controla qué en la región de Donbás? El gobernador de Luhansk dice que las fuerzas rusas dominan ampliamente la ciudad de Severodonetsk, la misma que el presidente Zelenskyi había calificado de decisiva para los destinos de Donbás. Según el Instituto de Estudios Bélicos, las fuerzas rusas se mantienen en la línea defensiva al norte de la ciudad de Jarkiv[2] y su artillería prosigue bombardeando los poblados suburbanos”.

Día 106 – 9 de junio de 2022, hora 06:00 del meridiano de Greenwich Simbología: Rojo con rayas diagonales amarillas: control ruso antes del 23 de febrero de 2022. Rojo liso: control ruso duradero. Rosado con rayas rojas diagonales: Las fuerzas rusas realizaron incursiones o ataques frontales, pero sin lograr dominar el terreno. Azul: espacio que habría sido objeto de contraataques del lado ucraniano. (La leyenda incluye asimismo una zona en azul rayado para señalar actividades guerrilleras reportadas por la parte ucraniana, pero en el mapa no se distingue) Verde: zonas de territorio ucraniano que la parte rusa afirma tener bajo su control. Circunferencias punteadas: combates intensos en las últimas 24 horas. Líneas rojinegras: comunicaciones terrestres rusas.

Esto es lo que, hoy por hoy, está en juego en Ucrania.

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